A TRAVÉS DEL NAMIB




Desolado mundo de recóndita belleza, inmensidad de arena y piedras donde apenas si llueve alguna vez y los vientos se baten con toda la fuerza. Un lugar donde las plantas resisten merced a la humedad de la niebla y unos pocos animales tratan de adaptarse y resistir. Una tierra de nadie donde la vida humana es del todo imposible.
El sol abrasador provoca efectos extraordinarios de luces y sombras en las grandes dunas, consideradas entre las más altas del mundo después de las del Sahara (más de cincuenta metros), convirtiendo cualquier paisaje en una imagen totalmente irreal.
Se trata de uno de los desiertos más áridos y terribles del planeta: el Namib.
Está considerado por los geógrafos como la zona desértica más antigua del mundo, no en balde se tiene constancia de que ya existía durante la Era Terciaria, hace alrededor de sesenta y cinco millones de años, época en la que extinguieron los dinosaurios. Curiosamente se extiende a lo largo de la costa oeste de Namibia que limita con el océano Atlántico. Tiene unos dos mil kilómetros de extensión y cerca de doscientos de anchura.
La UNESCO lo declaró como Patrimonio de la Humanidad en 2013.
A pesar de su apariencia, el Namib es un lugar muy variado. Sombrío al amanecer cuando la niebla del océano aún no ha despejado. Horas después, al caer la tarde, se convierte en una tierra brillante y multicolor, con un cielo siempre azul y sin nubes.
La vida silvestre sostiene una batalla diaria muy cruenta a la búsqueda del agua. Las víctimas de esta desigual contienda entre la vida y la muerte son fáciles de encontrar y se localizan casi de forma involuntaria. Son centenares de esqueletos o restos de animales de muy diversa medida y procedencia que se pudren al sol en este mar de arena y piedras.
La escasa vida en este desierto está asociada a varios factores. Entre ellos, las nieblas, que favorecen la existencia de determinadas plantas y animales adaptados a esta aportación extra de humedad, como un tipo de escarabajo característico del Namib, cuyos élitros (alas anteriores de algunos insectos) están diseñados para hacer que los húmedos vientos matinales depositen minúsculas gotas de agua sobre su espalda.
Otros factores que pueden favorecer algo de vida son la estrechez del desierto, que permite la incursión desde zonas donde hay herbazales de los animales de gran tamaño, y la presencia de cañones y valles, que aunque en el sur no atraviesan las dunas, dan lugar a pequeñas charcas y pozas donde se puede encontrar algo de agua.
En el norte, estos valles llegan hasta el mar y se convierten en corredores de vegetación de fácil acceso.
Estos factores permiten la presencia en el Namib de animales como el oryx, antílopes, avestruces, chacales, hienas y caballos salvajes en el sur, y además de éstos, en el norte (en la proximidad del Parque Nacional Etosha) se encuentran algunos elefantes, cebras, leones y jirafas.

DE SUR A NORTE: ENTRE EL RÍO ORANGE Y LÜDERITZ
El desierto del Namib se inicia en la frontera sudafricana, definida por el río Orange. Al norte se encuentra una concesión diamantífera de acceso restringido, la Restricted Diamond Area Sperrgebiet, cuyo límite se ubica en la carretera nacional B4, que atraviesa el desierto entre las ciudades de Aus, en el interior, y Lüderitz, en la costa, a doscientos kilómetros del fronterizo río Orange.
Muy cerca de Lüderitz se encuentra la ciudad fantasma de Kolmanskop, devorada poco a poco por la arena del desierto. A principios del siglo XX fue una gran ciudad y cuentan que en aquella época con sólo remover la arena se encontraban piedras preciosas de gran tamaño y calidad. Al igual que otros territorios en América, tuvieron su fiebre del oro. Se vivieron años de lujo en los que incluso se construyó un casino, un gran hospital, un teatro y salones de diversión para los mineros.
Los diamantes se acabaron y al final de la Primera Guerra Mundial en Europa y coincidiendo con el descubrimiento de otros yacimientos de diamantes en diferentes lugares de Namibia y Sudáfrica, los inversores se olvidaron de Kolmanskop y la ciudad cayó en la desgracia y el abandono. La decadencia continuó hasta su cierre definitivo en 1956.
Los últimos pioneros abandonaron la ciudad y en la actualidad de Kolmanskop sólo quedan recuerdos, convirtiéndose en una ciudad fantasma que desaparece bajo la arena del desierto.

