UN CUENTO DE HADAS EN EL BÁLTICO
Asomada
al mar Báltico y originalmente un pueblo de pescadores vikingo en el siglo X, Copenhague
se convirtió en la capital de Dinamarca cinco siglos después. En la actualidad
es una urbe tranquila y apacible de millón y medio de habitantes, con un
hermoso palacio, unos canales, lagos, edificios multicolores, un enorme tiovivo
y hasta una sirenita junto al mar. Una auténtica ciudad de cuento de hadas.
A
grandes rasgos puede decirse que en ella vive una sociedad muy tolerante. Los
jóvenes circulan en bicicleta tranquilamente, los ancianos se divierten junto a
los niños en el parque de atracciones, se bebe buena cerveza en las terrazas y
las comidas consisten en más de sesenta platos para elegir. Y de postre, pasteles
rebosantes de nata.
“No nos basta simplemente con vivir. Necesitamos
sol, libertad y unas cuantas flores”. Esta frase
no la pronunció ningún hippie de los años sesenta, ni un ecologista de los
noventa, sino un hombre que vivió en el siglo XIX. Se trata del cuentista Hans
Christian Andersen, el ciudadano más ilustre de Copenhague. En sus palabras se
resume bien el espíritu danés, el más meridional de los países nórdicos.
A
los daneses se les conoce como los “latinos de Escandinavia”, un apelativo que
se comprende nada más llegar a su capital. No resulta difícil apreciar en sus
calles, en sus cafés y sobre todo en su animada vida nocturna un savoir vivre que adopta un aire
curiosamente mediterráneo y diferencia a Copenhague del resto de capitales
nórdicas.
Copenhague
puede parecer, a simple vista, una gran ciudad de provincias. Gran centro
comercial del pasado, siempre de cara al Báltico, se ha convertido en la
actualidad en la capital escandinava por excelencia, pero su desarrollo no ha
estado marcado por el poder o el dinero, sino por el profundo amor de los
daneses por la historia, la pintura, la escultura, las artes escénicas y la
música. En ningún otro país del norte se invierte tanto en estas facetas de la
expresión humana, y su capital se ha hecho hermosa y apreciada internacionalmente
por sus museos y centros de diversión. En 1996 fue declarada Capital Europea de
la Cultura.
Hace
unos pocos años estuvo considerada como la mejor ciudad del mundo para vivir.
UN PASEO TURÍSTICO
Compras,
museos, diversiones y hasta un gran parque de atracciones, ofrece el centro de
esta ciudad. Un paseo que parte de Radhusplatsen y tiene su punto culminante en
la visita a Rodin en la
Cliptoteket.
Todos
los caminos en Copenhague parecen conducir al Rdhusplatsen, el Ayuntamiento. De
estilo renacentista danés aunque construido a principios del siglo XX, es un
imponente edificio de ladrillos rojos culminado por la torre del reloj
astronómico Jens Olsen que recuerda a los campanarios de Siena en Italia. Es el
punto de encuentro, donde se dan cita los daneses el último día del año para
saludar al año nuevo en una algarabía inédita en los demás países escandinavos.
En
el bulevar que lleva su nombre, el cuentista Hans Christian Andersen
(1805-1875) aguarda pacientemente a los niños para que se sienten a
fotografiarse en sus rodillas de bronce. A un lado quedan el Castillo de
Andersen y el Museo de Cera Tussaud, donde también se exponen hologramas.
A
la izquierda del Ayuntamiento se encuentra la Columna de los Tocadores
de Lur, que representa a dos guerreros con sus luras tocando en el día del juicio para anunciar el paso de las
vírgenes.
La
calle Vesterbrogade es una de las más animadas de la ciudad, llena de cines,
tiendas y restaurantes. Se puede continuar hasta el famoso parque de
atracciones Tívoli por su acera izquierda o llegar al centro comercial Scala,
al Circus Benneweis o al palacio de los cines en la otra acera.
