Enigmática
y desconocida, fascinante y poseedora de una magia indescriptible, la antigua
Madrás, capital del estado de Tamil Nadu, conserva una indudable capacidad de
atracción para el viajero ávido de sensaciones que busca escapar hacia nuevos
horizontes.
Cuando
los primeros destellos del sol irrumpen sobre la costa de Coromandel y el
graznido de los pájaros trunca el silencio de la inmensa playa de la Marina, presagio de otra
jornada bajo fuertes temperaturas a pesar incluso de ser invierno, una
frenética actividad impregna de inmediato las calles y avenidas de esta reina
del sur por excelencia.
Bien
pronto explosiona la vida en las arterias de la ciudad y grandes camiones
cargados hasta más allá de sus límites, autobuses saturados de gentes, una nube
de vehículos, carromatos de bueyes, bicicletas, ligeros y escurridizos rickshaws, ciclomotores y todo cuanto
sea capaz de ponerse en movimiento, se entremezclan en un desigual ir y venir,
iniciando de esta forma su cotidiano deambular por las céntricas vías de una
Madrás que sabe por experiencia de tráfico caótico y que con sus más de seis
millones de habitantes se ha convertido, después de Calcuta, Bombay y Nueva
Delhi, en la cuarta ciudad con mayor densidad de población del país.
El
nostálgico viajero que desciende del expreso que llega a la Central Railway Station, o bien
el moderno turista que aterriza en el aeropuerto de Kamaraj, tiene cuantiosas
motivaciones para perderse entre la multitud, dado que recorrer la gran urbe y
dejarse llevar por su encanto es algo que hay que hacer sin prisas, saboreando
a cada paso todos y cada uno de sus atractivos que son muchos a decir verdad.
Esta
capital del sur tiene el embrujo propio de las ciudades meridionales y resulta
muy difícil no encontrar a cada instante vestigios, sobrios pero fastuosos, que
ponen de manifiesto su hegemonía durante la época colonial y que por antiguos
no significa que estén sumidos en el olvido, no en balde Chennai, pese a
carecer de un puerto natural, se convirtió en uno de los primeros bastiones que
antaño dominara la poderosa Compañía de las India Orientales.
Acogedora
y hospitalaria para el visitante, aunque siempre encerrando un exótico
misterio, lo cual la convierte en más fascinante para quien pretende
descubrirla y ahondar en sus más primitivas raíces, a la hora de enhebrar un
juicio bajo el punto de vista occidental, con frecuencia la India queda sumida en un mar
de habituales tópicos. No obstante, sean ciertos o no, nunca mejor que en Tamil
Nadu se confirma aquello de que es una tierra de acentuados contrastes, máxime
considerando que nada o bien poco tiene de parecido con otros estados y si
acaso hay que encontrar un símil por lo que se refiere a la lujuriosa
vegetación que invade su territorio, éste hay que buscarlo en la vecina Kerala,
también ubicada en el extremo sur de la península indostánica.
UN PASEO POR MARINA BEACH
Si
el viajero inicia su andadura por el Madrás británico, Fort St. George es el
primer punto de referencia. Construido a partir de 1640, su ciudadela ha sido
escenario de múltiples invasiones, sin embargo, siguen conservándose en su
interior los edificios del Secretariado y la Asamblea Legislativa,
con mención especial para la iglesia anglicana de St. Mary donde, tanto en su
interior como en el jardín que la rodea, basta con echar una ojeada a la
infinidad de lápidas de los funcionarios, militares y personajes relevantes
enterrados aquí, para comprender que serán muy pocas las familias inglesas que
no tengan algún antepasado muerto en la India.
Siguiendo
por la gran avenida que bordea la playa, ésta con más de ocho millas de
extensión, después del War Memorial y casi frente a la vieja Universidad, se
llega hasta el Aquarium, sin pasar por alto el edificio circular que aún subsiste
de la Ice Factory,
donde a partir de 1842 se almacenaba el hielo importado de América.
Más
adelante, se encuentra el espectacular monumento dedicado a Mahatma Gandhi,
siempre muy visitado y punto de reunión para muchos nativos, antes de acceder a
la playa donde, al atardecer, se congrega una multitud, ya que se trata de un
lugar habitual de ocio y esparcimiento.
