SAN JUAN DE LA PEÑA

HISTORIA Y LEYENDAS DE LA CORONA DE ARAGÓN


Puerta de entrada natural al influjo europeo en la Edad Media, Aragón creció como reino gracias al Camino de Santiago, que no se puede comprender en su totalidad sin haberlo recorrido en este tramo.

Situado en la comarca oscense de la Jacetania, al suroeste de Jaca, el Real Monasterio de San Juan de la Peña fue el más importante de Aragón en la Alta Edad Media. En su Panteón Real fueron enterrados un buen número de reyes aragoneses y su enclave extremadamente singular forma parte del Camino de Santiago desde hace siglos.

El original claustro bajo la roca que le da el nombre, es una maravillosa muestra de arte románico (siglo XII), con unos hermosos capiteles de escenas bíblicas de gran expresividad.

Cuenta la leyenda, que un joven noble vino de caza por estos parajes cuando avistó un ciervo. El cazador corrió tras la presa, pero ésta era huidiza y al llegar al monte Pano se despeñó por un enorme precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vio una pequeña cueva en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y, en su interior, halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés. Impresionado por el descubrimiento, fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes junto a su hermano y se retiró a la cueva e iniciaron ambos a partir de entonces una vida eremítica.

Estas montañas estaban habitadas desde poco después de la conquista musulmana, al construir el castillo de Pano, destruido en el año 734. El origen legendario del Reino de Aragón también encontró en el monasterio de San Juan de la Peña su propia historia, cuando reunidos los guerreros cristianos decidieron nombrar por aclamación a Garci Ximénez el caudillo que les conduciría a la batalla por reconquistar las tierras de Jaca y Ainsa, lugar este donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.

Reinando en Pamplona García Iñiguez y Galindo Aznárez I, conde de Aragón, comenzaron a favorecer al monasterio. El rey García Sánchez I concedió a los monjes derecho de jurisdicción y sus sucesores hasta Sancho el Mayor continuaron esta política de protección. Allí pasó sus primeros años San Iñigo. En el reinado de Sancho Ramírez de Aragón adquirió su mayor protagonismo, llegando a ser panteón de los monarcas aragoneses.

Fueron devastadores los incendios de 1494 y 1675. A raíz del último de ellos se construyo el Monasterio Nuevo. El Antiguo fue declarado Monumento Nacional el 13 de julio de 1889 y el Moderno el 9 de agosto de 1923. La restauración fue dirigida por el arquitecto modernista Ricardo Magdalena.

CONSTRUCCIÓN DEL MONASTERIO

Probablemente existiera algún tipo de cenobio anterior al siglo XI, pero la construcción de mayor importancia empezó en el año 1026 por iniciativa de Sancho el Mayor. En el año 1071 el rey Sancho Ramírez cedió el conjunto existente a los monjes cluniacenses y favoreció su reforma. En aquel momento se levantó el conjunto que en la actualidad queda, en mayor o menor medida. La reforma benedictina de Cluny no podía obviar la construcción de un claustro que finalizó ya entrado el siglo XII.

CAPITELES DEL CLAUSTRO

De finales del siglo XI son un conjunto de capiteles de influencia jaquesa con temas de animales fantásticos y algunos motivos geométricos y vegetales donde destacan los roleos. Un segundo grupo, formado por una veintena de capiteles, fue encargado en el último tercio del siglo XII al llamado maestro de San Juan de la Peña, autor anónimo, también conocido como maestro de Agüero, probablemente para sustituir otro anterior. El pequeño recinto ofrecía un cerramiento diáfano en forma de arcadas separadas por columnas. Los arcos se veían rematados con cenefas con el típico taqueado jaqués.