El
Tívoli por sí mismo requiere un día de visita, hasta la medianoche que es
cuando culminan las fiestas con fuegos artificiales. Es uno de los parques de
atracciones más famosos y antiguos del mundo. Abrió sus puertas en 1843 y ocupa
unas nueve grandes manzanas en el corazón de Copenhague. En él hay conciertos,
actuaciones musicales y circenses, además de cafeterías y restaurantes.
Si
se prefiere ir de compras, lo mejor es continuar por la calle Scala, frente al
Tívoli, en la que se encuentra una gran variedad de boutiques y restaurantes.
Cualquier
visita turística a la ciudad culmina en la Gliptoteca, detrás del
Tívoli, en Tietgens Gade, donde se pueden contemplar siete esculturas de Rodin.
Desde la cercana Estación Central parten los trenes a los pintorescos pueblos
de los alrededores.
De
regreso a Radjusplatsen se puede pasear por la famosa calle peatonal Stroget,
que llega hasta la gran plaza de Kongen Nytorv.
Torciendo
a la izquierda se llega al corazón de la ciudad vieja, pasando por la iglesia
del Espíritu Santo, el Museo de Juguetes y la Torre Redonda en la que se
celebran interesantes exposiciones. Por la calle peatonal Fiolstrade, se llega
a la Sinagoga,
con su museo de la persecución nazi en Dinamarca, y se pueden también
contemplar la Catedral
y la Universidad.
UN VIAJE AL PASADO
En
el Museo Nacional, el Palacio Christianborg y en toda la ciudad vieja, se
encuentra el espíritu de esta antigua capital de los vikingos.
El
encuentro con el pasado de la ciudad se puede iniciar con una visita al Museo
Nacional que ofrece unas excelentes secciones de antropología e historia del
país. Cruzando un pequeño puente se llega al interior del Palacio
Christianborg, llamado así por el rey Christian II “el bueno” para los daneses
y el “tirano” para los suecos.
El
Palacio Christianborg es la sede del Gobierno y del Parlamento. Aquí se pueden
ver las ruinas de la fundación de Copenhague, el Museo del Teatro y el Museo de
Armas y Uniformes. Los amantes de los libros antiguos disfrutarán contemplando
los incunables de la Biblioteca Real.
Todo el Palacio está rodeado por un canal defensivo que confluye en el gran
canal Inderhaven, que forma parte del puerto de la capital danesa.
Frente
al Palacio se encuentra la Colmen Kyrke
o Iglesia Real. A su derecha se puede visitar el antiguo edificio de la Bolsa, que posee un
extraordinario remate arquitectónico; una garra gigantesca enrollada que forma
parte de un monstruo mítico que se apoderó de la
Bolsa. A la izquierda del Palacio Real se
encuentra el Museo Thorvaldsen que cuenta con una excelente colección de
esculturas.
Desde
el Palacio se puede regresar hasta el puente bordeando el canal Radhusstrade.
Este camino conduce a Kompanjstrade, una calle llena de interesantes tiendas de
recuerdos turísticos, objetos de arte y antigüedades.
Otra
alternativa es seguir la calle de la izquierda del Palacio, cruzando el puente
del canal. Así se llega a la plaza Hojbro en la que se suelen celebrar
conciertos de jazz. Es uno de los lugares más concurridos de Copenhague ya que
en ella confluye el animado y popular paseo Stroget. Todas las calles
adyacentes están llenas de restaurantes, terrazas y cafés con todo el savoir vivre danés.
Atravesando
las pequeñas calles comerciales de los alrededores, como el Pasaje Jorck o la
calle de las Pistolas, se llega a la iglesia de Nikolaikyrke, donde siempre se
celebran exposiciones.
En
Kongen Nytorv se hallan tres interesantes edificios: el Teatro Real, el
Magazine du Nord y el romántico Hotel de Inglaterra, detrás del cual se
encuentra uno de los barrios más típicos de la capital, con tiendas de arte,
boutiques exclusivas e íntimos restaurantes.
