PRIMAVERA EN PARÍS



Capital del mundo para muchos, aglutina una ingente cantidad de monumentos y museos, pero sobre todo, mitos: empezando por la Tour Eiffel, el Louvre, el Trocadero, Les Invalides, la Opera Garnier, el Centro Pompidou, Les Halles, la Concorde, Montmartre, los cafetines en Saint Germain des Près, le Sacré Coeur… Cada rincón, cada lugar, ya sean edificios regios y cargados de historia, unos jardines, un palacio o un paseo, se convierte en escenario privilegiado de esta gran aventura llamada París.
La llamada “ciudad de la luz” convoca a los espíritus libres, a los gourmets, a los artistas y a los nostálgicos para sumirles en un constante fluir de sensaciones. Destrozando viejos clichés y obligando al viajero a incorporarse al devenir de una ciudad que siempre tiene una magia especial, un encanto ante el que, de forma irremediable, hay que dejarse seducir.
París tiene un tejido urbano con más de cinco mil calles, pasajes, galerías…aunque nada hay más romántico que pasear a orillas del río que le da vida. Bañada por el Sena, se ha convertido en una de las capitales europeas con más belleza y atractivos para los visitantes.

Siempre hay que iniciar la visita a la ciudad con un largo paseo, sin prisas ni horarios, precisamente por las orillas del Sena. Es la mejor forma de tomar contacto con ella. Las decenas de perspectivas desiguales formadas por los edificios de primera línea del río o bien el extremo de la Isla de la Citè, donde los enamorados y los solitarios siguen sentándose simplemente a disfrutar del paso del tiempo… Contemplar como se desliza suavemente por el río un bateau mouche…sin olvidarse de los libreros del Sena, otro eterno emblema viviente de París, no en balde son protagonistas perennes de la historia de esta urbe encantadora. En sus quioscos es posible hojear una edición antigua de un libro casi olvidado, comprar letras de canciones de Jacques Brel o Yves Montand, rebuscar entre revistas agotadas hace tiempo… y todo ello en presencia de los populares bouquinistes (los libreros).

UN PASEO ROMÁNTICO
Sin lugar a ningún género de dudas, un paseo romántico puede iniciarse en la colina de Montmartre,  encantadora por la mañana y turística por la noche. Es el antiguo y siempre pintoresco barrio de bohemios y pintores, conservando un especial ambiente a través de las callejuelas que serpentean hasta la plaza Du Tertre, lugar tumultuoso y siempre repleto de artistas y vendedores ambulantes que recuerdan la Belle Epoque, un pasado desenfadado en el que los amantes de costumbres no convencionales e inconformistas, protagonizaban la noche parisina.
Y a sólo unos pasos, la basílica neorrománica del Sacre Coeur, consagrada en 1919 y otro de los símbolos de París. Magnífica la panorámica desde la terraza y las escalinatas que le preceden.
Perfectamente rescatado, el barrio del Marais es el más evocador del viejo París. Tema para un paseo de sorpresas interminables. Es uno de los más interesantes, antiguos y evocadores. Su estilo lo marcan sus edificios de los siglos XVII y XVIII.
Los jardines de Luxembourg, de estilo renacentista, constituyen el parque de los estudiantes. Son amplios, de estilo francés y con rincones a la italiana junto a un palacio construido por María de Médicis. Sus cuidados setos e hileras de árboles son una auténtica delicia.
Situada en el corazón de la ciudad, la isla de Saint Louis, tanto de día como de noche, es un rincón sereno e íntimo en el centro de la capital. Su calle central y sus muelles sobre el Sena están bordeados de hermosas casas señoriales. Permanece unida a la isla de la Citè por el puente del mismo nombre y siempre ha sido una zona residencial muy codiciada. En ella se puede respirar el auténtico ambiente parisino y sentarse en cualquiera de sus muelles, una de las mejores opciones que ofrece la ciudad. No hay que olvidar que el Sena es el alma vital y sus muelles tienen un aire decadente y evocador. En un extremo de la isla de la Citè se hallan los jardines del Vert Galant, un refugio para enamorados presidido por la estatua de Enrique IV.
