M I L A N



LA CIUDAD DE LEONARDO DA VINCI
 
Milán ejerce de puente entre Italia y Europa, no en balde es una ciudad donde se cruzan muchos caminos. Su situación geográfica explica en gran medida su desarrollo histórico.
Situada en uno de los enclaves más estratégicos de Europa, ha tenido que sortear siempre, con inteligencia e imaginación, las ambiciones de sucesivas potencias invasoras que han intentado, con diferente suerte, hacerse con el destino de esta gran metrópoli lombarda.
¿Qué tiene Milán que no tenga París o Nueva York? Sin duda alguna, no se pueden comparar. Milán se las da de cosmopolita, pero en realidad y, según muchos, es una ciudad muy provinciana. No tiene ni el charme de la capital francesa, ni la estimulante vida de Nueva York, pero tiene sus compensaciones. Es mucho más cómoda y más accesible.
Milán también tiene algo de ciudad incomprendida: la retina suele fijarse en sus fachadas austeras, en sus cielos plomizos, pero poca gente repara en sus increíbles patios, sus recónditos jardines, su secreta vida interior.
Se trata de la mayor ciudad de la Italia septentrional y la segunda ciudad del país. Está ubicada en una de las regiones más desarrolladas de Italia y, como capital económica e industrial tiene el aspecto y las características de una metrópolis moderna, célebres rascacielos, edificios de cristal y metal, grande almacenes, etc. Todo ello sin olvidar que Milán siempre será la ciudad de Leonardo da Vinci.

EL DUOMO Y SUS ALREDEDORES
Lo mejor de la capital de la Lombardía se concentra en la zona comprendida entre el Duomo, centro urbano en todos los sentidos, y la Pinacoteca Brera, pudiendo todo el recorrido hacerse a pie.
Aunque comenzada en estilo gótico en 1396, el Duomo, su impresionante catedral de mármol no fue acabada hasta 1813 por orden de Napoleón. Se puede visitar su solemne interior y subir a las cubiertas desde donde se contempla no solamente una de las mejores panorámicas del centro de la ciudad, sino también las esculturas que coronan el edificio incluida la popular Madonnina.
A espaldas del Duomo se encuentra el antiguo palacio utilizado por los Visconti y, sobre todo, por los virreyes españoles. Fue remodelado en el siglo XVIII y en la actualidad alberga el interesante Museo del Duomo especializado en escultura.
En los alrededores del Duomo se descubre la Piazza Fontana, sorprendentemente uno de los lugares más tranquilos y románticos de la urbe, donde se ubica el palacio arzobispal y una fuente de Piermarini. Siguiendo por el concurrido y comercial Corso Vittorio Emanuele y atravesando la plaza se llega a la misteriosa Piazza Mercantil, un reducto medieval perfectamente conservado donde destaca el elegante Palazzo del Giureconsulti.
De nuevo en la Piazza del Duomo, aparece la entrada a la galería Vittorio Emanuele construida entre 1865 y 1875 por Mengoni. Su planta en forma de cruz, cubierta por una impresionante estructura de hierro y cristal alberga cafeterías, librerías, restaurantes y elegantes tiendas de lujo.
Al otro lado de la galería surge la Piazza della Scala, dominada por el renacentista Palazzo Marini, actual ayuntamiento de Milán, desde donde mejor se contempla la fachada del teatro de la Ópera más famoso del mundo: el Teatro alla Scala.
Vía Omenoni. Muy cerca de allí, detrás de la Vía Manzini, se puede visitar precisamente la casa de este famoso escritor romántico italiano, convertida en museo, para luego contemplar el Palazzo Belgioioso. A un lado del palacio está la minúscula Vía Omenoni, así llamada por las curiosas esculturas de la fachada del palacio diseñado por Leoni en 1565.
En el palacio neogótico donde vivió el coleccionista Poldi Pezzoli puede admirar un ambiente decadente novecentista, su colección de pinturas, sin lugar a ningún género de dudas una de las mejores de la ciudad.
Siguiendo por la animada Vía Brera, donde aún quedan algunas galerías y cafés concurridos por artistas y estudiantes, se alcanza el Palazzo Brera, donde se encuentra la Academia de Bellas Artes y la Pinacoteca más importante de Milán. Aunque el museo está en constante remodelación, contiene algunas de las obras maestras de la pintura italiana, entre ellas las de Bellini, Mantegna, Piero della Francesca y Caravaggio.

