ORIENT EXPRESS


UN VIAJE A LA NOSTALGIA


La tarde del cuatro de octubre de 1883, los parisinos se agolparon en el andén de la estación de Estrasburgo para ver la última maravilla del transporte terrestre. En aquel lugar de encuentro, una multitud de periodistas y curiosos pudieron constatar que allí, detrás de abigarrados dignatarios y mozos lujosamente ataviados, se vislumbraba un tren que prometía marcar una nueva época. El “Orient Express” estaba a punto de iniciar su viaje inaugural con destino a Constantinopla.
 “La alfombra mágica hacia Oriente”, como llegó a describirlo un periódico, no era un convoy largo: dos coches-cama de veinte cabinas con literas, las cuales durante el día se convertían en salones, y un coche restaurante que situado entre el furgón del personal de servicio y el de equipajes. Pero en este tren lo importante no era la cantidad sino la calidad. Todo era al más alto nivel. Las paredes de los coches estaban revestidas de madera de teca, nogal y caoba. La suave piel de la tapicería estaba repujada en oro y las sabanas eran de seda; los sanitarios de mármol; las copas de cristal y la cubertería de plata. Los coches tenían gruesas alfombras, estaban magníficamente aislados y dotados de iluminación a gas, calefacción central y agua caliente. Todo era incomparablemente espléndido.
El "Orient Express", el tren más famoso de la historia, fue concebido no solo como un medio de transporte para llegar a Oriente, sino también para recorrer Europa sin que sus viajeros echaran de menos ninguna de las comodidades de las que disfrutaban en sus hogares. Así cambió la concepción de las travesías en tren: Lo importante ya no era desplazarse, sino viajar. Su lujo, su vocación internacional, amén de su lista de pasajeros siempre repleta de títulos nobiliarios, monarcas, príncipes, sultanes, diplomáticos, traficantes de armas, simples vividores… y unas dosis de intriga dieron origen a la leyenda.
Como no podía ser de otra manera, el aura de misterio que envolvía al “Orient Express” bien pronto atrajo el interés de escritores y aventureros. Entre los muchos que narraron el encanto del legendario tren cabe destacar a Eric Ambler, Lawrence Durell, Agatha Christie y Graham Greene, amén de toda una serie de personajes relevantes.
En cierto modo, el “Orient Express” ha tenido una vida más larga en la ficción que en la realidad.

EL ENCANTO DEL PERA PALACE
Hablar de este singular ferrocarril es tanto como hacerlo del Pera Palas Hotel.
Apenas cruzar su puerta principal, el visitante se da perfecta cuenta de que el ambiente que reina en su interior es realmente evocador.
En un abrir y cerrar de ojos se da un salto en el tiempo y viéndose rodeado de una atmósfera que rezuma nostalgia, quizá algo decadente y romántica, pero a todas luces excepcional.
El Pera Palace fue construido en 1892 para ser utilizado de forma exclusiva por los pasajeros del “Orient Express”. Con motivo de una celebración especial a finales del siglo XIX, la aristocracia europea tuvo la oportunidad de realizar un largo viaje en este famoso ferrocarril, encontrándose a su llegada a Istanbul con que la calidad de los alojamientos no era la apropiada, de ahí que para resolver este problema la Compagnie Internationale de Wagons‑Lits decidiera poner en marcha este hotel.
A partir de aquel momento, todos los materiales de construcción, así como los ornamentos fueron importados. Elementos como las manivelas de las puertas así como los herrajes mecánicos y eléctricos aún hoy siguen siendo los originales, incluso el primitivo ascensor es el mismo y está en perfecto estado de conservación.
Atatürk, el fundador de la moderna Turquía, muy a menudo pernoctó en este hotel durante la ocupación de la ciudad y lo mismo hicieron algunos de los miembros de su gobierno.

