H I M B A



SOBREVIVIR EN NAMIBIA
Esta etnia de nativos ocupa la región árida de Kunene, en lo que en una época fue Kaokoland, al norte de Namibia. Son un pueblo seminómada, criadores de ganado, que están estrechamente ligados con los herero, con quienes comparten sus orígenes, así como el idioma otjiherero (los herero y los himba se separaron hace aproximadamente unos doscientos años). Son el único grupo de nativos de Namibia que aún conserva el original estilo de vida que tenía desde hace siglos.
El jefe de cada tribu es además su líder espiritual. Entre ellos se permite la poligamia, sin embargo, el máximo tiempo que un hombre puede pasar con la misma esposa sin atender a otra es de dos noches. El sistema de administración de justicia gira en torno a reuniones de los jefes de tribus para decidir el pago de la sanción a imponer; todas estas sanciones consisten en un pago en cabezas de ganado. El asesinato de una mujer conlleva un pago mayor al del asesinato de un hombre.
Hasta relativamente hace poco tiempo, debido a las duras condiciones climáticas de la región en que viven, los himba han logrado mantenerse relativamente aislados del exterior, y no han sido todavía muy influenciados por elementos culturales importados. Esto, sin embargo, está cambiando a causa del aumento en el flujo de viajeros que llegan hasta sus tierras desde la independencia de Namibia en1990.
Los himba no llevan ropa, aparte de un básico taparrabos, pero usan una gran cantidad de ornamentos al estilo de collares y brazaletes. Las mujeres se distinguen por los enrevesados estilos con los que se arreglan su cabellera.
Los dulces que los turistas regalan a los niños (causándoles caries), y el alcohol son elementos nuevos para los himba; muchos hombres que se han alcoholizado recientemente, han terminado por convertirse en pedigüeños (lo que era desconocido entre estas gentes) para poder obtener de los turistas los recursos para seguir comprando alcohol.
A lo largo de los años, los himba han sido víctimas de diversas calamidades. Además de algunos periodos de intensa sequía, al principio del siglo XX estuvieron sujetos a intentos de exterminio genocida por el gobierno colonial alemán. Igualmente estuvieron gravemente afectados durante el conflicto bélico que enfrentó a las fuerzas de SWAPO, Angola y Cuba con las de Sudáfrica entre 1966 y 1988. Una amenaza más reciente fue la controvertida propuesta de levantar la presa de Epupa, al afectar al ecosistema de la región de Kunene que ellos ocupan.
Los himba tradicionales viven en chozas de adobe y paja, ubicadas en un terreno circular protegido por grandes matorrales espinosos para evitar a las animales salvajes que suelen merodear por los alrededores. No se trata de un poblado propiamente dicho porque cada recinto está ocupado por una sola familia, o máximo dos.
Dentro de este círculo existen varias chozas de adobe y paja para los techos, y se acompañan de algunos graneros o despensas para salvaguardar los alimentos, que son más pequeños y están construidos en lo alto, sobre unos pilares, para evitar la entrada de animales en su habitáculo. Aproximadamente en el centro suelen tener un pequeño corral con las cabras y vacas, su bien más preciado.
No está permitido cruzar la línea invisible pero real, entre el umbral de cada casa (especialmente la del jefe de la tribu) y el fuego, el hogar que tienen enfrente. Es una cuestión de honor y el castigo puede ser pagar con una cabra o algo similar, todo depende de las maneras con que se hacen las cosas y se discuten después.

LAS MUJERES HIMBA
Si algo llama poderosamente la atención en un poblado es lo impresionante que resulta ver de cerca de las mujeres himba embadurnada su piel de ese maquillaje diario a base de polvo de ocre, el cual se consigue mediante piedra arcillosa reducida a polvo, mezclado con grasa animal, así como sus originales peinados y arreglos personales en forma de adornos.
Las mujeres himba sorprenden por lo general por su afabilidad, su fácil sonrisa y las ganas de bromear y reírse con quienes los visitan.
Se asegura que las mujeres no se lavan nunca. Su cultura decidió hace muchísimo tiempo que la escasa agua de que disponen no se puede desperdiciar en su aseo. Sin embargo, cosa curiosa, esta norma no se aplica en los hombres.
Existe la creencia generalizada de que el ocre les aporta protección contra el sol y las bacterias, así como hidratación.
Además, las mujeres suelen perfumarse con el humo de las hojas de un árbol aromático.

PASTORES NÓMADAS
Entre ellos destacan dos grandes grupos o clases. Los que optan por seguir viviendo y vistiendo a la manera tradicional. Se dedican al pastoreo de cabras y vacas, y cada varios meses se trasladan a otros lugares, siempre en busca de agua y nuevos pastos.
Los que, por el contrario, optan por el estilo de vida occidental, abandonan su indumentaria tradicional y generalmente se asientan en lugares fijos, se buscan un quehacer, escolarizan a sus hijos o ellos mismos estudian si aún no han formado una familia. Suele dedicarse a un poco de todo, desde la venta de artesanía en lugares más turísticos como Swakopmund, a hacer de guías o incluso a comerciar. Lo malo es que muchos de ellos, aunque hayan estudiado no son precisamente personas adaptadas a cierta modernidad y terminan cayendo en el alcoholismo. Esto último también les sucede a los jóvenes tradicionales, y entonces se encuentran con tener que decidir con qué tipo de vida eligen, suelen perder el arraigo y el respeto de los que aún no se han visto arrastrados por el escaparate de la modernidad y no se ganan el respeto del “nuevo mundo” en el que ingresan. Es un problema ya conocido por otros pueblos.
El viajero que llega hasta las inmediaciones de sus poblados, si lo hace por la mañana se encuentra con que en el mismo están ausentes los hombres, quienes se dedican al pastoreo, mientras son las mujeres y las jóvenes las que se encargan de cuidar las chozas, y algunas hasta se dedican a fabricar artesanía para los posibles turistas que llegan para conocerles.
Lo verdaderamente importante es ser consciente de que no hay que ofender al anfitrión, ni dañarle innecesariamente.
Llegar hasta un poblado himba implica ir acompañado por un guía que realice la función de intérprete y a la vez es quien debe conseguir el permiso para poder entrar en el recinto que ocupan. Resulta recomendable llevar regalos como manda su tradición, pero nunca ofrecerles dinero porque no les hace ningún bien. Resulta mucho mejor ofrecer un obsequio en forma de comestible, algún producto de primera necesidad o bien algún capricho conocido en el mundo moderno, tal como harina, arroz o azúcar.
Los himba en señal de agradecimiento por la visita, suelen autorizar al viajero a que realice libremente cuantas fotos quiera.
El altísimo índice de mortalidad infantil y la baja esperanza de vida de estas gentes en este rincón de Namibia, como en muchas partes de África, les augura un difícil futuro para los himba quienes, a pesar de vivir felices, luchan a diario por sobrevivir. Resultaría verdaderamente lamentable que un día no muy lejano pudieran llegar a desaparecer.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)