CON SABOR A CAÑA, TABACO Y RON
Vista
desde el aire, Cuba es una isla de exuberante verde que se mece en las aguas
del Caribe. Ello es debido a que se trata de una tierra de gran fertilidad en
la que abundan los campos en los que crece la caña de azúcar y el tabaco, una
de sus grandes riquezas, pero también donde tienen cabida playas de arena
blanca y pueblos que parecen rememorar su pasado con edificios profusamente
decorados capaces de albergar muchas y
variopintas creencias y culturas.
Cuba
es el alma de un pueblo que vive al ritmo acompasado de la salsa y de unas
gentes, los cubanos, que son los más españoles, norteamericanos y africanos de
toda Latino América. De los españoles influye por supuesto, la lengua, la
enorme herencia arquitectónica de La Habana vieja, así como los ritos y
tradiciones. Con los norteamericanos comparten la fanfarria estridente, las
luces de colores y el hecho de aparentar, mientras que de los africanos han
heredado su más profunda espiritualidad y su inconfundible sentido del ritmo.
Y
en el corazón de Cuba, La Habana, su capital desborda romanticismo y pasión, y siempre sorprende al visitante. Es bella, sensual y decadente al mismo tiempo. Lleva impresas en la piel
marchita las huellas del tiempo, pero es presumida y diario se maquilla de brillantes colores
para tratar de disimular los años y su atormentada historia.
A TRAVÉS DE LA HABANA VIEJA
En
La Habana teóricamente hay igualdad y una sola clase social, pero existen dos
formas de vida completamente distintas: la del turista que llega a la isla y la
del nativo. Para el turista todo es posible, no hay ningún tipo de
restricciones. Es el gran proveedor de divisas. Sin embargo, para el cubano actual,
acostumbrado a resistir, su sentido hedonista de la vida le permite reírse de
las situaciones más difíciles, bailar en la calle si le apetece o disfrutar de
un paseo o una amigable charla en una cantina.
El
centro histórico, considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es el mejor
conjunto de arquitectura colonial de toda América Latina. Plazas, palacios,
soportales de elegantes columnas, iglesias y conventos, representan un paseo
entre la evocación, la magia y el sabor caribeño.
La Plaza de Armas (siglo
XVI) es la más antigua de toda La
Habana vieja, con un aire muy similar al de cualquier plaza
española: un jardincillo rodeado de cafés tradicionales y edificios
monumentales; el Templete neoclásico edificado en el lugar en el que se celebró
la primera misa en la ciudad; el antiguo Palacio de los Capitanes Generales
(culminación del barroco cubano) que alberga el Museo Histórico; el Palacio del
Segundo Cabo, el castillo de la Real Fuerza
(la fortaleza española más antigua de Cuba) y el Palacio de los Condes de
Santovenia, que fue el hotel Santa Isabel.
Los
primeros cien metros de la calle del Obispo han recuperado la fisonomía
colonial, sus adoquines son los mismos de hace tres siglos y los comercios
reproducen los antiguos. A través de esta calle se llega a la Catedral, bello edificio
de la antigua iglesia del seminario de San Carlos y San Ambrosio, la cual
aparece enmarcada por edificios de soportales del siglo XVIII: los antiguos
baños públicos, el palacio de los marqueses de Aguas Claras, la casa de
Lombillo, hoy museo de la
Educación, la casa del marqués de Arcos, la mejor mansión
colonial de La Habana,
y el Museo de Arte, famoso por su colección de vidrieras.
La
calle Empedrado conduce al Palacio Pedroso, un edificio colonial restaurado y a
su vez ocupado por un centro de artesanía, pasando por la famosa Bodeguita del
Medio y por el Centro Cultural Alejo Carpentier.
En
el inicio del Malecón está la fortaleza española que protegía una de las
orillas del canal de entrada a la bahía. Una cadena que lo unía con el castillo
del Morro, al otro lado del canal, servía para cerrar la bahía cada noche.
El
paseo del Prado es un amplio y arbolado bulevar flanqueado por algunos de los
más bellos edificios habaneros del siglo XIX. En el Parque Central, presidido
por la estatua de José Martí, destacan el clásico hotel Inglaterra y el Gran
Teatro.
En
la zona que en su día ocupó la muralla, se sitúan dos museos: el de la Revolución, en el
antiguo Palacio Presidencial, y el de Bellas Artes, separados por el Memorial
Granma donde se guarda el barco en el que Fidel Castro llegó en 1956 para
iniciar la Revolución.
Inspirado
en el de Washington e inaugurado en 1929, se encuentra el Capitolio, cuya
cúpula domina la ciudad con sus más de noventa metros de altura.
Del
Parque Central parten en dirección al centro una serie de largas vías radiales
que antaño fueron calles comerciales.
La Habana
vieja tiene un sabor muy especial y todos sus rincones están rodeados de
misterio y fascinación.
DESDE EL MALECÓN HASTA MIRAMAR
Si
hay un lugar habanero por excelencia éste es el Malecón, un paseo de nueve
kilómetros donde La Habana
se asoma a disfrutar de la brisa del mar. Se trata de una gran avenida que
conduce desde el castillo de la
Punta hasta la desembocadura del río Almendares. Por el
Malecón se pasean perezosamente los habaneros, y en su rompeolas se sientan los
enamorados y los pescadores, gentes que entablan nuevas amistades, beben,
charlan, se divierten… y, por encima de todo, aman la vida.
Al
Malecón se asoman también las bellas casas pintadas de vivos colores, hoy muy
deterioradas, y muchos de los monumentos y grandes hoteles de la ciudad.
