EN LA RUTA DE
ISABEL LA CATÓLICA
La situación geográfica
de la ciudad, entre los ríos Adaja y Arevalillo, nos sugiere un origen remoto.
Su propio nombre procede de vocablos celtas, siendo vacceos los que crearon un primer núcleo aprovechando las defensas
que les propiciaba este terreno. Restos romanos en el entorno confirman la
continuidad de una población estable.
Tras la conquista de
Toledo en 1085, la llegada de repobladores supuso un empuje para la villa, que
en los siglos como el XII y XIII conoció un gran desarrollo constructivo y
demográfico. Se construyeron la muralla y las iglesias que en la actualidad se
conservan, siendo once las parroquias consignadas en 1250. Se pobló el arrabal,
ubicándose en él la morería y la judería.
El vínculo con la
dinastía de los Trastámara hizo que fuese una de las poblaciones más
importantes de toda Castilla. Se construyeron las desaparecidas Casas Reales,
Enrique IV convocó las Cortes e Isabel de Portugal fijó aquí su residencia. La
infancia de los infantes Alfonso e Isabel transcurrió en Arévalo hasta que
fueron llevados a Segovia, regresando en diferentes ocasiones. Alfonso cumplió
aquí la mayoría de edad, estableció su corte tras ser proclamado rey y tras su
temprana muerte fue enterrado en el convento de los franciscanos observantes.
Isabel firmó el Tratado de Tordesillas durante una de sus estancias en Arévalo
y como muestra de su afección benefició a la villa con la concesión de dos
ferias francas.
A partir del siglo XVI y
al igual que en toda Castilla, la crisis hizo mella y se produjo un declive
demográfico, económico y social. Fue ya en el siglo XVIII cuando hubo un
resurgir propiciado por una gran actividad comercial. Arévalo fue declarada
ciudad por la reina María Cristina de Habsburgo en 1894, en atención a su
población “activa, febril y administrativa, y de servicios y su personalidad
urbana”, siendo cabeza de partido judicial desde 1833. Su casco antiguo fue
declarado Conjunto Histórico Artístico en 1970. Actualmente cuenta con una
importante actividad comercial e industrial, ésta última favorecida por sus
inmejorables comunicaciones.
Al margen de Isabel la Católica, diferentes
personajes y todos ellos relevantes,
estuvieron relacionados con esta villa castellana. Tal fue el caso de
San Ignacio de Loyola (vivió y se educó en las Casas Reales en su juventud),
Fernando I (emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico que fue criado por los
Reyes Católicos), fray Juan Gil (Trinitario arevalense que rescató a Cervantes
de su encierro en Argel), Moshe de León (filósofo y rabino hebreo que murió en
Arévalo), San Juan de la Cruz,
Santa Teresa de Ávila y tantos otros.
SU VINCULACIÓN A LA REINA ISABEL
Los acontecimientos
históricos propiciaron que Arévalo durante los reinados de los Trastámara fuera
una de las poblaciones más importantes de Castilla. En ese periodo los monarcas
otorgaron varias concesiones y fue una de las villas que se daba en dote a las
infantas o a las reinas viudas, estando así en permanente contacto con la
realeza.
Como en la mayoría de
las villas medievales, en su conjunto urbano convivieron judíos, moros y
cristianos, mestizaje que favoreció la fisonomía propia de esta población
medieval y un estilo característico, el mudéjar.
Era una villa amurallada
con su emplazamiento entre dos ríos, mostrando el carácter eminentemente
defensivo y estratégico de su asentamiento. Gozó en ese momento de auge
económico, demográfico y cultural, con la celebración de ferias francas,
mercados, la existencia de un estudio de gramática, sus once parroquias e
importantes monasterios, entre los que destaca el de San Francisco, tan
vinculado a Isabel.
Isabel la Católica nació en
Madrigal de las Altas Torres, tierra de Arévalo, el 22 de abril de 1451, y
apenas con tres años, cuando murió su padre Juan II, vino a vivir a Arévalo con
su madre y con su hermano Alfonso. Permaneció aquí hasta que fue llamada a la
corte de Enrique IV, su hermano, cuando sólo contaba diez años.
En estos primeros años
de su vida fue educada, si no para ser reina -pues en la línea sucesoria no le
correspondía de manera directa-, sí para ser esposa de rey, como era habitual
en las casas reales durante el medievo.
