Constituido por una cadena de islas
desgranadas en el Pacífico Norte a lo largo de Asia, Japón, es un país que
guarda recónditos secretos y realmente es un gran desconocido.
El lugar donde reina la armonía por
excelencia y donde existe, más que en cualquier otra parte del planeta, una
auténtica fusión de Oriente y Occidente, de lo más moderno y lo más ancestral.
Todo lo que el visitante desea puede encontrarlo en Japón: paisajes
fantásticos, ciudades cosmopolitas, una técnica avanzadísima, antiguas y
modernas obras de arte, multicolores festivales populares y culturales, así
como todo tipo de diversiones para convertir la estancia en algo inolvidable.
Pocos países pueden mostrar tanta
diversidad natural y menos aún la fortaleza de su cultura. Basta con
profundizar un poco para ir descubriendo estímulos incontestables para el
viajero curioso. Desde la tropical isla de Okinawa, al sur, hasta los agrestes
volcanes nevados de Hokkaido, en el extremo norte, Japón exhibe una casi
interminable sucesión de escenarios naturales: bosques boreales que llegan
hasta el mismo océano, cráteres de los que brotan incesantes lenguas de lava y
fuego, playas solitarias encerradas por palmerales y cocoteros…
Los japoneses, celosos guardianes de
sus tradiciones, son protagonistas también de un sinfín de descubrimientos que
han convulsionado nuestra vida cotidiana e impulsores inequívocos de la
revolución científica. Gentes que conocen perfectamente a Gaudí, Picasso, el
flamenco y las corridas de toros, pero que para nosotros constituyen todo un
mundo oculto y sutil, complejo y hasta de difícil comprensión.
Al margen de sus encantos naturales,
sus tradiciones y cultura, si algo sobresale en Japón e impacta de inmediato en
el turista es el ritmo trepidante que se vive algunas de sus ciudades más
importantes. Tokio, la vibrante i enloquecedora capital, es el más claro
ejemplo.
UNA
URBE APASIONANTE
Con sus más de 35 millones de
habitantes, Tokio es una fascinante y caótica urbe donde la novedad siempre va
un poco más allá que en otras metrópolis cosmopolitas. Una paradoja de
contrastes que mantiene un equilibrio en cierto modo enigmático para cualquier
occidental que se asoma a su realidad cotidiana. No es una ciudad que ofrezca
reliquias del pasado o monumentos de la antigüedad, pero significa una
experiencia inigualable. Un lugar donde sumergirse en las actividades, las
emociones y el estilo de vida del Japón actual.
La capital, uno de los centros
financieros más importantes del planeta, ejerce como tal en todos los sentidos:
la cultura, la política, el comercio, la industria, la economía y la
información. Dividida en 23 distritos metropolitanos, además de varias ciudades
satélites y hasta algunas islas desparramadas por el Pacífico al sur de su
bahía, resulta muy difícil definir donde se encuentra el centro neurálgico de
una urbe tan dilatada. En realidad hay muchos centros, cada uno de ellos con
sus características propias. Marunouchi agrupa las oficinas de negocios, Ginza,
Shibuya, Shinjuku e Ikebukuru son distritos comerciales; Roppongi es el centro
de diversiones al que acude, por lo general, la gente joven; y Kasumigaseki es
un conglomerado de departamentos del Gobierno. Y aún es posible enumerar muchos
más.
No obstante, a poca distancia de estos
modernos y rutilantes conjuntos urbanos es posible hallar barrios tranquilos
donde el curso de la vida tradicional del país sigue sin alteraciones.
Tokio no era más que una aldea de
pescadores hasta que Ieyasu Tokugawa, el fundador del Shogunato del mismo
nombre que gobernó el país hasta 1867, decidió trasladar aquí a sus miles de
vasallos junto con sus familias, más la cohorte indispensable de comerciantes,
obreros y artesanos que le siguió. Así se creó el nuevo centro de la vida del
país en 1590. Entonces la ciudad se llamaba Edo y se desarrolló con gran
rapidez. Al filo de 1721 ya contaba con un millón de habitantes y era, lo mismo
que sigue siendo hoy, una de las ciudades más grandes del mundo.