Al
sur del Malecón se extiende El Vedado, un barrio de servicios entre la
modernidad de los rascacielos y las antiguas mansiones señoriales. Debe su
nombre a que durante siglos fue una zona de bosque que protegía a la ciudad de
un posible ataque corsario. A principios del siglo XX comenzó a ser urbanizado,
con un trazado octogonal que permite orientarse fácilmente. El edificio más espectacular
de la zona, en lo alto del promontorio de Santa Clara es, sin duda, el hotel
Nacional que abrió en 1930 y forma parte de la historia habanera.
El
inicio de la calle 23 es conocido como La Rampa. Es el centro neurálgico de La Habana, en el que se
suceden las tiendas, salas de cine, restaurantes, hoteles, oficinas de líneas
aéreas y centros oficiales. Aquí también se sitúan dos de los puntos de cita
más habituales de los habaneros: el hotel Habana Libre y la heladería Coppelia,
muy de moda para los extranjeros a raíz de la película Fresa y Chocolate.
En
el centro de El Vedado se encuentra la Universidad. Se
caracteriza por una enorme escalinata presidida por la estatua del Alma Mater.
Al lado, el Museo Antropológico Montané, con una colección de hallazgos
arqueológicos precolombinos cubanos. En los alrededores se encuentran los
edificios del campus, siempre con una intensa y animada vida universitaria.
La Habana
contemporánea tiene su centro simbólico en la gran plaza de la Revolución, donde caben
más de un millón de personas. Es famosa por ser el escenario de los largos
discursos de Fidel Castro a la población cubana. Está presidida por el
monumento a José Martí, héroe de la independencia cubana del siglo XIX (de
dieciocho metros de alto y respaldado por el obelisco de ciento cuarenta y dos
metros). Se trata de uno de los mejores miradores de la ciudad. En esta misma
plaza se encuentran el Teatro y la Biblioteca Nacional,
así como varios ministerios (el del Interior con una enorme efigie del Ché Guevara).
El
Malecón se prolonga hacia el oeste por la elegante 5ª avenida, eje del barrio
residencial de Miramar. Las elegantes mansiones burguesas se han convertido en
tiendas, restaurantes y sedes diplomáticas.
SIGUIENDO A HEMINGWAY
El
famoso escritor Ernest Hemingway llegó a vivir en La Habana desde 1939 hasta
1960. Su fuerte personalidad ha dejado huella en muchos lugares de la ciudad
relacionados con su vida o su obra: su casa, el hotel donde residió y, por
supuesto, sus bares preferidos, que forman hoy parte de una original ruta.
Cuando
Hemingway llegó a la isla se alojó en el céntrico hotel Ambos Mundos. En una
habitación que aún se conserva como la dejó el escritor, escribió varias de sus
más conocidas novelas.
De
este hotel a la Bodeguita
del Medio apenas hay cien metros de distancia. En el mostrador de este antiguo
almacén (bodega en cubano) propiedad de un español, dejó escrito: “Mi daikiri en El Floridita y mi mojito en La Bodeguita”.
Con
su rotunda afirmación, Hemingway ha hecho que saborear sus mojitos se convierta
en poco menos que un rito obligado para los visitantes de la ciudad. Además,
hay que dejar también un recuerdo escrito en las paredes o en las mesas. La Bodeguita del Medio es,
sin lugar a ningún género de dudas, un lugar de culto en La Habana.
El
Floridita era el lugar preferido por el escritor para beber daikiris, y aparece reflejado en alguna
de sus obras. El Floridita se hizo famoso por los combinados que preparaba el
barman catalán Constante Ribalaigua. Todavía en la actualidad conserva el
ambiente de los años cincuenta, con una magnifica barra de caoba y sus
camareros con chaquetas rojas.
La
esposa de Hemingway compró la finca La
Vigía, situada en el pueblecito de San Francisco de Paula, a
unos quince kilómetros del centro de la ciudad y la convirtió en la casa-museo
del escritor. Junto a esta se ubica la casa de huéspedes, la torre de tres
pisos en la que nunca consiguió concentrarse para escribir, la piscina y el
barco que utilizaba para pescar. Es un bello conjunto entre una densa
vegetación. En el museo se conservan sus libros, trofeos de caza, muebles y
objetos que reflejan su personalidad.
Cojimar
es un pequeño pueblo de pescadores cercano a la capital donde Hemingway solía
anclar su yate Pilar. Este fue el escenario que inspiró su obra El viejo y el mar. La plaza del pueblo
está presidida por la estatua del escritor bajo un blanco templete.
Desde
Cojimar hay sólo unos minutos a la primera de las Playas del Este, un extenso
litoral de dunas y palmeras donde acuden a bañarse los habaneros y un número
creciente de turistas de todos los países. El Mégano, Santa María, Boca Ciega,
Guanabo, Jibaloa y El Trópico son todas ellas playas tropicales muy agradables,
pero las más turísticas son las dos primeras, donde existen numerosos restaurantes,
apartamentos, hoteles y tiendas para turistas.
Cuba
no es solamente La Habana, el viajero puede y debe conocer Santiago, la antigua
capital; Cienfuegos, la llamada “perla del sur”; los multicolores carnavales de
Camagüey; la ruta del tabaco desde Pinar del Río; las playas de ensueño de
Varadero o Matanzas, la conocida como la “Atenas de la isla” por su evidente
desarrollo cultural y literario, Cuba es más, mucho más de lo que el recién
llegado imagina.
Hay
quienes comparan, y no les falta razón, a La Habana con una hermosa mujer,
afirmando que es como una hermosa mulata incapaz de disimular su condición
esencial de hembra apasionada y apasionante. Quien la haya conocido, con más o
menos intensidad, no podrá decir jamás que no se ha sentido embrujado por ella,
atrapado por ella.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)