TIERRA DE MARAVILLAS
La
ciudad Ismaelita, cuya belleza sólo es comparable con su gloriosa historia, es,
naturalmente, privilegiada por la diversidad de sus ventajas geográficas.
Meknes, punto de paso obligado entre las llanuras atlánticas y las mesetas del
Oriental, entre el Atlas Medio septentrional y las colinas pre-rifeñas, puede
disfrutarse del esplendor del contraste natural.
Ciudad
Imperial de Marruecos, Meknes, cuya medina está considerada como Patrimonio de la Humanidad, envuelve de magia
a sus visitantes. Una estancia en esta ciudad deja un recuerdo inolvidable,
donde se mezclan el esplendor histórico, la forma de vivir de sus habitantes y
los sabores auténticos.
Encanta
y cautiva por sus amplias defensas, sus imponentes palacios, kasbahs, mezquitas, madrasas, jardines y museos. La riqueza arquitectónica de Meknes
expresa la grandeza de una obra maestra hecha para los amantes de la historia.
Toda
la región es la huerta del reino marroquí por el sabor de sus frutas. Su fértil
suelo produce buenos viñedos y olivares, pero también es tierra de montañas, de
fuentes minerales y de bosques de cedros y robles verdes.
Explorar
Meknes y sus riquezas merece, sin duda, una de las más bellas escapadas.
SIGLOS DE HISTORIA
La
ciudad de Meknes fue fundada en el siglo X por la tribu Zenetes Meknasa que
vino a establecerse en la región, atraída por la tierra fértil, el agua
abundante y el encanto de sus jardines. Conquistada por los Almorávides, fue al
principio un lugar militar (siglo XI) y se desarrolló durante la dinastía
Almohade (siglo XII) y el siglo siguiente con Merinídes. En el siglo XVII,
Meknes ya era próspera.
Es
a finales del siglo XVII y después de la llegada del segundo sultán alauí que la ciudad se clasificó en el
primer rango de las ciudades imperiales. Mulay Ismail le dio un auge
extraordinario.
Su
primer palacio, Dar el Kbira, tiene dos mezquitas y más de veinte edificios.
Dar al-Makhzen presenta una magnífica perspectiva de soportales a cielo
abierto.
El
mausoleo de Mulay Ismail es una medida de la grandeza del sultán: una sucesión
de habitaciones ricamente ornamentadas, un patio decorado con mosaicos, puertas
talladas, fuentes de mármol esculpido, techos de cedro y suelos cubiertos con
alfombras.
EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD IMPERIAL
Atravesada
por el río Boufekrane, dos mundos se miran para contar la historia de esta
Meknes suntuosa. Bab Mansour y Bab Berdaine, dos puertas que se abren sobre
maravillas, hacen de esta ciudad “la capital de las hermosas puertas”.
Sobre
Bab Mansour, la magnífica descripción que de ella hizo Pierre Lotti hace inútil
cualquier comentario: “Las rosetas,
estrellas, enredos interminables, líneas quebradas, combinaciones geométricas
inimaginables que desvían los ojos como un juego de rompecabezas, pero que demuestran
siempre el gusto más ejercitado y el más original, se acumularon aquí con
miríadas de pequeños pedazos de tierra esmaltada a veces en hueco, a veces en
relieve, para dar la ilusión de una tela brochado, tornasolada, reluciente, sin
precio, que hemos tendido sobre esas viejas piedras sólo para romper el
aburrimiento de esas altas defensas”.
Bab Berdaine jugó un
papel importante en la economía de Meknes, concentrando todos los intercambios
comerciales y diplomáticos con el Norte y, por lo tanto, con el extranjero. Es
concebible que Mulay Ismaïl haya dotado la entrada de la Medina de una puerta digna
de los barrios reales.
Las
grandes mezquitas que enriquecen el patrimonio cultural de Meknes le valió el
apodo de “la ciudad de los cien minaretes”.
