E L B U R G O D E O S M A
Entre
la depresión del Ebro y la meseta castellana, tierra alta y fría, cuna del río
Duero y crisol de la historia antigua y medieval de España, el paisaje soriano
adquiere una personalidad muy acusada, de ahí que se convirtiera en fuente
inagotable de inspiración para todos los poetas que de ella hablaron.
En
el corazón de la denominada -ruta del Duero-, partiendo de Soria en dirección a
la provincia burgalesa, surge señorial y austera la silueta de la catedral de
El Burgo de Osma, una de las sedes episcopales más antiguas de nuestro país y
donde se guardan algunos de los mejores tesoros artísticos de la provincia.
Dejando
atrás la capital y, por supuesto, después de haber efectuado la minuciosa
visita que Soria merece, el camino aproxima al pueblo de Las Fraguas no sin
antes haber cruzado el puerto de Villaciervos. Desde este auténtico vientre de
la sierra de Hinodejo, contemplar el paisaje indescriptible es todo un goce
para el privilegiado que hasta aquí llega.
Atravesando
páramos de enebros, rodales de arbustos y matas de espliego, las auténticas
murallas de rocas que invaden el entorno evidencian su bien ganada fama de ser
reducto águilas y buitres. La ruta se acerca a Muriel.
La
Vega de la Sangre o los Campos de Almanzor, dejan entrever al fondo un
magnífico escenario en el que se pierde cualquier mirada, Gormaz, Urbión,
Berlanga...
Escenario
de una batalla tan famosa como discutida en la que, muy posiblemente, fue
herido el caudillo musulmán Almanzor (que después moriría en Medinaceli),
Calatañazor se recorta en el horizonte y surge ante el viajero como sumida en
un profundo letargo, al igual que sucede con los pueblos que quedaron detenidos
en el tiempo. Sus casas medievales con porches leñosos, amplios balconajes y
salientes aleros de madera, su plaza mayor y en lo alto las ruinas del viejo
castillo, así como los vestigios que aún se conservan de la iglesia de San
Juan, la parroquia de Nuestra Señora del Castillo (con un impresionante Cristo
gótico del siglo XV) y la bella ermita de la Soledad, realzan su muy especial
fisonomía, casi podría decirse que de fantasmagórica escenografía.
Después
de Calatañazor, cuajada de historia y mil leyendas, el camino conduce hasta El
Burgo. Un recorrido que puede efectuarse sintiendo próximo el rumor de las
aguas que llevan los afluentes del padre Duero.
Recónditos
lugares con antiquísimas iglesias, campanarios, restos románicos a cada paso,
pinares, pequeños torrentes... Todo un compendio que sume al viajero a través
de una ruta sencilla y entrañable capaz de subyugarle con la magnitud del arte
milenario que aglutinan algunos de sus pueblos medio olvidados.
RETAZOS DE HISTORIA
Los
orígenes de El Burgo de Osma se remontan a un núcleo prehistórico establecido
en el llamado cerro del Castro, entre los valles del Duero y del Ucero, ocupado
por un poblado celtibérico que se convirtió más tarde en la ciudad romana de
Uxama. A partir de entonces alcanzó una especial preponderancia ya que tomó
parte en las llamadas guerras sertorianas, resistiendo a los ejércitos de
Pompeyo hasta que en el año 72 a.C. fue tomada y destruida, para convertirse de
nuevo en un enclave importante tras ser reedificada, no en balde se hallaba
situada en la Vía de Astúrica a Cesar Augusta.
Durante
el siglo X, la Osma cristiana -desplazada en aquel momento al cerro vecino, en
la margen izquierda del río Ucero, presidido por su castillo- sufrió las mismas
vicisitudes bélicas que las vecinas plazas fuertes de Gormaz y San Esteban, siendo
repoblada en el año 912 y pasando con frecuente alternancia de unas a otras
manos, para terminar de forma definitiva en las cristianas tras la desaparición
del caudillo Almanzor en 1002.
