S O R I A



                               ROMÁNTICA Y SEÑORIAL

Tierra alta de Castilla, cuna del río Duero y crisol de la historia antigua y medieval de España, a lo largo de los siglos el paisaje soriano fue ensalzado por grandes poetas como Machado o Gerardo Diego, Unamuno o Gustavo Adolfo Bécquer.
Iglesias, castillos, ermitas, monasterios, casas solariegas y edificios nobles se alzan innumerables a lo largo y ancho de toda la provincia, y se conservan como ejemplos únicos de los más bellos estilos románico, gótico, mudéjar y renacentista. Un compendio artístico que siempre sorprende al viajero.
Al norte se dibujan las cumbres nevadas de los Picos de Urbión, escenario de múltiples mitos y leyendas. Al este despunta majestuoso el Moncayo, mientras en el centro y rodeando la capital tallada por el padre Duero se extiende la llanura horizontal sobre la que se alzan los olmos como espadañas. Sólo al sur se ondula el paisaje para terminar suavizándose a las márgenes del río Jalón, por tierras de Medinaceli.

“ Colinas plateadas, grises alcores,
cárdenas roquedas por donde traza el Duero
su curva ballesta en torno a Soria;
oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río;
tardes de Soria mística y guerrera ” .... así la describía Machado.

Soria, una de las capitales del románico por excelencia, dispone también de todo un abanico de estilos en sus edificaciones civiles y religiosas. El siglo XVI, por ejemplo, contempló una Soria renacentista de insigne pujanza, la Soria de los palacios, junto a la que se destacan obras del gótico o el barroco, eso teniendo en cuenta que han desaparecido lamentablemente algunas iglesias y conventos.
Soria, transparencia de luz, paisaje en el que tienen cabida todas las gamas de colores, una ciudad, como escondida que comienza en San Juan del Duero, cruza después el río y se abre en estrechas callejuelas, oscuras y tortuosas, calles tranquilas y repletas de esa gravedad contemplativa que es la nota dominante en los pueblos castellanos y en las que el recién llegado se pierde en admiración. Y a través de esas angostas calles con especial encanto van descubriéndose sobrias iglesias y monasterios que rezuman el misticismo profundo y sencillo de los templos medievales. Casas que muestran una historia vieja y apretada junto con nobles edificios en los que el paso del tiempo ha ido modelando, desgastando, enriqueciendo la piedra labrada de los pórticos y fachadas, la mística belleza de los retablos, hasta llegar al extremo opuesto, donde la Alameda de Cervantes es el verde colofón de la ciudad.
Soria, durante siglos ha permanecido como dormida en su calma medieval, y hoy cautiva y embelesa, resultando propicia para el recogimiento.
La ciudad está cargada de recuerdos antiguos y recientes. Escritores y poetas como Bécquer, Unamuno, Azorín o Gerardo Diego, primero se enamoraron de ella para después inspirarse y escribir algunas de sus mejores páginas, sin olvidar, por supuesto, a Antonio Machado, cuya sombra se hace patente en calles y plazas, por la ribera del río junto a los álamos.

JOYAS DEL ROMÁNICO
San Juan de la Rabanera, del siglo XII, es una muestra de la peculiar evolución del románico castellano. Tiene influencias bizantinas propias del primer periodo, recuerdos clásicos y tanteos ojivales en las arcadas interiores y en algún ventanal incluso se preludia el gótico. Interesante el tímpano procedente de San Nicolás y el retablo realizado por el pintor Juan de Baltanás y el escultor Francisco de Agreda.
De una solemnidad reposada, a juicio de los expertos, con una geometría perfecta y medida, como no es fácil hallar en el fecundo románico español, la iglesia de Santo Domingo, construida en la segunda mitad del siglo XII, posee quizá la más completa y rica de las fachadas románicas de Soria, la cual, contemplada al sol del atardecer, constituye un espectáculo bellísimo. Su riqueza escultórica es muy notable.
Lamentablemente sólo debemos referirnos a la fachada del templo, pues su interior defrauda como resultado de haber sido objeto de diferentes etapas de construcción. Comenzó siendo iglesia románica de nave única, luego de tres naves y finalmente templo del siglo XVI.
En las inmediaciones del Duero se encuentra la concatedral de San Pedro, antaño Colegiata, y cenobio de clérigos de la regla de San Agustín (1437) de bella portada plateresca. El claustro, de un románico purísimo del siglo XII, con influencias bizantinas y musulmanas, es la muestra más importante de la antigua construcción, sobre la que se levantó en el siglo XVI la actual.
Un lugar que rezuma sosiego y ayuda a recobrar la paz interior, no en balde paseando a través del mismo se experimenta la sensación de que el tiempo se detuvo hace siglos.
En su interior y más concretamente en la capilla de San Saturio, se conserva uno de las mejores obras pictóricas que existen en la ciudad: un tríptico flamenco representando la Crucifixión, fechado en 1559. En la sala capitular del claustro, transformada en museo, se conservan cuadros, ornamentos y objetos de culto de gran valor artístico. Especial interés merecen la puerta de entrada y ventanas de la sala capitular, donde es posible contemplar viejos sepulcros y al propio tiempo observar la asombrosa variedad de los capiteles.
Quizá lo más importante del claustro de San Pedro no sean precisamente los detalles, sino el silencio y el clima de marcado misticismo que lo envuelve, el cual invita al recogimiento y la meditación.
Rara es la plaza o calle donde no se encuentra algún templo. Santa María la Mayor, Nuestra Señora de la Merced (perteneciente al convento donde vivió Tirso de Molina, uno de los dramaturgos más importantes de nuestro Siglo de Oro), la iglesia de los Carmelitas, con espléndida fachada correspondiente al siglo XVI, la del Hospital, San Salvador y Nuestra Señora del Espino, sin olvidar la ermita de la Soledad, la cual merece una mención aparte dado que alberga una de las obras más impresionantes de la imaginería española del barroco. El llamado -Cristo del Humilladero-, talla en madera de fines del siglo XVI.
La también sobria y noble arquitectura civil se halla paralela a la riqueza de la religiosa, así los palacios y casas señoriales abren sus blasonadas puertas a las calles de mayor solera: la calle Real, la de la Aduana vieja, la de Caballeros, el Palacio de Doña Beatriz de Beaumont, donde dicen que se hospedó Santa Teresa, etc.
Capítulo especial para el grandioso palacio de los condes de Gómara, verdadera joya de estilo renacentista, cuya torre de planta cuadrangular domina la ciudad e impone su rotunda silueta sobre los rojizos tejados de la capital castellana.
En la plaza mayor se ubica el edificio de la Audiencia, señorial y humilde al mismo tiempo, construido en un peculiar estilo renacentista, así como la Casa de los Linajes de Soria, actual Ayuntamiento, de la más rancia nobleza soriana.
En la margen izquierda del río, en los aledaños de la ciudad, se levanta uno de los monumentos más originales del arte románico. San Juan del Duero. Antiguo monasterio de Templarios, conserva aún la columnata de su claustro primitivo, de traza románica-oriental, ejemplar único y en extremo complejo del arte español, el cual presenta los cuatro ángulos diferentes, con arcadas de medio punto y de herradura, simbolizando en sus síntesis arquitectónicas la peculiar amalgama de culturas que forjaron la España de la Edad Media.
El interior de la iglesia presenta, asimismo, curiosas innovaciones sobre una base típicamente románica.