El Pera Palace ha jugado a lo largo de su historia un relevante papel en distintos acontecimientos políticos. Posiblemente el de mayor resonancia fue el atentado ocurrido el once de marzo de 1941, cuando el embajador inglés en Sofía se alojó en el mismo. Mientras se disponía a tomar una copa, uno de los equipajes listo para ser trasladado a su habitación explotó en la recepción, matando a cuatro personas, dos de las cuales eran policías.
Por iniciativa del Ministerio de Asuntos Culturales se decidió transformar en museo la habitación número 101 del primer piso, la que normalmente usaba M.K.Atatürk, siendo el jefe de su guardia personal durante muchos años, Mr. Riduan, quien donó con tal motivo diversos efectos privados de Atatürk, tales como su famoso sombrero "Panamá", algunos entradas de espectáculos, zapatillas, camisas, pijamas, etc.
Desde el mismo día de su inauguración, se ha convertido en lugar de interesante visita no sólo para los nativos, sino también para los extranjeros.
La historia del hotel está llena de curiosidades. Se asegura, por ejemplo, que durante una de sus prolongadas estancias en Istanbul y más concretamente en la habitación número 411, la insigne escritora inglesa Agatha Christie escribió la casi totalidad de su novela ‑Asesinato en el Orient Express‑.

A lo largo de los años, la historia del Pera Palace ha estado muy relacionada con quienes han sido sus múltiples e importantes invitados, no en balde en las suntuosas habitaciones han permanecido alojados desde el Sha Rezza Pahlevi de Persia hasta Jacqueline Kennedy, pasando por una extensísima lista en la que se encuentran el Rey Eduardo VIII de Inglaterra, Serif Ali Haydar (Emir de La Meca), el famoso millonario petrolero Gulbenkyan, Vasa Prihoda, el conocido virtuoso del violín, el ex‑presidente francés Valery Giscard D'Estaing o el cantante español Julio Iglesias.
El interior del hotel presenta un aspecto admirable, parece como si el tiempo se hubiera detenido y todo funcionara como antaño. Grandes habitaciones, largos y espaciosos corredores y diferentes salas de estar. La suntuosidad convertida en arte, toda una maravilla.
Tras efectuar una detenida visita y antes de abandonar el hotel, el visitante suele quedarse realmente asombrado al entrar en uno de los salones del primer piso, situado junto a la escalinata principal y el ascensor. Una estancia de notables dimensiones que rezuma sosiego y tranquilidad, en la cual es tanto y tan interesante cuanto hay que observar que pueden pasarse horas y más horas, y a buen seguro se escapa más de un detalle en la contemplación.
Estanterías damasquinadas guardando utensilios de la época, gran cantidad de hermosos cuadros en las paredes, preciosas alfombras, un piano, dos tocadores con espejos laterales, infinidad de lámparas, jarrones de cobre a manera de enormes floreros, una biblioteca guardando libros escritos en turco, francés e inglés, una extensa colección de sillas de maderas nobles con diferentes repujados, pequeñas mesitas, columnas de mármol, amen del palanquín que se utilizaba para transportar a las autoridades desde la estación del ferrocarril hasta el hotel y un enorme brasero de cobre presidiendo la sala.
El salón, en su parte posterior comunica con una amplia terraza, tiene en el techo seis cúpulas de cristal con diferentes celosías, existiendo además a su alrededor una galería superior construida en madera. Los relieves del resto de la techumbre ponen un remate de excepcional distinción.
El salón se antoja como un oasis, un maravilloso lugar en el que alcanzar la tranquilidad espiritual lejos del bullicio de las calles.
Existe y mucho de fascinador en este nostálgico ambiente que invita a soñar y con sólo cerrar los ojos, dejando en libertad la imaginación parecen cobrar vida quienes antaño anduvieron por estos salones. Por unos mágicos instantes uno cree advertir la silueta de Mata Hari fumando pausadamente un cigarrillo frente al tocador de los espejos, a la mítica Sarah Bernard tratando acariciar el teclado del viejo piano, o a la inigualable Greta Garbo paseando por el pequeño jardín de la terraza.
Abandonando este rincón encantador, en sólo unos instantes se accede a la escalera principal y dejando atrás la pequeña recepción, una vez en el exterior se regresa al apasionante caos de Istanbul.
El viajero siempre guarda un grato recuerdo del hotel Pera Palace.