La
catedral católica de St. Tomé, próxima a Marina Beach y donde al parecer se
hallan los restos del apóstol, es una iglesia de acendrado culto que recibe a
muchos peregrinos.
St.
Georges y St. Andrews Kirk, otras dos iglesias muy representativas, la primera
de ambas albergando en su interior columnas jónicas, estucos y vidrieras de
singular belleza, son asimismo enclaves de ineludible visita, todo ello sin
olvidar el edificio de la Nacional Art
Gallery, en Panteón Road y cerca de la también extraordinaria Egmore Station,
así como el edificio del Tribunal Supremo, en Parry’s Corner, megalítica
construcción de arenisca roja en estilo indo-sarraceno.
Como
si de un oasis se tratara y en medio del bullicio callejero que satura hasta
increíbles límites, adentrarse en Kapaleeshwara y Parathasarathy, los dos
templos más relevantes de Madrás, supone una excitante visita, es tanto como
abandonar la realidad para vivir inmerso en otra dimensión, en un fantástico
sueño. El místico ambiente rezuma un profundo ascetismo y avanzar en la
semioscuridad que reina en su interior, entre milenarias columnas de piedra,
esculturas de deidades y guerreros, el murmullo constante del rezo de plegarias
y un aire impregnado de aromas a mirra y sándalo, sobrecoge el ánimo pero
fortalece el espíritu.
Kapaleeshwara
es un antiguo templo dedicado a Shiva y posee un gopuram (torre exterior en forma piramidal, de origen dravídico),
mientras que el de Parathasarathy erigido en honor a Krishna, fue construido en
el siglo VIII durante el reinado de la dinastía de los Pallava. Se trata, sin
duda, de dos auténticas joyas arquitectónicas, de las muchas que existen a lo
largo y ancho de la tierra tamil.
EXCITANTE GEORGETOWN
Todas
las grandes ciudades de la India
tienen su parte más genuina y carismática, donde mercados, templos, grandes
edificios y notorios vestigios de un pasado de esplendor compiten unos junto a
otros formando una variopinta y desordenada estructura urbana, y si en Calcuta
es el populoso Chowringhee, o en Delhi la excitante Chandni Chowk, por citar
dos ejemplos, el corazón de la vieja Madrás late en Georgetown, una auténtica
orgía para los sentidos. Un impacto multicolor que asombra en principio y
consigue abrumar después al viajero que asiste atónito a este espectáculo
inigualable.
Tiendas,
bazares, carros… cualquier lugar por recóndito e inverosímil que éste sea,
resulta factible para que un comerciante, un simple charlatán o un mendigo,
trate de llamar la atención del asombrado foráneo, extraño y perdido en
semejante laberinto enloquecedor. Todo tipo de mercancía es susceptible de ser
vendida, desde una camisa usada hasta una valiosa joya, unas tallas de madera,
hierbas que se anuncian con poderes mágicos, marfil, telas, frutas y verduras,
cuchillos, flores o especias aromáticas. Un entorno fascinante.
Y
alrededor de esta amalgama de colores, luz, sabores y ruidos, calles y más
calles, gentes por todas partes entre las que hay que abrirse paso para poder
avanzar, todo ello salpicado con animales, bicicletas, carromatos de todas
clases, mendigos, santones, malos oradores que cuentan relatos inverosímiles y
una legión de niños que, con sus enormes ojos destacando sobre su tez oscura y
esbozando una permanente sonrisa, rodean y siguen al atolondrado viajero,
presos de una infantil curiosidad.
Un
mundo agobiante y atractivo a la vez, una geografía densa en la que
indudablemente harían falta meses, quizá años, para escudriñarla con un mínimo
detenimiento. Un terrible desorden humano, un misterio o posiblemente infinidad
de ellos, en embrujo excitante, algo que rompe con todos los esquemas y ante lo
que no hay más remedio que dejarse llevar y que no debe perderse quien pretenda
conocer de cerca los más recónditos lugares de esta maravillosa ciudad.
Chennai,
la antigua Madrás, significa mucho más que un viaje, se trata de una
experiencia apasionante.
(Ver interesante colección gráfica de
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