CUNA DE MONJES -
TUMBA DE REYES
Situado
en un bello paraje de frondosa vegetación, donde manan fuentes caudalosas y se
alternan las montañas con extensos viñedos y campos de almendros, olivos y
algarrobos, tierra generosa en monumentos medievales, vestigios de una época en
la que las fronteras cambiaban con demasiada frecuencia y los recintos
amurallados eran los únicos lugares protegidos, se encuentra el cenobio de
Santa María de Poblet, auténtica joya del Císter. Un impresionante conjunto
arquitectónico considerado como uno de los reductos monásticos más importantes
de Europa.
Las
órdenes religiosas tuvieron, sin duda, una influencia decisiva en la vida y en
la sociedad medievales, y su gran aportación afectó no sólo al terreno
espiritual, sino inclusive al cultural, científico y artístico.
La
intervención de los monjes benedictinos allá por los siglos X y XI, resultó
determinante, no en balde estuvieron presentes en el nacimiento y posterior
consolidación de los primeros imperios y naciones europeas.
Al
filo del 1098 un nutrido grupo de monjes fundó el monasterio de Citeaux o del
Císter, en Borgoña (Francia), poniendo en marcha un nuevo tipo de vida en
recogimiento, bajo la más estricta austeridad y basado en la regla de San
Benito. Años más tarde, a la muerte del que fuera gran impulsor Bernardo de
Claraval, el Císter constaba de un número superior a las trescientas abadías,
todas ellas diseminadas a lo largo y ancho del continente.
La
expansión benedictina, siempre apoyada por los monarcas carolingios y buena
parte de los condes y nobles del país, vino a coincidir con la época álgida de
la soberanía catalana, cuando se completaba su recuperación territorial y la
reconquista se hallaba en plena efervescencia, más allá de los caminos de
Barcelona, en los campos de Tarragona y al sur de los antiguos reinos o taifas
musulmanes de Tortosa y Lérida.
Fruto
del crecimiento de la Orden, se erigió el monasterio de Santes Creus (1150) al
que siguió Poblet y más tarde Vallbona, siendo este último el que por aquel
entonces aglutinó una mayor relevancia. La vitalidad de estas tres abadías
quedó reflejada en las grandes edificaciones conservadas hasta nuestros días y
que se cuentan entre las más importantes del Císter.
UN RETAZO DE HISTORIA
La
etimología del término Poblet deriva del latín populetum que significa alameda. El lugar fue siempre muy rico en
vegetación y bosques de álamos, lo que dio lugar a que en 1984 fuera declarado
Paraje Natural de Interés Nacional, con 2010 hectáreas y más de cincuenta
fuentes naturales.
Desde
sus comienzos, el monasterio de Santa María de Poblet fue escenario de
privilegio del desarrollo histórico de nuestro país y de una forma más concreta
de la recuperación de la zona mediterránea. Su cronología arranca en 1151,
cuando se realizaban los últimos avances cristianos para llegar hasta la cuenca
del río Ebro, desmantelando algunos puntos importantes para la estrategia
musulmana y tratando de abatir a los que aún resistían en las montañas de
Prades y Siurana para expulsarlos.
Ramón
Berenguer IV, Conde de Barcelona, fue quien hizo donación de unas tierras en la
Conca de Barberá, cerca del río Francolí, a la abadía de Fontfroid, en Francia.
En
1340 Pedro El Ceremonioso mandó crear
un panteón real y nobiliario en el que llegó a haber hasta dieciséis yacentes.
La elección de sepultura iba aparejada a
importantes donaciones: tierras, hombres y dinero. Además, se construyeron
capillas privadas como las de Urgel y Argensola. Los linajes más importantes de
Cataluña se ocuparon del monasterio en gran medida: Condes de Urgel, Cervera,
Cardona, Boixadors y Puigvert.
En
aquel inmenso valle con grandes extensiones dedicadas al cultivo, nacería el
que a través de los siglos se convirtiera en un importante foco de cultura y
espiritualidad: Santa María de Poblet.
La
vida conventual fue en principio exuberante, dedicándose los monjes al trabajo
de la tierra y recibiendo a la vez multitud de donaciones, merced a las cuales
se empezaron a construir las primeras edificaciones: una enfermería, la capilla
de San Esteban y un hospital para pobres.