De
este periodo, el conflicto bélico más decisivo ligado a esta villa fue la
batalla de Osma (también llamada del Barranco) en el año 939, en la cual las
huestes cristianas dirigidas por el rey Ramiro II de León y el conde de
Castilla Fernán González, derrotaron por completo al califa Abderramán III,
produciéndose un punto de inflexión en las guerras fronterizas.
En
plena época medieval, su núcleo de población trasladó progresivamente su
población, abandonando el cerro del castillo y trasladándose al llano para
formar una nueva villa, Osma, en la orilla derecha del río Ucero, la cual acabó
incorporándose a la defensa de los límites del Duero frente a los musulmanes.
Restaurada
la diócesis, su primer Obispo, Don Pedro de Bourges, también llamado Pedro de
Osma, mandó erigir la catedral en la otra orilla del río, en las proximidades
de un antiguo monasterio, surgiendo así la actual villa de El Burgo de Osma a
comienzos del siglo XIII.
El
prelado Juan Domínguez, que ocupó la silla episcopal entre los años 1231 y
1240, ordenó la demolición de la catedral románica, obsoleta a su entender en
tamaño y calidad, para reedificarla bajo los cánones estilísticos del novedoso
arte gótico, siendo terminada la actual estructura gótica bajo el obispo
Bermúdez en 1361. Otro mitrado, Pedro de Montoya, dotaría a la villa en el
siglo XV de las murallas que hoy se contemplan, así como también repararía las
defensas del castillo en1460. Durante el siglo XV, y hasta la brutal
Desamortización de Mendizábal de 1836, se afianzó el dominio de la Iglesia
sobre la villa, que se convirtió en tierra de propiedad eclesiástica durante
siglos, siendo el diácono Bernabé (1331-1351), el primer Señor Obispo que
gobernó con plena autonomía, lo cual proporcionó una gran prosperidad a la
población al permanecer ajena a las grandes convulsiones políticas españolas hasta
el siglo XIX.
En
la actualidad, la ciudad sigue manteniendo el recuerdo de su propia historia y
a la vez es una urbe acogedora y tranquila que sólo altera su paz cotidiana en
época de fiestas y cuando se celebran las tradicionales “matanzas del cerdo”,
todo un rito gastronómico.
Recorrer
sus calles tiene un encanto muy singular. El visitante debe perderse por ellas
sin prisa y con el ánimo dispuesto a contemplar cada rincón. La gótica de Pedro
Soto, la porticada renacentista junto a la plaza de San Pedro, la del obispo
Rubio Montiel (antigua de Caldereros), la calle mayor que representa toda una
mezcla de estilos, etc. Estrechas la mayoría, con su peculiar encanto todas,
con sus casas de adobe y ladrillo que circundan y convergen en la catedral y a
la vez contrastan con otras de corte más moderno. Un paseo sosegado que después
puede proseguir por los alrededores a orillas del Ucero.
LA CATEDRAL : UNA JOYA ARTÍSTICA
Imprime
majestuosidad a la villa y por su propia jerarquía y la profusión de obras
artísticas que contiene es el mayor y más importante monumento religioso de la
provincia.
Los
escasos vestigios del primitivo templo románico revelan sin lugar a dudas una
cierta influencia recibida de Silos. Su plenitud es ojival. La torre, ya
barroca, se terminaría en 1758 (las obras comenzaron en 1.232). Aunque no tiene
las dimensiones de otras catedrales conocidas, es un espacioso y bien
equilibrado templo de tres naves con crucero y capillas laterales.
En
esta catedral dedicada a Santa María de la Asunción destaca la capilla mayor
con un retablo en madera tallada, obra de Juan de Juni y su discípulo Picardo,
que se cierra con bella rejería labrada de principios del siglo XVI.
Otras
capillas notables son la del Venerable Palafox, realizada por Juan de Villanueva
y Sabatini; la de Nuestra Sra. Del Espino; la del Cristo del Milagro, del siglo
XVI pero con retablo barroco; la nueva de San Pedro y la de San Ildefonso, con
bellas tablas góticas.
