Primitivamente
conocido como Castelo dos Mouros, las ruinas de un castillo en la colina de San
Jorge se yergue en posición dominante sobre el centro histórico de Lisboa,
proporcionando al visitante una de las más bellas vistas sobre la ciudad y el
río Tajo, por lo que el gobierno portugués hace notables esfuerzos en
conservarlo.
UNA LARGA HISTORIA
Las
investigaciones arqueológicas han sacado a la luz evidencias de una muy
primitiva ocupación humana en la capital lisboeta desde, al menos, el siglo VI
a.C., sucesivamente por fenicios, griegos y cartagineses. Las informaciones
históricas, mientras, se inician en el contexto de la conquista de Hispania por
las legiones romanas, cuando era denominada Olissipo. Sirvió a partir del 139 a.C. como base de
operaciones del cónsul Decius Junios Brutus, contra los núcleos de lusitanos
dispersos tras el asesinato de su líder, Viriato, cuando se admitió que aquí
habría existido por ese motivo algún tipo de estructura defensiva.
Posteriormente,
en el 60 a.C.,
siendo propretor Caio Júlio César, concluyó la conquista definitiva de
Lusitania, y concedió a la población el nombre de Felicitas Julia, y a sus
habitantes los privilegios de la ciudadanía romana.
Durante
las invasiones del Imperio Romano por los bárbaros, de las que la península no
fue inmune, la ciudad fue conquistada por los suevos bajo el mando de Maldras a
mediados del siglo V, y pocos años más tarde por los visigodos de Eurico,
volviéndose definitivamente visigoda bajo el reinado de Leovigildo. Siglos más
tarde, en el siglo VIII, la ciudad cayó bajo dominio musulmán, pasando a
llamarse Al-Ushbuna.
En
el contexto de la
Reconquista de la península, su posesión osciló al aire de
las embestidas cristianas, que la consideraron como algo al margen del río
Tajo. De esa forma, fue conquistada inicialmente por Alfonso II de Asturias, en
la contraofensiva del año 796.
En
esa ocasión la ciudad fue saqueada y las fuerzas cristianas, demasiado
distantes de su base en la región de Entre-Duero-y-Miño, se retiraron
enseguida. Idéntico proceso se repitió en el reinado de Ordoño III de León,
cuando bajo el mando de este soberano la ciudad sufrió severos daños.
Integrante
de los dominios de la taifa de Badajoz, en el amanecer del siglo XII y ante la
amenaza representada por las fuerzas de Yusuf Ibn Tasufin, que oriundas del
norte de África habían pasado a la península con el objetivo de la conquista y
reunificación de los dominios almorávides, el gobernante de Badajoz,
Mutawaquil, lo entregó, junto con el castillo de Santarém y el de Sintra
(primavera del 1093), al rey Alfonso VI de León, teniendo como objetivo la
alianza defensiva, que no se sustentó. Implicado en la defensa de sus propios
territorios, el soberano cristiano no fue capaz de asistir al gobernante moro,
cuyos territorios volvieron a caer al año siguiente, ante los invasores. De
este modo, Lisboa, Santarém y Sintra de nuevo cayeron bajo el poder almorávide.
Lisboa
volvería a ser reconquistada por las fuerzas de Alfonso VI, para volver al
dominio musulmán en el año 1095.
La
fortificación, en este periodo, estaba constituida por la alcazaba de planta
aproximadamente cuadrangular con cerca de sesenta metros de lado, en posición
dominante en lo alto de la colina, defendida por murallas con cerca de doscientos
metros de anchura. Este núcleo, cuyo perímetro corresponde sensiblemente a los
límites actuales del castillo, al este y al oeste los muros descienden hasta el
río, envolviendo a la población y reforzados por torres en donde se abrían las
puertas.
ÉPOCA MEDIEVAL
El
contexto de la Reconquista
cristiana de la península Ibérica, tras la conquista de Santarém, las fuerzas
de Alfonso I de Portugal (1112-1185), con el auxilio de los cruzados normandos,
flamencos, alemanes e ingleses que se dirigían a Tierra Santa, atacaron contra
esta fortificación musulmana, que capituló tras un duro cerco de tres meses
(1147). Rezan las tradiciones que el caballero Martim Moniz, que destacó
durante el cerco, al ver una de las puertas del castillo entreabierta,
sacrificó su propia vida al interponer su propio cuerpo en el vado, impidiendo
su cierre por los moros y permitiendo el acceso y la victoria de sus
compañeros.
Como
muestra de gratitud, el castillo, ahora cristiano, fue colocado bajo la
invocación del mártir San Jorge, a quien muchos cruzados profesaban gran
devoción. Pocas décadas después, entre 1179 y 1183, resistió con éxito a las
fuerzas musulmanas que asolaron la región entre Lisboa y Santarém.
