M A D U R A I


                                   LA PERLA TAMIL

 

Situado en la costa oriental de la península indostánica, asomándose al purísimo azul del mar de Bengala y encerrando a la vez los más inescrutables secretos sobre sus milenarios orígenes, el estado indio de Tamil Nadu conserva intacta una indudable capacidad de seducción, no en balde se trata de una tierra tan enigmática y fascinante, como bastante desconocida.
En el corazón de su exuberante geografía, Madurai, lugar de peregrinación durante siglos, es una ciudad donde la influencia del pasado invade lo cotidiano y adentrarse en la misma significa tanto como vivir inmerso en una auténtica orgía de sensaciones.
La sociedad india es esencialmente mística. No es por casualidad que este país haya sido descrito como un abanico de doctrinas, una especie de amalgama de la que curiosamente ha surgido el laicismo y a la vez la tolerancia religiosa.
Para entender la complejidad pasada y presente de esta sociedad resulta esencial una correcta interpretación del papel de la religión en la vida diaria de las gentes. Algo, sin duda, muy complicado para la comprensión occidental.
Heredera de un legado marcadamente religioso, la tierra tamil fue cuna de la civilización drávida, una de las culturas más antiguas del mundo, la cual floreció y llegó a expansionarse merced a su privilegiada posición geográfica, en un extremo del subcontinente y lejos por tanto de los invasores procedentes del norte.
A lo largo del último medio siglo, el sentimiento de unidad surgido en torno a la identidad recuperada ha ayudado a la planificación de las múltiples actividades económicas que han marcado su evidente progreso. Posiblemente el resultado más notable en este terreno ha sido el gran desarrollo en lo que a vías de comunicación se refiere, de ahí que sea uno de los pocos estados de la India en el que prácticamente todos los pueblos y aldeas estén comunicados por carretera o por ferrocarril.
Una población que no tiene dificultades en sus desplazamientos es también una población bien informada y, por tanto, no es de extrañar que sus gentes tengan un alto nivel de instrucción. Al respecto, no debe olvidarse que una de las primeras universidades indias fue fundada precisamente en Madrás, la capital, en el siglo XIX.

CHENNAI : LA PUERTA DEL SUR
Son muchos y muy atractivos los aspectos que reclaman la atención sobre este rincón inigualable que sorprende a cada paso, desde la magnitud de sus templos que, como emergiendo de un sueño de siglos, rezuman fragancias de un extraño misticismo, hasta la sencillez de sus hospitalarias gentes, sus costumbres y el encanto de míticas leyendas que hablan de dioses, guerreros, epopeyas, mágicos danzarines y mujeres de tez oscura y delicada belleza, sin olvidar la creciente infraestructura hotelera que se viene desarrollando por todo el litoral para recibir a quien ávido de emociones, llega hasta aquí dispuesto a gozar del confort más acentuado.
Tamil Nadu abre su corazón a través de su capital, Chennai, la antigua Madrás, una de las cuatro ciudades más populosas de la India (después de Calcuta, Bombay y Nueva Delhi). Bulliciosa, cosmopolita y ancestral al mismo tiempo, es la ventana que asoma a este desconocido y magnífico sur.
En ruta a través de la bella costa de Coromandel, perduran infinidad de maravillosos templos diseminados a lo largo y ancho de este territorio favorecido por una naturaleza que se manifiesta lujuriosa a través de parajes tropicales de salvaje hechizo, grandes plantaciones de arroz, cocoteros y bananas, suaves y verdes colinas, amén de playas de ignorada placidez.
A lo largo y ancho de esta tierra tamil, pocos lugares hay tan carismáticos como Kanchipuram, una de las siete ciudades sagradas de la India.
Mahabalipuram es igualmente conocida por sus templos en las inmediaciones de la playa y los famosos rathas erosionados por el viento y el mar.
Más adelante se encuentra Pondicherry, antigua colonia francesa que fue devuelta a la India en la década de los cincuenta, convertida en tranquilo enclave portuario.
Camino de Kanyakumari (Cabo Comorín) se llega a Rameswaram, donde existen playas sumergidas en romántica nostalgia, bordeadas de pequeñas palmeras y arrecifes de coral que aumentan, si cabe, su encanto natural.
Tiruchirappalli como Vellore, Velankanni, Srirangam o la mítica Tanjore, son enclaves que guardan celosamente las auténticas joyas arquitectónicas de sus templos. Sin embargo, es Madurai, uno de los núcleos más antiguos de la India meridional aunque sus orígenes son inciertos, la que conserva el auténtico esplendor de antaño, dado que llegó a ser en otras épocas la capital del sur.
Madurai es una animada urbe con alrededor de un millón y medio de habitantes, que ofrece siempre el aspecto de un enorme bazar, atestado de tiendas, mercados callejeros, templos, lugares de reposo para peregrinos, hoteles y restaurantes. Aunque se trata de una de las ciudades más bulliciosas de la tierra tamil, aún es lo bastante pequeña como para no resultar agobiante para el viajero.