Heri Souani data de la
época de Mulay Ismaïl, es llamado sin razón “granero” o “caballeriza”. La
leyenda dice que el edificio albergaba hasta 12.000 caballos. De dimensiones
colosales, se compone de 23 buques sostenidos por pilares y arcos. Era también
un lugar de almacenamiento de los productos alimenticios, constituido por diez
salas y de pozo con norias. Los pozos servían para abastecer el edificio y el
estanque y un gran depósito de agua, de ahí el nombre de Dar El Ma (la casa del
agua).
Desde
la terraza del edificio donde fue realizado un jardín, se puede disfrutar de
vistas espectaculares de la cuenca del Agdal y de toda la ciudad imperial. Este
lugar sirvió de decorado para el rodaje de películas internacionales como La última tentación de Cristo y Jesús de Nazareth.
La
Cuenca
del Agdal, gigantesca reserva de agua, irrigaba el harem y
los jardines. Con sus cuatro hectáreas de superficie abastecidas por
canalizaciones subterráneas sobre varios kilómetros, constituía una reserva de
agua potable.
El mausoleo de Mulay Ismaïl,
construido en 1703, es uno de los pocos monumentos religiosos abierto a los no
musulmanes. Una sucesión de patios conduce al patio de las abluciones rodeado
por una columnata. La sala del mausoleo se divide en dos partes, una profana y
otra consagrada. A la derecha, se encuentran las tumbas reales: Mulay Ismaïl
rodeado por los miembros de su familia.
No
lejos de allí, el Pabellón de los Embajadores donde Mulay Ismaïl recibía a las
delegaciones. Un edificio perfectamente conservado donde los azulejos
marroquíes, tallados de estuco y techo de tejas esmaltadas verdes, traducen los
conocimientos técnicos del tiempo.
La prisión de Qara o los
depósitos subterráneos. El edificio subterráneo fue diseñado y utilizado
probablemente como almacén de grano. Una persistente leyenda lo presenta como
una prisión gigante. Se dice que fue realzada por un cautivo portugués a quien
Mulay Ismaïl había prometido la libertad si llegaba a construir una cárcel para
40.000 personas. Se accede al lugar por una escalera con pasos irregulares que
se hunden en el suelo. Un extenso espacio arqueado se abre ante el visitante
débilmente encendido por pequeñas aberturas en el techo. Sólo una parte de las
salas están abiertas al público. Los subterráneos originales alcanzarían los
siete kilómetros de longitud.
EN LAS CALLEJUELAS DE LA MEDINA
Las
murallas de la ciudad se extienden sobre unos cuarenta kilómetros de longitud,
perforadas por veinte puertas fortificadas, torres y bastiones (Bab Lekhmis,
Bab M’Rah, Bab Jamaa Nouar, las ya citadas de Bab Al-Mansour y Bab Berdaine… A
primera vista, la medina aparece como una fortaleza robusta. ¡Meknes sorprende!
Aquí las puertas son obras de arte y los zocos ofrecen un viaje pintoresco e
insólito. Son edificios que desafían el tiempo…
La plaza Al-Hédim es el punto
para descubrir la medina. Esta gran explanada es un paso ineludible para el
acceso a los zocos. El lado meridional de la plaza está bordeado por un mercado
cubierto, en el cual abundan los puestos llenos de aceitunas y limones confitados,
especias, menta…
Dar Jamai, con su
estilo hispano-morisco, el palacio construido alrededor de un magnífico jardín
andaluz es una perfecta muestra de las ricas residencias de las familias
marroquíes en el siglo XIX. Situado en el borde de la plaza Al- Hédim y de la
medina, es ahora el museo regional de la etnografía, donde bordados con hilo de
oro, lozas y antiguas joyas dan una visión de conjunto exhaustiva de los
esplendores pasados del reino.
Nejjarine es la calle
que da acceso a la mayoría de bazares cubiertos, a menudo emparrados o de
cañas. Los artesanos, antes agrupados por actividades en los fondouks, están en pequeños tenderetes
alineados a lo largo de los callejones donde la actividad sigue siendo muy
intensa.
Madraza de Bou Inania. Fue edificada
por el sultán mérinide Abu El Hassan y terminada por su hijo Abu Inan
(1350-1358) que dio su nombre al edificio. Esta obra maestra fue construida
según planos clásicos de la escuela coránica: patio central con pilón rodeado
por una galería y de una sala de oración. Las paredes del patio tapizadas con zelliges (azulejos marroquíes), estuco
cincelado y magníficas esculturas en madera de cedro, ofrecen un ejemplo
maravilloso de decoración morisca.
