T R U J I L L O



VIAJANDO A TRAVÉS DE LA HISTORIA


Su estratégica localización geográfica a pocos kilómetros de Cáceres y Mérida, hacen comprender de inmediato que ya en época prehistórica y prerromana, se dieran importantes asentamientos que traerían consigo la llegada de los romanos hasta la conocida entonces como Turgalium para establecerse en ella.
Siglos después, según cuenta Plinio, sería conocida con el nombre de Castra Iuliae, municipio tributario de la vecina colonia Norba Caesarina, Cáceres.
Tras la dominación visigoda, la llegada de los árabes siglos después hizo que Torgiela, Trujillo en esta época, floreciera y ampliase se estructura urbanística, así como su importancia militar y comercial en torno a la alcazaba o castillo, edificado en la parte más alta de la ciudad, de ahí que El Idrisi dijera de ella “Es grande y parece una fortaleza”.
Tras cinco siglos de dominación árabe y varios intentos de los reyes castellanos por conquistarla, la ciudad pasaría en enero de 1232 a manos de las tropas cristianas. De ésta época son los linajes y familias nobles como los Altamirano, Bejarano, Chaves, Orellana o Pizarro, que desde el siglo XIII poblaron Trujillo, ciudad desde que en 1430 el rey Juan II le otorgó el título.
Al descubrimiento de América y en concreto a personajes como el trujillano Francisco Pizarro y a un buen número de hombres como Diego García de Paredes, Alonso de Monroy, Francisco de Orellana, Hernando de Alarcón y tantos otros, debe Trujillo el gran impulso arquitectónico de enorme valor histórico-artístico, que han hecho de esta ciudad una de las más bellas de Extremadura, donde su plaza mayor se convertirá desde el siglo XVI en el centro principal de la población.
Trujillo, una de las ciudades extremeñas más visitadas, se convirtió con el paso de los siglos en un núcleo de importancia para el resto de poblaciones limítrofes, llegando a alcanzar fama como importante centro ganadero.

LA HISTORIA COMO PUNTO DE REFERENCIA
Durante siglos la Plaza Mayor, zona de arrabales lindante con el área fortificada, ha sido el centro comercial y neurálgico de la ciudad con mercados y espectáculos públicos, asentándose en torno a ella los barrios musulmanes y judíos, así como los artesanos y comerciantes.
Esta primitiva Plaza del Arrabal, a partir del siglo XVI se convirtió en una plaza señorial y renacentista, lugar preferido por las familias nobles para edificar sus residencias.
En la actualidad continúa siendo el lugar más emblemático de la ciudad, escenario impresionante de la fiesta declarada de Interés Turístico Regional “El Chíviri” o la multitudinaria Feria del Queso. En torno a la plaza se conservan sus bellos soportales como antaño.
En esta Plaza Mayor destaca la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, obra del escultor Carlos Rumsey, gran admirador del conquistador trujillano, y está realizada en bronce, con un peso de 6.500 kilos, erigida sobre granito.
Iniciada su edificación en el siglo XIV, la majestuosa iglesia de San Martín, en plena Plaza Mayor, tuvo sucesivas ampliaciones hasta el siglo XVI, en el que se ultimó su construcción.
Cubierta de bóvedas de crucería, se encuentra en su interior la nave de que consta la iglesia, con interesantes capillas a los laterales cerradas con rejas de estilo renacentista. Junto al coro destaca un bello órgano barroco y en el baptisterio se conserva una pila románica.
De las dos puertas exteriores, una de estilo renacentista-clásico con arco de medio punto y la otra de tracería gótica, destaca la conocida como Puerta de Las Limas, así llamada por los frutos que la decoran, lugar éste donde el concejo de la ciudad celebraba sus reuniones. En ella oró el emperador Carlos V de camino a Sevilla para casarse con Isabel de Portugal, y su hijo Felipe II, en 1583, tras convertirse éste en rey de España y Portugal. El primer rey Borbón, Felipe V, también rezó en ella.
El nombre del palacio de los duques de San Carlos, situado frente a la Puerta de Las Limas de la iglesia de San Martín, viene dado por la familia propietaria del edificio desde el siglo XVIII, los herederos del ducado de San Carlos.
Se iniciaron las obras en el siglo XVI, fruto de la alianza entre las familias Vargas y Carvajal, cuyo escudo de armas se observa en el balcón esquinado.
En el siglo XVII se realizaron diversas reformas de la mano del cantero de Villanueva de la Serena, Antonio de Mera, en 1660, y se rehabilitó parte de él adecuándolo como convento de las religiosas jerónimas.
Sobresalen en su exterior dos fachadas, una con tres cuerpos que se remata con el escudo de los Vargas Carvajal, sobre cueros recortados y águila bicéfala, y la otra con una hermosa galería porticada en la que destaca en su tercer cuerpo una logia adintelada con capiteles corintios.
El interior posee un patio  de planta cuadrada, de estilo clásico y dos pisos con arquerías de columnas toscazas.
En el palacio renacentista del siglo XVI del Marquesado de Piedras Albas, construido sobre los soportales “del pan” por Pedro Suárez de Toledo, destaca su patio central con doble claustro y una bella logia de tres arcos escarzanos, donde se observa clara mente la influencia del estilo florentino. El edificio se remata con una crestería gótica de granito.
Conocido popularmente como “Palacio del escudo”, el edificio del palacio de los Marqueses de la Conquista, uno de los más importantes de la arquitectura trujillana del siglo XVI, fue reconstruido en el siglo XVIII por Manuel de Larra Churriguera, observándose en sus dos fachadas realizadas, a base de sillería, la abundancia de arcos y ventanas y la gran importancia del vano en la estética del edificio. En el interior sobresale un artesonado con decoración de rostros humanos.
Sobre el balcón se erige un grandioso escudo con las armas que el rey y emperador Carlos V concediera a Francisco Pizarro, descubridor del Perú, y los bustos en alto relieve de propio Pizarro e Inés Huylas Yupanqui, así como los de Francisca y Hernando Pizarro.