Los
monjes de Poblet aumentaron, y a la vez fueron compaginando sus tareas de rezo
y estudio con el cuidado de las viñas, la elaboración del vino, la recolecta
del olivo y la explotación en suma de todas sus posesiones agrícolas.
En
1835 el monasterio fue víctima de saqueadores y aventureros desnaturalizados,
motivo por el cual los monjes tuvieron que abandonarlo, siendo los restos
reales llevados a Tarragona. Posteriormente, la Comisión de Monumentos
Históricos se hizo cargo del monasterio y Eduardo Toda promovió en 1930 el
Patronato que, creado por Alfonso XIII, inició la etapa de recuperación de las
partes dañadas de Poblet. Diez años después unos monjes italianos volvieron a
vivir en sus instalaciones y desde entonces no ha cesado la labor de
reconstrucción hasta nuestros días.
UNA MARAVILLA ARQUITECTONICA
El
recorrido por el monasterio se inicia tras rebasar la entrada gótica que da
acceso a la Puerta
Dorada, bello ejemplar de arquitectura castrense, llamada así porque con motivo
de la estancia del Rey Felipe II se doraron las planchas de bronce que la
recubrían. Junto a la puerta y formando ángulo con la misma, se encuentra la
pequeña capilla de San Jorge que mandara construir Alfonso El Magnánimo en acción de gracias por la victoria obtenida en la
toma de Nápoles.
Bajo
la cornisa de matacanes y almenas que le confieren al entorno un aire
estrictamente medieval, aparecen las divisas de Juan II y Fernando El Católico reinantes cuando tuvo lugar
su construcción. En 1493, después de la conquista de Granada y el
descubrimiento de América, los Reyes Católicos acompañados de sus hijos,
realizaron una detallada visita al monasterio.
Tras
contemplar la amplia plaza en la que se ubica la capilla de Santa Catalina
(siglo XII) y los restos del Hospital de los pobres, se llega a la magnífica
Puerta Real, flanqueada por dos torres poligonales, las cuales dan entrada al
recinto protegido por imponentes murallas.
Cruzando
por una enorme puerta, más propia de una fortaleza que de un monasterio, se
accede al claustro mayor, buen ejemplo de transición del románico al gótico y
en el que convergen todas las dependencias monacales entre las que destacan por
su muy especial austeridad, la cocina, refectorio, biblioteca y sala capitular,
que datan del siglo XIII aproximadamente.
La
sala capitular es de proporciones bastante considerables, cubierta con una
magnífica bóveda de crucería. El refectorio lo tienen los monjes en uso
mientras que la cocina (restaurada y amueblada) es un lugar que se visita y
sirve como ejemplo para conocer y aprender cómo eran estas piezas
cistercienses. En el patio y frente al refectorio puede verse el templete del
lavabo, cuya arquitectura es ya del siglo XIV, utilizando unos arcos bellos y
proporcionados.
Este
claustro de Poblet es un rectángulo irregular y sorprende, sin duda, por la
existencia en los ventanales de las galerías de dos estilos diferentes:
románico el de la que corre por el ala meridional junto a la iglesia (e igualmente
el del templete) y gótico las tres restantes.
Desde
el claustro y a través de una pequeña escalera interior se penetra en la
iglesia, de planta basilical y tres naves -la central apuntalada y las
laterales con bóveda de crucería- separadas por pilares cruciformes con
semicolumnas adosadas de las que arrancan los arcos torales. La cabecera tiene
un ábside central y un elegante deambulatorio con varias capillas que la
apartan de la sobriedad propia de los modelos más característicos del arte
cisterciense.
Las
siete capillas situadas entre los contrafuertes de la nave de la Epístola, al
igual que el bello cimborio octogonal, restaurado, se construyeron en el siglo
XIV. Preside el presbiterio un refinado retablo renacentista de alabastro
realizado por el escultor Damián Forment (1527-29) a instancias del abad Pedro
Caixal durante el reinado de Carlos I.
Después
de la exclaustración de 1835, este retablo sufrió destrozos y desperfectos. En
1940 se procedió a su restauración.
La
primitiva sacristía se ubicó en el emplazamiento de la capilla que durante un
tiempo sirvió a los monjes mientras se construía la primera parte del gran
templo. Es del siglo XII hecha de piedra de sillería, cubierta con bóveda de
cañón apuntada.