Y ya que hacemos referencia a los muelles, hay que dejar constancia de que todos los del Sena, desde el puente Sully al D’Iéna fueron inscritos como Patrimonio Mundial por la UNESCO desde 1992. Lo cierto es que los paseos al borde del río dan un toque de color al recorrido. Desde estos puntos se pueden contemplar unas panorámicas incomparables.
El Bois de Boulogne es un enorme parque con dos lagos artificiales, paseos y jardines en los que se ubican el estadio Roland Garros y los hipódromos Auteuil y Longchamp. Especialmente en verano, es un lugar de esparcimiento para los parisinos y turistas que deambulan por sus frondosos caminos.
A la hora de realizar un paseo romántico, tampoco debe olvidarse el parque de Buttes-Chaumont, uno de los más bellos. Cuenta con un templo corintio, un lago, varias grutas y un embarcadero.
Les Tulleries, entre el Louvre y la Concorde, es un jardín neoclásico diseñado para Louis XIV. Más allá se encuentran: la iglesia de La Madeleine que, aunque parezca un templo griego, se trata de una de las iglesias más conocidas de París, y la popular plaza Vendôme, en la que se aprecia el rigor clasicista de Mansart, que fue quien la ideó. Toda la plaza está bordeada por las joyerías más célebres y está presidida por la columna en honor de Napoleón.
A unos pasos se halla la Ópera de París, llamada también Palais Garnier (su nombre oficial es Academia Nacional de Música). Un grandioso edificio, espejo de los fastos del Segundo Imperio.

A TRAVÉS DEL VIEJO PARÍS
Aseguran que el encanto de París radica en su pasado, muy rico en el plano cultural, político y arquitectónico. Sin embargo, se trata de una ciudad viva en constante evolución donde los clásicos edificios conviven con las construcciones más atrevidas.
Cualquier ruta puede comenzar en Nôtre Dame, edificio emblemático que siempre ha presidido los avatares de esta urbe. Situada en la isla de la Citè, a orillas del Sena, está considerada como el centro histórico de París. Se trata de una obra maestra del gótico francés. Destacados sus bellísimos pórticos y rosetones, así como las siniestras gárgolas que decoran las galerías. Merece la pena visitar el interior de la catedral, que fue escenario de grandes acontecimientos desde que el Papa Alejandro III pusiera su primera piedra allá por el año 1163. Su vista posterior desde el puente del Archèvêché es sensacional.
Desde la explanada que se extiende frente a Nôtre Dame se acumulan los cientos de caminos que bifurcan muelles, bulevares, callejuelas, pequeños parques, plazas… Imposible abarcar la ciudad en una sola visita.
En un recorrido cultural, por supuesto, no debe olvidarse una visita al museo del Louvre, que cuenta con una de las colecciones de arte más importantes del mundo. La entrada principal, a través de la controvertida pirámide de cristal, es el centro neurálgico del museo y desde donde parten todos los corredores que van a las distintas salas. Es un museo que de forma constante amplía su oferta artística y siempre logra sorprender.
Muy cerca del Louvre se halla el antiguo palacio de Richelieu o Palais Royal. Las galerías que circundan sus tranquilos jardines interiores ubican una serie de tiendas de decoradores y reconocidos artistas.
La Villete es un extenso complejo que presenta las grandes realizaciones tecnológicas de nuestro tiempo. Incluye un museo de la ciencia, un cine con pantalla hemisférica, un planetario, zona de juegos para niños, la Ciudad de la Música, etc. Además, hay una sala de conciertos y la denominada Grande Hall.
Espectacular y moderna, la Ópera de La Bastille es una construcción inaugurada en 1989 con motivo del bicentenario de la caída de la Bastilla. El sólido y curvo edificio acristalado rompe con el concepto clásico de los diseños de las Óperas. En su auditorio es capaz de albergar hasta 2.700 personas. Está ubicada en la gran plaza del mismo nombre.
