CUNA DE CASTILLA
Cuando
el viajero que atraviesa tierras burgalesas, llega hasta Covarrubias y recorre
con detenimiento sus calles extasiándose en cada rincón, penetra en el interior
de la Colegiata
con ánimo de admirar sus joyas y reliquias de incalculable valor, o simplemente
se asoma al tranquilo Arlanza para de este modo refrescar sus pupilas sedientas
de recónditas bellezas, de forma irremediable se siente inmerso en la época
medieval. Es como adentrarse en un lugar milenario donde van de la mano el
misticismo y la religiosidad, la sencillez y la austeridad, mil leyendas y
algunas de las más fascinantes páginas de nuestra historia, no en balde esta
villa está considerada como el auténtico origen del sobrio y noble pueblo castellano.
La
villa de Covarrubias está situada a unos 40 kilómetros al
sudeste de Burgos e integrada en el triángulo del Arlanza, junto a la orilla
del río del mismo nombre. Es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura
popular castellana, siendo declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1965. Su
población ronda los 700 habitantes.
Narrar
los avatares que Covarrubias ha vivido a lo largo de los siglos requeriría un tiempo del que,
normalmente, nunca se dispone. Resumir resulta pues tarea difícil pero obligada
y en eso estamos.
Según
parece, fueron tribus celtas las primeras que poblaron estos alrededores y de
ello existen en la actualidad pruebas fehacientes. Mucho también tuvieron que
ver los visigodos, sin ir más lejos se atribuye al valeroso Chindasvinto, en el
siglo VII, la fundación de la
Colegiata y junto a ella un monasterio de clérigos. Más
tarde, la villa cayó bajo el dominio árabe y después fue enclave estratégico y
de singular importancia en tiempos en tiempos de la Reconquista frente a
los musulmanes (siglo X).
Fue
entonces cuando surgió la egregia figura de Fernán González, primer Conde de
Castilla y defensor de Covarrubias, esa cuna castellana que aún hoy permanece
intacta para deleite de quienes se asoman a contemplarla.
De
hecho, el recuerdo de tan noble caballero permanece tan arraigado en la vida y
costumbres de los racheles, que así
se llaman los habitantes de Covarrubias, que al hablar de él es tanto como
conmemorar a un viejo familiar. Lo de rachel
viene determinado, según cuentan las leyendas, por cierta palabra gentil que
dijera Fernán González a una bella moza del lugar.
El
gentilicio de rachel proviene del
nombre de Raquel, la mujer de Jacob, que significa bella (rajel) empleado para designar a la gran cantidad de damas hermosas
que habitaron Covarrubias a lo largo de los siglos. En castellano antiguo este
nombre era escrito con “ch”: Rachel.
García
Fernández, hijo de Fernán González, se encargó del engrandecimiento de la
villa, la compró a los monjes de Valeránica y fundó el infantado de Covarrubias
en el año 978, con lo que se convirtió en capital de un extenso territorio
independiente, con jurisdicción propia en lo eclesiástico, como en lo civil y
penal, gozando a su vez de exenciones tributarias privilegiadas.
En
épocas posteriores, muchos fueron quienes estuvieron estrechamente vinculados a
la villa, reyes, infantas, abades, nobles guerreros… y todos ellos le dieron
protagonismo ejemplar que aún conserva esta eterna y bella novia del Arlanza.
LA
COLEGIATA
Una
visita a Covarrubias es tanto como un paseo a través del medievo, por ello
resulta recomendable hacerlo sin prisa y empapándose, por así decirlo, de su
abigarrada y excepcional historia.
La
antigua Colegiata del siglo XV, hoy iglesia de San Cosme y San Damián, de
sobria fachada y con enorme rosetón gótico, posee tres naves y cuatro capillas
y acoge en su interior un interesante panteón de ilustres familias, destacando
los sarcófagos de Fernán González y su esposa Doña Sancha, los cuales habían
permanecido en el monasterio de San Pedro de Arlanza, pero al quedar éste en
ruinas tras la brutal desamortización de Mendizábal, fueron trasladados a
Covarrubias de forma definitiva.
