A TRAVÉS DE LA TOSCANA
Según una antigua leyenda, Siena fue fundada por Asquio y
Senio, hijos de Remo (hermano de Rómulo, mítico fundador de Roma), sobre las
tres colinas que ocupa actualmente. Es cierto que en el periodo imperial fue
súbdita de Roma con el nombre de Sena Julia. Este origen romano está
relacionado con el emblema de la ciudad, la loba que amamantó a Rómulo y Remo.
Esculturas y otras obras de arte que representaban a una loba amamantando a los
gemelos Rómulo y Remo pueden verse por toda la ciudad de Siena.
En realidad, Siena como otras ciudades sobre colinas de la
Toscana, fue primero un asentamiento etrusco (900 a.C. a 400 a.C.), cuando
estaba habitada por una tribu llamada los saina.
Los etruscos fueron un pueblo avanzado que cambió el rostro de la Italia
central a través de su uso de la irrigación para conquistar tierras que
anteriormente no eran cultivables, y que por su costumbre de erigir ciudades en
fuertes sobre colinas de fácil defensa. Luego, en la época del emperador Augusto,
se convirtió en colonia romana. El primer documento que la menciona data del
año 70. Algunos arqueólogos afirman que fue controlada durante una época por
una tribu gala llamada los senones, Siena no prosperó bajo el gobierno romano. No estaba cerca
de ninguna de las principales calzadas y por lo tanto perdió oportunidades para
comerciar. Su estatus insular significó que el Cristianismo no penetró hasta el
siglo IV, y no fue hasta que los lombardos invadieron Siena y el territorio que
la rodea que empezó a conocer la prosperidad. Su ocupación y el hecho de que
las antiguas vías romanas Aurelia y Cassia pasaban a través de zonas expuestas
a los ataques bizantinos, hicieron que las carreteras entre las posesiones
septentrionales lombardas y Roma fueran trazadas nuevamente, a través de Siena.
La conciencia inevitable de ello fue que la ciudad prosperó como un centro
comercial y las corrientes constantes de peregrinos que pasaban desde Roma y
hacia ella proporcionaron valiosos ingresos en los siglos siguientes.
SIENA DURANTE LA EDAD
MEDIA
Las familias aristocráticas más antiguas de Siena remontan
sus antepasados a la época en que los lombardos se rindieron en 774 a
Carlomagno. En este momento, la ciudad se vio invadida por una ola de
supervisores francos que se casaron con la existente nobleza sienesa, y dejó un
legado que puede verse en las abadías que fundaron por todo el territorio
sienés. No obstante, el poder feudal decayó, y a la muerte de la condesa
Matilde en 1115 la marca de Tuscia que
había estado bajo el control de su familia, los Canossa, se disgregó en varias
regiones autónomas. Fue entonces cuando Siena se convirtió en un burgo
autogobernado, reemplazando al
precoz gobierno aristocrático. Aquí comenzó la influencia de la incipiente
República de Siena. Este periodo fue también crucial a la hora de modelar Siena
tal cual la conocemos hoy en día. Fue a principios del siglo XIII cuando se
terminó la mayor parte de la construcción de la catedral de Siena.También en ésta época creció la
importancia de la Piazza del Campo, hoy considerada uno de los más bellos
espacios urbanos de Europa, como centro de la vida secular. Se construyeron
nuevas calles que desembocaban en ella y servía como plaza del mercado. Se
construyó una muralla en 1194 en lo que actualmente es el Palazzo Pubblico para
determinar la erosión del suelo, un indicativo de cuanto estaba ganando en
importancia como espacio cívico.
UNA CIUDAD CON AIRE
MEDIEVAL
El centro histórico de Siena fue declarado por la UNESCO
como Patrimonio de la Humanidad en el año 1995, por considerar que es la
encarnación de una auténtica ciudad medieval. Sus habitantes rivalizaron con
Florencia en materia de planeamiento urbanístico, conservando a lo largo de los
siglos su apariencia de ciudad gótica, adquirida entre los siglos XII y XV.
Su catedral, comenzada a mediados del siglo XII, es un representativo ejemplo de la arquitectura gótica italiana. Sin lugar a dudas, es una de las iglesias más impresionantes que pueden encontrarse en Italia. Se trata de una enorme Catedral románico-gótica construida por Giovanni Pisano entre el 1284 y 1296 y en dónde trabajaron posteriormente numerosos arquitectos y artistas que la transformaron en la preciosa joya que es hoy en día. La fachada principal, obra de Giovanni Pisano, fue terminada en 1380; en el interior se puede admirar el púlpito octogonal sostenido por leones, y su pavimento de mosaicos, un historiado laberinto recorrido por penitentes arrodillados.