UN PASEO POR ISTANBUL
En las inmediaciones del Pera Palace se encuentra la Istiklal Caddesi, la vía peatonal que une las inmediaciones de la torre de Gálata con la popular plaza Taksim. Por espacio de unos minutos se cruza por un entresijo de empinadas callejuelas, con edificios descuidados unos y en ruinas otros, pero con un sabor especial que, sin duda, deja entrever su esplendor de antaño, cuando el barrio de Tepebasi era un sector muy frecuentado por los europeos.
Istiklal Caddesi tiene un ambiente muy especial y sigue manteniendo buena parte del encanto de principios de siglo XX, cuando en esta calle estaban instaladas las más importantes embajadas y en salones, cafés literarios y bares se reunían intelectuales y relevantes personajes de la política y las artes. Con la llegada de la República, las embajadas se trasladaron a la capital, Ankara, pero aun así continúan conservándose algunos bellos edificios.                                                                                   
Esta popular arteria que comunica la estación del funicular subterráneo (Túnel) con la no menos bulliciosa plaza Taksim, está cerrada al tráfico de automóviles y por ella sólo discurre un vetusto y multicolor tranvía que le confiere al entorno una atmósfera impregnada de indudable nostalgia. Este tranvía es uno de los objetivos más admirados por quienes visitan el barrio y durante su corto recorrido solo tiene una parada que coincide con la plaza de Galatasaray, muy cerca del amplio bazar donde en pequeños carros sigue vendiéndose pescado fresco, legumbres, verduras, carnes y frutas, alternando con las terrazas de algunos restaurantes en los que puede saborearse la exquisita cocina turca.
Librerías, anticuarios, cines, galerías de arte, pastelerías y floristas, compiten en esta calle con la única iglesia protestante de la ciudad y la de los padres franciscanos de Santa María Draperis, sin olvidar la de San Antonio de Padua, bello ejemplo arquitectónico del neogótico italiano.
En esta Istiklal Caddesi, bulliciosa y cosmopolita, se encuentran algunas de las más renombradas y elegantes tiendas de ropa de Istanbul.
La calle ha perdido un ápice del ambiente nocturno que la caracterizó en otras épocas, no obstante, los fines de semana suele ser punto de cita ineludible para gentes que quieren escuchar música e incluso en algunos locales se ofrecen espectáculos de danza para los extranjeros.
Aunque se asegura que la mayoría han desaparecido, en recónditos lugares de Istiklal Caddesi todavía es posible encontrar algún anciano que suele contar relatos sobre el lujo y la perversión en la que vivían inmersos los sultanes del lejano Imperio.
Esta calle desemboca en la populosa plaza Taksim, donde fluye un incesante tráfico y se encuentra la iglesia griega ortodoxa de la Santísima Trinidad, de estilo neobizantino, así como el edificio de la Ópera, escenario de múltiples eventos artísticos. Rodeada de edificios de irregular construcción, Taksim Maydani no es un lugar de especial belleza ni relevancia, pero sí se muestra orgullosa por el calificativo que recibe de auténtico corazón de la moderna Istanbul.
En el centro de Taksim y rodeado de una pequeña zona ajardinada, destaca el monumento dedicado a la independencia erigido en memoria de los héroes nacionalistas y concretamente de Mustafá Kemal Atatürk, el llamado "padre de la nación".
Si antaño viajar en el Orient Express resultaba una delicia, alojarse hoy en el Pera Palace Hotel y pasear por la mítica Istanbul constituye un auténtico placer para el viajero.