CON SABOR A ETERNIDAD
En Madurai se ubica el fantástico templo de Shree Meenakshi (uno de los muchos nombres de Parvati, la esposa del dios Shiva), un ejemplo de exaltación del arte dravídico que abruma por su colosal magnitud.
Como si de una ciudadela se tratara, el templo está protegido por elevados muros, con puertas abiertas a sus puntos cardinales respectivos y coronadas por los llamados gopurams o torres de forma piramidal, éstos con asombrosa profusión de esculturas multicolores representando a exuberantes personajes en actitudes placenteras, dioses, leyendas, epopeyas y animales mitológicos, todas ellas ejecutadas con singular delicadeza y una especial exquisitez de detalles. Este templo consigue reunir algunas de las mejores tallas y pone en evidencia que quienes trabajaron en su construcción alcanzaron un perfecto dominio en la expresión de su arte.
El templo Meenakshi es el auténtico corazón de la ciudad y, por tanto, donde se aglutinan los fieles a todas horas. Una multitud de gentes que llenan las callejuelas y mercados próximos, abriéndose paso entre mendigos, orfebres, sadhus y vendedores de casi todo, quienes no hacen sino recordar a cada instante al viajero que se encuentra en la India, la misma que embriaga y revoluciona insospechadamente la sensibilidad de cualquier ser humano, quien termina por aproximarse sutilmente a la percepción de que en esta tierra lo profano y lo sagrado van unidos y llegan a confundirse.
El interior del templo es un auténtico laberinto, un complejo grandísimo en el que resulta fácil perderse y donde se llevan a cabo infinidad de actividades desde el alba hasta el anochecer. Un amplio dédalo de santuarios, vestíbulos y corredores semioscuros saturados de esculturas y pinturas de dioses y animales mitológicos embadurnados de polvos y manteca derretida, invaden cada centímetro de espacio disponible evocando de forma primordial escenas de los poemas épicos del Mahabharata y el Ramayana.
Las galerías que rodean el estanque en el que se realizan las abluciones, el salón de los mil pilares, así como los alrededores del templo de Shree Meenakshi son un hervidero de gentes y no basta con contemplarlo, hay que vivirlo.
Antes de penetrar en este santuario, los peregrinos aguardan pacientemente y en silencio, llevando consigo sus ofrendas de pasteles de arroz, cocos, plátanos y toda clase de frutas, mientras los sacerdotes que cuidan el templo, con el torso desnudo, el cráneo rapado y el cuello adornado con abalorios, se afanan en sus ceremonias.
Una vez en el interior, las mujeres imploran con fervor a Durga en aras de la fertilidad, los ancianos piden salud al dios Ganesh, mientras los hombres, por su parte, se postran a los pies de Shiva, por lo general, en demanda de fortuna. Otros avanzan de rodillas a la vez que recitan mantras o jaculatorias y los enfermos se postran en el suelo rogando curación para sus dolencias.
La religiosidad que transmiten quienes deambulan por cada rincón, realizando sus ofrendas o musitando plegarias, le imponen al ambiente un marcado cariz de misticismo y unas extrañas vibraciones que terminan por infundir profundo respeto. Ese mismo clima es precisamente el que mantiene expectantes a quienes contemplan estas manifestaciones, al propio tiempo que viven a cada paso por el interior del templo un auténtico aluvión de sensaciones poco menos que indescriptibles.
En un mundo como el que vivimos en el que la inmediatez devora al pasado y el futuro es una incógnita poco menos que indescifrable, la espiritualidad, creer en algo, tener fe o tratar de aferrarse a una salvación eterna, de alguna forma, es mucho más comprensible.

EL PALACIO DE KAYAK TIRUMALAI
Muy cerca del templo Meenakshi se encuentra ubicado el palacio del Kayak Tirumalai. Fue erigido en el siglo XVII y aunque algunas partes del enorme edificio incluso han desaparecido, aparte de la puerta de acceso, aún pueden contemplarse el salón principal y la sala de danza. En su interior, la población celebra varios festivales, siendo el más importante el de Meenakshi Tirukalyanam, que tiene lugar entre los meses de abril y mayo y durante diez días atrae a más de un millón de visitantes.
Al otro lado de la ciudad se halla el estanque de Mariamman Teppakulam con un pequeño santuario en el centro del mismo. Este es el lugar donde todos los años se celebra el Teppan o fiesta de las balsas que atrae a personas procedentes de todos los rincones de la India. Fue construido en el siglo XVII y aseguran que se comunica con el río Vaigai a través de canales subterráneos.
Otro de los puntos de referencia de Madurai es el memorial dedicado a Gandhi. Resulta especialmente curioso porque, junto a una interesante colección de fotos antiguas sobre la India, alberga datos muy poco conocidos sobre la vida del Mahatma, amén del recuerdo auténtico y por ello muy preciado, del dhoti manchado de sangre que llevaba en el instante de ser asesinado en Birla House (Delhi 1948).
Madurai es un importante centro industrial y educativo del sur de Tamil Nadu. Alberga industrias manufactureras de automóviles, caucho, productos químicos y granito. Se ha desarrollado como una ciudad tecnológica y algunas empresas de software han abierto en ella sus centros.
Además, dispone de instituciones educativas de renombre como las Facultades de Medicina Homeopática, Derecho, Agricultura y un instituto de investigación.
Madurai se localiza en la región centro-sur del estado y a una distancia de 460 kilómetros de Chennai, la capital. Su clima es cálido y seco, con temperaturas que oscilan entre una mínima de 26º a una máxima de 37º en verano, y una mínima de 20,9º a una máxima de 29,6º en invierno. Durante los meses de septiembre a noviembre tiene lugar el fenómeno del monzón. El promedio de precipitación anual es de 850 mm.
La tierra tamil, centro de la tradición hindú del Bharata Natyam (la danza clásica), toda la costa de Coromandel y Madurai de forma muy especial, significan más que un viaje. Se trata de un destino mítico y descubrirla supone una mágica aventura.
En pocos lugares del mundo, el viajero occidental encuentra ocasión de someterse a una experiencia tan intensa como apasionante.

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