Teruel
y su provincia, la más meridional de las tres que componen Aragón, se sitúa a
caballo entre el valle del Ebro, las tierras de Levante, Cataluña y el centro
de España; por lo tanto, es paso natural entre los mares Cantábrico y
Mediterráneo. Así, Teruel se convierte en un destino cercano y accesible,
perfecto para una escapada.
La
singularidad y variedad de un medio ambiente todavía bien conservado, la
presencia de importantes recursos patrimoniales -algunos reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad- o una rica
gastronomía fundamentada en productos de calidad certificada, son algunos de
los principales y más reconocidos atractivos turísticos de Teruel y su
provincia.
Teruel
se convierte en un enclave imprescindible, especialmente para los amantes del
turismo de interior. Viajar es vivir experiencias diferentes, descubrir -o
redescubrir- gentes y territorios; y es en estos valores intangibles donde
Teruel y su provincia tienen más que ofrecer. Un lugar que mantiene el encanto
de los territorios todavía por conocer y en el que la calidad del entorno, sus
valores paisajísticos y culturales, la singularidad de su oferta patrimonial y
su excelente dotación de equipamientos turísticos están preparados para convertir
la estancia del viajero en una experiencia original y diferente.
ARTE MUDÉJAR : MODELO DE CONVIVENCIA DE CULTURAS
Mudéjar
es la denominación que recibe la población de cultura, tradición y religión
musulmanas que continuó viviendo en sus pueblos y ciudades tras la conquista
cristiana, pero conservando sus usos y costumbres. Excelente artesanos y
constructores, levantaron y decoraron los nuevos edificios cristianos
fusionando los estilos europeos con su tradición islámica. El resultado son
unas obras artísticas originales de valor universal.
Los
materiales empleados en el arte mudéjar son de fácil obtención y bajo coste,
pero de esta sencillez las manos expertas de los artesanos mudéjares supieron
extraer bellas creaciones a base de ladrillos, yeserías, maderas policromadas y
cerámicas vidriadas. Si el esquema constructivo obedece a diferentes estilos
como el románico, gótico, barroco, etc., el mudejarismo es un sistema
constructivo propio que destaca por la riqueza decorativa que cubre muros y
techumbres con elementos de gran plasticidad y extraordinaria belleza.
El
ladrillo, un material abundante y de fácil adquisición, se convierte en el
elemento fundamental de la arquitectura mudéjar. Para los hábiles albañiles
mudéjares, influidos por el tradicional “horror
vacui” del arte islámico, supieron convertir los enormes paños de monótono
ladrillo en singulares obras de decoración con formas geométricas repetitivas:
arquillos entrecruzados (que recibe la denominación de sebka, lacerías y estrellas y elementos vegetales, todo ello
combinado con ventanas de medio punto o arcos apuntados.
El
uso decorativo del yeso parte de la tradición musulmana. Material barato y
abundante, resulta fácil de trabajar y, sobre todo, es muy versátil. Destacan
las decoraciones de celosías y estucos con motivos vegetales, geométricos,
heráldicos y caligrafías de sorprendente riqueza y abundancia que embellecen
todo tipo de elementos arquitectónicos.
Los
artesanos mudéjares alcanzaron gran maestría en el tallado de la madera en
forma de mobiliario y puertas. Pero su obra cumbre son las techumbres policromas.
Técnicamente los alfarjes planos y la armadura a dos aguas aligeraban el peso
de la techumbre. Artísticamente, acogen una fecunda obra de pintura gótica con
motivos geométricos y vegetales característicos de la estética musulmana.
Finalmente,
la tradición artesanal musulmana se plasmó en las creaciones cerámicas cuya
herencia pervive hasta nuestros días en las cerámicas de Muel y de Teruel.
Aplicada a la arquitectura se utilizó para decorar y embellecer los grandes
paños de ladrillo con diversidad de formas: platos, azulejos, barras, círculos
en grupos o formando dibujos.
CINCO MARAVILLAS MUDÉJARES
Teruel
capital reúne cinco auténticas joyas del mudéjar:
Torre de San Pedro (s. XIII).
La más antigua de las torres mudéjares turolenses. La torre-puerta, que permite
la circulación bajo ella, es de planta rectangular. La decoración es a base de
frisos de esquinillas con cilindros cerámicos y de arcos ciegos de medio punto
entrecruzados, así como ventanas de medio punto abocinadas.
La
iglesia es de nave cubierta con crucería simple. Ábside poligonal de cinco
lados con capillas laterales entre los contrafuertes y coro alto a los pies. Se
cubre con bóvedas de crucería sencilla reforzadas por arcos fajones apuntados y
transmite una gran sensación de unidad y amplitud. Tiene adosado un claustro
con cuatro crujías.
Anexo
a la iglesia se encuentra el mausoleo que guarda los restos de los amantes
Isabel de Segura y Juan Diego Martínez de Marcilla, bajo las esculturas de
alabastro de Juan de Ávalos.
Torre de San Martín (s. XIV). Torre-puerta
con estructura de alminar almohade dividida interiormente en tres estancias
superpuestas, que se cubren con crucería sencilla. Está constituida por dos
torres, una envolviendo a la otra, discurriendo entre ambas las escaleras de
acceso al campanario. La decoración externa es a base de fajas de esquinillas
que enmarcan frisos de arcos mixtilíneos entrecruzados, series de lazos y
columnas, flechas y estrellas de cerámica. Se abren ventanas de medio punto
abocinadas de arco apuntado en parejas y grupos de a cuatro.
