LA JOYA DE LAS NIEVES
Hinduistas y budistas
sitúan el centro del mundo en el Kailash tibetano, montaña continuamente
venerada por los peregrinos. Más allá de mitos y leyendas, ésta áspera región
es la cuna de algunos de los ríos más importantes que fertilizan buena parte
del continente asiático.
En el principio eran las
aguas. Antes de que apareciese el hombre, incluso antes de que las deidades
existieran, el océano cósmico lo cubría todo. Después, un viento huracanado
surgido del vacío provocó en el mar un violento oleaje. Elevándose como la
crema al hervor de la leche, las olas se espesaron, se transmutaron en rocas y
el Kang-Rimpoché, la montaña divina, creció metro a metro hasta convertirse en
el ombligo del mundo incipiente. Mucho más tarde, por la gracia de Chenrezig,
el Buda de la Compasión, las aguas se retiraron con lentitud. De sus
profundidades emergió una tierra nueva, circundada por una vasta cadena de
cumbres: la meseta tibetana.
He aquí la Creación tal
y como la recogen las antiguas tradiciones del budismo tibetano. Sorprenden sus
similitudes con la realidad. La geología histórica asegura que, hace cincuenta
millones de años, el Himalaya yacía bajo las aguas de un océano paleozoico.
Donde hoy se yerguen las cumbres nadaban los peces y la cima nevada del
Kang-Rimpoché era una pila de sedimentos arcillosos depositados en el fondo del
mar.
Los fósiles marinos que
aún se encuentran en sus alrededores atestiguan la verdad sobre el origen
pelágico del monte mítico.
Kang-Rimpoché significa
“joya de las nieves”; ésta es la imagen que los tibetanos poseen de su montaña
sagrada. El resto del mundo la conoce con el nombre de Kailash.
PROFUNDO SIGNIFICADO RELIGIOSO
El Kailash es una
magnífica pirámide rocosa de 6.714 metros de altitud, entreverada de nieves y
situada en el extremo suroccidental del Tíbet, en la cadena Gangdisé Shan
(parte del Himalaya). Aquí se originan algunos de los ríos más caudalosos de
Asia, tal es el caso del río Indo, que desemboca en el mar arábigo; el Sutlej,
que es un afluente del Indo y finalmente el Yarlung Tsangpo que tras avanzar
por el cañón más profundo del planeta, al llegar a la India recibe el nombre de
Brahmaputra y desemboca en el golfo de Bengala.
El Kailash se encuentra
cerca de los lagos Mana Sarovar y Rakshas Tal, ambos con un significado
religioso muy especial.
HINDUISMO
De acuerdo con la
mitología hindú, Shiva, el dios de la destrucción, reside en la cumbre de este
legendario monte Kailash, lugar que es interpretado como el paraíso y último
destino de las almas.
La tradición afirma que
la montaña es el linga (falo) del dios Shiva y el lago Mana Sarovar, situado en
su valle, como la ioni (vulva) de su consorte Parvati.
Según la descripción de
los Puranas, el monte Kailash es el pilar y centro del mandala del mundo. Sus
cuatro laderas están hechas de cristal, rubí, oro y lapislázuli. Está situado
en el corazón de seis cadenas montañosas, simbolizando un loto indio. Entonces,
los ríos que fluyen desde Kailash lo hacen a los cuatro extremos del mundo y lo
dividen en regiones.
El mayor y más
importante templo en roca de las cuevas de Ellora (en el estado de Maharashtra,
al occidente de la India) toma su nombre de este monte Kailash. Muchas de sus
esculturas e imágenes en relieve representan episodios relativos a Shiva y
Parvati, incluyendo el intento del demonio Ravana de Sacudir al monte Kailash.
