G O R M A Z



MAJESTUOSA  FORTALEZA  CALIFAL


Fantástico escenario de nuestro pasado, los castillos siempre han asistido a la representación de historias heroicas y legendarias aventuras. Fruto de una época medieval en la cual guerrear era poco menos que una obligación, sus dependencias conocieron luchas, amores, traiciones, locuras y venganzas.
La tierra soriana tiene una personalidad muy acusada dentro de Castilla. Tierras altas y frías, de muy baja densidad de población a pesar del gran número de pueblos, las cuales están enclavadas geográficamente en una zona intermedia entre la meseta castellana y la depresión del Ebro.
Al abandonar la población de El Burgo de Osma, quien hasta aquí se acerca lo hace adentrándose en vastas llanuras que se extienden ante sus ojos, el horizonte queda más allá de lo que alcanza su vista y más adelante buena parte del sendero está sombreado por árboles. De repente, al doblar un recodo, surge en la lejanía y en lo alto de una colina una colosal fortaleza que se alza con todo su esplendor y como flotando entre las nubes. Hay que detenerse, comprobar que no se trata de un espejismo y a la vez extasiarse en la contemplación del paisaje típicamente castellano envuelto en las brumas que proceden del cauce del río Duero. El viajero se encuentra frente a la alcazaba de Gormaz, antaño lugar inexpugnable frecuentado por los “señores de la guerra”.
No sorprende que en estas tierras se levantaran grandes fortalezas muy primitivas como Gormaz y Osma. Con posterioridad se construirían Caracena, Almenar, Monteagudo de las Vicarías, San Leonardo… con la clásica robustez y austeridad, característica del paisaje soriano y típicos ejemplos de castillos de frontera.
Gormaz es una espectacular alcazaba musulmana en el corazón castellano y en el costado norte del Duero. Esta fortaleza no tuvo parangón con nada que hubiese en el siglo X en toda Europa. De planta muy alargada, con casi un kilómetro de perímetro y cuatrocientos metros de eje interior, es la expresión más lograda de fortificación de sierra, construida entre las rocas y adaptada perfectamente al cerro cretácico sobre el que se asienta.

UNA DILATADA HISTORIA
Si bien por su situación geoestratégica Gormaz fue desde tiempos prehistóricos lugar de encuentro de diversas etnias que defendieron estas tierras y fortificaron sus asentamientos, no sería hasta la Alta Edad Media, y más concretamente durante los siglos X y XI, cuando alcanzó su cenit al ser elegido por los califas cordobeses para edificar esta soberbia fortaleza califal, la mayor de las construidas en Occidente. Su edificación bien pronto marcó distancias con relación a otros castillos de la época, llegando a ser, junto con Medinaceli (Soria), el bastión que guardaba y dominaba la frontera califal de la Marca Media establecida en la parte alta del río Duero.
Aunque durante los primeros tiempos de la invasión musulmana Gormaz estuvo considerada por estos ejércitos como codiciado punto estratégico, tanto en cuanto a defensa, como de privilegiada observación, fue con los carismáticos Abd al-Rahman III, instaurador en Córdoba del califato perdido en Damasco, y el conde castellano Fernán González, libertador de Castilla y forjador de la patria, ambos enemigos acérrimos y coincidentes en la primera mitad del siglo X, con quienes esta alcazaba comenzó a pasar a la historia al ser elegida como enclave fundamental para equilibrar la balanza entre invasores e invadidos.
A medida que leoneses y castellanos forzaron el desplazamiento de su frontera hacia el sur, los cordobeses fortalecieron la llamada Marca Media por tierras de Soria y Guadalajara, siendo su centro principal la fortaleza de Medinaceli. Por ello el califa Al-Hakam II (hijo de Abd al-Rahman III) mandó al general Galib reedificar este castillo entre los  años 956 y 966, como baluarte defensivo frente a las acometidas cristianas.
A lo largo de un siglo, Gormaz fue escenario de importantísimos conflictos y enconadas batallas entre musulmanes y cristianos.
En el año 975 castellanos, leoneses y navarros al mando de Ramiro III de León fueron vencidos por las tropas de Galib cuando se encontraban asediándolo sin éxito. Tres años después, en el 978, la suerte sonrió a los castellanos y la fortaleza cayó en sus manos durante seis años, pero fue rápidamente recuperada por los cordobeses en el 983, sirviendo de apoyo para las terribles razzias de Al-Mansur, el azote de la cristiandad, a finales del siglo X.
En el primer cuarto del siglo XI y coincidiendo con la disolución del Califato de Córdoba, pasó de nuevo a manos cristianas, siendo conquistada la fortaleza por el rey Fernando I de León, Castilla y Navarra, comenzando a partir de entonces una repoblación estable. De esta época data la famosa ermita de San Miguel que se encuentra en la ladera del cerro y aproximadamente cuando nació el pequeño pueblo de Gormaz, a los pies del castillo. 

