EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI

ESCENARIO DE LA MUERTE DE MÁS DE 125.000 PERSONAS DURANTE LA GUERRA EN EL SUDESTE ASIÁTICO, EN LA ACTUALIDAD ES UN DESTACADO DESTINO TURÍSTICO

El puente sobre el río Kwai fue una excepcional película de 1957, dirigida por David Lean e interpretada de forma excepcional por Alec Guinness, William Holden, Sessue Hayakawa, Jack Hawkins y todo un gran elenco de artistas. Basada en la novela del mismo título de Pierre Boulle, obtuvo hasta siete premios Oscar de la Academia de Hollywood.

El film resultó un auténtico éxito de espectadores en todo el mundo, aunque estuvo rodeado de fuertes polémicas. Pierre Boulle nunca aceptó que el final de su novela fuese alterado en la película, al margen de otras licencias tales como minimizar la brutalidad de los japoneses o el marcado racismo del general británico Nicholson (papel interpretado por Guinness). En la novela original, el personaje de Nicholson, enajenado ante la idea de destruir el puente que llegó a crear con sus hombres, trata de matar al comando y logra impedir la voladura del puente.

El autor de la novela jamás perdonó que se omitiese su final ya que consideraba que era lo que daba sentido a su obra, porque en el final de la película se podía interpretar que el personaje de Nicholson cambió de opinión respecto a volar el puente, mientras que en la novela no tenía duda alguna.

La película ganó entre otros el Oscar al mejor guión adaptado, pero éste no llegó a sus dueños -familiares realmente, ya que ellos habían fallecido- hasta el año 1985. El motivo fue que, debido a las listas negras de la llamada “caza de brujas” liderada por el senador Joseph McCarthy, los autores del guión Michael Wilson y Carl Foreman, que formaban parte de ellas al ser acusados de pertenecer a organizaciones comunistas, no podían aparecer en los créditos como guionistas, por lo que se optó por poner a Pierre Boulle. Lo curioso del caso es que el autor de la novela tenía una noción mínima de inglés, por lo que resultaba obvio que él no había escrito el guión. Quienes eran los autores reales era un secreto a voces en Hollywood.

De todas formas, se dio la casualidad de que tampoco Boulle recogió el premio. En parte por el enfado por la alteración de su obra, pero también porque se enteró de lo que había pasado con los guionistas originales y él no se consideraba autor de guión alguno.

En definitiva, quien recogió el Oscar fue la actriz Kim Novak en representación del estudio, dándose así la circunstancia de que ni los guionistas ni el novelista, obtuvieron estatuilla alguna por su obra.

LA VERDADERA HISTORIA DEL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI

Esta superproducción de Hollywood se basó en el trágico episodio de la construcción del ferrocarril de Bangkok a Rangoon. Esta vía fue responsable de garantizar el aprovisionamiento del frente japonés en el sudeste asiático. Su construcción provocó la muerte de unas 125.000 personas. Prisioneros aliados y asiáticos se vieron obligados a trabajar en condiciones inhumanas en la jungla fronteriza entre Tailandia y Birmania.

La película de David Lean, basada en la novela de Pierre Boulle, sobre todo evocaba a los muertos occidentales. El destino de los trabajadores esclavizados, malayos, indonesios, birmanos, chinos e indios, sin embargo, fue aún más dramático. Alrededor del 27% de los prisioneros anglosajones fueron asesinados en este proyecto, pero más del 60% de los asiáticos perdieron la vida.

También vale la pena señalar que, contrariamente a lo mostrado en la película, el puente sobre el río Kwai no fue destruido, sino dañado posteriormente por los bombardeos de la fuerza aérea de los Estados Unidos. El puente sigue existiendo en la actualidad, aunque reconstruido.

En 1942, Tokio decidió construir un ferrocarril de 500 kilómetros de longitud a través de la impenetrable selva de Tailandia y Birmania con dos objetivos estratégicos: El suministro de las tropas que estaban en el frente de Birmania-India y la explotación de recursos de tungsteno a lo largo del camino.

Las únicas herramientas disponibles para los presos eran palas, azadones y canastos. Las víctimas de la guerra tenían la tarea de eliminar tres millones de metros cúbicos de piedras y estaban sujetos a jornadas laborales de entre doce y veinte horas.

Sin descanso, con la alimentación inadecuada y recibiendo palizas, torturas y humillaciones de todo tipo, éste fue el tratamiento que los japoneses hicieron del trabajo forzado.