También
en el interior de la iglesia hay que hacer mención especial del magnífico
órgano del siglo XVII -aseguran que el más antiguo de Castilla que sigue
sonando-, el coro y toda una serie de capillas de diferentes estilos,
plateresco, hispano-flamenco, barroco… Todo un alarde. En el luminoso y amplio
claustro del siglo XVI, sobresale el sepulcro de la infanta Cristina de
Noruega, del siglo XIII, primera esposa del que fuera infante Felipe, hijo de
Fernando III, el Santo y hermano de Alfonso X, el Sabio.
En
principio, la infanta Cristina de Noruega, hija del rey Haakon IV, vino para
casarse con Alfonso X -que no tenía descendencia con su esposa Doña Violante y
ardía en deseos de repudiarla y tener un heredero-, pero a su llegada, la reina
Doña Violante iba a ser madre. Rápida y astutamente le dieron a elegir entre
los hermanos del rey Alfonso, eligiendo ella -guiada por el propio rey- al
infante Felipe, con quien se casó en marzo de 1258 en Valladolid. Pero la dulce
princesa nórdica, murió de melancolía en Sevilla tras cuatro años de
matrimonio, encerrada en su palacio, añorando los fiordos noruegos y su vida en
Tönsberg. Fue enterrada en la
Colegiata de Covarrubias, en un sepulcro gótico de piedra
labrada con una arquería de diez vanos y un friso superior de roleos.
Punto
de ineludible encuentro es el museo parroquial de la Colegiata que, entre
interesantísimas piezas (pinturas, ropas litúrgicas, orfebrería, etc.) conserva
el famoso tríptico de la Adoración de los Reyes Magos, realizado a
principios del siglo XVI por un discípulo de Gil de Siloé. Esta obra
sensacional de espíritu flamenco, puede decirse que es la joya más preciada, la
más querida de toda la ciudad. Por supuesto, sin echar en olvido algunos
capiteles románicos, el Cristo resucitado
de Diego de la Cruz
o la Virgen del
libro de Van Eyck, ambos del sigo XV.
EL TORREÓN DE FERNÁN GONZÁLEZ
La
torre de La Emparedada es una
obra mozárabe de fines del siglo X con la puerta de acceso en arco de herradura
y la parte alta rodeada de matacanes, lo cual le confiere un aire estrictamente
feudal. Inicialmente enlazaba con la muralla que rodeaba la población. Su forma
es piramidal truncada y su planta rectangular, dando una sensación de solidez
extraordinaria, dado que se sustenta sobre muros de hasta cuatro metros de
grosor en su base.
Por
sus pequeñas saeteras los arqueros hacían blanco sobre el enemigo, mientras que
desde los matacanes solía arrojarse agua o aceite hirviendo a los enemigos. La
torre presenta cuatro plantas y se accede a través de una escalera móvil, que
era retirada en caso de producirse un ataque.
Objeto
de infinidad de leyendas a lo largo de los siglos, una de ellas, quizás la más
popular, asegura que en su interior tuvo lugar el emparedamiento y muerte de la
propia Doña Urraca, como castigo por su propio padre Fernán González, a causa
de sus amoríos con un pastor.
IGLESIA PARROQUIAL DE SANTO TOMÁS
Esta
iglesia fue construida en el siglo XII, pero de la original apenas queda nada.
La que en la actualidad puede contemplarse es del siglo XV, aunque conserva
algún resto de la original en la nave derecha. En el templo de Santo Tomás se
conserva el órgano que, aunque menos antiguo que el de la Colegiata, ya que éste
data del siglo XVIII, sigue sonando de forma increíble.
El
edificio tiene muchos componentes interesantes como su colección de retablos,
la vidriera renacentista que representa la Natividad, la hermosa pila bautismal románica,
que es la original y, por supuesto, la escalera plateresca considerada la joya
de la iglesia.
