UNO DE LOS MERCADOS MÁS CÉLEBRES DEL MUNDO
Pocos
lugares a lo largo y ancho de Istanbul son tan sugestivos e interesantes, como
perderse a través de este laberinto multicolor que es Kapali Çarsi, el conocido
como Gran Bazar.
Desde
tiempos muy remotos, los espacios cubiertos dedicados al comercio han sido muy
característicos en las ciudades musulmanas. Cuando las grandes caravanas
llegaban a su destino, todos sus integrantes, tanto mercaderes como porteadores
e incluso sus camellos, tenían necesidad de un merecido descanso para reponer
fuerzas, mientras que las mercancías quedaban almacenadas en determinados
lugares (bedestanes), edificios que
se encontraban en el interior de los bazares a la espera de que, con
posterioridad, se procediera a negociar con las mismas.
Los
grandes mercados, a salvo totalmente de las inclemencias climatológicas, eran
el lugar idóneo para efectuar transacciones y vender los productos, estando
dichas estructuras divididas por barrios o gremios (armas, especias, telas,
alfombras, alimentos, pieles, perfumes, cerámicas, joyas, etc.) para una mejor
organización.
Fue
Mehmet Fatih quien mandó construir el Kapali Çarsi tras la toma de
Constantinopla. Al principio sólo un reducido número de tiendas se situaron a
su alrededor, pero con el transcurso de los años fueron aumentando de forma
considerable, creándose sucesivamente una serie de callejuelas cubiertas, las
cuales se sustituyeron por enormes pasadizos bajo arcadas construidas en
piedra, que son las que, en definitiva, constituyen el techo abovedado.
De
alguna forma, los bazares eran y siguen siendo como ciudadelas dentro de una
misma ciudad, un mundo aparte capaz de seducir en grado sumo, enclaves con vida
propia, un entramado de galerías dedicadas a la venta de un amplio y heterogéneo
abanico de mercancías. Dichos lugares bien pronto captaron el interés de los
primeros viajeros que se aventuraron a través de Oriente, y a lo largo de las
últimas décadas ha terminado por cautivar a los modernos turistas ávidos por
realizar sus compras.
Ni
que decir tiene que los bazares fueron los grandes precursores de las
superficies comerciales, los enormes almacenes existentes hoy en día en las
principales urbes occidentales.
El
Gran Bazar de Istanbul fue restaurado entre los siglos XVI y XIX, sufriendo con
posterioridad sucesivas transformaciones a causa de un temblor de tierra y de
los diferentes incendios que le afectaron.
UNA ESTRUCTURA FASCINANTE
Según
un censo bastante fiable, en su interior y repartidos en más de cuatro mil
puestos se ubican casi quinientos orfebres y joyeros, cerca de doscientos
fabricantes de ropa, artesanos diversos y zapateros, aparte de una cifra
superior al centenar de comercios de artículos turísticos, muebles, decoración
y mercaderes de alfombras y kilims,
sin olvidar toda una serie de restaurantes y cafés, entre los cuales cabe
destacar el Havuzlu Lokanta. También se ubican en su interior entidades
bancarias, una oficina de información, los correspondientes aseos e incluso una
mezquita, la Caciraga
Camii.
Sobre
los aspectos de la vida cotidiana de este lugar que transpira fascinación por
los cuatro costados, existen multitud de curiosidades que apuntar.
Conocida
es, por citar un ejemplo, la original tradición solidaria de que ningún
vendedor realiza su segunda venta del día hasta que su vecino no ha hecho la
primera. Algo que se asegura como rigurosamente cierto, aunque cualquier
occidental lo pone en tela de juicio.
En
los comercios de alfombras, el ejercicio de la venta es como un rito, un juego
en el que el comprador es el máximo protagonista, privilegio que le cede
gustosamente el mercader, quien lógicamente nunca pierde dinero. Le ofrece al
cliente la posibilidad de ver cuantas piezas quiera y nunca habrá en él un gesto
de disgusto o desánimo por más que revuelva entre un auténtico montón, siendo
consciente de que en la duda, el visitante puede acabar llevándose dos
alfombras cuando en principio quería sólo una. Entretanto, le ofrecerá un té y
podrá cambiar impresiones con él de temas por completo intranscendentes y
ajenos a la venta, demorando hablarle del precio y llegando como máximo al 30%
de la rebaja si se produce un regateo que, por otra parte, resulta poco menos
que obligado. Si el cliente tarda en decidirse puede ser obsequiado con otro
té, hasta que al final, cuando ambos se ponen de acuerdo, se produce un apretón
de manos indicativo de que la operación ha llegado a buen fin.
