SAN FRANCISCO


                                                                        CON ACENTO EUROPEO


Atormentada por los frecuentes terremotos que la han azotado a lo largo de su historia, San Francisco es una hermosa ciudad que se levanta sobre un espléndido paraje natural en el que destaca su bahía al borde del océano Pacífico. Conocida por su liberalismo y como un centro de culturas alternativas dentro de los Estados Unidos, su encanto muy posiblemente se debe a que es una de las poquísimas urbes en la que aún pueden contemplarse mansiones victorianas, los tranvías siguen funcionando como antaño y en ella es posible callejear.

Poblada de gentes de origen diverso, desde chinos e italianos a rusos, irlandeses o mejicanos, la gran variedad de etnias que la pueblan forma parte también de su propia sofisticación.
San Francisco, la que fue en otra época la capital de los hippies es capaz de ofrecer paisajes y ambientes totalmente atípicos para una ciudad de la costa oeste de Estados Unidos. Por supuesto, nada tiene que ver con el tópico californiano generalmente impuesto por Holllywood que elige Los Ángeles como prototipo. San Francisco es diferente precisamente porque quiere serlo: se da aires de urbe intelectual, más del estilo de la costa este, con un evidente acento europeo, tanto por lo que respecta a la arquitectura como a la forma de ser de sus pobladores. No en balde se considera a sus habitantes como los más rebeldes y modernos en cuanto a forma de ser e ideales dentro de los norteamericanos.
Fundada en 1835 cuando apenas contaba con un centenar de habitantes, tras la llamada “fiebre del oro” bien pronto llegó a alcanzar los diez mil habitantes.
Al contrario que Los Ángeles, ésta es una ciudad compacta en la que los transportes públicos permiten desplazarse cómodamente por las colinas sobre las que se levanta y recorrer las calles que siguen un trazado casi cuadriculado. En el aspecto social, San Francisco se muestra tolerante con respecto a las rarezas personales.

DEL GOLDEN GATE A CHINATOWN
El sol sale por la bahía y el Golden Gate aparece envuelto en una densa niebla, entre la que se alcanza a ver la isla de Alcatraz, que fue convertida en una prisión de la que se decía era imposible escapar.
Al otro lado quedan las colinas de Sausalito con sus elegantes boutiques y restaurantes.
Una visita a la ciudad, para hacerlo de forma espectacular, hay que iniciarla a través del mítico Golden Gate, cuya construcción marcó el inicio de una nueva era en la ingeniería civil y, a pesar de su juventud, es uno de los puentes más famosos del mundo. Atravesarlo es realmente emocionante.
El Golden Gate es la postal por antonomasia de San Francisco.
La denominada “fiebre del oro” convirtió la ciudad en uno de los principales centros económicos en el siglo XIX. Como resultado de esta época dorada para los negocios, empezó a crecer y la burguesía local erigió mansiones victorianas, las mismas que hoy configuran uno de los símbolos de la ciudad.
Alamo Square representa el contraste entre el moderno centro financiero y el vetusto poso aristocrático que destilan los barrios acomodados, donde una élite extravagante y acaudalada funciona a golpe de tarjeta de crédito.
Los amantes de la naturaleza tienen una ineludible cita en el Golden Gate Park, uno de los mayores parques del mundo en cuyo perímetro interior se ubican diferentes museos.
“Frisco”, que es como la llaman su casi millón de habitantes, no es una ciudad cómoda para recorrerla en coche, pero puede resultar interesante darse el gustazo de emular las escenas de famosas persecuciones por sus colinas que tantas veces se han plasmado en el cine, siempre siguiendo la Scenic Drive. Una ruta urbana de unos ochenta kilómetros.
Otro de los símbolos de la ciudad son los tranvías-funiculares. Aunque pueda parecerlo, las líneas que aún quedan operativas no están pensadas para el disfrute de los turistas, sino que son un medio de transporte más que usa todo el mundo sin distinción. Su mantenimiento resulta carísimo, pero son un orgullo para los ciudadanos hasta tal punto que lo consideran un “monumento nacional”.
Apartada del centro, cerca del parque Golden Gate, se halla la zona de Haight Ashbury, donde se gestó la revolución hippie de los años sesenta y setenta. Por aquel entonces el barrio estuvo compartido por el rock & roll y la literatura beat. En este lugar nacieron los Jefferson Airplane, Janis Joplin, Neil Cassidy, Scott Mackenzie y tantos otros. Una generación de jóvenes que, frustrados y descontentos, se reunieron para protestar contra el mundo que habían heredado y para intentar cambiarlo, fumando marihuana y escuchando su música favorita querían liberarse y practicar el amor libre, aparte de pedir la igualdad de razas y sexos y el final de la guerra de Vietnam.
En la actualidad, para la juventud norteamericana hablarles del fenómeno de Haight Ashbury resulta trasnochado. Los hippies se han convertido en yuppies que visten de forma elegante, llevan portafolios de piel, acuden a buenas universidades o presiden empresas con éxito y conducen coches de lujo.
No obstante, Haight Ashbury sigue siendo el reducto donde aún se conservan algunos pocos soñadores. Todavía se percibe el sabor de los viejos tiempos y, si uno cierra los ojos, puede imaginarse sin mayores problemas los corros de hippies sentados en las aceras o en torno a las mansiones victorianas, tocando la guitarra y criticando al poder establecido, el Pentágono o la CIA.