A
partir del siglo XIII, al convertirse Lisboa en capital del reino (1255), el
castillo albergó el Palacio Real. Los terremotos que afectaron a la ciudad en
1290, 1344 y 1356, le causaron grandes daños. En el plano militar, se utilizó
durante el cerco castellano de febrero y marzo de 1373, cuando los arrabales de
la capital llegaron a ser saqueados e incendiados. En ese año se inició la
muralla de Fernando I de Portugal (1367-1383), concluida dos años más tarde.
Durante la crisis de 1383-1385, los arrabales de la ciudad fueron nuevamente
objeto de las embestidas castellanas de las fuerzas de Juan I de Castilla en el
año 1384.
En
sus funciones de Palacio Real, fue escenario de la recepción de Vasco da Gama,
tras descubrir la vía marítima a la
India al final del siglo XV, y de estreno, en el siglo XVI
del Monólogo do Vaqueiro, de Gil
Vicente, primera obra de teatro portugués, conmemorativa del nacimiento de Juan
III de Portugal (1521-1557).
DE LA GUERRA DE
RESTAURACIÓN HASTA NUESTROS DÍAS
Juntamente
con la ciudad, el castillo volvió a sufrir con diferentes terremotos que le
perjudicaron ostensiblemente. En este ínterin, volvió a las páginas de la
historia militar portuguesa en el contexto de la Restauración
lusitana. Su alcaide, Martim Afonso Valente, honrando el juramento de fidelidad
que había prestado, solo entregó la plaza a los Restauradores tras recibir
instrucciones de Margarita de Saboya, duquesa de Mantua, a la sazón Virreina de
Portugal, que le ordenó la rendición en 1640.
La
mudanza de la residencia real a la zona ribereña, la instalación de cuarteles y
el terremoto de 1755, contribuyeron a la degradación del monumento. Clasificado
como Monumento Nacional por Decreto de 16 de junio de 1910, sufrió importantes
obras de restauración en la década de 1940 y al final de la década de 1990, que
tuvieron el mérito de rehabilitar todo el monumento, actualmente uno de los más
visitados por los turistas en la ciudad de Lisboa.
Todo
el complejo en la colina de San Jorge ofrece una visita a los jardines y
miradores, un espectáculo multimedia (Olisipónia),
que realiza un repaso por la historia de Lisboa, además de una cámara oscura (Torre de Ulises), espacio de
exposiciones y salas de reuniones y recepciones (Casa do Governador) y Loja temática a sus visitantes.
CARACTERÍSTICAS
El
castillo defiende la antigua ciudadela árabe o alcázar, abriéndose en sus muros
con almenas de doce portones, siete de ellos por el lado de la iglesia de Santa
Cruz do Castelo. Por el exterior, un paño de muralla da acceso a una torre
barbacana. Dieciocho torres de sustentación refuerzan los muros. Por el Portal Sul,
a través de la rúa de Santa Cruz do Castelo, se accede a la Plaza de Armas.
Se
accede al castillo pasando bajo el Arco de San Jorge. Una vez dentro, se puede
pasera libremente entre sus torres, el patio de armas, los calabozos o la
llamada Puerta de Moniz en la Praça Nova,
llamada así en honor a la antigua tradición que cuenta que, durante el asalto
de los cruzados al castillo, el caballero Martim Moniz realizó la heroicidad
antes mencionada de impedir que los musulmanes cerraran la puerta de entrada, sacrificando
con ello su propia vida.
Como
puntos de interés dentro del complejo se pueden citar: la Torre de Ulises, desde donde
puede observarse una panorámica de la ciudad en 360º gracias al periscopio de
Da Vinci que se encuentra instalado en ella.
Una
forma rápida, cómoda y gratuita de llegar al castillo es a través del elevador
situado en la Baixa.
Se
recomienda realizar un recorrido por los exuberantes jardines, donde puede
pasearse entre patos y pavos reales, además de la posibilidad de obtener unas
extraordinarias vistas de todo el contorno de la fortificación. Desde lo alto
de su muralla, y en un día claro, se obtienen las mejores fotografías de la
capital portuguesa.
Para
terminar la visita, es aconsejable no perderse el pequeño y laberíntico barrio
de Santa Cruz do Castelo con sus casas llenas de flores y fachadas
desconchadas, que rodea al castillo.
Interesante
también una visita al barrio islámico (siglos XI y XII), zona residencial de
las élites que gobernaban la ciudad en la que destacan dos casas, enmarcadas
por tres calles, así como otras edificaciones más sencillas. Además de sus
dimensiones, cabe señalar los remates de revoque pintados y decorados con
motivos geométricos de las paredes de los salones.
El
Palacio de los Condes de Santiago (siglos XV al XVIII) con restos de la planta
baja (zonas de tránsito, trasteros, despensa, cocinas y caballerizas). En este
palacio se aprovecharon partes de las construcciones del antiguo palacio
episcopal, erigido sobre edificaciones de época islámica, la cual abarca desde
el siglo XII al siglo XV.
Resulta
muy interesante la visita al Castillo de San Jorge, uno de los lugares más
emblemáticos de la ciudad de Lisboa.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)