Vale
realmente la pena perderse por la medina de la ciudad, un lugar donde el tiempo
se detuvo hace siglos.
MEKNES, LA INSÓLITA
Mausoleo
de Sidi Mohamed Ben Aissa, llamado el Jeque El Kamel. Nacido en 1465, fue el
dueño de la hermandad del Aîssaoua. Recorría Marruecos predicando la doctrina
islámica y era conocido en todos los países del norte de África. Su mausoleo se
encuentra en Bab Siba y fue edificado por el sultán Sidi Mohamed Ben Abdellah
en 1776. Sus adeptos organizan un musem
(festival) anual en la época del Mulud
(nacimiento del Profeta).
El
arte Aissaoua. Una de las prácticas fundamentales propias de esta hermandad
religiosa fundada en el siglo XVI es la hadra.
Se trata de una práctica colectiva del trance precedida por cantos religiosos,
y ejecutada durante las fiestas aissaouas.
La hadra dura toda la noche.
Un
auténtico espectáculo nocturno lo constituye la plaza El-Hédim y su gran
mercado. Un lugar que se anima de forma extraordinaria al anochecer acogiendo a
vendedores, acróbatas, narradores y juglares. Se trata del lugar más
frecuentado por los habitantes de la ciudad y todos los visitantes, quienes
viven un ambiente popular, multicolor y, donde cada noche pueden vivirse
experiencias apasionantes.
EL ARTE MEKNASÍ
Con
más de cincuenta mil artesanos, la ciudad y toda su región perpetúa
conocimientos técnicos ancestrales.
Meknes
posee un sello auténtico y específico en el arte de la madera tallada y
pintada, del tejido (alfombras y bordados especialmente), del hierro forjado o
damasquinado, del cuero (marroquinería, encuadernaciones y babuchas)…
El
damasquinado marroquí es exclusivo de la ciudad de Meknes. Este arte delicado
consiste en incrustar en el metal hilos largueros o torcidos en cobre, en plata
o en oro. El trabajo de los artesanos carpinteros es, sin duda, favorecido por
la abundancia y la variedad de las esencias forestales de la región, ya sea la
madera de cedro, thuya, etc…
El
bordado de Meknes es famoso por su punto de cruz apretado, cubriendo grandes
superficies.
En
otro orden de cosas, hay que destacar el malhun,
o lo que es igual, la música preferida por los meknasís. Según los
historiadores, el origen de esta tipo de música se remonta al siglo XII. Ha
sido, no obstante, influenciada a través de los siglos por los ritmos de la
música andaluza y canciones populares.
OTROS PUNTOS DE INTERÉS
En
la región, cabe destacar de forma muy especial dos lugares de interés para el
visitante:
Mulay Idriss. Situada a
una veintena de kilómetros de Meknes y edificada sobre un peñasco rocoso que
domina el valle del río Erroumane, esta tranquila ciudad alberga el mausoleo
del fundador de la dinastía de los Idrissis, quien proveniente de Arabia para
convertir a las poblaciones berberiscas locales al Islam, sigue atrayendo cada
año durante el mes de agosto a millares de peregrinos.
Volúbilis. Antigua
ciudad romana situada sobre las estribaciones del macizo de Zerhun que debe su
nombre a la palabra bereber Ualili, la cual designa a la flor coloreada de la
enredadera, una planta abundante en la región.
Inscrita
en el Patrimonio de la
Humanidad por la
UNESCO en 1997, Volúbilis es el lugar arqueológico más grande
de todo Marruecos con dieciocho hectáreas accesibles al visitante. Aparte de
las edificaciones que se conservan, este enclave debe buena parte de su fama a
los numerosos mosaicos que adornan la mayoría de los restos romanos.
Meknes
es tierra de maravillas, el prólogo para seguir hacia el sur, camino de la
ciudad roja de Marrakech y más allá… Tafilalet, Errachidia, Erfoud, la
fascinación del desierto.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)