ESPLENDOR DEL ROMÁNICO SORIANO
La pequeña población soriana
de Caracena antaño fue una de las villas medievales cabeza de Comunidad de
Villa y Tierra, con autoridad sobre veinte aldeas, aunque actualmente se ha
convertido en un núcleo casi despoblado que se asienta sobre un macizo calcáreo
a casi 1.100 metros de altitud y a muy escasa distancia de la provincia de
Guadalajara (Sierra de Pela).
El paisaje que rodea la
villa es sobrecogedor por su carácter áspero, abrupto y pedregoso. Sus calles
mantienen su trazado medieval, retorcidas y en distintas direcciones, y un
caserío disperso con viviendas de piedra, madera y tejas.
El relevante pasado de
Caracena queda constatado por su riqueza monumental, como, por ejemplo, los
restos de las murallas medievales de la villa, un puente románico o el potente
rollo jurisdiccional barroco del siglo XVIII (datado en 1738).
No obstante, por lo que es
más conocida la villa de Caracena es por sus dos iglesias románicas (La famosa
iglesia porticada de San Pedro y la más abandonada de Santa María) y, por supuesto,
el extraordinario castillo de antiguo origen pero reedificado en el siglo XV y
que llegó a estar rodeado por dos murallas.
PREHISTORIA Y ÉPOCA ROMANA
Al carecer de antecedentes históricos rigurosos, existe una gran nebulosa sobre la primitiva fortaleza y los primeros moradores de lo que actualmente es la tierra de Caracena. Sin embargo, en un paraje cercano denominado Los Tolmos y en un periodo comprendido entre los años 1500 y 1200 a.C. se encontraron asentamientos de carácter temporal tanto al aire libre como en las cuevas naturales existentes en la zona. Al parecer, en las excavaciones llevadas a cabo se hallaron cerca de un centenar de sepulturas destruidas y sobre diez excavadas en hoyos de inhumación. Si bien es cierto que en un principio se enterraban todos los cuerpos juntos, posteriormente se empezaría a enterrar en fosas excavadas en la tierra (tal vez en unidades familiares) como así se pudo observar en una de las tumbas donde se halló el cuerpo de dos adultos junto a un niño de corta edad. En cuanto a los útiles que se pudieron rescatar (y que hoy se encuentran en el museo Numantino) existen hachas neolíticas de perfil fusiforme, un hachita de bronce perteneciente a la edad de bronce, un pico, puñales, espátulas, agujas, flechas, ajuar, cerámicas y un busto varonil de bronce de unos ocho centímetros.
En tiempos del Imperio Romano el término de la actual localidad de Caracena era parte
integrante del municipio de Tiermes, en el conventus Cluniensi (Tarraconense) ciudad de origen arévaco que fue sometida a Roma por el procónsul Tito Didio
durante su proconsulado en la Hispania Citerior
(97-93 a. C.) y que atesora varios restos arqueológicos de su pasado
romano. Aunque no hay constancia arqueológica de la existencia de un
asentamiento romano -sólo hay una fuente popularmente conocida como romana-, es
de suponer que la zona estuvo dedicada al pastoreo y la agricultura para el
aprovisionamiento. Además era una vía natural de comunicación con el valle del
Duero y Uxama.
EPOCA MUSULMANA - LA RECONQUISTA
Una de las primeras noticias que se tienen, llegó al filo del año 912. Esta zona al sur del Duero es un lugar donde se sucedieron diferentes batallas. Con el fin de asentar esta franja de terreno, el conde de Castilla Gonzalo Fernández de Burgos intentó repoblar la zona. Además de construir una pequeña fortaleza que en el año 939 se fortificaría de nuevo. Los primeros escritos que se han encontrado, en los cuales aparece Caracena, provendrían de la época en que el gran Califa Abderramán III, tras perder la batalla de Simancas (939) huyó de la contienda y tomó como camino de huida la ruta a través de Caracena (por aquel entonces llamada Al Handega) hacia Tarancueña. El conde catellano Fernán González y el Rey Ramiro II de León entonces conocedores de esta posibilidad, mandaron adelantar a sus tropas que apostadas en lo alto del barranco, a la llegadad de los fieles a Abderramán III lanzaron toda clase de objetos contra el ejército musulmán, causando numerosas bajas además de heridas al Califa. Después de esta batalla no volvió a dirigir ninguna otra contienda a pie de campo.
Poco después, para conmemorar la victoria, se levantó una hornacina en honor a la Santísima Virgen María. Sin embargo, años más tarde, durante una de las incursiones sarracenas de que fúe víctima la población, la hornacina sería destruida, posiblemente por el ejercito de Almanzor. Con la llegada de la paz y tranquilidad a esta parte de la península, aseguran se produjo la aparición de la Virgen María y en su honor se levantó una pequeña hermita monasterio.
