Con la arquitectura religiosa, cualquier ser humano, al margen de la civilización a la que pertenezca o la doctrina que practique, intenta siempre aproximarse al Ser Supremo, a todo lo divino, creando un espacio, un lugar adecuado donde mantener el contacto que considera necesario para su espíritu.
En el corazón de Eminönu, el barrio histórico por excelencia de Istanbul, es donde se alza la mezquita de Süleymán el Magnífico. Majestuoso exponente del arte otomano, fue construida a partir de 1550 por el prestigioso arquitecto imperial Sinán y está considerada una de sus obras maestras.
Se dice que en la mezquita de Süleymán llegaron a trabajar más de tres mil personas y construyeron la base de roca a seis o siete metros de profundidad.
Como en todas las grandes mezquitas, la sala de oración está precedida de un patio. Una rica colección de columnas coronadas por capiteles de estalactitas soporta la arcada cupulada. La puerta exterior oeste, que alberga el aposento del astrólogo, y la puerta oeste están profusamente adornadas y son más altas que la arcada, lo que añade grandiosidad al conjunto, aunque las columnas de las esquinas, desde las que se extienden los arcos a diferentes alturas, son un tanto desgarbadas.
La fuente central, con su friso de hojas de acanto, es sólo un elemento decorativo, pues las abluciones rituales se realizan en arcadas cubiertas entre los contrafuertes de la sala de oración.
Se dice que los cuatro minaretes de diferente altura que se elevan en las esquinas del patio representan la posición de Süleymán como cuarto soberano otomano de Istanbul; y sus diez balcones, su décimo puesto en la línea sucesoria desde Osmán, el fundador de la dinastía.
Apenas cruzar el umbral de la sala de plegarias, de inmediato el visitante se percata de lo imponente del recinto y permanece fascinado admirando el sobrio y armonioso interior. Amparado en el respetuoso silencio del entorno, a través de la penumbra y sobre la mullida alfombra que amortigua los pasos, trata de recuperar parte del equilibrio extraviado con el fragor callejero.
La sala de oración es la más serena e imponente de toda la ciudad y está construida en piedra clara finamente alineada. La decoración mínima y el minucioso trabajo de mampostería crea un interior armonioso, de calidad casi esculpida, lo cual se aprecia, muy especialmente, en los sólidos pilares, realzados por fuertes cornisas, y en los nichos de tallado profundo en la parte inferior del mihrab. La piedra de color, ya sea roja o negra, se usa solamente para resaltar el trasdós de los altos arcos de soporte.
El arco del mihrab está revestido con azulejos de Iznik, y rodeado de destellos de luz procedentes del muro este. Cuatro pilares ayudados por grandes columnas, sustentan los arcos que soportan la cúpula central. Los contrafuertes exteriores, que podrían empeorar el efecto estético, están ocultos bajo cúpulas nervudas y pajareras, que se utilizan para las sombrías galerías de las abluciones.
Como era frecuente en el siglo XVI, las vidrieras estaban formadas por trozos de vidrio tintados y montados en un contramarco. Reproducían los motivos tradicionales de las artes menores y, en especial, los de cerámicas y alfombras. Sinán consiguió una escenografía de gran luminosidad disponiendo de 138 ventanas. Al atravesarlas, los rayos de luz se reflejan en el mármol que alterna superficies planas y curvas, y en las estalactitas que enmascaran la estructura. Este planteamiento estableció las pautas para la construcción de las mezquitas del final del Imperio otomano.
EL MAUSOLEO DE SÜLEYMÁN
Al salir al exterior y junto al cementerio que hay detrás de la mezquita se levanta el mausoleo de Süleymán, de planta octogonal, rodeada de columnas.
El sultán reposa bajo la imponente tumba que preside la habitación desde el centro. La majestuosidad de la misma, coronada por el enorme turbante blanco que lució durante su reinado, está a la altura del personaje. Süleymán tenía veinticinco años cuando accedió al poder en 1520 y habría de gobernar hasta su muerte en 1566.
Junto a él, en un sarcófago más pequeño se halla su esposa Roxelana.
Conocida en Istanbul por su nombre turco: Haseki Hürrem (la favorita feliz), a Roxelana en Occidente se la denominaba “la rusa” debido a los orígenes que se le atribuían. Süleymán se enamoró de ella al comienzo de su reinado y, dejando a un lado a todas las mujeres de su harén, la convirtió en su esposa. Algunos testigos de la época llegaron a decir que vivieron muy apasionados, motivo por el cual llegaron a interpretar que ella lo había hechizado.