VELEROS, JAZZ Y TERRAZAS
Copenhague
es la más animada de las capitales nórdicas. Lo mejor para comprobarlo es darse
una vuelta por Hyhavn contemplando los veleros en la zona más “in” de la ciudad
o sencillamente sentarse en una de sus muchas terrazas para saborear una buena
cerveza fría escuchando jazz.
Un
paseo relajado para disfrutar de la ciudad puede comenzar en Kongen Nytorv, en
pleno centro comercial. En el barrio que se abre detrás de esta plaza se hallan
las principales tiendas de antigüedades.
Nyhavn
significa “nuevo puerto” y es la zona más bulliciosa y fotografiada de la
capital. Es un canal transformado en calle donde se reúnen la historia, la
arquitectura, la vida nocturna y un continuo desfile de barcos que la
convierten en la zona preferida de los turistas y jóvenes. Conviene pasear
primero por la orilla derecha del canal Nyhavn para observar de lejos el
ambiente. Antes de llegar a los muelles se pasa por la Casa del Arte Charlotenborg.
En la orilla izquierda se encuentran restaurantes con curiosas especialidades.
Siguiendo
la orilla izquierda se llega hasta la casa-museo del cuentista Hans Christian
Andersen, en la esquina con Kvaesthusgade, una calle que conduce hasta el
muelle de donde parten los transbordadores a Noruega.
A
la derecha de Nyhavn se encuentra un elegante barrio de consulados y oficinas
antiguas que lleva hasta el popular parque de Amalierhaven, con el mar a las
espaldas, en el que se abre el Palacio de Amalienborgs, la residencia real. En
este punto se puede contemplar el cambio de la guardia a las doce del mediodía
en su plaza Mayor. Detrás del palacio y cruzando Bredgade, se llega a la famosa
iglesia de Mármol, de estilo barroco-románico, con una de las mayores cúpulas
de toda Europa. Frente a ella hay numerosas tiendas de recuerdos turísticos.
En
la misma calle Bredgade están el Museo de Historia de la Medicina, el del Arte
Industrial y la catedral católica de San Angar.
Por
ese mismo camino se llega al parque Churchill, con su Kastellet, un tranquilo
recinto dentro de la ciudad moderna, el cual conserva un molino de viento del
siglo XIX y restos de las murallas antiguas. Fue el principal elemento de las
defensas de Copenhague en los siglos XVII y XVIII. En él se encuentra el Museo
de la Liberación
y el Monumento a la Nación Danesa.
Todos
los caminos conducen hasta la famosa sirenita, auténtico símbolo de la ciudad,
situada a la entrada del puerto. Los rótulos indican Lilla Havsfreu. Se trata
de una pequeña estatua de bronce realizada en 1913 en honor de un personaje de
los cuentos infantiles de Andersen.
La
infraestructura hotelera danesa ha tomado del carácter escandinavo la
pulcritud, la funcionalidad y el buen servicio. Pero a todo ello, ha sabido
añadirle la cálida hospitalidad que los daneses saben dar a sus invitados.
La
buena comida es una obsesión nacional. En Copenhague hay más de dos mil
restaurantes en los que suele reinar un ambiente informal. Son magníficos sus
canapés y sus buffets fríos. Todo
acompañado siempre de una buena cerveza.
En
el ambiente nocturno es donde mejor se aprecia la diferencia entre los daneses
y otros pueblos escandinavos. En Copenhague se puede escuchar buena música en
sus cafés-jazz o bailar en sus discotecas hasta la madrugada.
La
capital danesa es el paraíso de las compras para el hogar. Lozas, utensilios,
vajillas, ropas de cama y mesa, complementos de baño. Todo con gran calidad y
diseño. En las calles peatonales de Stroget, Fiolstraede y Amagebord se suceden
los escaparates elegantes, los almacenes y anticuarios.
Más
que recomendable. Existen pocas experiencias tan placenteras como un paseo en
barca a través de los antiguos canales.
Al
regreso de Copenhague, el viajero cree haber vivido inmerso en un pequeño
sueño, tal es la impresión que produce en el foráneo este país de auténtica
fantasía.
(Ver interesante
colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)