Su catedral, comenzada a mediados del siglo XII, es un representativo ejemplo de la arquitectura gótica italiana. Sin lugar a dudas, es una de las iglesias más impresionantes que pueden encontrarse en Italia. Se trata de una enorme Catedral románico-gótica construida por Giovanni Pisano entre el 1284 y 1296 y en dónde trabajaron posteriormente numerosos arquitectos y artistas que la transformaron en la preciosa joya que es hoy en día. La fachada principal, obra de Giovanni Pisano, fue terminada en 1380; en el interior se puede admirar el púlpito octogonal sostenido por leones, y su pavimento de mosaicos, un historiado laberinto recorrido por penitentes arrodillados.
Bajo la catedral, en el baptisterio, se encuentra la
magnífica pila bautismal con bajorrelieves de Donatello, Ghiberti y diferentes
escultores del siglo XV.
Su fachada, con sus tres arcos y rosetón, se encuentra
llena de mosaicos dorados, columnas y esculturas realmente sorprendentes,
mientras que los lados de la Iglesia son a rayas negras y blancas, los dos
colores de la ciudad. En el interior se puede encontrar otro sinfín de tesoros
artísticos: la estructura en sí provoca un juego de luces y sombras que
aumentan la belleza del lugar. Por toda la Catedral pueden admirarse numerosas
obras de arte de Bernini, Donatello, Miguel Ángel, entre otros… Pero lo que más
impresiona del interior de esta Catedral es el suelo: totalmente decorado de
diferentes tipos de mármol representando escenas bíblicas o artísticas. Es una
obra de arte única en su estilo.
El museo de la obra de la catedral contiene la famosa
Madonna realizada por el artista sienés probablemente más influyente de su
tiempo, el pintor Duccio di Buoninsegna (1253-1319).
En la Piazza del Campo, que tiene forma de abanico, se
encuentra el Palazzo Pubblico o Ayuntamiento (siglo XIV) con su famoso
Campanile. Construido entre el 1288 y el 1309 como sede gubernamental de la
ciudad. Hoy en día este palacio gótico toscano es un museo donde se pueden
admirar numerosos salones llenos de cuadros antiguos, afrescos coloridos y monocromáticos
y esculturas que forman parte de la historia de Siena.
Es en esta Piazza del Campo donde se celebra la famosa
carrera de caballos del Palio, que tiene lugar habitualmente dos veces al año y
tiene un reconocido prestigio internacional.
En la Piazza Salimbeni se encuentra el palacio del mismo
nombre, un destacado edificio y también el cuartel general medieval de Monte
dei Paschi di Siena, uno de los bancos más antiguos de existencia continuada y
protagonista relevante de la economía sienesa.
El destacado palacio gótico Palazo Chigi en Via di Cittá es
la sede de la Academia Musicale Chigiana, el conservatorio de música de Siena.
En un recorrido por la ciudad, otros lugares de interés son
el Palazzo Piccolomini, una de las muestras más elegantes del Renacimiento
sienés, la Pinacoteca Nacional que se halla instalada en el Palazzo Buonsignori
(siglo XV), y la Fortezza Medicea, fortaleza realizada para los Médicis en el
siglo XVI.
La ciudad tiene un buen número de interesantes basílicas y
santuarios. Cabe destacar la Basílica de Santo Domingo, dedicada a Domingo de
Guzmán. La iglesia se empezó en 1226-1265, pero se amplió en el siglo XIV para
adquirir al aspecto gótico actual. Es un gran edificio construido, como muchos
de los edificios contemporáneos de órdenes mendicantes, en ladrillo, con un
airoso campanario a su izquierda. El interior tiene planta de cruz egipcia con
una enorme nave central cubierta de cerchas con un transepto que presenta
capillas altas.
Otros centros religiosos en Siena son la Basílica
dell’Osservanza, la de Santa Maria dei Servi, San Francisco, Santo Spírito, San
Martino o el santuario de Santa Caterina, incorporando la antigua casa de la
santa en Siena, que alberga un Crucifijo milagroso de finales del siglo XII,
del que se cuenta que la santa recibió sus estigmas.
SAN BERNARDINO Y
SANTA CATALINA
Siena se enorgullece de dos de sus hijos más ilustres, ambos
canonizados por la Iglesia Católica, se trata de San Bernardino y Santa
Catalina.