El maestro desarrolla un programa sobre escenas bíblicas donde aparecen entre otras el Anuncio a los pastores, la Natividad, La Anunciación, la Epifanía, el Bautismo y la Circuncisión de Jesús, la Última Cena, episodios sobre Caín y Abel, la Creación de Adán y Eva, así como su Reprobación y posterior condena al trabajo. Seguramente el maestro Agüero solo elaboró los capiteles para dos alas del claustro ya que a finales del siglo XII el monasterio entró en franca decadencia. El programa iconográfico que plantean los 26 capiteles que se conservan parecen enfocar la Salvación a través de la Fe, escogiendo los episodios más significativos para ello.

Se trabaja con bajorrelieves casi todos dominados por un horror vacui muy acentuado que provoca contorsiones en algunas figuras que superan el propio marco sacando un brazo como en la escena de Jesús y los Apóstoles. Los gestos son exagerados, casi teatrales, acentuando los ojos y la boca, y confiriendo narratividad a las escenas. En cuanto a las formas, estas se someten a esquemas geométricos que dominan desde la configuración del rostro o los pliegues de los años, hasta los movimientos de caballos o de la misma agua que se vierte de un jarro a otro.

PANTEÓN REAL

En el piso superior se encuentra el Panteón Real, en el que durante cinco siglos se enterraron algunos de los monarcas de Aragón y Navarra. Su aspecto actual data del siglo XVIII.

En San Juan de la Peña, los reyes de Aragón fueron sepultados en tumbas de piedra colocadas en tres órdenes superpuestos, desde la roca hacia afuera, presentando a la vista solo los pies del féretro. El Panteón Real ocupa las dependencias de la antigua sacristía de la iglesia alta, que data del siglo XI; fue reformado por Carlos III en 1770, siguiendo las indicaciones de don José Nicolás de Azara y del conde de Aranda, quien quiso ser enterrado en el atrio. La reforma solo afectó a la decoración, quedando los sepulcros en el mismo lugar; se levantó delante de ellos una pared en la que se colocaron láminas de bronce con las inscripciones correspondientes, se distribuyeron por la sala profusión de estucos y mármoles, colocando en la pared frontera unos medallones con relieves que representan escenas de legendarias batallas.

Alberga los restos de algunos monarcas navarros que reinaron en Aragón, de los primeros condes aragoneses y de los tres reyes iniciales de la dinastía ramirense, Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, junto con sus esposas.

ARCHIVO DEL MONASTERIO

La mayor parte del fondo documental del monasterio se trasladó al Archivo Histórico Nacional de Madrid, donde se encuentra en la sección de Clero. Atendiendo a los trabajos publicados, la documentación se divide en tres grandes grupos:

  • Textos más antiguos, entre 507 y 1064, que se recogen en el Cartulario de San Juan de la Peña.

  • Documentos fechados entre 1064 y 1194.

  • Documentos fechados entre 1195 y finales del siglo XV.

EL SANTO GRIAL

Según la leyenda española sobre el Santo Grial, éste permaneció en el monasterio, después de pasar diversas ubicaciones como la cueva de Yebra de Basa, monasterio de San Pedro de Siresa, iglesia de San Adrián de Sásabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo, la Catedral de Jaca, desde 1071 hasta 1399.

La necesidad de atraer a los peregrinos a Santiago que pasaban por el cercano camino de Jaca al monasterio, aconsejó que en él se ubicara la reliquia. En 1399 el rey Martin I se llevó el vaso sagrado al palacio de la Aljafería de Zaragoza, donde estuvo más de veinte años, después de una breve estancia en Barcelona, acompañando al rey, y posteriormente se trasladó a la Catedral de Valencia.

La visita a este fantástico conjunto monástico de San Juan de la Peña suele completarse con la del Monasterio Nuevo, de estilo barroco, enclavado en la pradera de San Indalecio, además de las dos iglesias románicas de Santa Cruz de Serós.

Todo el conjunto está rodeado de misteriosos y umbríos pinares que invitan al recogimiento y la meditación.

Adentrarse en este monasterio escondido bajo una roca es tanto como viajar a un pasado que nos habla del nacimiento del reino de Aragón. Tumba de reyes y estación obligada de los peregrinos en el citado Camino de Santiago, esta joya artística está vinculada a la tradición del éxodo del Santo Grial.


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