BUDISMO
Los budistas tántricos
creen que Kailash es el hogar del buda Demchok (también conocido como Demchog o
Chakrasamvara), que representa la máxima dicha. Se dice que Milarepa, uno de
los más famosos yoguis del Tíbet y máximo representante del budismo tántrico,
llegó al Tíbet para retar a Naro-Bonchung, de la religión bon tibetana (antigua creencia animista). Los dos magos se
enzarzaron en una terrible batalla mágica, pero ninguno fue capaz de lograr una
ventaja decisiva. Finalmente se acordó que el primero que lograra alcanzar la
cima del Kailash sería el ganador. Mientras que Naro-Bonchung se sentó sobre su
tambor mágico, elevándose sobre la cuesta, los partidarios de Milarepa se
quedaron atónitos al ver que éste se quedaba sentado y meditando. Al final,
cuando Naro-Bonchung casi había llegado a la cima, Milarepa entró de repente en
acción y le adelantó montando en los rayos del sol, ganando por tanto la
competición y llevando el budismo al Tíbet.
LUGAR DE PEREGRINAJE
Siguiendo una tradición
que se remonta a varios siglos atrás, cada año miles de personas realizan una
peregrinación al monte Kailash. Los peregrinos de varias religiones creen que
circunvalar el monte a pie es un ritual que genera buena fortuna. Para hindúes
y budistas dar la vuelta alrededor de la
montaña sagrada debe hacerse en la dirección de las manecillas del reloj,
mientras que los jaimistas y los bönpo lo hacen a la inversa. Ambos grupos
estiman firmemente que los demás ofenden a la montaña, por lo que deben ir un
tiempo al infierno, para pagar ese pecado contra el Señor Shiva. El sendero
alrededor del monte Kailash tiene 52 kilómetros de longitud.
Algunos peregrinos creen
que, para que tenga el efecto auspicioso, todo el recorrido debe hacerse en un
solo día. Esto es no es fácil: una persona en muy buen estado físico debería
caminar unas quince horas a paso normal para completar el recorrido de 52
kilómetros (a unos 3,5 km/h.), Muchos devotos logran cumplir esta hazaña,
frenados por las dificultades del terreno y el mal de altura.
Otros peregrinos, más
austeros, realizan un sacrificio mucho más intenso. Efectúan toda la
circunvalación a la montaña realizando postraciones: en pocos segundos el peregrino
se acuesta sobre su vientre con los brazos estirados hacia adelante, recita un
corto mantra (como om namah siväya),
hace una marca en el suelo con los dedos (o dejando una piedra), se levanta
sobre sus rodillas y camina en cuatro patas (sobre las manos y las rodillas)
hasta tocar la marca con los pies (o recoger la piedra), y repito todo el
proceso. Se requieren al menos cinco o seis días de esta terrible mortificación
corporal (unas 26.000 reverencias) para completar todo el recorrido.
De acuerdo con todas las
religiones que reverencian la montaña, pisar las laderas del monte es un
pecado. Los lugareños aseguran que los demonios
que se han aventurado a ofender al Señor Shiva de esta manera, han muerto todos
en el intento.
Cuando la República
Popular China invadió el Tíbet en 1950, todo el país quedó cerrado al mundo
exterior, y cesaron las peregrinaciones. Sin embargo, cuando mejoraron las
relaciones entre China y la India en 1979, China permitió que se reanudaran las
peregrinaciones al monte Kailash.
Los peregrinos viajan
por tierra desde Katmandú (capital de Nepal), también desde Lhasa (capital del
Tíbet), desde donde hay vuelos desde Katmandú. Y cruzan el Tíbet (con permiso
del gobierno chino) y viajan por la gran altiplanicie tibetana (de 3.000 a 5.000
metros de altitud) en camionetas con tracción en las cuatro ruedas al no
existir carreteras. Es un largo viaje (acampando cuatro noches) hasta llegar a
un lugar llamado Tarchen (a 4.600 metros). Se dice que este nombre es una
deformación del sánscrito dársan;
vista, visión.
Con la camioneta se
puede realizar el parikrama
(peregrinación o circunvalación) del lago Mana Sarovar, de agua dulce, 56
kilómetros de perímetro y aproximadamente unos 320 km2. Con una circunferencia
de alrededor de 88 kilómetros y una profundidad de 90 metros en algunos puntos.
