MUCHO COUNTRY EN EL OESTE
Los turistas que van a Norteamérica lo
saben ya desde hace mucho tiempo. Oregón es uno de los lugares que más vale la
pena visitar en ese país que no es precisamente pobre en atracciones. Ello es
valedero para las personas más bien pasivas, que sólo buscan distensión y
quieren olvidarse de la rutina cotidiana, allí donde hay mucho “country” (es decir sencillez rústica de vida campestre)
y escaso peligro de tropezarse con el vecino. Las personas activas, por su
parte, encuentran allí un El Dorado para dar rienda suelta a sus ímpetus. Los
montañeros, nadadores, esquiadores, pescadores de caña, jugadores de golf,
piragüistas… A todos ellos les ofrece Oregón una plenitud de oportunidades.
Unos pocos datos indican por qué éste es
un país turístico de posibilidades ilimitadas: con alrededor de 350.000 kilómetros
cuadrados de superficie, existen variedad de paisajes y en la escasa densidad
demográfica se basa la fórmula de Oregón respecto a la libertad, lejanía
aventura y esparcimiento.
Millones de turistas extranjeros suelen
visitar los Estados Unidos, ese país que, en su combinación de infraestructura
perfecta, estándar de prestaciones de servicios y diversidad inagotable de
ofertas turísticas, no encuentran parangón en todo el mundo. Nueva York,
California o Florida siguen siendo objetivos resultantes de nostalgias
extranjeras hacia países lejanos. A este respecto, Oregón prospera a
escondidas, sin embargo, puede competir con otros lugares turísticos mucho más
populares. Aparte de los encantos específicos de sus paisajes, este estado
federado del noroeste ofrece una impresión de tipo más general; las vastas
extensiones de Norteamérica con su enorme variedad no se pueden reducir a unas
pocas imágenes tipificadas. Pues lo que uno considere en algún lugar como
característico de Estados Unidos o de los norteamericanos, puede ser todo lo
contrario en otro lugar del país.
Así, Oregón es también sólo una de las
muchas “otras Norteaméricas”, una faceta del calidoscopio multicolor, en constante
transformación, de una gran nación en la que para el visitante hay infinidad de
cosas por descubrir.
CASI
UN MICROCOSMO
De todos los estados federados de Estados
Unidos, Oregón es sin duda el que corresponde mejor a la idea de “microcosmo de
la nación”. Con excepción de zonas pantanosas y selvas tropicales, allí uno encuentra casi todo tipo de tipografía y
vegetación. Costas marinas, bosques, altiplanos desérticos o fértiles campos de
cereales; todo ello está representado, a menudo de modo impresionante, dentro
de este estado del noroeste junto al Pacífico.
Con mayor frecuencia se ensalza la belleza
de la costa, de 640
kilómetros de longitud, atacada tan violentamente por el
oleaje, que hace parecer errónea la denominación de “Océano Pacífico”. Ante
esta costa hay hasta Hokkaido, al norte del Japón, 9.600 kilómetros
de mar no interrumpidos por ninguna isla, ni arrecife. En esta casi
interminable extensión oceánica se originas innumerables temporales que
producen olas y mareas gigantescas; de ellas, una buena parte ataca la costa de
Oregón.
Ese mar violento causa a menudo
preocupación a pescaderos y marinos. Sin embargo, es un placer irresistible
para turistas y fotógrafos. Las llamadas “chimeneas marinas”, columnas de
acantilado elevadas que se encuentran ante diversos tramos de costa, son
rompeolas naturales que en esos lugares doman las furiosas mareas y dividen el
oleaje en pequeñas corrientes hasta la tierra firme. Entre los acantilados de
los promontorios se alzan innumerables faros a menudo envueltos por la niebla.
Los espesos bosques y las verdes praderas se extienden audazmente hasta los
extremos de los escarpados acantilados.
La reputación de Oregón de ser pródigo en
precipitaciones es especialmente acertada en su zona costera, frecuentemente
cubierta de neblina y nubes. Anualmente caen 250 cm3 de lluvia en la costa y
todavía más en las cordilleras. A pesar de este alto grado de humedad, es
exagerado ese conocido chascarrillo de que “los de Oregón no se ponen morenos
de sol, sino que se oxidan”.
Sin embargo, no toda su costa está
salvajemente recortada: entre Coos Bay y Florence hay unos 60 kilómetros de
dunas. Oregón posee en total más de 400 kilómetros de
playas; algunas de ellas son calas fácilmente protegidas por acantilados y, por
consiguiente, de difícil acceso, otras son llanas y muy extendidas, ideales
para deportistas acuáticos y los que se dedican a recoger madera arrojada a la
costa y conchas de moluscos. La mejor temporada para los bañistas es el otoño,
de días cálidos y tiempo estable, con mucho sol y poco viento.