Los
joyeros y orfebres, además de los artesanos de cuero y pieles, son los más
numerosos en el Gran Bazar, capaces de realizar cualquiera de ellos mil ofertas
tentadoras y sugestivas para el visitante, aunque no siempre cuanto se anuncia
como auténtico lo es en realidad.
A
primera vista, el mercado parece un laberinto, pero al pasear por él se
advierte de inmediato que sus calles y las plazuelas componen un plano de
rectángulos regulares. Un recinto tan peculiar como es el Gran Bazar resulta,
asimismo, un escaparate extraordinario en el que el simple hecho de observar
constituye todo un espectáculo visual.
A
cada paso surge una nueva sensación, algo capaz de atraer de forma increíble.
Un anciano fumando pausadamente una narguile
en el rincón de un viejo café, mientras contempla indolente cuanto sucede a su
alrededor; una niña tratando de calzarse las babuchas coloreadas que se exhiben
en una tienda; una joven limpiando con esmero una preciosa cimitarra
damasquinada; un grupo de amigos sentados en torno a una mesa saboreando un té
de manzana; unas adolescentes con sus cabezas cubiertas con sendos pañuelos y
los libros bajo el brazo, embelesadas contemplando grabados de miniaturas
otomanas; un limpiabotas dormitando plácidamente y ajeno al bullicio; un hombre
tratando de arrastrar con dificultad una carreta con la más variopinta carga;
dos mujeres jóvenes, nativas aunque vestidas con ropa occidental, susurrándose
entre risas alguna intimidad, o bien un arrogante individuo ataviado con
amplios ropajes blancos y tocado con su turbante, a buen seguro árabe, seguido
por varias mujeres de rostro culto y una chiquillería de diferentes edades,
deteniéndose a observar unos relojes de elevado precio en una joyería. Todo un
mundo multicolor y apasionante en definitiva.
LAS MUJERES EN EL GRAN BAZAR
Hasta
el siglo XIX, el Gran Bazar era todavía uno de los pocos lugares donde se veían
mujeres, y sobre todo el que éstas frecuentaban más asiduamente. Siempre iban
acompañadas de un criado o de un eunuco y completamente tapadas con su velo,
sin dejar al descubierto nada más que los ojos. Sus cabellos estaban igualmente
ocultos por un pañuelo de gasa gruesa.
Théophile
Gautier llegó a describir a estas mujeres
“a quienes sus velos verde manzana, rosa malva o azul cielo, sus yachmaks
opacos y cuidadosamente cerrados y sus botines de tafilete amarillos calzados
en un zueco del mismo color delatan como musulmanas… El vendedor apoyado sobre
un codo, responde con aire flemático a las mil preguntas de las jóvenes que
revuelven las mercancías y ponen la tienda patas arriba”.
Théophile
Gautier también escribió en el siglo pasado: “Los joyeros guardan sus piedras preciosas en cofres o bajo vitrinas
situadas fuera del alcance de los timadores; en estas tiendas oscuras muy
parecidas a puestos de zapatero, abundan increíbles riquezas”.
Hoy
en día los tesoros del Imperio se encuentran en el museo de Topkapi y ya no es
posible encontrar en el Bazar esos magníficos ejemplares del Corán del siglo
XVI transcritos por calígrafos, encuadernados en cuero grabado, decorados al
buril y provistos de solapas.
La
animación en el interior de este singular mercado no decae en todo el día.
EL GRAN BAZAR EN LA ACTUALIDAD
Hubo
una remodelación importante tras el incendio que lo asoló en 1954. Muros,
arcadas y cúpulas se transformaron por completo. Las tiendas están ahora mejor
iluminadas y dotadas de escaparates. Los nombres de algunas calles indican el
tipo de mercancías que allí se venden: calle de los joyeros, de las alfombras,
del cuero, de los pantalones vaqueros, etc.