El Instituto del Mundo Árabe es un magnífico edificio que combina a la perfección diseño y materiales modernos con el espíritu de la arquitectura árabe. Es una muestra de los adelantos tecnológicos más actuales.
Sainte Chapelle, obra maestra del gótico, es una de las iglesias más bellas de París. Sus vidrieras son las más antiguas de la ciudad y también las más bellas. Observar los rayos de luz penetrando por el magnífico rosetón es un auténtico espectáculo.
El controvertido Centro Pompidou se alza desafiante en el corazón de la ciudad, entre Les Halles y Le Marais. Desde su inauguración en 1977 ha levantado polémicas entre los propios parisinos por su atrevido diseño en contraste con el clasicismo de los edificios colindantes. Aloja el Museo Nacional de Arte Moderno con una de las mejores colecciones del mundo, cinemateca, biblioteca, videoteca y brillantes exposiciones temporales. En los alrededores suelen reunirse los jóvenes artistas que organizan todo tipo de espectáculos en los que los transeúntes pueden incluso participar.
Precisamente, en el lugar de los antiguos mercados centrales, Les Halles es un nuevo barrio dedicado al ocio y al comercio. Su eje es el Forum, con cuatro niveles de tiendas, cines y restaurantes populares.
El edificio del museo D’Orsay es una antigua estación ferroviaria totalmente transformada. El resultado es una joya del diseño moderno por la acertada combinación con la estructura arquitectónica original. Alberga pinturas y esculturas del periodo premoderno, así como una magnífica colección de pintura impresionista.
Realmente curioso el cine La Pagode ya que posee la sala de proyecciones más espectacular y exótica de París. Además de unas bellas pinturas murales, un jardín japonés y un salón de té. Merece la pena visitarlo.
Otros puntos de interés son, por ejemplo, Le Conciergerie. Impresionante edificio medieval que fue cárcel desde el siglo XIV. Durante la Revolución, más de 2.600 prisioneros, entre ellos la famosa María Antonieta, salieron de aquí hacia la guillotina.
Saint Julien le Pauvre es una modesta y encantadora iglesia gótica de rito griego malaquita, situada frente a Nôtre Dame, muy cerca de otra iglesia gótica como es Saint Severin, situada en un barrio muy pintoresco.
No muy lejos y en la misma orilla del Sena se sitúan la iglesia de estilo gótico muy original y renacentista, tanto exterior como interior, de Saint Etienne du Mont, que se alza sobre la montaña de Santa Genoveva. Esta iglesia está a sólo unos pasos del Pantheón, gran edificio neoclásico coronado por una cúpula espectacular y donde se hallan enterrados muchos ilustres como Victor Hugo, Emile Zola, Voltaire y Rousseau.
Después del Pantheón y siguiendo la ruta por la Rue Soufflot el viajero accede al bulevar Saint Michel hasta cruzar con otro enclave no menos animado todas las noches como es el bulevar Saint Germain des Prés, el antiguo barrio de los existencialistas.

A TRAVES DE LOS CAMPOS ELÍSEOS
Partiendo de la Concorde, presidida por el obelisco de Luxor, posiblemente la plaza de las grandes perspectivas, sobre todo de noche, nada mejor que ascender por los más que famosos Champs Elysées. Según los propios parisinos (y puede que así sea), se trata de la avenida más célebre y hermosa del mundo. Escenario de grandes desfiles y paseo multitudinario de gentes e historias de todos los tiempos.
Al final de los Champs Elysées está la plaza de Charles De Gaulle donde se halla el majestuoso Arco de Triunfo construido por orden de Napoleón en honor del ejército francés, entre 1806 y 1836. Debajo del mismo se ubica la Tumba del Soldado Desconocido. Desde lo más alto se divisa una excepcional panorámica de las doce avenidas que forman L’Etoile (la estrella).