CAMINO DE SAN SATURIO
Siguiendo la misma margen del río por el bellísimo paseo de álamos que fue inmortalizado en los versos de Antonio Machado, se ubica la ermita de San Saturio, patrón de la ciudad.

” Los álamos dorados,
álamos en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio.
Chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas
el don del agua cuando el viento sopla…”

La ermita de San Saturio se levanta sobre una peña y al borde de las aguas, en un lugar de auténtico privilegio desde donde pueden observarse unas excelentes panorámicas del verde paisaje soriano.
De planta octogonal, el interior de la ermita está totalmente decorado con pinturas de Antonio Zapata, del siglo XVIII, discípulo de Palomino. El altar es de un riquísimo estilo barroco.
En el camino hacia San Saturio, lugar bordeado de cipreses y muy cerca del llamado monte de las Ánimas, famoso por la leyenda de Bécquer:

“En la noche de difuntos, los esqueletos de los templarios, montados en sus corceles, persiguen a quien intente adentrarse en sus dominios.....”

se hallan las ruinas de la iglesia de San Polo, de las que se conserva el ábside rectangular con dos bóvedas de crucería. Este templo fue antiguo monasterio de los Templarios, pasando con posterioridad a pertenecer a los Hospitalarios de San Juan del Duero al quedar suprimida la orden en 1312.
A partir de San Polo, el Duero se remansa formando un paisaje de indescriptible belleza. Sendero para solitarios, para andar sin prisa y contemplar cuanto hay en derredor. Y desde las orillas del Duero observar en lo alto el castillo.
Las tierras de Soria guardan innumerables restos arqueológicos de antiguas civilizaciones, celtibérica y romana muy especialmente. Las ruinas de Numancia, cerca de la capital, son testimonio de una de las más brillantes gestas de nuestra historia antigua.
A escasos ocho kilómetros de la capital, en dirección norte y sobre un cerro que domina la confluencia del Tera y el Duero, se encuentran los escasos restos de Numancia, antigua pueblo celtibérico célebre por la heroica resistencia que mantuvieron sus habitantes contra el ímpetu de las legiones romanas. Tras más de veinte años de asedio, las cohortes de Escipión hallaron una ciudad desierta, en las que sus habitantes se habían dado muerte antes de caer en manos de sus enemigos. Las ruinas actuales pertenecen en parte a la Numancia reconstruida por Roma después de la conquista, mostrando una disposición urbanística muy regular con calles rectilíneas y casas de firme construcción.
Al respecto, gran interés histórico tiene el Museo Provincial donde se guardan que los hallazgos procedentes de la ciudad de Numancia, con cerámica de distintos estilos decorativos, instrumentos metálicos, otros de hueso y asta, estatuaria de barro y objetos varios de la época romana.
Y más allá del Duero, abandonando Soria por otras rutas castellanas o camino de Aragón, infinidad de pueblos con nombres tan sonoros como evocadores, surcan la geografía austera como orgullosos de haber sido protagonistas de gloriosas páginas de la historia: Almazán, Agreda, Burgo de Osma, Gormaz, Berlanga, Calatañazor…
A la hora de hablar de gastronomía, otro de los múltiples atractivos de esta tierra, Soria y su provincia participan en conjunto de las especialidades de la rica cocina castellana, es decir, de los asados. Existen también otros platos muy peculiares que proporcionan indudable deleite a la hora del buen comer, tal es el caso de la trucha ahumada, los cangrejos a la soriana, la perdiz y codorniz, sin olvidar la ternera a la plancha. Pueden degustarse, asimismo, los alubiones del Burgo de Osma con oreja de cerdo, el chorizo asado, los níscalos a la cazuela y las migas a la pastora. A destacar la exquisita mantequilla de Soria, de gran renombre. Entre los postres ocupan un lugar preferente las mantecadas de Soria y las populares yemas de Almazán.
Baluarte contra los romanos y frontera cristiana en la Reconquista, rincón que atesora infinidad de maravillas arquitectónicas, Soria, austera y señorial, cautiva y seduce al viajero porque vivirla de cerca supone enamorarse de ella.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)