Repartidos por todo Oregón se encuentran
parques bien cuidados, así como zonas de reposo y esparcimiento (muchas de
ellas cerca de las playas), que proporcionan gran placer a excursionistas y
aficionados al picnic. Como es natural, este estado norteamericano
“especializado en las vacaciones” ofrece una amplia gama de prestaciones de
servicio orientadas al turismo, que abarcan desde lodges exclusivos en el reservado indio, innumerables hoteles o
moteles, instalaciones deportivas (los campos de golf son muy buenos) y
empresas que alquilan todo lo que no se puede llevar en la maleta (incluso una
piragua). hasta otros detalles menos importantes, pero muy agradables, como
servicios informativos telefónicos, cafeterías con lunch-box-service o lavanderías automáticas.
AGUAS,
MONTAÑAS Y ERUPCIONES
La hidrografía de Oregón no es menos
famosa que sus costas marinas. El caudaloso río Columbia que en el norte marca
gran parte de la frontera con el estado federado de Washington, ve frenado su
impetuoso deseo de alcanzar el mar por medio de diversos pantanos y embalses.
En el este, junto a la frontera con Idaho, el Snake River abre en el paisaje
barrancos profundos y estrechos con la audacia de un genio del arte
arquitectónico. En el interior del país, los innumerables ríos, con una plétora
de lagos cristalinos, cascadas estrepitosas y rápidos impetuosos, ofrecen
variedades extraordinarias. Algunos de esos ríos representan un desafío del
agitado líquido elemento a los expertos apasionados del piragüismo. Para el que
quiera economizar sus reservas de adrenalina, también hay muchos lugares de
aguas tranquilas donde poder bogar sosegadamente.
La topografía de Oregón está subdividida
del norte al sur por la cordillera Cascade, encontrándose un tercio del país en
el lado de la costa, al oeste. Esa cordillera es todavía muy joven desde el
punto de vista geológico y su origen volcánico lo indican las fuertes
dislocaciones de la corteza terrestre. El Mount St.Helens, que hizo observar de
modo explosivo su existencia a la prensa internacional, se puede reconocer
claramente desde el norte de Oregón, a pesar de pertenecer ya al estado de
Washington.
La herencia volcánica se presenta sin duda
en su forma más bella en el Cráter Lake. El cráter, de forma casi exactamente
circular, se ha llenado de agua azul oscura; su superficie es como un espejo y
el visitante de inmediato presiente la gran profundidad de este majestuoso lago
volcánico que, no sin razón, se ha convertido en un centro turístico muy
popular.
VIÑEDOS
Y TERRENOS YERMOS, HUERTOS Y BOSQUES
A pesar de que los espesos bosques
oscuros, tan abundantes en las montañas, junto con el turismo y la industria
pesquera representan los pilares económicos de este estado, la fruticultura y
la producción vinícola también tienen gran importancia. Los viñedos, cada vez
más numerosos, en los valles de los ríos Umpqua y Villamette proporcionan vinos
de calidad, entre los que figuran clases como Chardonnay, Riesling y Cabernet
Sauvignon.
Un clima extraordinariamente moderado en
las postrimerías del verano y en otoño (es comparable con el del centro de
Europa) se encarga de que los vinos de Oregón ofrezcan una relación
satisfactoriamente equilibrada entre su acidez y graduación glucométrica. Las
empresas viticultoras, bastante jóvenes y mayormente pequeñas, reciben siempre
gustosamente a los visitantes aficionados al vino.
En la región costera septentrional se hace
posible una agradable combinación de queso y vino, pues en torno a Tillamook se
produce un famoso cheddar. Los visitantes sibaritas se abastecen de queso
y vino producidos allí, los empaquetan junto con pan recién salido del horno y
sabrosos mariscos, y se buscan algún lugar para disfrutar de un inolvidable
picnic. Y el aire puro del mar se encarga de disimular el apetito.
Un placer para la vista es el panorama que
ofrece en primavera el Mount Hood cubierto de nieve (al este de Portland), que
se alza entre un mar de árboles frutales en flor. En esa montaña se celebran
competiciones de esquí incluso en verano.
Al contrario del oeste, rico en
precipitaciones, la parte oriental es bastante seca. Allí, resulta fácil
encontrar extensas instalaciones de riego que hacen posible una agricultura muy
próspera. En cambio, en el rincón sudeste de Oregón predominan los paisajes
áridos, donde los rebaños encuentran amplios pastos delimitados por
cordilleras. Los aficionados a las películas del Oeste creen hallarse de
repente en Arizona o Nuevo México. Sin embargo, sigue siendo todavía Oregón,
con un paisaje sorprendentemente nuevo.
