LUJURIA TROPICAL
Ambiente
a ritmo de samba, extraordinarias playas, mujeres de exótica belleza, pasión
por el fútbol, naturaleza salvaje… Brasil es todo eso y mucho más. Uno de los
mayores países del mundo, un gigante dormido que despierta de forma rutilante
en carnaval y provoca una explosión de los sentidos, un calidoscopio
excepcional y multicolor en el que van de la mano el lujo y la pobreza, lo
moderno y lo más ancestral. Un objetivo turístico que, sin duda alguna, fascina
al viajero ávido de sensaciones.
EL ESPLENDOR DE RÍO
Río
de Janeiro es un auténtico reino de la desmesura. Tiene 1.171 kilómetros
cuadrados en donde viven alrededor de seis millones de habitantes, o quizá más.
Cuenta con 250
kilómetros cuadrados de bosques, parques y jardines, 30 kilómetros de
playas, alrededor de 200 hoteles, gran cantidad de centros de televisión, más
de una treintena de teatros, cerca de quinientos centros religiosos, gran
número de entidades bancarias, clubes de yates...
Resulta
poco menos que difícil aglutinar en apenas unas líneas todos y cada uno de los
atractivos de este singular país. Sin embargo, a la hora de efectuar un resumen
con cierto detalle, lógicamente hay que empezar por la región sudeste, la más
desarrollada, la que goza de una mejor infraestructura hotelera y también la
mayor densidad de población, y ¡como no! hay que referirse de inmediato a Río
de Janeiro, la “cidade maravillosa” que
disfruta del privilegio de estar
situada en uno de los marcos más encantadores de todo el planeta, en una franja
de tierra entre el mar y la montaña.
La
bahía de Guanabara, en la que destacan enclaves naturales con relieves muy
contrastados como el Pan de Azúcar o el Corcovado (donde se ubica la conocida y
majestuosa imagen del Sagrado Corazón), impacta enseguida en el turista junto a
un rosario de playas de auténtico ensueño.
Copacabana,
Ipanema, Flamengo, Botafogo, Barra do Tijuca… Hay que descubrirlas, mezclarse
con las gentes, dorarse al ardiente sol y, al mismo tiempo contemplar el espectáculo
que suponen las cariocas rindiendo culto a su cuerpo, llenas de exhuberancia,
gracia y sensualidad. Mujeres de piel morena que cimbrean sus poderosas caderas
mientras sus pechos vibran como si se tratara de un ritual. Ellas son
conscientes de su belleza y lo demuestran con una sonrisa pícara y cautivadora.
Un fenómeno que, por supuesto, polariza la atención del recién llegado, quien
no parece dar crédito a semejante magnificencia y una orgía visual que no hay
que perderse.
Río,
alegre y extrovertida, es una ciudad que nunca duerme, por ello resulta
amplísima la oferta en lo que a ocio se refiere. Pese a que ha perdida buena
parte de su encanto colonial, aún hay algunas iglesias que merecen visitarse
como Nossa Señora da Gloria, Sao Francisco de Penitencia o bien el Monasterio
de Sao Benito, y como contrapunto, la catedral de Sao Sebastiao, toda de
hormigón y cristal y de línea vanguardista.
Ni
que decir tiene, hay que darse una vuelta por Maracaná y si es en día de
partido mucho mejor, para entusiasmarse con los fanáticos aficionados al
deporte rey, considerado en todo el país como poco menos que una religión. Una
recomendación: la vista nocturna desde el Corcovado ofrece una dimensión
extraordinaria sobre Río, un paisaje urbano que resulta inolvidable.
PLAYAS Y MONTAÑAS
Río
es una inmensa ciudad playera, una metrópoli que abraza al mar, al océano
Atlántico a lo largo de kilómetros y kilómetros, invitando al baño
continuamente. Pero también en una urbe rodeada por montes maravillosos que le
dan una perspectiva muy especial.
En
la bahía de Guanabara se encuentra la primera playa importante: Flamengo,
especialmente agradable por el parque colindante. Los domingos suele
convertirse en una cita obligada para los cariocas.