Posteriormente, durante el califato de Hisham II (976-1009) Almanzor montó una base permanente en lo que hoy es Caracena. Sabedor de la importancia estratégica de esta zona, en su camino hacia Atienza, decidió montar una plaza fija, con soldados y personas que cultivasen la tierra, además de reforzar la fortaleza en el lugar donde se encuentra hoy el castillo (981) y fortificar con murallas la zona. En aquellos años la zona permanecía en guerra más que frecuente. De esta etapa cabe destacar que, en el emplazamiento donde hoy se encuentra Santa María es muy posible que se construyera un lugar para la oración, una mezquita. Además de levantar sendas atalayas en la zona norte (Fuencaliente) y sur (hoy no quedan restos).
EDAD MEDIA
En el año 1061 se produjo la toma definitiva de la plaza y castillo de Caracena por parte de las tropas de Fernando I, rey de Castilla, León y Galicia. De aquí surgió la leyenda del nombre de Caracena, pues la conquista del castillo se produjo durante la cena, estando los habitantes del castillo en una especie de gran fiesta. El bando cristiano entró sin demasiada dificultad y tomó la fortaleza rindiendo así la plaza.
Sobre el año 1080 el rey Alfonso VI de Castilla y León impulsó la repoblación de Caracena y así, llegamos al siglo XII, de auténtico esplendor, en el cual más de treinta aldeas (sexmo de Caracena) pertenecían a la Villa y Tierra de Caracena. De ello se encuentra testimonio histórico en una sentencia del Cardenal Guido de Bolonia quien, en 1136, adjudicó a la diócesis de Sigüenza "Caracena con todas sus aldeas" un total de 239,35 kilómetros cuadrados en el que habitaban 17.000 almas.
En 1137. el Papa Inocencio II ratificó dicho acuerdo. De este modo la Villa pasó a ser arcipestado.
Parece ser que Alfonso VII valoraba la importancia de este lugar, pues sólo dos años después, el 16 de septiembre de 1138, lo recuperó para la corona cambio de la Villa de Serón.
Volvió Caracena a formar parte de las tierras de la diócesis de Sigüenza en 1140, y nuevamente Alfonso VII, en 1146 gestionó el canje de la Villa contraentrega de las salinas de Santiuste y otras propiedades reales. A esta época tambien pertenecen las iglesias de Santa María y San Pedro.
Hacia 1352, figuraba como Señorío de Pedro Ruiz de Villegas, Caballero de la Orden de la Banda (desde 1332), Adelantado Mayor de Castilla y Señor de Cobreces, Villegas, Moñux, y Castillo Pedroso.
En 1366 el Señorío recayó en Pedro de Luna (futuro arzobispo de Toledo) y en 1368 pasó a manos de la Casa de Tovar. Posteriormente, en el contexto de la guerra de Sucesión Castellana entre los partidarios de Juana la Beltraneja y los de los Reyes Católicos, uno de los descendientes, DOn Juan de Tovar, a la sazón involucrado en la defensa de los intereses de doña Juana, fue desposeido del señorío de la Villa. En 1491, los Reyes Católicos hicieron merced a Alfonso Carrillo de Acuña II del señorío de las villas de Caracena e Inés, para recompensarle por el préstamo de 16 millones de maravedíes dado con motivo de la guerra de Granada. De este periodo se conservan en la Real Chancillería de Valladolid varios legajos de los pleitos sostenidos por la comunidad de villa y tierra de Caracena contra su señor Alfonso Carrillo por los agravios cometidos por vasallos. Finalmente en 1499 los Reyes Católicos dictaron ejecutoria por la cual Alfonso Carrillo fué obligado a transmitir la jurisdicción de ésta a su hijo.
RESTOS HISTÓRICOS
Como restos de su esplendor medieval pueden verse todavía algunos paños y cubos de la muralla del siglo XII que circundaba la población; el Puente Cantos, románico de la misma época que las murallas, por donde se ingresaba en el recinto; el rollo barroco fechado en 1738, según inscripción labrada en él, que proclama en el centro de la plaza el antiguo carácter jurisdiccional de la villa; la cárcel, otra indicación del ejercicio de la justicia que allí se practicaba y finalmente el hospital de pobres que todavía luce los despojos de su bien tallada sillería, como la que forma un bonito arco conopial sobre una de sus ventanas. Pero sobre todo lo anterior destacan muy meritoriamente tres realizaciones de su arquitectura militar y religiosa: el castillo (que se encuentra en lamentable situación de abandono) y las iglesias de Santa María y San Pedro.