Resalta
también el magnífico sepulcro gótico, en piedra caliza, tallada y policromada,
de San Pedro de Osma, su patrono, mostrando en sus frentes motivos de su vida.
El
claustro, construido sobre un primitivo románico, resulta esbelto y luminoso y
a él dan cuatro capillas.
Merecen
también mencionarse las dos sacristías, la antigua con bóvedas de crucería,
columnas de una pieza y pinturas románicas descubiertas no hace demasiado
tiempo, y la nueva, levantada sobre planos de Villanueva en el siglo XVIII.
En
el interesante museo-biblioteca, además de diversos objetos, cuadros y vestiduras
litúrgicas, destaca el famoso -Beato- o códice de los Comendatarios de la
Apocalipsis, fechado en 1.065 y firmado por Martinus, una Biblia con miniaturas
boloñesas del siglo XIV, 27 grandes cantorales, algunos incunables, etc. Un
tesoro bibliográfico.
Otras
obras que merecen visitarse en El Burgo de Osma son, por ejemplo, el antiguo
Hospital de San Agustín, de estilo barroco. Uno de los edificios que preside la
plaza mayor, de planta cuadrada con patio central. Su fachada es la parte más
interesante: sigue el modelo de palacio Casa de Austria, de tipo alcázar, con
dos torres achapiteladas que flanquean el rectangular cuerpo central.
Fue
declarada Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento en marzo de
1999.
La
Plaza Mayor es el centro neurálgico de la villa y uno de los mejores ejemplos
de plaza castellana que se puede contemplar. Lo presiden el Hospital de San
Agustín y el Ayuntamiento, construcción neomudéjar de 1771. Como cabe suponer,
este enclave es el centro de todas las actividades festivas y sociales
La
que fuera Universidad de Sta. Catalina, construida por el obispo Pedro Alvarez
de Acosta en 1550, reformada por Bernasconi en el siglo XVIII. Se trata en
conjunto de un importante ejemplo de estilo plateresco. En su interior todo se
organiza a través de un gran patio central con arcadas y una impresionante
escalinata.
A
resaltar el Convento del Carmen. La talla de la Virgen del Carmen en el
interior es uno de los centros del devoción del municipio, sin olvidar como
puntos de interés el Palacio Episcopal, las murallas, el seminario de Santo
Domingo de Guzmán, el Hospicio y la iglesia de Santa Cristina de Osma.
El
Burgo de Osma forma parte de esta ruta turístico-cultural popularmente conocida
como -Camino del Cid-, en concreto del tramo denominado El destierro.
EXCELENTE GASTRONOMÍA
Conocer
y degustar la cocina de un pueblo, de alguna forma es como adentrarse en su
historia. La cocina castellana, fuerte y sustanciosa, está pensada para el
trabajador del campo y el pastor, hermana lo mejor de la agricultura con lo
mejor de la ganadería, huerta y carnes, vinos y quesos, todo ello arropado por
una dulcería popular de conventuales recetas.
La
matanza del cerdo tiene fama en El Burgo, sin por ello olvidar la perdiz y la
codorniz. Exquisitos los alubiones, los níscalos a la cazuela, el cordero y los
guisos tradicionales, truchas y cangrejos, pimientos rellenos, la no menos
popular sopa de ajo y un larguísimo y sabrosísimo etcétera, amén del arroz con
leche, las yemas, mantecadas y Apaciencias@.
Todo un placer gastronómico.
Una
visita a El Burgo de Osma debe completarse, sin duda, acercándose a San Esteban
de Gormaz, punto clave en la historia de la Reconquista, que ya recibió
tempranos elogios en el cantar del -Mío
Cid- y en el cual sobresale la iglesia de San Miguel, bellísima muestra del
románico castellano en todo su esplendor. Del mismo modo, puede resultar más
que interesante una aproximación al parque del Cañón del rio Lobos, un paraíso
natural.
Soria
inimaginable, y en su provincia una joya, El Burgo de Osma. Una ruta que vale
la pena no perderse.
(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en
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