La
sacristía nueva es un edificio levantado en el extremo sur del crucero que
sobresale de la muralla tomando parte de ella. Está cubierta por una amplia
cúpula con su linterna. Una gran cajonería se extendía a lo largo de las
paredes, donde se guardaban valiosos ornamentos litúrgicos.
SEPULCROS REALES
A
ambos lados del crucero se encuentran dos arcos muy rebajados que sostienen el
panteón real. En el gran sarcófago del lado del Evangelio, inmediato al
presbiterio, se halla sepultado Jaime I El
Conquistador; en el segundo sepulcro Pedro El Ceremonioso y sus tres esposas: María de Navarra, Leonor de
Portugal y Leonor de Sicilia. El último de los sepulcros pertenece a Fernando I
de Antequera.
En
la parte de la Epístola y en el sarcófago próximo al presbiterio está enterrado
Alfonso II El Casto; en el segundo
Juan I El Cazador y sus dos esposas:
Violante de Bar y Marta de Armagnac, y finalmente, en el tercero de los
sepulcros, mandado construir por Fernando El
Católico, descansan los restos de sus padres: Juan II y su segunda mujer Doña
Juana Henriquez.
En
el extremo del crucero, junto a la capilla de San Benito, se ubica el sarcófago
del Rey Martin El Humano, mientras
que en los laterales están enterrados los infantes hijos de Pedro El Ceremonioso.
En
la otra parte del crucero está la sepultura gótica que guarda los restos de
Juana de Aragón, hija de Pedro IV y en la que aún quedan vestigios de
policromía. Todo ello, amén de infinidad de tumbas en las que descansan los
restos de abades, monjes, obispos y nobles.
Junto
con el claustro mayor y las entradas exteriores, el panteón real es el que, muy
posiblemente, causa un mayor impacto en el visitante.
El
inacabado palacio del Rey Martín El
Humano sobre el ala oeste del claustro, pertenece al más bello gótico
flamígero. Se inició su construcción en 1397 y, curiosamente, el rey murió sin
haber llegado a albergarse en él. Sobresalen los capiteles de las ventanas y
los relieves de sus frisos que están finamente labrados con escenas de distinta
temática, algunas de ellas muy curiosas.
En
1991, el monasterio de Poblet fue declarado Patrimonio de la Humanidad.
Visitar
el recóndito y magnífico enclave de Poblet, pasear por sus jardines o perderse
en la austera intimidad de sus galerías, supone una enriquecedora experiencia.
El ambiente de profunda religiosidad que transmiten sus venerables piedras
invita a la meditación, al encuentro con uno mismo y al diálogo con Dios.
El
silencio invade al visitante y un espíritu de recogimiento rezuma en su
derredor, de alguna forma es como sentirse transportado a legendarias épocas en
las que, los que allí yacen, fueron singulares protagonistas, nobles y reyes,
guerreros, monjes y amantes de la cultura de un país que, a través de los
siglos, ha sido rico en historia.
ALGUNOS DATOS DE INTERÉS PARA EL
VIAJERO
Partiendo
de Santa María de Poblet pueden realizarse atractivos itinerarios por las
poblaciones próximas, desde Espluga de Francolí hasta puntos típicamente
montañeses como son Ulldemolins, en el límite de la sierra del Montsant, y la
propia villa de Prades.
En
Espluga de Francolí no hay que olvidar una visita al Museo de la Vida Rural, la
vieja iglesia de San Miguel, el edificio modernista del Celler y la llamada Cova de
la Font Major repleta de interesantes galerías.
Muy
cerca de Espluga de Francolí, merece asimismo visitarse la población de
Vimbodí, en la que destaca la iglesia gótica de la Transfiguración del Señor y
el Santuario de la Virgen de los torrentes.
Por
el camino, Vallclara, que vive bajo las ruinas de un antiguo castillo, tiene
como sobresaliente la iglesia de San Juan Bautista, y en sus alrededores,
infinidad de fuentes de agua fresca que son una auténtica delicia.
Después
de Vilanova de Prades se encuentra Ulldemolins,
interesante villa donde, muy curiosamente, lo mejor de ella se ubica en
sus proximidades. Las ermitas de San Antonio, San Bartolomé y Santa Magdalena,
además del Santuario de la Virgen de Loreto.
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