SANTA MARIA LA MAYOR Y LOS CONVENTOS
De estilo románico tardío, aunque reformada en el siglo XVI, la iglesia de Santa María la Mayor es el templo más importante de todos los que se encuentran dentro de las murallas. Situada en la plaza de Santa María, fue probablemente edificada en un solar que estuvo ocupado con anterioridad y hasta el siglo XIII por una mezquita musulmana.
En esta iglesia de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería, se puede observar su magnífico retablo mayor, uno de los tesoros de este templo acabado por Fernando Gallego a finales del siglo XV, con tres cuerpos y siete calles donde destacan los óleos que reproducen la vida de la Virgen y la Pasión de Jesús.
En el convento de San Francisco destaca, con un bello retablo mayor del siglo XVIII, donde reposan los restos de Hernando Pizarro y su esposa Francisca Pizarro Yupanqui. Está situado en la plazuela de San Francisco.
El convento de Santa Clara fue construido en el siglo XVI y es la sede actual del Parador de Turismo, ubicado en la calle Beatriz de Silva.

EL CASTILLO Y LAS MURALLAS
Construido en época califal entre los siglos X y XI, está situado en la zona más elevada de la ciudad, sobre el cerro conocido como “Cabezo de zorro”. Hasta el siglo XVI mantuvo su estructura primitiva modificándose en siglos posteriores y presentando en la actualidad su impresionante estampa que se divisa desde cualquier punto de Trujillo.
De aspecto totalmente militar, sobre su puerta más meridional se encuentra el Santuario dedicado a la patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria.
Desde sus torreones se divisa la ciudad y buena parte de la comarca, pudiéndose visitar el aljibe y otras dependencias situadas en el interior de este majestuoso castillo, erigido en un lugar tan estratégico.
Realizadas con muros de mampostería, donde no faltan sillares de época romana reutilizados, las murallas edificadas en época musulmana conservan un total de 17 torres rectangulares y cuadradas, con almenas cuadradas y rematadas en pirámides.
Cuatro puertas, con evidentes añadidos de los siglos XV o XVI, se conservan en la ciudad, La Coria, San Andrés y Santiago, que se apoyan en la iglesia y en el alcázar de los Chaves y la del Triunfo, que debe su nombre a que por ella pasaron las tropas cristianas el 25 de enero de 1232, cuando la ciudad fue definitivamente reconquistada. En su parte interna se conservan entre otros, el escudo real de los Reyes Católicos.