Queda muy poco de los días de los
Shogunes. A lo largo de los siglos los incendios y terremotos han causado mucha
destrucción, al margen de los bombardeos que sufrió en 1945. La mayor parte de
los monumentos de la antigüedad han desaparecido y muchos de los que hoy se ven
son reconstrucciones hechas después de la guerra.
EL
“PARIS DEL LEJANO ORIENTE”
Tokio es una ciudad abigarrada y entre
los lugares de mayor atracción turística se encuentra el Palacio Imperial,
residencia del Emperador, ubicado en el centro de la ciudad. Su recinto está
rodeado de fosos con muros de piedra. La explanada del palacio rodeada de
jardines abiertos al público, constituyen un oasis de paz en el corazón de esta
ruidosa urbe.
El Palacio de la Dieta Nacional es un imponente
edificio de tres plantas con una maciza torre central. Está dividido en dos
partes: la izquierda donde se encuentra la Cámara de Consejeros y en la derecha está la Cámara de Representantes. Merece
visitarse el museo del Parlamento, enfrente del palacio.
Otros puntos de interés son el
Santuario Meiji y el Templo Kannon en Asakusa, dedicado a la divinidad de la Misericordia (el
recinto religioso más antiguo en Tokio y que data del año 645). Asimismo,
llaman especialmente la atención los espacios dedicados a parques y jardines,
todos ellos de gran extensión y muy bien cuidados. La Torre de Tokio con sus 333 metros de altura
(más elevada que la Torre Eiffel
de Paris), así como algunos edificios importantes como el World Trade Center,
el Sunshine o el Kasumigaseki, son excelentes observatorios desde los que
alcanzar excelentes panorámicas de la ciudad.
Un punto y aparte realmente especial
merece la Ginza,
el más antiguo y famoso distrito comercial. Se asegura que el barrio más caro
del mundo (donde tomar una copa de whisky puede costar más de cincuenta euros y
las prostitutas no ofrecen sus servicios durante una noche por menos de
quinientos euros). El área donde se ubican los comercios más elegantes y exageradamente
caros de todo Japón. Ginza es un nombre que aún evoca en algunos europeos
visiones exóticas, pero ya nada queda en él de su pasado ambiente romántico.
Hormigón, granito y cristal forman la arquitectura actual que ha creado
auténticos monumentos al comercio y el consumo. Galerías, tiendas de arte,
restaurantes, lugares de ocio… y por la noche, cuando se encienden los rótulos
de neón, entonces abren los miles de night-clubs,
cabarets, discotecas y bodegas. Un
mundo rutilante, el denominado “Paris del Lejano Oriente”.
En este país del sol naciente y de
forma concreta en su capital, la prostitución es una práctica ilegal, sin
embargo existen hasta cuarenta mil “hoteles del amor”. Los nipones, que tienen
fama de discretos, disciplinados y corteses, disfrutan de las mayores
industrias del sexo. Si el visitante lo que busca es simplemente pasar un rato
agradable con su pareja, una amiga o quien se tercie, en los Love-Hotels puede encontrar el lugar
idóneo para solazarse al amparo de cuatro paredes y de todos los adelantos
técnicos del momento.
Pese a vivir a un ritmo frenético y
despertar pasión y odio a la vez entre los propios japoneses, Tokio es una
ciudad moderadamente ruidosa y contaminada, pero, sobre todo, una de las urbes
más seguras del mundo, no en balde sus índices de delincuencia son bajísimos.
La red de metro y ferrocarriles es
modélica. Los transportes públicos son en general limpios, eficientes, seguros
y económicos, y por lo que hace referencia al alojamiento, la capital dispone
de una amplísima infraestructura hotelera y adaptada a todos los bolsillos. En
cuanto a los restaurantes, Tokio es un paraíso para los amantes de la buena mesa.
FUJIYAMA
A sólo una hora de una de las ciudades
más abigarradas del planeta se halla enclavado el Parque Nacional del Monte
Fuji, un reducto de paz habitado por tranquilos campesinos. Buena parte de sus
creencias y tradiciones giran en torno al volcán sagrado, en cuyas
inmediaciones se hallan cinco hermosos lagos como el Kagawuchi. A pesar de sus
más de cinco kilómetros cuadrados y bastante profundidad, se puede atravesar
por su parte más estrecha merced a un viaducto, aunque también es posible
hacerlo a bordo de las embarcaciones a motor que surcan sus aguas con
regularidad.