La
siguiente playa es la de Botafogo, de blanca y limpia arena, donde se encuentra
el Yacht Club de Río, lugar donde suelen reunirse embarcaciones de recreo de
todo tipo. Un poco más adelante, antes de llegar a Copacabana, aparece Praia
Vermelha con una amplia vista de colinas e islas. Tiene poco más de un centenar
de metros y está justo debajo del Pan de Azúcar. Son aguas muy tranquilas, casi
sin olas y aptas especialmente para la práctica de la natación.
Símbolo
universalmente conocido de Río de Janeiro, el Pan de Azúcar es uno de los
lugares privilegiados para contemplar la ciudad. Se puede subir en teleférico
hasta su cima donde existe un restaurante. En el anfiteatro del Morro da Urca
por las noches se puede disfrutar de un extraordinario espectáculo de samba.
Leme
y Copacabana constituyen una sola playa de casi cuatro kilómetros de extensión.
En esta playa sensual comienza la llamada orla marítima, el culto al cuerpo. Se
trata de una de las playas más famosas del mundo que, ya sea de día o de noche,
ofrece prácticamente de todo, desde deportes, comercio, hasta prostitución,
según horarios y lugares. Es frecuentada por niños, turistas, familias y, sobre
todo, por los esculturales cariocas, masculinos o femeninos.
Cuando
se llega a Ipanema, resulta inevitable recordar la canción Garota de Ipanema. Tom Jobim y Vinicius de Moraes escribieron sobre
el encanto femenino inspirándose en esta playa que hasta no hace mucho tiempo
estaba de moda. El barrio tiene numerosos sitios de alterne, restaurantes,
discotecas y prestigiosas tiendas.
Lagoa.
Otro de los símbolos de la ciudad es la laguna de Rodrigo de Freitas. Un oasis
de paz cerca de las bulliciosas playas.
Antes
de llegar a Corcovado se encuentra el Jardín Botánico: más de un millón de metros
cuadrados cubiertos por plantas exóticas, palmeras, lagos y rincones
encantados. Fue creado por el príncipe Dom Joao VI en 1808 para introducir en
Brasil especies vegetales de diferentes países del mundo.
Hasta
el Corcovado es recomendable ir en un pequeño tren de cremallera que tarda
veinte minutos en subir, atravesando la llamada Floresta da Tijuca, una especie
de selva tropical que rodea el monte. El famoso Cristo Redentor con los brazos
extendidos corona la cima del Corcovado, desde donde se tienen excelentes
panorámicas del Pan de Azúcar, el Botafogo y toda la bahía de Río.
LA ESENCIA CARIOCA
En
el centro de la ciudad es donde conviven la historia, la arquitectura y la vida
cultural. Para empezar un itinerario histórico nada mejor que partir de un
lugar de encuentro popular, Cinelandia. Una plaza cuyo nombre hace homenaje a
los cines que había aquí y que cuenta con algunos de los edificios más ilustres
de la urbe: el afrancesado teatro municipal, el interesante museo de Bellas
Artes y la Biblioteca Nacional.
El Amarelinho, un bar con terraza, es una institución, al igual que el cercano
café-concierto, Teatro Rival.
En
dirección sur nos encontraos con los Arcos de Lapa, acueducto carioca del siglo
XVIII que transportaba agua, por el que en la actualidad circula el último
tranvía de la ciudad que une el barrio de Santa Teresa con el corazón de Río.
Largo
do Carioca. Esta plaza es un verdadero zoco donde se puede encontrar de todo;
vendedores ambulantes, charlatanes callejeros y todo tipo de construcciones
arquitectónicas. Es aquí donde se encuentra la iglesia más antigua de Río, Sao
Antonio, fundada en el siglo XVII. Las calles de alrededor conservan los
edificios típicos de la ciudad y los comercios más antiguos como la casa Cavé
de té y la lujosa e histórica Confitería Colombo.
Cruzando
la avenida Río Branco, la Wall Street
carioca, se llega a la Praça XV,
el centro histórico de la ciudad, conocida durante la época colonial como Largo
do Paço. Aquí se encuentra el Paço Imperial, que fue la sede del gobierno
colonial portugués, y que actualmente se ha convertido en un centro cultural,
auditorio y centro de exposiciones de arte. También se pueden visitar dos
iglesias barrocas: Nossa Senhora do Carmo, con un esbelto campanario y Nossa
Senhora del Monte do Carmo.