Los mejores
historiadores coinciden en resaltar la completa y cuidada educación que Isabel
recibió en Arévalo. En ella jugaron un papel decisivo los ayos designados por
su padre el rey, su abuela Isabel de Barcelos y los franciscanos que fomentaron
su carácter cristiano, sobrio, recio y austero. A pesar de ser miembro de la
familia real, en su vida cotidiana se relacionó estrechamente con el pueblo,
manteniendo una duradera amistad, prolongada a lo largo de su vida, con Beatriz
de Bobadilla, hija del alcalde del castillo.
Fue en Arévalo donde se
fraguó su profunda devoción hacia la
Virgen de las Angustias, que entronizó en Granada como
patrona.
Otra etapa de frecuentes visitas de Isabel a Arévalo, aún
siendo infanta, fue el período en que su hermano Alfonso, proclamado rey en
Ávila en 1465, eligió esta ciudad como centro de operaciones por considerarla
un lugar bien comunicado y con fuertes defensas. El hecho de haberse criado en
Arévalo y de haber residido en ella en numerosas ocasiones posteriores, hizo
que la reina tuviese a lo largo de su vida un especial apego hacia esta
población y la nombrase en numerosas ocasiones como “mi villa de Arévalo”
EL PALACIO REAL
El edificio fue
construido a comienzos del reinado de Enrique II (1369-1379) por el Concejo y la Tierra de Arévalo debido a
la inexistencia de una residencia que se adecuase a las necesidades de la Corte.
Habitaron en él prácticamente
todos los miembros de la dinastía de los Trastámara, destacando la época de
estancia de Isabel junto a su madre y su hermano. Estaba ubicado dentro del
recinto amurallado junto a la plaza del Real, que por ello recibió su nombre.
Era una vetusta
edificación medieval, de estructura mudéjar, con un patio central rectangular y
dos torres enmarcando su fachada, con salones con ricos artesonados, capilla
propia y otras dependencias y un vergel, como era habitual en las
construcciones de la época.
En 1524 el emperador
Carlos I lo cedió a la comunidad de monjas cistercienses procedente del
Lugarejo a petición del alcalde Ronquillo. Al pasar a ser convento de clausura,
no se conocen muchos detalles constructivos y decorativos del mismo, si bien la
planta del edificio nos muestra un prototipo utilizado en la construcción de
numerosas edificaciones regias y palaciegas. Desapareció desgraciadamente, sin
dársele el valor histórico y artístico que tenía, en la década de los setenta
del siglo pasado.
Aunque Isabel la Católica marchó de
Arévalo en 1461, no perdió su vinculación con esta villa y fueron frecuentes
sus estancias por motivo de paso de la
Corte o para visitar a su madre Isabel de Portugal, que
seguía residiendo aquí.
En estas visitas
acaecieron hechos fundamentales para Arévalo y para la Corona Castellana.
Cabe citar el Tratado de Tordesillas que fue ratificado en 1494, momento en que
se realizaron una serie de festejos, destacando el “correr toros enguantados”.
Importante fue para la
economía arevalense la concesión de la reina de dos Ferias Francas al año y los
mercados que se celebraban “para que mejor se pueble y ennoblezca”, tal y como
ella había conocido en Medina del Campo.
Isabel no pudo acudir al
sepelio de su madre, fallecida el 15 de agosto de 1496, y enterrada en el
convento de San Francisco, después trasladados sus restos a la Cartuja de Miraflores de
Burgos. Por aquel entonces ella se encontraba en Laredo ya que su hija Juana
partía a Flandes a casarse con Felipe de Habsburgo.
El cortejo fúnebre de
Isabel en su viaje hacia Granada finalizó su primera jornada en Arévalo, siendo
éste su último adiós a su “villa de Arévalo”.
EL CASTILLO
Al norte de Arévalo, en
la confluencia del Arevalillo y el Adaja, se levanta el famoso castillo,
testigo de la historia y los ilustres personajes que acogió desde su
construcción en el siglo XV. Fue don Álvaro de Zúñiga quien realizó las obras
en un breve periodo de once años (1469-1480) en el que ostentó el Ducado de
Arévalo. Siendo el señorío de Arévalo de Isabel de Portugal (madre de Isabel la Católica), le fue
arrebatado por Enrique IV para favorecer a este noble que pocos años después,
devolvería a su legítima señora, recuperando su histórica condición de villa de
realengo.