NAMIB NAUKLUFT PARK
Al norte de la línea férrea que une Aus con Lüderitz y hasta el río Kuiseb, se encuentra el Namib Naukluft Park, una región deshabitada junto al mar que tiene unos 320 kilómetros de longitud y alrededor de 120 kilómetros de anchura. Está formada en su mayor parte por dunas de hasta 300 metros de altura. Las más cercanas al mar forman alineaciones paralelas a la costa debido a los vientos dominantes del oeste.
Su origen está en las arenas arrastradas por el río Orange del interior del Kalahari, que son depositadas en el mar y llevadas luego hacia el norte por la corriente de Benguela. En el interior, sin embargo, durante una época del año, los vientos soplan en dirección contraria y, a unos ochenta kilómetros del mar, las dunas tienen forma estrellada.
En el centro geométrico de Naukluft se encuentra una de las zonas más interesantes de la región, el área de Sossusvlei, a la que se accede desde la zona de acampada de Sesriem, a la entrada del parque.
Sossusvlei recibe este nombre por los lagos (vlei) que se forman en esta zona cuando llueve. Muchos de ellos están secos desde hace cientos de años y en este caso reciben el nombre de Deathvlei, de gran belleza por su fondo blanco y plano, rodeado de dunas de color cobre de 300 metros de altura, adornados además con los esqueletos de las acacias muertas que aparecen diseminadas por su interior.
Resulta fácil encontrar en Sossusvlei lagos vivos después de un raro episodio de lluvias y ver en ellos algunas de las 180 especies de aves que se han encontrado en el Namib. A esta región se accede siguiendo el amplio valle del Tsauchab, rodeado de dunas cobrizas. Allí se encuentra la famosa duna 45, a la que ascienden los arriesgados visitantes al amanecer para ver la salida del sol. Un maravilloso espectáculo visual.
Sus 300 metros no pueden competir, no obstante, con la duna 7, la más alta del mundo, de 380 metros de altura.
Las dunas más cercanas al mar y paralelas a la costa están numeradas como si se tratara de calles, pero las dunas interiores, en forma de estrella, tienen números particulares.
La duna 45 recibe este nombre porque se halla a 45 kilómetros de Sesriem. A cuatro kilómetros de esta zona de acampada se encuentra el cañón de Sesriem, que también merece una visita.
El color de las dunas es debido a las arenas del Kalahari, que tienen un alto contenido en hierro, y que dan nombre al río Orange también, que es quien las deposita en la costa para que luego el viento las lleve hasta el interior del Namib. Las dunas están formadas básicamente de cuarzo, pero basta con acercar un imán a la arena para separar las limaduras de hierro que abundan como muchos otros minerales en esta región.

WALVIS BAY Y SWAKOPMUND
El avance de las dunas hacia el norte queda detenido abruptamente por el cañón de Kuiseb, que marca el límite del parque. Se extiende a continuación una planicie desértica cuyo ascenso progresivo hacia el este conduce hasya Windhoek, la capital de Namibia, a poco más de 300 kilómetros de las dos ciudades costeras más importantes del país: Walvis Bay y Swakopmund.
Walvis Bay está situada en la bahía de su nombre y es el puerto más importante de Namibia. La corriente fría de Benguela favorece la existencia de una gran cantidad de peces en la costa, visitada por diversas flotas pesqueras que recalan en el puerto y que procesan en muchos casos el pescado en las numerosas factorías que existen en los alrededores. Walvis Bay tiene unos 40.000 habitantes, divididos entre los antiguos colonizadores, que viven en una ciudad moderna de aspecto centroeuropeo y las barriadas de africanos que fueron separados en la época del Apartheid, cuando Namibia pertenecía a Sudáfrica.
A treinta kilómetros de Walvis Bay se ubica la ciudad de Swakopmund, de unos 30.000 habitantes. Aquí acuden los namibios del interior del país, y sobre todo de Windhoek, durante el caluroso verano. En el Namib se alcanzan fácilmente los 50º C. en verano, pero en la costa la presencia de nubes bajas y el viento fresco del mar hace que las temperaturas sean algo más livianas e incluso más en los días en que la niebla se espesa. Swakopmund tiene notables edificios coloniales construidos durante la dominación alemana.