Los otros cuatro lagos son el Shoji,
Motosi, Sai y Yamanaka. Este último forma una unidad independiente respecto a
los otros cuatro lagos, ocupa una superficie rodeada de bosques y su escasa
profundidad ha propiciado la aparición de pequeñas playas que suelen acoger a
los turistas.
Cerca del Fuji también destaca el
valle de Owakudani con sus fumarolas y pequeños núcleos urbanos que todavía no
suponen un peligro serio para el equilibrio ecológico de la zona.
Ascender al monte Fuji (3.776 metros
de altitud) es casi un peregrinaje, ya que supone un premio al esfuerzo
individual que se espera lograr al menos una vez en la vida. La primera
ascensión conocida data del año 663 y fue realizada por un monje budista
anónimo. El primer extranjero en subir al volcán fue Sir Rutherford Alcock en
1860.
Al llegar a la cima el panorama que se
divisa es inmejorable. En días despejados se divisa la ciudad de Tokio al
completo y toda su área metropolitana. En primer término aparecen los cinco
lagos que se disponen al pie de la vertiente norte del Fuji, en la provincia de
Yamanashi. Todos ellos forman un arco en el que, como cinco espejos, reflejan
la montaña sagrada.
El monte Fuji es un atractivo cono volcánico
que ha propiciado temas recurrentes en el arte japonés, especialmente en la
pintura, aunque también aparece con frecuencia en la literatura y es lugar de
inspiración de muchos poemas.Rodeado de paisajes de ensueño, el monte Fuji,
todo un símbolo nipón, es un magnífico volcán de forma cónica que, aseguran,
ocupa un lugar muy especial en el corazón de todos quienes lo contemplan y no
sólo por su belleza sino también por su importancia espiritual.
INTERESANTES
ALREDEDORES
Yokohama está situada a 29 kilómetros al
sudoeste de Tokio y es la puerta de entrada al país para los barcos que
proceden de todas partes del mundo. Las instalaciones del puerto son tales que
hacen de esta ciudad un centro marítimo, tal vez el más importante del Japón
oriental y uno de los de mayor actividad en el Extremo Oriente.
Kamakura fue desde el año 1192 hasta
el 1333, la sede del gobierno feudal. Es una bonita ciudad de la costa, famosa
por el Gran Buda, su agradable clima y sus playas serenas que le convierten en
un sitio ideal para vacaciones durante todo el año. Se llega en una hora desde
Tokio.
Hakone, enclavada dentro del Parque
Nacional de Fuji-Hakone-Izu, es célebre por su paisaje montañoso, sus fuentes
termales y sus lugares históricos. Los balnearios de Miyanoshita constituyen el
centro de esta región, a unas dos horas en tren o autobús desde la capital.
Nikko queda a unos 150 kilómetros de
Tokio. La grandiosidad de la naturaleza se combina armoniosamente con la
habilidad arquitectónica humana, como se comprueba en las majestuosas
construcciones del Santuario Toshogu. Unido a esto, el atractivo natural del
Parque Nacional de Nikko, hacen de esta región un centro de excursiones.
Unas recomendaciones antes de concluir
este breve resumen sobre Tokio y sus alrededores. En primer lugar no obviar una
visita al Parque Nacional del Monte Fuji, toda una maravilla.
En segundo lugar, darse un paseo e ir
de compras por la Ginza
o cualquier otro distrito comercial para terminar en un buen restaurante o bien
disfrutar de la denominada Cha-no-yu (ceremonia del té). Y como punto final,
asistir a una representación del famoso y tradicional teatro Kabuki. Género
tradicional del teatro japonés del siglo XVI y uno de los máximos exponentes de
la estética nipona.
La hospitalidad japonesa ofrece siempre
al recién llegado una agradable acogida. Una amabilidad no fingida que hace de
éste un país ideal para descubrir nuevas perspectivas sin margen para
decepciones.
Tokio, el gran coloso asiático, una de
las mayores y más congestionadas urbes del mundo, asombra y cautiva al viajero
y, al mismo tiempo, supone una experiencia inigualable sumergirse en su
ambiente para vivir las emociones y el estilo de vida del Japón actual.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)