Por
el Arco do Telles, levantado a principios del siglo XVIII, se penetra como a
través del túnel del tiempo, en unas encantadoras calles, reflejo vivo de la
historia de la ciudad. Entre ellas destaca la Travessía do Comercio,
una calle peatonal flanqueada por edificios restaurados del siglo XVIII. La Rua do Rosario nos conduce a
una moderna escultura propiedad de la Galería
Paulo Fernández. Enfrente de estos edificios podemos
descubrir, en la avenida Presidentes Vargas, la majestuosa iglesia de la Candelaria, construida
a imagen y semejanza de San Pedro de Roma y lugar favorito de los ricos y
famosos para casarse.
A TRAVÉS DE LA SIERRA
Y LAS ISLAS
La
belleza de Río no termina en la ciudad. Sus alrededores deparan sorpresas
exóticas para quien quiera conocer el Brasil más carioca. Las islas tropicales
de la bahía y de la llamada Costa Verde y las sierras interiores, como la de
los Organos, resultan el complemento perfecto de una visita a Río.
La
enorme bahía de Guanabara con sus 380 kilómetros
cuadrados, a cuyas orillas se fundó Río, se puede recorrer en barcos de crucero
yen los típicos saveiros, barcos de
pesca que pueden alquilarse con tripulación. En la bahía hay 84 islas, la mayor
de ellas es Paquetá, lugar de veraneo de la clase alta de Río, en la que están
prohibidos los automóviles. Una forma original de recorrerla es en coche de
caballos o bien en bicicleta.
Niteroi,
al otro lado de la bahía, es una pequeña ciudad que ofrece la mejor vista
panorámica de Río. Muy cerca se encuentra la bella playa de Itaipu.
A
unos setenta kilómetros de la capital, en la llamada Costa Verde, comienza la
región de las islas. Son cerca de trescientas con nombres como Itacuruça o
Sororoca. Los hoteles organizan viajes por las islas que incluyen el almuerzo y
que se realizan en los típicos saveiros. La Costa Verde se extiende al sur
de Río, a lo largo de las bahías de Sepetiva e Ilha Grande y hacia el oeste, en
dirección al estado de Sao Paulo. En ella es posible encontrar todavía playas
paradisíacas y magníficas ciudades coloniales como Angra dos Reis y Paratí.
A
241 kilómetros
de Río se encuentra una de las maravillas de esta región: la ciudad colonial de
Paratí, declarada Patrimonio Universal de la UNESCO. Su centro histórico
conserva las casas del siglo XVIII, encaladas y rematadas por cubiertas de
tejas. Las puertas y ventanas están pintadas en colores vivos. Sólo se permite
el tráfico de carretas tiradas por caballos. Al pasear por sus sinuosas calles
empedradas sólo se oye el cantar de los pájaros. Desde la época colonial, la
puerta de hierro de la ciudad se cierra cada noche. Lo mejor para visitar
Paratí es dirigirse primero a la oficina de turismo, situada en la avenida
Roberto da Silveira, donde además de conseguir información, se pueden comprar
artesanías de bambú, paja y maderas típicas de la zona.
Las
sierras situadas al nordeste de la ciudad fueron el lugar de veraneo de Dom
Pedro II y su corte. En la actualidad son todavía uno de los lugares preferidos
de los cariocas que acuden para disfrutar del clima fresco y de la belleza
natural de la zona. Los dos centros principales de veraneo son Petrópolis
-famoso por su Museo Imperial situado en el centro- y Teresópolis. Entre ambas
ciudades se encuentra el enorme Parque Nacional da Serra dos Orgaos, que
comprende 11.000
hectáreas de bosques, riachuelos, cascadas y montañas.
Existen numerosos merenderos y caminos señalizados para la práctica del
senderismo.
Río
de Janeiro y todo Brasil en suma, con un clima excepcional, unas instalaciones
hoteleras de primer orden, una rica gastronomía, naturaleza virgen y unas
playas maravillosas, sin lugar a ningún género de dudas, por derecho propio
tienen bien ganado un lugar de privilegio en la agenda de cualquier viajero.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)