Torre de El Salvador (s. XIV). Torre-puerta
con estructura de alminar, dividida en tres estancias internas cubiertas con
bóveda de crucería. El primer cuerpo se decora con un paño de arcos mixtilíneos
entrecruzados que apoyan en columnillas cerámicas y se intercalan estrellas
verdes y blancas. En el segundo cuerpo presenta estrellas ochavadas, ajedrezado
de azulejos, dos ventanas de medio punto, recuadros de ladrillo en zig-zag y
arcos mixtilíneos entrecruzados. El tercer cuerpo muestra dos series de
ventanas: las inferiores de arcos apuntados y las superiores con arcos de medio
punto.
Torre, techumbre y cimborio de la Catedral (s. XIII al XVI).
Es un conjunto de gran complejidad, fruto de ocho siglos de existencia. La
torre es de planta cuadrada y estructura cristiana con tres cuerpos y un remate
octogonal, el primer cuerpo se abre con un arco apuntado sobre la calle y
presenta cilindros de cerámica verde; el segundo presenta un friso de arcos de
medio punto entrecruzados y dos ventanas de medio punto. En el tercer cuerpo se
abren dos series de ventanas de medio punto.
La
rica techumbre de madera consiste en una armadura de par y nudillo con tirantes
de vigas dobles apeados en canes. La decoración es abundante a base de motivos
geométricos, heráldicos, vegetales, epigráficos y figurativos (oficios
religiosos, reyes, reinas, caballeros, nobles, santos, etc.) constituyendo una
verdadera enciclopedia de la vida medieval.
El
cimborio es un octógono que presenta ventanales ajimezados con motivos
renacentistas.
Es
una de las construcciones más características del mudéjar en España, y una de
las escasas catedrales, junto con la de Tarazona, construidas en este estilo.
Torre de la iglesia de La Merced (s. XVI).
Torre de tres cuerpos que destaca por su decoración con cruces de múltiples
brazos formando rombos. Si esta torre de la iglesia de La Merced se levantase en
cualquier localidad como elemento único, seguro que figuraría en lugar
predominante en la ruta mudéjar que transcurriese por el lugar, acompañada su
descripción de un gran número de alusiones entusiastas a su aspecto estético,
sobre todo, referidas a su segundo cuerpo. Sin embargo, aquí en Teruel, un
tanto retirada de los otros monumentos, son pocos los que se acercan hasta ella
para verla. Vale realmente la pena dar un paseo y aproximarse hasta el arrabal
de La Merced
para contemplar este interesante elemento mudéjar del siglo XVI.
Fuera
de la capital turolense, el mudéjar se manifiesta en muchas localidades de la
provincia: Muniesa, Montalbán, Olalla, Navarrete del Río, Lechago, Peñarroya de
Tastavins, Báguena, San Martín del Río, etc.
OTROS INTERESANTES ATRACTIVOS DE LA CIUDAD
Al
margen de la ruta mudéjar, en la capital turolense destaca el Torreón de
Ambeles, elemento muy singular de lo que antaño fue el recinto amurallado de la
ciudad. Lo más destacado del mismo es su planta estrellada. Además, las
murallas de Teruel aún conservan distintos torreones: el de San Esteban, el
Rincón, Bombardera o Bombardera. Peor fortuna sufrieron los portales de los que
sólo se conservan el de Daroca y el de San Miguel, también denominado “de la Traición”.
Otro
enclave interesante es el Acueducto-Viaducto de los Arcos. Iniciado en 1537, es
la parte más emblemática de la traída de aguas de la ciudad. Probablemente sea
el principal acueducto renacentista español y la obra más destacada de Pierres
Vedel, que emulará las obras hidráulicas romanas. El manantial del que se toma
el agua, la peña del Macho, está a unos cuatro kilómetros a las afueras de
Teruel. En ese trayecto y bajo la ciudad se articuló un complejo dispositivo de
canalizaciones que comprendía más de 140 arquetas y 11 fuentes. Hasta ese
momento, la recogida de aguas se hacía a través de los llamados Aljibes
Medievales, situados en el subsuelo de la plaza del Torico.
Otro
punto de interés es la iglesia de los Franciscanos, no en balde se trata de uno
de los edificios góticos más destacados de la provincia. Su magnífica sillería
es un perfecto contrapunto al ladrillo mudéjar que preside la práctica
totalidad de las obras públicas del siglo XIV. Iniciada en 1392, consta de
cabecera poligonal y de una nave de cinco tramos cubiertos por bóveda de
crucería sencilla sobre arcos fajones apuntados. En el exterior destacan las
grandes ventanas ojivales con tracería y las dos interesantes portadas.
La
plaza de Carlos Castel, popularmente llamada “plaza del Torico” es el centro
vital de la ciudad. Triagular y alargada, porticada en todo su perímetro, fue
sede, desde época medieval, del mercado y de las casas de los gremios más
ricos. En ella se corrían los toros en las grandes solemnidades. En su centro,
un pequeño toro en lo alto de una esbelta columna, es uno de los emblemas de la
ciudad.
Teruel
forma parte de la muy interesante ruta Camino del Cid, al igual que diversos
pueblos de su provincia (Bronchales, Albarracín, Calamocha, Cella, La Iglesuela del Cid, Mora
de Rubielos, Mosqueruela, Rubielos de Mora, Monreal del Campo, Montalbán, etc.)
en los cuales se conservan vestigios históricos del caballero Rodrigo Díaz de
Vivar (www.caminodelcid.org).
Su
rico patrimonio arquitectónico, además de sus museos, fiestas y tradiciones, su
excelente infraestructura hotelera y ¡como no! su rica gastronomía, convierten
a Teruel y toda su provincia, sin lugar a ningún género de dudas, en un destino
turístico por excelencia.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)