OTROS EDIFICIOS NOTABLES
Siguiendo el recorrido por las calles de Trujillo, el visitante puede admirar la llamada Casa de las Cadenas y la Torre del Alfiler. Recibe su nombre por las cadenas que se sitúan en el dintel de su puerta y que hablan de un derecho de asilo, adquirido gracias a que en ella se hospedó el rey Felipe II en 1583.
Situada en la Casa de las Cadenas se encuentra la Torre del Alfiler, torre gótica edificada en el siglo XIV con cúpula de ladrillos, sobre los que destacan los escudos realizados en azulejos de Talavera de la Reina de las familias Chaves y Orellana, cuyo remate asemeja un gran alfiler.
A la Casa del Peso Real o de los Chaves Cárdenas, de construcción gótica con claros elementos renacentistas, le viene dado el nombre porque en ella se pesaban harina, trigo y cebada. Destaca en ella su puerta adintelada entre columnas salomónicas, rematadas éstas con pináculos que hacen recordar la belleza del gótico manuelino portugués. Los balcones son de estilo renacentista.
El Palacio de Juan Pizarro de Orellana, Palacio de Justicia y Ayuntamiento antiguo, fue sede del Concejo hasta el siglo XIX. En su planta baja nace el llamado “cañón de la cárcel”, a través del cual se accede al Palacio de Juan Pizarro de Orellana, primer corregidor de la ciudad de Cuzco a finales del siglo XVI.
Conocida como Casa de Contratación, por ser el lugar de enrolamiento de aquellos que deseaban marchar a Perú. En ella estuvo Cervantes hospedado cuando viajaba, en agradecimiento a su liberación después de años de cautiverio en Argel, al Monasterio de Guadalupe.
Una logia o galería adintelada, con baluartes encima de la portada soporta los escudos de las familias Pizarro y Orellana entre florones y en su interior un interesante patio plateresco con doble claustro.
A destacar que, de tradición mudéjar, solo quedan los restos de dos torres del Alcázar de los Bejaranos, una de ellas del siglo XIII y la otra posterior.
El Alcázar de los Altamiranos conocido como “Alcazarejo”, remonta su construcción al siglo XIII por Fernán Ruiz, su portada principal es del siglo XVI y contiene el escudo de los Altamiranos entre dos torres desmochadas.
El Alcázar de Luís de Chaves “El Viejo”, formaba parte del sistema defensivo de la villa, remonta su construcción en mampostería y sillería al reinado de Alfonso XI y en él se hospedaron los Reyes Católicos cuando en 1477 y 1479 visitaron Trujillo.
El edificio utilizado como Palacio Municipal desde 1888 fue en el siglo XVI Alhóndiga o depósito de granos y está situado en el paseo de Ruiz de Mendoza. Su puerta principal es renacentista y el patio interior de estilo toscano. La escalera que da acceso a la primera planta lleva a la estatua de Diego García de Paredes, hijo del “Sansón” extremeño y fundador de la ciudad de Trujillo en Venezuela. Su sala capitular es una de las más bellas de Extremadura.
Referente a La Alberca y el Aljibe Árabe cabe decir que, probablemente la primera fue un baño público de época romana. Es una interesante cisterna de grandes proporciones, situada en las cercanías de la iglesia de San Andrés.
Por su parte, en la plazuela de Altamirano se encuentra un interesante aljibe árabe del siglo X, con diez metros de profundidad que cuenta con tres naves y seis arcos sostenidos por pilastras.
No puede cerrarse este recorrido por Trujillo sin mencionar el Palacio de Santa Marta, la Casa de los Sotomayor, la iglesia de la Sangre y la de Santiago, sin olvidar la Casa del Marqués de Sufraga, así como El Rollo. En tiempos de Felipe II, en el año de 1566, se ubicó definitivamente en el cruce de carreteras de Madrid-Miajadas y Mérida, y es un símbolo de ciudad con realengo. Fue concedido a Trujillo por su contribución y ayuda a los Reyes Católicos.
La ciudad cuenta con varios museos y todos ellos de interés, tales como el Museo Pizarro, el de La Coria (interesante claustro), el Museo del Traje, el Rural Etnográfico de Huerta de Ánimas y finalmente el del Queso y el Vino, ubicado en la antigua iglesia de La Merced.
Dos citas a recordar: “El Chíviri” que se celebra el Domingo de Resurrección, reuniendo en la Plaza Mayor a miles de trujillanos y visitantes. Está declarada Fiesta de Interés Turístico Regional de Extremadura. Y tampoco hay que echar en olvido la Feria Nacional del Queso, a finales de abril o principios de mayo. Interesantes las fiestas en honor a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Victoria con festivales de música y danza, amén de otros espectáculos de verano, a finales de agosto y principios de septiembre.
Como punto final, hay que dejar constancia del gran relieve que alcanza la gastronomía extremeña con sus magníficos quesos de oveja y cabra, las migas extremeñas, el frite de cabrito, la sopa de obispo con gallina, para concluir con los dulces monacales y artesanales.
Viajar a Trujillo es tanto como hacer un recorrido a través de la Historia. Sin lugar a ningún género de dudas, vale realmente la pena desplazarse hasta este magnifico enclave de la buena tierra extremeña.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)