PAISAJES, CASTILLOS Y WHISKY
Al margen de una interesante visita a
Edimburgo, la capital, y ciudades como Glasgow o Aberdeen, una escapada al
mundo natural de las Highland y aprovechar para seguir las rutas de algunos de
los preciosos castillos que han hecho famoso a este país, supone una
experiencia en verdad apasionante.
Escocia es la más septentrional de las
cuatro naciones que constituyen el Reino Unido. Junto con Inglaterra y Gales,
forma parte de la isla de Gran Bretaña, abarcando un tercio de la superficie
total; además consta de más de 790 islas. Limita al norte y oeste con el océano
Atlántico y al este con el mar del Norte. El territorio escocés ocupa 78.772 kilómetros
cuadrados, y su población se estima en alrededor de cinco millones y medio de
habitante.
Edimburgo es la capital, mientras que
Glasgow es la ciudad más grande.
Escocia toma su nombre de Scotus, término latino que significa
irlandés. Esto hace referencia a los colonizadores gaélicos de Irlanda, país
que los romanos inicialmente llamaron Scotia.
POR
LA RUTA DE LOS
CASTILLOS
Cuando el viajero piensa en Escocia,
suele pensar en paisajes verdes y una historia milenaria, pero mucho antes que
eso lo primero que acude a la mente son los castillos.
No hay mejor forma de conocer su
historia, múltiples leyendas y tradiciones, que recorriendo sus fortalezas con
torreones, ruinas y emplazamientos inverosímiles. Por lo tanto, no hay otra
alternativa que frente a un mapa trazarse un recorrido a través de una ruta de
castillos. Todos y cada uno de ellos tienen su encanto especial.
Desde iconos urbanos magníficos hasta
ruinas misteriosas, Escocia es renombrada por sus castillos emblemáticos. Hay
registros históricos que revelan la existencia de más de dos mil en todo el
país.
Tanto si se pretende contemplar el
castillo más grande del país, hacerlo a través de algunos de los senderos
regionales o descubrir uno de los tesoros mejor guardados en cualquiera de
ellos, hay que darse cuenta de que cada uno de ellos tiene su propia historia
fascinante que contar. En muchos casos, poco o casi nada es ya como lo
conocieron los infatigables caballeros andantes o los intrépidos viajeros de
antaño. Pero la sombra del pasado todavía cobija recuerdos imperecederos
grabados en la piedra y el adobe, en algunas alcobas y rincones de estos -en su
mayoría- legendarios edificios cargados de trasiego e impregnados de vivencias.
Un buen punto de partida es la ciudad
de Aberdeen y sus alrededores, donde puede encontrarse alguna de las mejores
rutas dedicadas exclusivamente para visitar castillos, con muchos lugares de
interés para descubrir.
Dunnottar es una hermosa fortaleza
sobre el mar. Está enclavado sobre un acantilado, convirtiéndolo en un lugar
poco menos que inexpugnable en cuanto a tema defensivo. Con razón se dice que
en él permanecieron escondidas las joyas de la Corona ante los invasores
del siglo XVII. Situado a pocos kilómetros de Stonehaven, en la costa este,
antaño fue clave para el control del comercio. Aunque se encuentra en ruinas,
pueden visitarse algunas zonas de su interior, vale realmente llegar hasta este
enclave.
El de Craigievar constituye un buen
ejemplo de la arquitectura señorial barroca. Su color rosáceo y esbelta figura
le da un aspecto parecido al de un auténtico cuento de hadas. Está bien
conservado y los lugareños aseguran que se trata de un edificio muy apreciado
entre los propios escoceses. Desde 1626 se mantiene sin haberse producido
cambios en su estructura. Introducirse en su interior es como dar un salto al
pasado, conservando el mobiliario y otros complementos igual que hace siglos.
Al margen de la interesante visita al interior, puede pasearse por el jardín
exterior y su camino arbolado.
El castillo más grande del país es el
de Edimburgo y lógicamente el más visitado, de ahí que sea un tanto
problemático acceder a su interior por las aglomeraciones que suelen
producirse. A destacar su imponente perfil y las buenas panorámicas de la
ciudad de Edimburgo que se consiguen desde sus murallas. Existen muy pocas
salas originarias del castillo primitivo.