Pueden visitarse algunos
gompas o monasterios que resultaron
destruidos durante la Revolución Cultural China y que actualmente los budistas
están restaurando poco a poco. Sin embargo, no hay ningún templo hindú en la
zona.
El monte Kailash se
encuentra en un área muy remota e inhóspita de los Himalayas
tibetanos.
El parikrama del legendario monte Kailash forma parte del recorrido
turístico oficial. Se debe hacer a pie o sobre un poni. Son tres días de
caminata, comenzando desde una altura de unos 4.600 metros, cruzando el paso Drolma
(5.600 metros). Acampando dos noches, cerca del arroyo Dirapuk Gompa (dos o
tres kilómetros antes del paso), y segundo días después de cruzar el paso y
llegando lo más lejos posible, bajando las colinas (viendo el lago Gauri Kund a
la distancia). Estas peregrinaciones se llevan a cabo desde el mes de junio,
aunque todavía sigue nevando.
LAGO MANA SAROVAR
Este lago tibetano se
encuentra a unos dos mil kilómetros de la capital Lhasa.
Con sus aguas claras de
un azul zafiro, su ribera arenosa y su montaña nevada como telón de fondo es,
sin duda, el lugar más bello y venerado del Tíbet, aparte de ejercer un muy
especial magnetismo.
El lago Mana Sarovar se
encuentra a 4.556 metros de altitud y aseguran que tiene las aguas más claras
del mundo. En sus inmediaciones tienen sus fuentes los ríos Indo, Sutlej,
Karnali (afluente del Ganges) y Yarlung Tsangpo (que en India se convierte en
el Brahmaputra).
Como el monte Kailash,
el lago Mana Sarovar es un lugar de peregrinación, que atrae a personas
religiosas desde todo el Tíbet, India y otros países vecinos. Los hindúes creen
que si se bañan en este lago y beben sus aguas, lavan todos los pecados
cometidos en este vida y en otra. Regularmente se organizan viajes de
peregrinación, especialmente desde la India, siendo el más famoso el Kailash Mana Sarovar Yatra, que tiene
lugar una vez al año. Los peregrinos vienen a tomar baños ceremoniales en las
purificantes aguas del Manasa Sarovar.
De acuerdo con el
hinduismo, el lago se generó de la mente del dios creador Brahma. Por eso en
sánscrito se llama Mana Sarovar, que es una combinación de las palabras manas (mente) y sarovar (lago).
El lago, según la
mitología hindú, también se supone que es la morada veraniega de los cisnes
(que son consideradas como aves muy sabias y sagradas). También se cree que los
devas (deidades benévolas) descienden
a bañarse en este lago en la hora llamada brahma
muhurta (que es una hora hindú de 48 minutos, antes del amanecer.
Los budistas asocian
este lago con el legendario conocido como Anavatapta (en sánscrito) y Anotatta
(en pali), donde creen que la reina Maya concibió a su hijo Buda.
El lago Mana Sarovar
tiene algunos monasterios en sus orillas. El más antiguo es el Chiu Gompa, que
fue construido sobre una colina aledaña y da la impresión de que hubiera sido
esculpido en la propia roca.
Tanto los jaínes como los bonpas del Tíbet, reverencian igualmente este lugar con mucha
devoción.
Horas y más horas de horizontes
infinitos, de pensamientos perdidos, quizá sueños inalcanzables. Un tiempo
vacío, de reflexión, de inmensas dudas, de tribulaciones y sosiego al mismo
tiempo, hasta encontrar la auténtica paz interior. Una búsqueda de la felicidad
eliminando el sufrimiento.
El magnetismo del coloso
Kailash sobrepasa los límites de cualquier fatiga El viajero que se asoma al
ventanal de la realidad de estas gentes del Himalaya, cree moverse en un mundo
extraño e incomprensible y, sin apenas percatarse, se siente irremisiblemente
atrapado por la fascinación.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)