VALLES CALCHAQUÍES



 
Salta es territorio argentino habitado por permanentes esplendores, conjugándose en plural geografía, desde la Puna hasta el trópico. Lugares donde el hombre transita alucinado en multitud de sinfonías de valles, montañas, selvas, cumbres nevadas, flores y pájaros en retorno eterno, y tiene sus raíces en la tierra misma. Un nostálgico paraíso en el que la tristeza y la alegría estallan maduras en acentos trascendentes.
Salta, epicentro de Hispanoamérica, es posibilidad infinita y cuna de la fe, esa altísima condición del alma que la acerca al más allá, al cielo y las estrellas.
Por su parte, los Valles Calchaquíes son un sistema de valles y montañas del noroeste argentino que a lo largo de 530 kilómetros se extiende de norte a sur por la región central de la provincia de Salta, extremo oeste de la provincia de Tucumán y región noreste de de la provincia de Catamarca. Están considerados entre los lugares más notables y bellos del país donde se asentaron los indios calchaquíes, dando lugar al desarrollo de una variedad de culturas.

A TRAVÉS DEL NOROESTE ANDINO
La provincia de Salta está situada en el noroeste de la República Argentina. Sus 154.775 kilómetros cuadrados de superficie presentan una gran variedad de espacios naturales en un abanico de paisajes comprendidos entre desiertos de altura en la Puna y los biomas selváticos.
Fundada por Don Hernando de Lerma en 1582, respira aún el aire tradicional de la colonia española. El ayer suntuoso y colorido renace en sus umbrales, y vive sus reminiscencias en antiguos edificios, en casas de soleados patios floridos que adornan artísticas rejas de tracerías.
El espectáculo se repite al transitar por sus caminos y ante la presencia de pueblos olvidados, solos frente a la majestuosidad de panoramas imponentes. Extraña sugestión en la amalgama de costumbres y tradiciones seculares.
Recorriendo sus extensas rutas se observan monumentos históricos, arqueológicos y naturales. Su pasado glorioso revive en construcciones que recuerdan las gestas de Gúemes y Belgrano, y en rutas indígenas como en Tolombón, La Paya, Santa Rosa de Tastil y Guachipas, reliquias que hablan sobre épocas prehispánicas, campo siempre propicio para reavivar la imaginación del viajero.
Quienes buscan escenarios naturales hallan infinidad de panoramas de sorprendente belleza como la Quebrada de las Conchas, los Valles Calchaquíes, Cuesta del Obispo, Quebrada del Escoipe y El Toro, Santa Victoria y el extraordinario complejo del Dique Cabra Corral, sin olvidar Cafayate, Tolombón, Molinos o Angastaco. Soledades y pueblos ante los que uno se queda medroso en la frontera de la palabra, para sólo sentir crecer la tierra, la montaña o el llano, como un ala silenciosa que busca el infinito.
En cualquier lugar de la tierra salteña está el encanto. Valles fértiles y campos florecidos junto a cerros por los que descienden ríos zigzagueantes, elevadas cumbres de nieves eternas, bosques inmensos, exuberante vegetación y poéticas colinas con mil rumores de aguas. Termas de justa fama, lugares adecuados para la práctica de la caza, pesca, equitación o andinismo, así como confortables hoteles que brindan otras tantas tentaciones alternativas al visitante.
La misma ruta abierta para los conquistadores procedentes del Alto Perú, hoy camino consolidado, espera a los viajeros para conducirlos hacia maravillosas latitudes salteñas y procurarles jornadas inolvidables de placer al contacto alentador de su naturaleza pródiga y un pueblo sencillo y amable.
Puede decirse que, sin duda alguna, la provincia de Salta es una tierra habitada por el paisaje.

SALTA, LA LINDA
La fisonomía indiscutiblemente hispana de la capital, destaca sobre el resto de las ciudades del país. Su perfil urbano está delineado por casas de planta baja o de un solo piso, callejuelas y veredas angostas, todo enmarcado en el paisaje por las montañas circundantes.
Caminar a través del entresijo de sus calles significa descubrir a cada paso valiosos exponentes de arquitectura pública y eclesiástica. El convento de San Francisco con sus muros de terracota; la Catedral con su altar laminado en oro que simboliza una monumental custodia; el convento de San Bernardo, que fuera primitiva ermita y después hospital (siglo XVI); el Cabildo histórico, el edificio colonial más antiguo de la ciudad; el Museo Arqueológico; el monumento erigido al máximo poeta y escritor salteño, Juan Carlos Davalos; así como el artístico e imponente consagrado a la memoria del más ilustre hijo de Salta, el general Martín Miguel de Güemes. Todo ello sin olvidar las regias mansiones de Uriburu, Arias Rengel, Leguizamón, Hernández, etc. Que remarcan su carácter tradicional.