Stirling es una pequeña villa de
relevante importancia histórica por las batallas aquí liberadas y por todo lo
sucedido entre sus murallas. Encaramado en lo alto de un cono volcánico, en su
interior el visitante se encuentra con diferentes salones totalmente
reconstruidos, siguiendo eso sí las técnicas originales. Existe un museo
militar y una zona de juegos, ideal para conocer las costumbres e historia de la
Edad Media. La visita a este castillo suele
ser una experiencia interesante.
Eilean Donnan, junto a la pintoresca
aldea de Dornie en la ruta principal hacia Skye, puede ser uno de los castillos
más admirados de Escocia y constituye la estampa característica de las
Highlands, la Escocia alta, la más remota y también genuina. Desde el exterior
su imagen resulta de una gran belleza, sin embargo, la reconstrucción efectuada
de su interior quizá le resta atractivo. Dado su emplazamiento y el entorno, ha
sido escenario de muchas películas de época.
El castillo de Stalker se reduce a una
pequeña torre y es casi inaccesible en medio del Loch Laich, aunque se puede
llegar a él en marea baja, pero el paisaje que le rodea es realmente de ensueño,
las aguas azules del lago y las suaves colinas de las Highlands.
El castillo Duart se encuentra en la
isla de Mull, en lo alto de un acantilado y vigilando el mar. Es un lugar no
demasiado conocido en todo el país. Sus orígenes se remontan al siglo XIII,
cuando lo construyó el clan Mc.Lean, pero tras múltiples batallas el clan
Campbell se apoderó de esta fortaleza y la demolió, no siendo hasta 1912 cuando
los Mc.Lean recuperaron nuevamente la posesión de las tierras y reconstruyeron
el castillo. También ha sido escenario de algunas películas y, aunque algo
modernizado, resulta un placer visitarlo.
Kildrummy es un ejemplo excelente de
lo que suele encontrarse en esta ruta por los castillos escoceses. Situado en
la región de Aberdeenshire, este castillo fue construido en el siglo XIII. No
hay demasiado que ver entre sus ruinas, no obstante, el entorno es precioso y
todo está muy bien cuidado.
Ardvreck es pequeño, pero no por ello
carente de belleza. Su peculiar situación, sobre una pequeña península en Loch
Saint, en la región de Sutherland, al norte de las Highlands, merece, sin duda,
una visita. Y no sólo por el castillo sino también por el paisaje que le rodea.
Se rumorea que en él existen fantasmas que hicieron malos tratos con el diablo,
cosas del humor escocés.
En la población de Blackness se
encuentra un castillo del siglo XV, totalmente reconstruido después de la IIª Guerra Mundial y que
defendía el puerto principal de la época. Situado junto al mar, su silueta
recuerda a una embarcación. Las torres norte y sur son llamadas habitualmente
proa y popa, y a la torre central gran mástil. Puede visitarse por dentro en su
totalidad, aunque las estancias permanecen vacías. Las vistas sobre la bahía
son buenas, pudiéndose contemplar Edimburgo en la lejanía.
El Edzell data del siglo XVI, es de un
color rosáceo y su jardín amurallado es una fiel reconstrucción del que había
en 1610. Nunca fue escenario de ninguna batalla y más que un castillo era una
casa de campo en medio de la campiña escocesa. Sus únicos inquilinos son los
pavos reales.
El castillo de Kilchurn no tuvo
demasiada relevancia desde el punto de vista histórico, pero su localización,
en un recodo de Loch Awe y rodeado de las omnipresentes colinas de las
Highlands lo convierten en uno de los lugares más pintorescos de todo el país.
Fue construido en el siglo XV y desde la tormenta que en 1760 dañó su torre
principal no ha vuelto a ser utilizado. Puede visitarse lo que queda del
interior. Las vistas a todo el lago son excepcionales.
En medio del famoso lago Ness se ubica
el castillo de Urquhart, muy cerca de la ciudad de Inverness, aseguran que uno
de los más visitados de Escocia. Construido en el siglo XIII, jugó un papel
importante en la guerra de independencia escocesa y, aunque se encuentra en
ruinas, puede visitarse con cierta comodidad.