Bernardino Albizzeschi nació en 1380 como hijo de una
familia noble en Massa Marittima (Toscana). Su padre fue gobernador de esta
ciudad sienesa. Cuando Bernardino cumplió seis años de edad, murieron sus
padres y a partir de entonces creció en el seno de un familiar. Después de su
educación básica, trabajó unos años cuidando enfermos en un hospital. Más
adelante estudió en Siena Derecho civil y canónico. Durante este tiempo, con la
aparición de la peste hacia el año 1400, trabajó en el hospital de Santa María
della Scala, enfermó de esta epidemia, pero logró sobrevivir.
Al filo de 1403 entró en la Orden Franciscana de la
observancia. Donó sus bienes a los pobres. Unos pocos años después, San Vicente
Ferrer durante un sermón en Alessandría en el Piamonte, le eligió para cumplir
tareas de evangelización en Italia. Posteriormente, vivió retirado en un
convento en la montaña de Capriola, cerca de Siena.
Se le atribuyeron algunas curaciones en los años siguientes
y luego continuó predicando el Evangelio por toda Italia durante más de treinta
años.
El Papa Martin V le invitó a Roma para predicar y a renglón
seguido le ofrecieron el puesto de obispo en su ciudad natal, pero rechazó el
cargo para poder seguir con sus actividades monacales y de evangelización. A
partir de 1431 viajó por la Toscana, la Lombardía, Romaña y Ancona, rechazando
el obispado en Ferrara y años después en Urbino.
Durante estos años, Juan Capistrano fue su amigo, y Jaime de
las Marcas su discípulo. Los Papas Martin V y Eugenio IV siempre trataron de
ayudarle en los diferentes cometidos que asumió. El Emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico, Segismundo, solía buscar siempre el consejo de Bernardino,
quien le acompañó en su coronación en Roma en 1433.
Volvió a Capriola para elaborar una serie de sermones y en
1436 empezó de nuevo con su labor misionera. Más adelante, pidió al Papa su
dimisión como Vicario General de los franciscanos observantes de Italia, para
poder dedicarse a la predicación. A pesar de encontrarse ya enfermo, viajó al
reino de Nápoles, cumpliendo con su deseo de haber predicado por todas partes
de Italia antes de morir.
Bernardino murió en 1444 en Aquila, en la región de Abruzzo.
Las narraciones de sus milagros se multiplicaron, siendo canonizado solamente
seis años después de su muerte. En la Iglesia Católica se honra el día 20 de
mayo, fecha de su muerte.
Por su parte, Catalina Benincasa, más conocida como santa
Catalina de Siena, la Santa Sede la reconoce como co-patrona de Europa e Italia
y Doctora de la Iglesia.
Está considerada como una de las grandes místicas de su
siglo, destacando su faceta de predicadora y escritora, así como su decisiva
contribución al regreso del papado a Roma tras el exilio de Aviñón. Es una
santa muy venerada y popular en fundaciones, iglesias y santuarios de la Orden
dominicana.
Hija de una familia numerosa (tenía veinticuatro hermanos),
con dieciocho años ya tomo el hábito de la Orden Tercera de los Dominicos.
Sus hagiógrafos sostienen que en 1370 recibió una serie de
visiones del infierno, el purgatorio y el cielo, después de las cuales escuchó
una voz que le mandaba salir de su retiro y entrar en la vida pública.
Durante el tiempo que duró la peste de 1374, Catalina acudió
al socorro de los más desgraciados. Dos años después fue enviada a Aviñón como
embajadora de la República de Florencia, con el fin de lograr la paz de dicha república
con los Estados Pontificios y el Papa mismo.
Se retiró más adelante a la más profunda soledad. Apoyó al
Papa Urbano VI, quien la convocó a Roma, donde vivió hasta su muerte, el 29 de
abril de 1380. Falleció a la edad de treinta y tres años, siendo canonizada en
1461.
Siena es una bellísima ciudad y una de las más importantes
de la Toscana italiana. Rica en historia, arte y belleza arquitectónica, ha
venido conservando todas sus maravillas a lo largo de los siglos. Dado que la
mayoría de sus calles son peatonales resulta muy fácil de recorrer y puede ser
visitada en un día.
Una última y buena recomendación. Resulta poco menos que
aconsejable no abandonar Siena sin antes probar un Panforte, un exquisito dulce típico de la ciudad, realizado con
miel, almendras y frutas secas. Excelente acompañado de un café -o un buen vaso
de vino- a media mañana o media tarde, disfrutando un poco de la Dolce Vita Toscana.
(Ver interesante
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