EL CID ARRASÓ GORMAZ
Durante el reinado de Alfonso VI, mientras el monarca regresaba a Toledo en la primavera del año 1081 después de sofocar una rebeldía sarracena, el Cid Campeador se quedó en Vivar aquejado de enfermedad. No obstante, al llegar a sus oídos que los musulmanes habían atacado la fortaleza de Gormaz aprovechando que el rey y los suyos estaban inmersos en otra misión, Rodrigo Díaz sacó fuerzas de flaqueza y, evidentemente indignado, ordenó a su mesnada que atraparan a todos los infieles, arrasando Gormaz sin piedad. Aquella represalia no agradó al rey Alfonso VI, pues consideraba que la fortaleza pertenecía a tierras castellanas bajo su dominio y consideró la algarada una intromisión.
El ataque por sorpresa del Cid se saldó con una victoria absoluta y, además, capturó un importante botín, logrando hacerse definitivamente con Gormaz. Aquel éxito y, sobre todo, la actitud de Rodrigo Díaz, molestó al rey, siempre influido por todos los nobles de la corte, especialmente su brazo derecho, García Ordóñez, quien se había convertido en su acérrimo rival tras haber sido humillado en la batalla de Cabra. Las sugerencias de los magnates, todas con el veneno de la envidia y la maldad, causaron efecto en el rey, quien no tuvo otra alternativa que, tras escucharles, ordenar el destierro para el caballero de Vivar.
Con el transcurso de los años, la importancia estratégica de la fortaleza decreció, perdiendo totalmente su función militar y siendo usada como prisión en tiempos de los Reyes Católicos. Con posterioridad fueron señores de Gormaz diferentes nobles hasta su abandono definitivo, todos los cuales a pesar de las remodelaciones y reformas efectuadas no lograron desvirtuar el aspecto musulmán de la construcción.

RECINTO AMURALLADO
La fortaleza se adapta a la perfección a la meseta sobre la que se asienta. Las murallas se refuerzan con 24 torres, la mayoría de las cuales sobresalen del lienzo, son macizas con terraza en su parte superior, almenadas y con estrechas ventanas -saeteras- para defensa.
Los muros son de sillería a soga y tizón, sobre todo en la parte inferior, siendo el resto de sillarejo.
Originariamente se accedía al recinto a través de la puerta califal en el muro sur, existiendo otras dos entradas menores.
Dentro de sus extensas murallas se alojaba no sólo la tropa, sino también la población civil vinculada a ella, al estilo de las alcazabas andaluzas. La zona militar o castillo interior se encuentra separado del resto por una barrera y foso artificial.

TORRE DEL HOMENAJE
Es la torre de acceso al alcázar. Reconstruida en el siglo XIV, es de estilo mudéjar y tiene puerta doble en codo para dificultar la entrada, obligando a realizar un quiebro. Está protegida por un muro transversal con un foso seco delante.
Conserva en la parte superior tres ménsulas dobles de arte islámico rematadas en modillones de rollos, que sustentaron una ladronera -pequeño balconcillo voladizo con suelo hueco-, para defender la puerta. Dividida en tres plantas y terraza superior, está conectada con la torre de Al-Mansur, en frente, por una galería que discurre por el interior del muro de cerramiento del Alcázar.

EL ALCÁZAR
La fortaleza se encuentra dividida en dos sectores. El alcázar o zona noble es la del este. Constituye el último reducto defensivo del castillo y es el lugar de alojamiento del alcaide o gobernador y personas notables, cumpliendo además funciones administrativas.
Se asienta sobre los restos del primer recinto árabe, modificado casi en su totalidad en los siglos posteriores tras la toma definitiva por parte de las tropas castellanas.
Aquí se encuentran la torre del Homenaje, la torre de Al-Mansur, una serie de dependencias que podrían haber sido una estancia señorial y la sala de armas. También hay un aljibe y una puerta con arco de herradura de salida por el muro norte.

ALJIBE
El Alcázar del castillo se ensancha en su extremo oriental y esta zona fue utilizada para la construcción de un magnífico aljibe construido en sillería y recubierto de hormigón de cal hidráulica para evitar las fugas de agua. Esta cisterna de conservación del agua de lluvia se aboveda con medio cañón.
Al sur del aljibe existe un paso de ronda desde donde se tienen algunas de las más espectaculares vistas del castillo. La visibilidad desde este punto permite también en días claros observar territorios y poblaciones a decenas de kilómetros.

PALACIO CALIFAL Y SALA DE ARMAS
Algunos restos de muros permiten pensar que una de las estancias adosadas al muro norte, junto a la torre de Al-Mansur, pudiera ser una sala palaciega. En este mismo costado, pero en dirección al este hay una gran estancia rectangular que a buen seguro tendría uso como Sala de Armas. Entre ambos espacios se abre una pequeña poterna que permitiría la entrada y salida de forma discreta. Muestra un magnífico arco de herradura. Asimismo, desde este vano se obtienen magníficas vistas de la fortaleza en su costado septentrional, incluyendo la torre de Al-Mansur.

ERMITA DE SAN MIGUEL
Situada sobre la prominente ladera de ascenso al castillo, la antigua parroquia de San Miguel, hoy ermita, se halla en estado de restauración de interiores y pinturas. Posee arco de medio punto en su portada principal y de herradura en la parte trasera.
Sobre la existencia de esta ermita alguna versión la situó en el siglo XI, si bien con posterioridad y según los expertos fue ubicada en el siglo VII, durante el reinado visigodo de Wamba (años 672 a 680).
Durante la época visigoda el arte se reflejó de forma preferente en iglesias de zonas rurales, si bien diferentes construcciones desaparecieron durante la intransigente invasión musulmana.
En esta preciosa ermita existen restos de pinturas en las paredes, hoy sin apenas color y apagadas, aunque en su tiempo debieron estar pintadas de forma brillante. La temática floral estilizada está combinada con elementos humanos, aves (por lo general palomas en abertura de alas), además de un sin fin de formas y figuras muy poco apreciadas debido a su evidente deterioro.
Resulta muy interesante visitar esta ermita de San Miguel, cuyas pinturas proceden de los siglos X y XI, la misma época que las de San Baudelio-Berlanga, y son el orgullo de la vieja y heroica población de Gormaz.
La impresionante fortaleza califal, un bastión inexpugnable en su época, es, sin duda alguna, una auténtica joya de la arquitectura militar árabe de la época medieval.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)