A lo largo de la construcción de la vía se establecieron campos de trabajo donde las condiciones de higiene eran deplorables. Además de las enfermedades de la piel causadas por parásitos, se extendió la malaria, cólera y disentería. Los muertos eran necesariamente condenados a muerte. Debilitados por las enfermedades y sin medicamentos, aquellos hombres estuvieron hacinados en chozas y los muertos que se quedaban por el camino, ni tan siquiera eran enterrados.

Los prisioneros asiáticos fueron tratados aún de forma más inhumana que los anglosajones, siendo las principales víctimas de los sádicos soldados japoneses que les golpeaban y torturaban, tanto a hombres como a mujeres.

Las ejecuciones eran frecuentes y fueron documentadas por la evidencia que demuestra el nivel de la barbarie del ejército japonés. “Peso adherido al pene durante horas en los hombres o vidrios rotos en la vagina de las mujeres” fueron las torturas más habituales que se practicaba a los prisioneros. Otra tortura era atar a los prisioneros con hilos de bambú mojados y cuando éstos se secaban, se convertían en afilados cuchillos que iban cortando la piel hasta que salían los tendones y cartílagos. También se realizaron experimentos científicos, tales como inyecciones de veneno mortal mezclado con los alimentos contaminados.

Los pacientes asiáticos eran abandonados en la selva, enterrados vivos o quemados vivos. Los médicos japoneses justificaban la monstruosidad de tales actos con un lacónico: “Los peones son infrahumanos y no merecen consideración”.

UN SUPERVIVIENTE CUENTA EL HORROR

En Dundee (Escocia) reside el anciano Alistair Urquhart, un hombre que en 1941, con apenas 20 años, fue reclutado por los Highlanders, el mismo batallón en el que sirvió su padre y después enviado a Singapur. En los inicios de la Segunda Guerra Mundial éste era un destino de privilegio, pero tras la invasión japonesa se convirtió en un infierno.

Más de 600 Highlanders fueron hechos prisioneros y trasladados en ferrocarriles como si fueran bestias, sin saber cual iba a ser su destino. Enfermos y agotados pasaron varios días encerrados en los vagones. Muchos de ellos no resistieron. Cuando por fin el tren se detuvo, se encontraron en medio de la selva y aún tuvieron caminar a lo largo de más de 160 kilómetros hasta llegar al campo de prisioneros.

A los compañeros que caían enfermos o exhaustos, les clavaban la bayoneta en el pecho”.

Durante tres años no pudo asearse, la higiene ni existía y apenas si comían algo de arroz cada dos o tres días.

El jefe del campamento se llamaba Usuki, y era el más sádico de todos, le apodaban “el Príncipe Negro”. Su ayudante era el sargento Okada, conocido entre los británicos como “el Doctor Muerte”, quien castigaba a los prisioneros echándolos en el suelo y, mientras unos le sujetaban fuertemente brazos y piernas, le introducían una manguera por la boca. Le llenaban de litros y litros de agua hasta que se le hinchaba el estómago. Luego, el sargento saltaba sobre su barriga. Muchos murieron y pocos consiguieron sobrevivir.

Cuando terminó la guerra y después de infinidad de vicisitudes, Alistair Urquhart consiguió volver a Escocia. Su familia le creía muerto. Logró rehacer su vida, casarse y tener dos hijos, pero nadie de su entorno supo nunca lo sucedido.

Ahora, el estremecedor relato de Alistair Urquhart ha visto la luz, publicándose su historia el pasado año en un libro titulado The Forgotten Highlander.

El impacto ha sido muy fuerte y algunos productores norteamericanos ya han mostrado su interés por llevarlo al cine. Alistair Urquhart está de acuerdo, pero no quiere que se omita ni suavice la realidad como sucedió en la película El Puente sobre el río Kwai.

Kanchanaburi es la ciudad más próxima al río Kwai, se halla situado al noroeste de Bangkok. El tren realiza una parada inicial en Nakhorn Pathom y posteriormente, al llegar a Kanchanaburi, desde la misma estación salen microbuses que llevan hasta las cascadas de Sai Yok, realizando una parada junto al famoso puente sobre el río Kwai. En las inmediaciones del lugar se halla el cementerio de los aliados, lugar donde descansan muchas de las víctimas del que fue “el ferrocarril de la muerte”.

En la actualidad, el reconstruido puente sobre el río Kwai se ha convertido en un interesante destino turístico. Muchos son los visitantes que contemplan en silencio y con respeto el lugar, un puente al que se llegó a calificar como “monumento supremo a la locura”.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)