PALACIOS, MUSEOS, IGLESIAS…
Leonardo da Vinci vivió en Milán durante una buena parte de su vida, la más fecunda artística e intelectualmente. Su contribución fue fundamental en la Edad de Oro de Milán: la época de los Sforza.
El Castello Sforzesco fue el centro de poder de los Sforza durante el siglo XIV. Allí vivió Leonardo y en la actualidad alberga varios museos. En uno de ellos se expone la Pietá Rondanini de Miguel Ángel.
A poco más de un centenar de metros del castillo está una de las obras maestras del Renacimiento; La última cena del gran Leonardo, que decora el refectorio del monasterio anexo a Santa María delle Grazie, diseñada en parte por Bramante, buen amigo de Leonardo.
Siguiendo la Vía Zenale se llega a uno de los mejores museos científicos de Italia. Prácticamente todo el primer piso está dedicado a Da Vinci, mostrándose reproducciones y dibujos de sus increíbles inventos.
Por la Vía San Vittore se alcanza San Ambrosio, una de las antiguas puertas medievales que permitía el acceso a la ciudad. Una de las torres alberga el curioso y macabro museo de la Inquisición. Justo enfrente aparece el santuario más venerado de Milán al que se accede a través de un impresionante atrio. Se trata de la basílica de San Ambrosio, que está considerada la máxima representación del románico lombardo. Debajo del altar mayor y del espectacular cimborio, se puede ver el cuerpo momificado del santo.
Continuando por la Vía Carducci se llega al Corso Magenta, donde aparece la majestuosa fachada del Palazzo Litta, frente al cual se halla el Museo Arqueológico y el Monasterio Maggiore o de San Mauricio, del siglo XVI. El interior está totalmente decorado por frescos de B.Luini.
La Pinacoteca Ambrosiana, museo y biblioteca al mismo tiempo, guarda en su interior varias obras de Leonardo de primer orden. Muy cerca se encuentra San Satiro, obra maestra de Bramante en la que destaca su dominio del juego de perspectivas, sobre todo en torno al altar.
Un poco alejado de estos lugares se encuentra Ca’Granda o lo que es igual, la Universidad de Milán. Este antiguo hospital de la época de Leonardo, es una de las construcciones más perfectas del Renacimiento italiano.

CAPITAL DE LA MODA Y EL DISEÑO
Milán es, desde hace décadas, uno de los centros internacionales del mundo de la moda y el diseño. La mayoría de los establecimientos de este ramo se concentra en el llamado “Cuadrado de Oro”, enmarcado por las calles Manzini, Monte Napoleone, della Spiga y San Andrea.
Puede decirse que la atmósfera clásica de los elegantes palacios milaneses es el marco indiscutible que los grandes creadores italianos han escogido para desarrollar la gran industria del diseño y la moda.
Atravesando el arco de Puorta Nuova se llega a la Vía Manzini donde, tras austeras fachadas se enconden galerías de arte como la Naviglio, tiendas de lujo como la Casa de Cachemire o Burma, especializada en bisutería que reproduce obras de diseño de grandes creadores.
A pocos metros de la anterior, se alcanza la tranquila y sofisticada Vía Sancto Espirito, donde se encuentran tiendas más pequeñas y especializadas.
En Vía Gesu, con sus grandes palacios representa el centro residencial de este “Cuadrado de Oro”. En ella tiene su casa Versace y se encuentra el famosísimo hotel Tour Seasons.
Para muchos, la Vía della Spiga es la calle más elegante de Milán, ya que en ella se combinan perfectamente tiendas de diseño para el hogar con otras de moda como Armani, Krizia, Erreuno, Marisa, etc. y joyerías como la mítica Bulgari, además de comercios de complementos como Prada, el templo de los bolsos y maletas.
Una de las calles más animadas de la zona es Vía San Andrea, que concentra tiendas de creadores de la talla de Arman, Moschino o Gianfranco Ferré, que se combinan con otros comercios de alimentación y de lujo y algunos establecimientos de lujo.
Vía Montenapoleone, posiblemente el corazón del mundo de la moda, tiene la mayor concentración de tiendas de lujo que se puede encontrar en toda Italia. Aquí están Gucci, Missoni, Valentino, Versace, Húngaro… También joyeros como Buccelati o Faraone y los mejores complementos tanto para hombre como para mujer.
Más discreta que las anteriores, Corso Matteotti destaca por sus tiendas de diseño incluida la famosa Alesi, donde se pueden encontrar los más originales accesorios de cocina firmados por artistas de fama internacional.
Fuera del “Cuadrado de Oro” propiamente dicho, alrededor de la Piazza Santa Babila se dan cita grandes nombres del diseño como De Padova, la mejor tienda de muebles, en el Corso Venecia, y varios establecimientos dedicados a la producción de diseñadores de lujo.
Al norte de la Academia Brera, en el cruce entre la Vía Solferino y la Vía Pontaccio, se concentran una serie de establecimientos de primer orden especializados tanto en el diseño como en la moda y que destacan por sus arriesgadas y originales creaciones.
Milán es, por supuesto, un paraíso para las compras. No sólo es la capital del diseño y la moda, sino que en ella se puede encontrar prácticamente de todo y a todos los precios, ya que existen muchos establecimientos especializados en interesantes descuentos.
Milán lleva varios años renovando y ampliando su oferta hotelera, que está enfocada principalmente hacia el hombre de negocios.
Por lo que respecta a la cocina milanesa, ofrece todos los platos típicos italianos, además de algunas especialidades propias de la región, como es el arroz a la milanesa y el osobuco. También es muy conocida su pastelería, destacando el famoso Panetone.
Reconocida como la indiscutible capital económica de Italia, como el verdadero motor del país, tanto desde el punto de vista cultural como político o social, sin embargo, a menudo se pasa por alto su imborrable y secreta belleza interior.
Resulta difícil competir con el encanto de Florencia, la grandeza de Roma o la originalidad de Venecia, pero el carácter milanés está acostumbrado a vencer retos de forma constante.
A Milán hay que descubrirla poco a poco, sin prisas, intentado traspasar con cautela las exquisitas celosías de madera que separan los luminosos y elegantes patios interiores de la mirada del visitante. En el exterior queda esa continua actividad, ese ritmo trepidante que la diferencia de cualquier otra ciudad italiana. En su interior se descubre no sólo el perfecto equilibrio de una arquitectura clásica, sino también lo más genuino y atractivo de la Italia de siempre.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)