El castillo presenta
planta pentagonal con una imponente torre del homenaje en la que se conserva y
es visible desde el exterior, y en su interior, la torre y muralla que se
aprovecharon en su construcción.
El desarrollo que la
artillería tuvo durante el siglo XV hizo que el castillo sufriera reformas para
convertirse en fortaleza artillera, usándose el ladrillo en las mismas. Barrera
artillera, baluarte y foso completan el conjunto defensivo. Este cambio lo
convirtió en una de las primeras fortalezas abaluartadas.
Hasta el siglo XVII
sirvió de prisión para personalidades como el príncipe Guillermo de Orange y el
Duque de Osuna. Las guerras de Sucesión y de Independencia supusieron una dura
etapa para el castillo pues sufrió el saqueo y la eliminación de sus defensas
hasta quedar convertido en una ruina. Una vez abandonado, sirvió de cementerio
hasta 1896, sirviendo como cantera para las construcciones locales a principios
del siglo XX.
Desde el año 1952 el
edificio pertenece al Ministerio de Agricultura, que lo restauró e instaló
silos en su interior que estuvieron en uso hasta el año 1977. “Castillo y Silo.
Un lugar que puede considerarse único en el mundo”, es el título de la
exposición permanente que alberga en la actualidad en su interior y que lo ha
puesto en valor para ser visitado.
El recorrido por el castillo se inicia con una visita al
interior de la Torre
del Homenaje para conocer de la mano de Isabel la Católica, siempre
vinculada a Arévalo, la historia del edificio y sus etapas constructivas.
MONUMENTOS DE INTERÉS
Las iglesias son la
manifestación artística más abundante en Arévalo y toda su comarca. Con el
mudéjar como denominador común y origen en los siglos XII y XIII, cada una
conserva elementos interesantes y diferenciadores. Es en los exteriores de los
templos donde es más patente este estilo mudéjar, pudiéndose observar distintos
aparejos constructivos, torres y ábsides de variadas tipologías, y repertorio
decorativo con arcos, alfices y cenefas.
Santa María conserva su
primitiva planta basilical y torre horadada, única en la zona. En su interior,
destacan las pinturas murales medievales y su sotocoro artesonado.
San Miguel alberga un
retablo de principios del XVI con trece tablas muy interesantes por sintetizar
corrientes artísticas variadas, como la hispano-flamenca, el gótico tardío y el
incipiente renacimiento.
En San Juan destacan la
imagen de San Zacarías de alabastro, del siglo XII, un Cristo gótico y el
retablito de la Asunción
del siglo XVI.
Santo Domingo de Silos
es la iglesia parroquial, muy transformada en los siglos XVI y XVIII. En ella
se encuentran las imágenes de la patrona, la Virgen de las Angustias, y el patrón, San
Victorino Mártir. Como piezas más destacables, la reja plateresca y un San
Francisco de Asís de la escuela de Gregorio Fernández.
La iglesia del Salvador
conserva un retablo manierista de Juan de Juni y pasos procesionales, así como otras
piezas expuestas a manera de museo de arte sacro.
En San Martín, sus
torres llamadas “gemelas” son el perfil más característico de Arévalo.
Orientado al sur, luce un pórtico románico de estilo segoviano. Su interior es
utilizado como espacio cultural.
La ermita de La Lugareña es la cabecera
de la iglesia del extinto convento de Gómez Román. Se le atribuyen volúmenes
perfectos y consideración de mudéjar “de manual”.
En un tranquilo paseo
por la villa no deben olvidarse tres espacios que destacan por sus dimensiones
y su indudable atractivo: la plaza de la Villa, la del Real y la plaza del Arrabal.
Mención aparte para el Arco de Alcocer y la Casa del Concejo, La Alhóndiga (lugar donde
de almacenaba y administraba el cereal) y el Puente y Arco de Medina sobre el
río Arevalillo.
En el apartado de museos
destacan los del Cereal, el Centro de Interpretación de la Naturaleza y el Centro
de Interpretación del Mudéjar. Y muy especialmente el Museo de Historia de
Arévalo, sobresaliente por su importancia.
Rodeada de un paisaje
muy característico e inmersa en un ambiente sosegado y apacible y exultante por
lo que a cultura se refiere, la muy noble villa de Arévalo rezuma historia por
los cuatro costados y, sin lugar a ningún género de dudas, merece una detallada
visita.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)