DOS JOYAS DEL ROMÁNICO
La iglesia de San Pedro de Caracena es de las más afamadas del románico soriano, sobre todo por su bonita galería porticada, así como por la escultura de capiteles y canecillos. El templo se encuentra en
uno de los extremos de la aldea, camino del castillo. Su estructura sufrió
importantes reconstrucciones en los siglos XVII y XIX que afectaron a la nave,
desapareciendo la estructura románica incluyendo sus originales canecillos y la
puerta primitiva. Afortunadamente, en esas obras se mantuvieron intactas la
galería (adosada al costado sur) y la cabecera con sus canecillos. La galería porticada es lo más destacable del templo y una de las más importantes de la provincia soriana. Se compone de un gran arco de entrada sobre haces de cuádruples columnas (uno con los fustes torsionados) y otros cuatro y dos correspondientes a los lados este y oeste respectivamente, sobre columnas dobles. Ess muy probable que en las obras de reconstrucción de la nave tambien se eliminasen algunos arcos..
Todos estos arcos están
perfectamente trazados y van ornados con guardapolvos. Los capiteles tiene
relación con lo silense y muestran un cierto parentesco con Tiermes y
Campisábalos. En ellos se muestra un rico repertorio de animales fantásticos y
reales, como grifos, arpías y una bestia apocalíptica de siete cabezas, además
de escenas de lucha entre caballeros, un lance cinegético de la caza de un
jabalí con perros, la Resurrección de Cristo con el sepulcro vacío y un
encestado.
La magnífica sillería del
muro, lo equilibrado de la estructura global, la esbeltez de las columnas y lo
rico del repertorio silense de los capiteles nos inducen a pensar en la autoría
de un taller muy cercano al que levantó los costados occidentales y meridional
del claustro bajo de Santo Domingo de Silos.
La importancia del pórtico
románico no acaba aquí, pues su corona de veinticinco canecillos nos ofrece
diversos motivos: arpías, dragones, centauros, lances cinégéticos y cabezas de
personas (algunas, posiblemente, de raza africana).
La cabecera de la iglesia de San Pedro esta constituida por un tramo presbiterial rectangular y un ábside de planta semicircular cuya fábrica es de mampostería.
Lo mejor es, sin duda, el
conjunto de canecillos que vuelve a incidir en algunos de los temas ya vistos
en la galería, como una completa escena de caza del jabalí con perros, animales
fantásticos y una curiosa cabeza trifronte. En el otro extremo del pueblo, en el arrabal "de abajo", se ubica una iglesia románica mucho menos conocida que la de Sn Pedro, pero no por ello menos menitória. Se trata del templo de Santa María que conserva casi integramente su estructura medieval: ábside semicircular con bóveda de horno, tramo presbiterial recto y nave única. Parece ser que la torre que se observa a los pies del edificio es de origen anterior.
De Santa María destacan sus
ventanales además de las dos puertas de ingreso. La puerta norte está cegada
pero mantiene unas hechuras muy correctas con tres arquivoltas de medio punto
con variada decoración geométrica: ajedrezados, óvalos estrellas inscritas en
círculos. Los capiteles son vegetales.
El muro meridional se
embellece con dos celosías finamente labradas que, acompañadas de otras dos,
sobre el arco de gloria y en el muro occidental, recuerdan tipologías prerrománicas.
Del interior se debe reseñar
la decoración figurada de los capiteles que soportan dicho arco triunfal, de
factura más tosca que la ventana absidal, y una sencilla pila bautismal.
Dado el abandono muy acusado
que sufre la población de Caracena y lo apartado de la iglesia de Santa María,
este templo ha sido objeto del expolio. Por suerte, el Proyecto Cultural Soria
Románica ha intervenido en ésta y otras iglesias con el fin de su recuperación
y puesta en valor.
Sobre el río Caracena, a las
afueras de la aldea, existió un puente romano que fue reconstruido en época
medieval, probablemente en el siglo XII, con el característico perfil agudo de
"lomo de asno". Está construido, mayoritariamente, con mampostería,
complementada con partes de sillería. Cuenta con un solo ojo de perfecto medio
punto.
El carácter recóndito de
este pueblo lo convierte en uno de los grandes desconocidos de la provincia de
Soria, de ahí que aún resulte más sorpresivo para el visitante encontrarse con
sus maravillas románicas y su castillo rodeado de profundos barrancos, en torno
al cual sólo se mueven águilas y buitres leonados, los auténticos guardianes de
esta ruina medieval de Caracena.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)