Muy a pesar de que ya no es lo que fue, Haight Ashbury sigue luchando por mantener su fama de barrio alternativo y de rebosante vida cultural.
Un colectivo, sin duda, muy importante en la ciudad es el chino. Llegaron a San Francisco hace casi dos siglos coincidiendo con la “fiebre del oro”, luego siguieron viniendo y se convirtieron en la mejor mano de obra del sector de la construcción. Hoy constituyen una verdadera potencia comercial en la ciudad.
Aseguran que Chinatown es, junto con Harlem, los barrios más poblados de todo el país. Sus calles principales estás hechas a la medida del turista.
Visitar el decimonónico Unión Bank of California es tanto como sumergirse en la época dorada de la ciudad, cuando el sueño americano era algo más que una quimera.
Muy interesante también el Wells Fargo History Museum, donde se cuentan las proezas de los pioneros.
El antiguo muelle de los pescadores, el Fisherman Wharf, presenta una imagen de centro comercial que le resta encanto, pero sigue valiendo la pena darse un paseo por sus alrededores.

UN ASPECTO IMPORTANTE : LA GASTRONOMIA
Después de un largo transitar a lo largo y ancho de la azarosa ciudad, nada mejor que un descanso y disfrutar de una comida, más aún cuando San Francisco tiene fama de ser una importante ciudad gastronómica, representada también por sus etnias. La cocina más solicitada ha sido durante mucho tiempo la italiana, pero no precisamente por sus pizzerías, sino por sus buenos restaurantes que continúan sirviendo fetuccine al pesto y toda clase de pastas de exquisita calidad según los expertos, quienes aseguran que fuera de Génova y Nápoles sólo se encuentran en San Francisco. Los restaurantes franceses también están ganando muchos adeptos.
La cocina más propia de San Francisco está basada en los pescados y mariscos: cangrejos y gambas muy especialmente. No obstante, existe una gran variedad de platos típicos, desde la sopa de aguacate hasta las clásicas tortitas de postre, pasando por los langostinos guisados a la americana.
Existen locales para todo tipo de bolsillos, desde los más modestos hasta los más lujosos y cualquiera de ellos es capaz de satisfacer al gourmet más exigente.
Y después, todo un abanico de opciones en cuanto a lugares dedicados al ocio y donde pasar una noche disfrutando de auténtico ambiente. San Francisco tiene fama de centro de modas culturales y su vocación de ciudad turística justifica los numerosos lugares de diversión que se ubican en su geografía urbana. Además, es una ciudad donde se puede escuchar el mejor jazz.

OTRAS OPCIONES DE INTERÉS
San Francisco es, sin lugar a ningún género de dudas, una de las ciudades más hermosas en el mundo y un pequeño tour puede mostrar al visitante su asombroso perfil de una forma solamente posible desde su bahía. El crucero en bote se realiza regularmente durante el día y puede tomarse en el muelle de pescadores (Fisherman's Wharf).
El área de Monterey y Carmel presume al mismo tiempo de una de las costas más espectaculares en el mundo. La ruta se extiende a través de la escarpada carretera costera desde donde se pueden apreciar hermosos paisajes. Un viaje de un día a Monterey y Carmel vale la pena e incluye la bahía de Monterey, una treintena de kilómetros de ruta escénica, Pebble Beach y el pintoresco pueblo costero de Carmel.
Interesante asimismo un viaje a los bosques de Muir Woods y a los viñedos californianos a menos de una hora de la ciudad.
Comparándola con otras ciudades norteamericanas, San Francisco, aparte de ser una urbe muy agradable de visitar, es realmente diferente. Puede decirse que en ella los europeos nos sentimos como en casa.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)