INDIOS
Y BÁVAROS
En Pórtland, la ciudad más grande de
Oregón, el visitante percibe un hálito de austeridad característica de Nueva
Inglaterra. La ciudad fue fundada hace casi doscientos años por emigrantes
yanquis. Por consiguiente, la tendencia política más bien conservadora de este
estado tiene tradición histórica. También el nombre de la única ciudad grande
de Oregón proviene de los emigrantes de Nueva Inglaterra. El hombre que,
echando una moneda al aire, adquirió el derecho de elegir el nombre procedía
casualmente de Portland/Maine. Si la moneda hubiera dado una vuelta más, esa
próspera ciudad situada en la confluencia de los ríos Willamette y Columbia,
sería conocida con el nombre de Boston/Oregón.
También en el interior del país se hace
notar la influencia de Nueva Inglaterra; por ejemplo, se reconoce en el estilo
arquitectónico del hermoso puente cubierto. En el nordeste, este tipo de
construcción era adecuado para mantener el puente exento de nieve, más tarde se
utilizaba incluso en regiones donde nieva raramente.
Al espíritu de individualidad del que se
enorgullecen los habitantes de Oregón, han contribuido ciertamente diferentes
influencias étnicas. Entre los diversos grupos de emigrantes destacaban con
fuerza: británicos de Nueva Inglaterra, franco-canadienses procedentes del
norte y alemanes, principalmente bávaros. Astoria fue la primera colonia, cuyo
origen era un establecimiento comercial de los tratantes de pieles. Allí
predominaban los escandinavos. Más tarde llegaron los vascos, que aportaron al
país su pronunciado talento en la cría de ovejas. Y naturalmente, sin olvidar a
los oriundos del país, los indios de diversas tribus.
Si se toman por base normas europeas, los
indios de Oregón tienen una historia poco larga. Sin embargo, no hay duda de
que contribuido a enriquecer las tradiciones del país. El arte, la artesanía y
la cocina de los indios gozan todavía hoy de popularidad en todo Oregón, y en
muchos festivales se mantienen vivas las costumbres y tradiciones indias.
CELEBRACIÓN
DE FIESTAS
El modo que tiene un país de celebrar sus
fiestas da a conocer algunas características de sus habitantes, estilo de vida
y cultura. En Oregón, el calendario de festividades es muy denso; las fiestas
mismas son apenas espectaculares, pero tienen un encanto rural muy particular.
Ashland, pequeña ciudad universitaria
junto a la frontera californiana, se convierte en octubre de cada año en un
“escenario conmemorativo de la época isabelina de Inglaterra”, cuando se
celebra el conocido festival de Shakespeare. Menos literaria es la popular
fiesta de los “arándanos encarnados” que se celebra un mes antes en Brandon,
con bailes y degustación de esas bayas, en todas las variedades imaginables.
Cada fin de semana se celebra en Brookings
la “fiestas de las azaleas”. Lebanon tiene su “fiesta de las fresas” y Sherwood
se encuentra en julio bajo el signo de Robin Hood. Asimismo en julio, los
leñadores celebran su fiesta en Estacada. En agosto, los habitantes de Tualatín
disfrutan de placeres culinarios con motivo del “festival del cangrejo de río”.
El 4 de julio, Día de la
Independencia, lo celebra Molalla, mediante un “buckeroo histórico” con desfiles, danzas
indias, rodeos y barbacoas. Y así hasta un larguísimo etcétera.
En muchas fiestas, los motivos de la
celebración son de carácter rural antiquísimo. En ellas se expresa realmente
una fuerte compenetración con la naturaleza, que en esos lugares guarda
relaciones muy directas con la vida cotidiana del ser humano. El paisaje de
Oregón no se ha transformado en ningún parque de atracciones para
excursionistas domingueros. Para muchos seres humanos, la vida artificial de
las grandes ciudades se ha convertido en un medio ambiente natural y la
naturaleza ha adquirido dimensiones desconocidas con las que es imposible establecer
relaciones personales.
Oregón ha encontrado un camino que une al
ser humano con la naturaleza en una simbiosis en la que es posible un
aprovechamiento equilibrado del medio ambiente a la vez que la protección del
mismo. De este modo, sus habitantes se dedican a la agricultura, explotación
minera, tala de árboles e industria pesquera. Se viaja a pie o en vehículo por
todo el país, se atraviesan ríos en embarcaciones, se acampa en los pardos y se
recorren en esquí las pistas de nieve. Igual que se “utiliza” la naturaleza por
razones económicas y para el placer del ser humano, también se protege el medio
ambiente mediante leyes inflexibles y controles rigurosos. La población de
Oregón se siente orgullosa de haber salvaguardado en gran medida su hábitat de
los abusos de una sociedad de despilfarro.
En Oregón se recibe muy gustosamente a los
visitantes con una actitud similar respecto a la conservación de las bellezas
naturales. Sin embargo ¿Quién podría ir a Oregón sin sentir nostalgia hacia una
naturaleza lo más intacta posible, ni amor por un paisaje cuya perfección de
formas todavía ha de impresionar a muchas generaciones?
Oregón es mucho más que country en el oeste norteamericano.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)