LA RUTA DE LOS VALLES
Un inagotable conjunto de atractivos turísticos se asientan en el importante escenario de los valles que fueran antaño dominio de los indios diaguitas y calchaquíes. Sorprende al recién llegado la riqueza arqueológica de la zona: pinturas rupestres, ruinas de pueblos ya desaparecidos, huellas de ritos funerarios que dejaron su testimonio en la faz de esta tierra. Todo salpicado de verde y sepia, de picos nevados, de azul y de oro, y dentro del marco de sus imponentes montañas multicolores, de formas infinitas cuidando como centinelas al tiempo detenido en el pasado.
La zona de los Valles Calchaquíes conserva intacto el espíritu de la colonia; en sus gentes sencillas, herederas de los primitivos y legendarios pobladores, en sus viejos caserones, sus costumbres, su música plañidera en brazos del viento o en sus templos misioneros cuajados de tantas plegarias, los cuales aún conservan imágenes talladas en madera por los indios o traídas de España por importantes familias tradicionales del siglo XVII.
Nunca falta el sol en estos Valles Calchaquíes, dorando todos los días del año las típicas plantaciones de pimiento y de la vid de donde se producen los mejores vinos de Salta. Allí mismo se emplazan sus bodegas que abren las puertas al visitante para invitarle con su refrescante elixir. Este sol que hace al clima tan benigno, permite detenerse en cualquier época del año en los campings de la zona y también disfrutar de los numerosos balnearios.
Entrar en uno de los muchos museos de estos valles es como cruzar a través de un imaginario túnel del tiempo, donde las manos artistas y cuidadosas del arqueólogo mantienen intacto el pasado para ofrendarlo al presente.
Los Valles Calchaquíes son una de las mejores zonas de cultivo de uvas blancas, siendo la más destacada la uva torrontés, tipo de uva que según estudios genéticos es el resultado del cruce de las variedades Moscatel de Alejandría y Criollla Chica (conocida como Missión en Estados Unidos y como País en Chile).
La hostelería de la zona también es típica, ya que brinda al viajero el confort necesario, combinando la usanza costumbrista a su servicio con el marco de la arquitectura colonial.
Y cuando llega la noche a estas tierras, afuera el silencio, el viento, y la soledad de sus habitantes son mudos testigos de algún lamento vagualero y, adentro, en las peñas, el contraste bullicioso de las guitarras, las cajas chayeras, la copla, el vino y la albahaca.

CAMINO DEL SUR
La ruta sureña dirige hacia el parque de Los Cardones, entonces bien pronto surge ante la vista la Quebrada de Escoipe y la cambiante cuesta del Obispo. Lentamente va apareciendo un panorama diferente: el valle Encantado, donde vegas y pastizales de altura cubren el suelo, con frecuencia por numerosos afloramientos rocosos y de gran tamaño.
A pesar de su aridez, la región presenta lugares de una increíble belleza, como la pintoresca y pequeña Cachi, a 187 kilómetros de Salta y a una altitud de 2.280 metros. Tierras asignadas por la Corona española (1673) en carácter de encomienda. Cachi posee una iglesia del siglo XVIII, considerada como una joya de la arquitectura colonial y su museo arqueológico cuenta con piezas de incalculable valor.
Continuando la ruta se llega hasta Seclantás. Viejo caserío que conserva una pintoresca tradición por haber sido cuna de la civilización prehispánica. Más adelante, el sendero conduce a Molinos, lugar excepcional donde resulta aconsejable hacer un alto en el camino. Un paraje rodeado de la más absoluta tranquilidad y cuyo entorno, agreste y silencioso, invita al descanso y la meditación. Es aquí donde permanece intacta la finca donde nació, vivió y murió Don Nicolás Severo de Isasmendi, último gobernador realista de la Intendencia de Salta de Tucumán, cuya momia elaborada por los indios de la zona se conserva en la iglesia declarada monumento histórico nacional en 1945.
La citada finca fue construida en el siglo XVIII y restaurada por la Secretaría de Turismo para convertirla en una acogedora hostería.
Reconfortados el cuerpo y el espíritu, la ruta prosigue hacia Angastaco (a 245 kilómetros de Salta), rodeados de un extraño y a la vez atractivo paisaje similar a la superficie lunar que provoca la fascinación del visitante, quien entre la arena y la mica plateada, va descubriendo formaciones geológicas que permiten dar rienda suelta a la imaginación.
Camino de Cafayate se llega a San Carlos, cuyo primer asentamiento poblacional data del siglo XVI. Habida cuenta de su gran importancia económica y social, contribuyó con hombres y provisiones durante las luchas por la independencia del país. Las factorías de tejidos en telares y la alfarería, constituyen sus recursos más importantes. A destacar su iglesia y museo, amén de disponer de balneario, camping y dique, donde se practica la pesca del pejerrey típico de la zona.
Como punto más importante del recorrido, Cafayate posee una iglesia-catedral de cinco naves, única de éstas características en toda la provincia, además de un museo de Bellas Artes y otro Arqueológico Calchaquí. Ofrece en diferentes puntos interesantes muestras artesanales, no en balde la zona sobresale por la fabricación de tapices, alfarería y piezas de cerámica.
Cafayate posee, además, viñedos y bodegas, aparte de una infraestructura hotelera relevante, pudiéndose practicar la pesca de la trucha en los torrentes próximos.
Interesante una aproximación hasta Tolombón, a escasos kilómetros. Enclave de singular importancia histórica (data del siglo XVII) dado que ofrece pintorescas ruinas de la antigua civilización de los indios tolombones.
De retorno a la ciudad de Salta, lo más destacable, no podía ser de otra forma, es el paisaje, caprichoso e imponente. Alrededor de 60 kilómetros antes de llegar al final del recorrido, se encuentra el acceso al embalse de Cabra Corral, monumental lago que es uno de los lugares de mayor atracción turística, ya que en él pueden practicarse todo tipo de deportes náuticos.
Rodeado de un paisaje de ensueño, Cabra Corral es un pequeño paraíso en esta tierra de Güemes. Una permanente invitación para saturar los ojos de una extraordinaria belleza.
Más allá de Salta, en dirección norte, existen otras rutas que conducen a la frontera boliviana, camino de San Salvador de Jujuy, Purmamarca y la Quebrada de Humahuaca, una tierra insólita y fascinante donde aún hoy es posible la aventura, pero eso ya forma parte de otra historia.

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