EL CABO CROSS
Unos 70 kilómetros más al norte se encuentra el cabo Cross, el primer lugar al que llegaron los europeos en esta costa en 1486. El portugués Diego Cao erigió la cruz que le dio nombre, y en 1893 los alemanes la enviaron a su país.
Actualmente, este pedregoso cabo es famoso por la colonia de osos marinos que en su día alcanzó los 250.000 ejemplares, pero que se ha ido reduciendo hasta quedar convertida en unas pocas decenas de miles, que sufren las acometidas de los chacales. Estos depredadores acuden a devorar a las crías de los otarios que mueren al nacer, aplastadas o desnutridas cuando sus madres no acuden a ellas. Los otarios compiten con los pescadores por los bancos de peces y en ocasiones se producen matanzas programadas para reducir esta competencia.

COSTA DE LOS ESQUELETOS
Sólo un nombre como el de Costa de los Esqueletos puede describir con fidelidad uno de los lugares más extraños del continente africano, Las playas de esta parte de Namibia están llenas de esqueletos de ballenas, focas, delfines, barcos y marineros que han perdido su batalla con el océano. Un mar de arena se estampa contra el Atlántico en esta parte del Namib. El choque brutal, desata tres de las mayores fuerzas de la naturaleza: el agua (las olas superan habitualmente los seis metros de altura), el viento que sopla con gran fuerza y el fuego, en forma de grandes lenguas de arena roja.
La colisión convierte estas aguas en unas de las más ricas en pesca de todo el planeta, pero también en una de las más sangrientas. Los cascos herrumbrosos de muchas embarcaciones son la prueba más evidente de la dificultad de navegar en este mar.  Cada atardecer, una niebla densa inunda la costa. Este hecho, unido a los despojos de animales esparcidos por la playa, la soledad de estos parajes, y  el sordo rugido del mar, convierten la Costa de los Esqueletos en uno de los paisajes más desolados de toda África.
Además de la innegable belleza del Namib, el hecho de estar deshabitado casi en su totalidad se presta a múltiples situaciones cinematográficas. Aunque habría que matizar lo de deshabitado, ya que en este ecosistema único sobrevive una importante comunidad de reptiles, el horripilante camaleón Namaqua, por no hablar de ciertos escarabajos de patas desproporcionadas que les permiten correr sobre la arena a gran velocidad.
El número de elefantes en la Costa de los Esqueletos ha descendido peligrosamente, debido a la reducción del Parque Nacional de Etosha y a la creación de un corredor norte-sur para el poblamiento humano que separa el parque de la costa, pues los elefantes suelen acercarse al mar en época de lluvias desde el interior.
En la región de río Kunene, más húmeda, al norte del parque, los elefantes se han convertido en un trofeo de caza y se calcula que su número se reduce anualmente a unos 300 ejemplares. Los elefantes de estas regiones son capaces de recorrer más de sesenta kilómetros en un solo día entre uno y otro pozo de agua. El rinoceronte negro es relativamente abundante en  Etosha y en la región de Kunene pueden sobrevivir cerca de un centenar de ejemplares.
El león suele encontrarse esporádicamente en la Costa de los Esqueletos, puesto que depende de la presencia de alimento principal: los oryx y las gacelas, y de los desplazamiento e estos. Los osos marinos, que podrían resultar un alimento fácil y suelen estar rodeados de chacales
En los cursos de agua y en la zona más húmeda de Kunene se encuentran también jirafas, papiones, babuinos, ginetas, el caracal y el gato salvaje, por no hablar de casi doscientas especies de aves.
Para seguir hablando sobre la fauna de Namibia, hay que hacer hincapié en un safari a través de  Etosha, a unos kilómetros del Namib… pero eso ya forma parte de otra historia.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)