ARCHIVO DEL ADELANTAMIENTO DE CASTILLA
Construido
en la segunda mitad del siglo XVI por mandato de Felipe II, es de estilo
herreriano con decoración renacentista y consiste en un gigantesco prisma
pétreo con base rectangular, sostenido por ocho contrafuertes. Asemeja a un
hórreo gallego de grandes dimensiones, pero en el que se ha excluido por
completo la madera, con el fin de evitar posibles incendios. Este edificio fue
un centro de documentación de todas las escrituras que emanaban del
Adelantamiento de Castilla, cuyo tribunal y sede estaba en Burgos, pero en el
siglo XVIII perdió su función, ya que todo lo que en él había fue trasladado al
actual Archivo General de Simancas.
La
entrada de este archivo es conocida como Puerta Real, por ser el acceso
principal a la villa. Encima de ella puede apreciarse el escudo de Felipe II,
en el que destaca, por su gracia y rareza, el toisón de oro, considerado el más
perfecto y completo que se conserva del mismo. Las rejas y contraventanas son
las originales.
A
destacar también la Casa
de Doña Sancha, máximo exponente de la arquitectura tradicional de Covarrubias,
data del siglo XV. Su fachada es de adobe y el clásico entramado de madera. El
amplio soportal y su balconada son increíbles aprovechamientos climáticos, uno
para protegerse del sol y el otro para disfruta de él.
Merecen
también destacarse el palacio de Fernán González, la Casa del Obispo Peña, así
como los dos bellos cruceros del siglo XVI, uno situado frente al torreón de
Fernán González y el otro frente al Archivo del Adelantamiento de Castilla, al
margen del señorío de sus calles, las casas levantadas sobre recios postes de
enebro, de maderas entrecruzadas y adobes cubiertos de mortero… Un remanso de
paz en suma, que acoge al viajero con gentileza y un ilimitado sentido de la
hospitalidad.
FIESTAS Y GASTRONOMÍA
Covarrubias
regresa a mediados de julio al medievo, celebrando un mercado medieval. Y durante
el mes de septiembre una serie de festejos tradicionales a cual de ellos más
interesante y recomendable. Las romerías a la Virgen de las Mamblas y a la Virgen de Redonda, así como
las fiestas de San Cosme y San Damián, destacando el acto de exaltación a la
vendimia, en el cual se ofrece el primer mosto de la temporada y se da de beber
a las gentes. También los vecinos de la villa celebran concursos gastronómicos,
deportivos y fuegos de artificio, sin olvidar, por supuesto, la gran ocasión
para poder bailar la llamada rueda
chospona alrededor del templete que se levanta en la plaza, o bien la jota rachela, muy típica y similar a la
castellana.
Sin
lugar a dudas, las tierras burgalesas son ricas en especialidades gastronómicas,
éstas capaces de satisfacer al gourmet más exigente. En Covarrubias el plato
quizás más típico es el lechazo al horno, regado con excelentes caldos de
cosecha propia, pero no hay que olvidar el picadillo de cerdo, las morcillas,
la denominada olla podrida (de la que
ya hablaba Cervantes en El Quijote) a base de alubias (extraordinarias en toda
la provincia) y cerdo, con costillas o patas, orejas, chorizos… formando un
acompañamiento sin igual. Un plato destinado a estómagos insatisfechos y todo
ello sin dejar a un lado las truchas del Arlanza, las sopas de ajo, las
lentejas, caracoles, callos y unos excelentes quesos.
Vale
realmente la pena que el viajero que recorre estas tierras situadas en la Ruta de La Lana y el Camino del Cid, se
detenga en esta villa para conocer a sus vecinos y admirar las bellezas que
encierra esta auténtica cuna de Castilla.
(Ver interesante colección gráfica de
este reportaje en GALERIA DE FOTOS)