Una
curiosidad. En Turquía hay pocos fumadores de pipa, a pesar de que el país es
rico en “espuma de mar”. Algunos fumadores aprecian esta piedra calcárea, muy
blanda y ligera que le resta aspereza al tabaco y absorbe la nicotina,
coloreando a la larga cazoleta con diversos tonos de color que abarcan del
marfil al negro intenso. El Gran Bazar cuenta con varios vendedores de pipas
donde el aficionado puede encontrar, junto a un importante surtido de modelos
clásicos, ejemplares sabiamente esculpidos: desde la típica cabeza de turco
barbudo y con turbante, a las garras de águila, pasando por el trineo que se
engancha a los renos. En el Bazar Egipcio de Istanbul los precios suelen ser
más bajos, pero también la calidad del trabajo y de los bloques de espuma es
inferior. En cualquier caso hay que saber que una buena pipa de “espuma de mar”
cuesta aquí mucho menos que en cualquier otro país.
Los
turcos dominan el arte de fumar desde hace siglos, como atestigua el uso del narguile. Bien es verdad que ya ha
pasado la época en que las jóvenes del harén utilizaban estos preciosos objetos
de cristal tallado en los que flotaban pétalos de rosa. En la actualidad el
cigarrillo compite deslealmente con este objeto que puede alcanzar los 120 centímetros de
altura, mientras que el largo tubo de cuero por donde pasa el humo antes de
refrigerarse en el agua supera los dos metros. Aún quedan algunos
establecimientos en Istanbul donde se puede fumar en estas pipas de agua el
sabroso tömbeki, un tabaco que se
cultiva a orillas del mar Negro. Seco y de corte grueso, su intenso aroma se
desprende al consumirse, humidificado y hecho una bola compacta, bajo un trozo
de carbón ardiente sobre un pequeño horno de terracota. El Nargileci de Çorlulu Pasaji es un lugar especialmente selecto para
disfrutar de esta experiencia.
UN RECORRIDO POR LOS ALREDEDORES
Si
resulta muy interesante pasear por el Gran Bazar, no lo es menos recorrer sus
alrededores, donde es posible visitar el impresionante Hammam de Mahmut Pacha, a sólo unos cientos de metros del mercado.
Concluido en 1476, dos años después de la muerte de Mahmut Pacha, es el más
antiguo de la ciudad después del de Gedik Ahmet Pacha. Como la mayoría de los
grandes baños públicos otomanos, éste era doble en un principio, pero el de las
mujeres se demolió para construir un almacén adyacente.
El
barrio de Çuhacilar Hani tiene unas
callejuelas que datan de mediados del siglo XVIII y constituyen un auténtico
laberinto.
Un
tramo de escaleras desde el mismo Gran Bazar, conduce al Sahaflar Çarsisi, o lo que es igual, el mercado de los libros. Un
lugar pintoresco y muy animado donde los bibliófilos pueden hallar tanto obras
antiguas como las últimas novedades. Las librerías están situadas alrededor de
un patio sombreado por un emparrado. Se trata de uno de los mercados más
antiguos de la ciudad, no en balde los primeros libreros se instalaron aquí a
comienzos del siglo XVIII.
Tras
cruzar el mercado de los libros se entra en el conjunto de la Beyacit Camii, que domina una
inmensa plaza, la Beyacit Meydani. Un lugar
apacible donde hay un café con terraza en el que se sirven comidas. El
establecimiento era antiguamente frecuentado por los jenízaros que ocupaban un cuartel próximo hasta 1826, fecha en que
Mahmut II decidió disolver este famoso cuerpo de guardia.
El
conjunto de la Beyazit Camii o
mezquita de Bayaceto no ha cambiado lo más mínimo desde que fuera descrito por
algunos notables viajeros de siglos pasados. Los patios interior y exterior
están rodeados de puestos de todas clases. También hay una cantina popular, un
refectorio y un albergue para viajeros, así como una escuela donde se enseña el
Corán. El patio está cubierto de árboles majestuosos bajo los cuales miles de
personas se ganan la vida vendiendo las mercancías más dispares.
Deambulando
por el Gran Bazar y sus alrededores, se devora el tiempo sin apenas apercibirse
de ello. Resulta sugestivo moverse en medio de un ambiente tan singular,
absorbe los sentidos y, al propio tiempo, ayuda a comprender mejor el porqué
hace siglos controlar el comercio de Constantinopla significaba tanto como
ejercer un dominio absoluto sobre una parte importante del mundo.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)