Y más allá La Dèfense. Una muestra de que la modernidad irrumpió hace muchos años. A sólo unos minutos del Arco de Triunfo, se entra en contacto con un París diferente. Los rascacielos de La Dèfense, el calificado como Manhattan parisino, se yerguen al oeste de la ciudad  con su arquitectura moderna, urbanismo de vanguardia y los grandes comercios y oficinas ofrecen una imagen distinta de esta urbe.
Regresando al inicio de los Campos Elíseos (al llegar a la plaza Clémenceau), girando a la izquierda por la avenida de W.Churchill se atraviesa el Sena por el puente de Alejandro III. Se trata de otro enclave singular y de los más bellos de la ciudad, dado que desde el mismo puede contemplarse la majestuosa cúpula dorada de Les Invalides. El puente fue construido juntamente con los vecinos Grand Palais y Petit Palais para la Exposición Universal de 1900 y refleja la fantasía y elegancia de la Belle Epoque en Francia. Al otro lado de los Campos Elíseos se encuentra el Palacio del Elíseo, sede de la presidencia de la República.
Tras cruzar por el puente de Alejandro III se accede a Les Invalides. Un fantástico edificio con fachada clásica de 198 metros, antiguo hospital militar donde se encuentra el Museo del Ejército. Muy interesante de visitar. En la iglesia del Dôme y bajo la enorme cúpula descansa el Emperador Napoleón en su imponente sarcófago.
Hemos dejado para el final de este recorrido, precisamente lo más emblemático. Dejando atrás la Escuela Militar y a través de la avenida de la Bourdonnais, bordeando el llamado Parc du Champ du Mars, el viajero se encuentra frente al auténtico símbolo de París: la Tour Eiffel.
Desde el año 1889, año en que fue construida, es, sin duda alguna, el icono más representativo de la ciudad. Ni que decir tiene que, desde sus 320 metros de altura, se divisa un panorama excepcional.
Meca de artistas y poetas, intelectuales y románticos, París tiene en la Tour Eiffel su máximo exponente. Es una auténtica referencia y visita poco menos que obligada para cualquier foráneo que llega a esta ciudad. Y frente a ella, al otro lado del río, el Trocadero y el Palais de Chaillot que alberga el museo de antropología y etnología.

Las noches en París siempre tienen un sabor muy especial y dan a conocer nuevas facetas de la ciudad. En cualquier barrio se ofrecen espectáculos que van desde los cabarets a las sofisticadas representaciones teatrales de vanguardia. Nombres como Folies Bergère, Moulin Rouge, Lido, Crazy Horse, Paradis Latin… son míticos en la historia del mundo del espectáculo.
Tampoco hay que pasar por alto que los populares y multicolores mercadillos callejeros tienen su peculiar encanto y, lejos de ser una atracción para turistas, en ellos los parisinos suelen hacer sus compras diarias.
París dispone de una excepcional infraestructura hotelera capaz de ofrecer alojamientos para todas las economías y lo mismo cabe decir de restaurantes, cafés y todo lo relacionado con el mundo del ocio.
Por lo que respecta al ámbito de la cultura, son muchísimas las salas de música, teatros de ópera y danza, amén de galerías de arte e infinidad de museos. La oferta resulta amplísima y capaz de satisfacer a cualquier visitante.
Y en lo referente a compras, como capital de la elegancia y escaparate de la moda internacional, la ciudad presenta una gran diversidad de locales comerciales. Cartier, Christian Dior, Bouchara, Hermes, la Galerie Viviene, sin olvidar, por supuesto, un paseo por el Forum Des Halles o las renombradas Galerías Lafayette. Una auténtica delicia.
Por otra parte, París tiene la ventaja de ser una ciudad que está muy bien comunicada. Por aire cuenta con dos aeropuertos: Charles De Gaulle y Orly.
Amplio abanico en lo concerniente a estaciones de ferrocarril pues, además de Austerlitz, tiene otras cinco estaciones como son. Lyon, St.Lazare, L’Est, Du Nort y Montparnasse, muy bien conectadas con líneas de metro o autobuses.
París es una ciudad de la que siempre hay que hablar en superlativo y, sin duda alguna, el destino soñado por infinidad de turistas de todo el mundo.