UN
PASEO POR LAS HIGHLANDS
Las Tierras Altas de Escocia es una
región montañosa del norte del país. Es un área con muy baja densidad de
población y con un relieve muy variado. Tiene una superficie de unos 25.784 kilómetros
cuadrados, que en términos de extensión puede resultar similar a la isla de
Cerdeña. El principal centro administrativo es Inverness.
Respecto a la cultura, su rasgo más
distintivo es la influencia celta, incluyendo el mantenimiento del gaélico
escocés como lengua materna de una parte de la población, y un mayor predominio
de la actividad agrícola y ganadera comparado con el resto del país. En estas
bellas y duras tierras nacieron el whisky y el kilt -la famosa falda de cuadros-, sobrevivieron los clanes durante
siglos y no ha dejado de sonar la gaita.
Está dividida en varios concejos
unitarios: el denominado Highland solamente ocupa un 40% (aproximadamente) de
la región genéricamente denominada Highlands. El resto del territorio está
repartido entre los concejos de Aberdeenshire, Angus, Argyll y Bute, Moray,
Perth and Kinross y Stirling.
Vale realmente la pena deambular sin
prisa a través de su paisaje y perderse entre colinas, lagos y senderos
encantadores de verdad.
Las Highlands son la postal que se
suele imaginar sobre Escocia. Una región inspiradora y maravillosa, y no sólo
por sus paisajes, también por su dilatada historia. Adentrarse en su naturaleza
resulta un placer indescriptible, así como explorar sin prisas las imponentes
islas, montañas y la costa que lleva hacia la Ruta del Whisky.
VISITA
A LAS DESTILERÍAS DE WHISKY
Tanto si al viajero le gusta el whisky
como si no, despierta un indudable interés visitar algunas de las más famosas
destilerías de whisky escocés para, además de ver y aprender cuál es su proceso
de elaboración, poder degustar las distintas especialidades del mismo.
La fama de Escocia como tierra del
whisky tiene una evidente justificación por el gran número de marcas que se
elaboran en las decenas de destilerías que se distribuyen tanto por las
Highlands como por las Lowlands.
Como consecuencia de ello, visitar una
destilería se ha convertido a lo largo de las últimas décadas en una de las
grandes atracciones turísticas en un viaje a Escocia.
Nadie sabe con precisión cuándo se
inició el destilado del whisky escocés, pero existen algunas referencias de que
data de finales del siglo XV. Después de muchos años de desarrollo, Escocia
ahora se relaciona y se reconoce como el hogar del whisky. A manera de
sugerencia, no hay que perderse una visita, por ejemplo, a la Glenturret Destillery.
En la interactiva y galardonada Experiencia de Famous Grouse se puede ver como
se produce una sola malta Glenturret y como la destilería une a sus whiskies
para crear el favorito de Escocia -el mismísimo The Famous Grouse Finest- Se
puede concluir probando una malta adicional. No hay que dejar de visitar el
famoso Almacén nº 9 donde puede probarse la Malta Famous Grouse
directamente del barril.
Otra destilería recomendada es la Cardhu, la única de malta
iniciada por una mujer. Se encuentra en Knockando, Speyside, cerca de los
secretos de su éxito -el agua fresca de manantial de montaña de bajísima
temperatura-. Hasta la fecha, el arte de la destilación no tiene prisa ni busca
un cambio; con el resultado de la malta Cardhu que madura por lo menos doce
años en antiguos tanques de roble, dándole su sabor suave.
Existen infinidad de destilerías y a
cual de ellas más acreditadas: Glenfiddich, Glenlivet, Glen Grant, Benromach,
Strathisla… Y es que el whisky está perfectamente enraizado en la cultura
popular de Escocia.
Un viaje por la ruta de los castillos
escoceses y a través de los encantadores paisajes de las Highlands, muy bien
puede poner su punto final con una visita a las mejores destilerías de whisky.
Paisajes, brumas y leyendas aún siguen
vivos, a pesar del turismo aún permanecen intactos.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)