Ambas tumbas estás cubiertas por bellos azulejos de Iznik.
El ambiente que reina en todo el mausoleo rezuma una atmósfera de acusado misticismo. A diario desfilan multitud de personas por este lugar, no en balde Süleymán sigue siendo uno de los personajes más admirados por los turcos a lo largo de la historia.
Todo el conjunto funerario fue construido en 1566 a la muerte del sultán y está considerado junto con la mezquita como una de las mejores obras realizadas por Sinán.
Al salir del mausoleo, resulta imprescindible visitar el cementerio al aire libre.
Los cementerios musulmanes ocupan un importante lugar en la vida de los habitantes de Istanbul. Lejos de ser lugares tristes y melancólicos, son pequeños rincones ubicados por lo general fuera de la ciudad y rodeados de bosques o bien a lo largo de las murallas terrestres, en los alrededores de las mezquitas y los hay también en algunas calles.
Curiosamente a los cementerios se acude a pasear o merendar al aire libre, o incluso a disfrutar de la apacible sombra de los cipreses.
La intimidad con la muerte se traduce en una conversación con los difuntos, a los que se ofrecen flores, leche y perfumes.
Los cementerios turcos sorprenden por su apariencia de desorden y abandono, pero ello sólo debe interpretarse como un deseo de que las fuerzas de la naturaleza se expresen libremente.
En el interior del amplísimo recinto de la mezquita también se hallan diferentes edificios, así como el hamam, y el caravansar que comprendía habitaciones, cuadras para los caballos y dromedarios y almacenes para los equipajes de los viajeros, así como el comedor público que constaba de un refectorio, un almacén para los alimentos y una panadería, amén de un lugar especial para guardar aceitunas.
Una vieja costumbre otomana mandaba que a todos los comerciantes recibidos se les proporcionara comida y alojamiento gratuitos en los caravansar del Imperio, y también forrajes para sus caballerías, pero sólo podían permanecer tres días hospedados.
La mezquita de Süleymán también contaba en su época de esplendor con un asilo para enfermos, una escuela de medicina, una escuela primaria y cuatro medersas para las cuatro escuelas de ley ortodoxas.
EL ESPLENDOR DE LA CORTE OTOMANA
Süleymán ofrecía, tanto por su aspecto físico como por su comportamiento impregnado de majestuosidad, una imagen digna de un monarca muy poderoso, como lo fue en realidad. Durante su reinado el Imperio otomano alcanzó su cenit de poder y esplendor.
Nacido en Trabzon (Trebisonda-Turquia), Süleymán, conocido en Occidente como “el Magnífico” era hijo de Selim I y fue sultán otomano desde 1520 hasta 1566.
A los siete años fue enviado a estudiar ciencias, literatura, teología y tácticas militares en las escuelas del palacio de Topkapi. Contrajo matrimonio con tres esposas, una de las cuales, Roxelana, de origen extranjero como la mayoría de las esposas de los sultanes otomanos, fue muy célebre en las cortes europeas de la época así como por su influencia en la corte de la Sublime Puerta. Tuvo ocho hijos (Selim de su matrimonio con Roxelana, y Bayezid, Abdullah, Murad, Mehmed, Mahmud, Cihangir y Mustafa) y dos hijas, Mihriman Sultan y Raziye Sultan.
Tras suceder a su padre, Süleymán emprendió una serie de conquistas militares, empezando por reprimir una revuelta del gobernador de Damasco en 1521. Lideró personalmente la armada otomana cuando conquistó Belgrado, Rodas y casi toda Hungría, así como el asedio de Viena, y los territorios anexionados del norte de África y la mayor parte de Oriente Medio. Los otomanos llegaron a tener preponderancia en el mar Mediterráneo, mar Rojo y el golfo Pérsico.
No sólo fue un gran guerrero y destacado estratega, como sus antecesores, sino que también alcanzó renombre como legislador, destacando ante los ojos de su gente como un soberano inteligente y un magnánimo exponente de la justicia.
Durante su reinado el imperio fue liberal con las ciencias y las artes, acogiendo a filósofos, incluso el propio Süleymán fue mencionado como uno de los más notables poetas islamistas. En el mundo islámico se le conoce como Kanuni que significa “el Justo” debido tal vez a la profunda reforma que ejecutó sobre el sistema legal otomano.
Su sultanato fue el más largo e ilustre de toda la historia otomana. Algunos biógrafos dijeron de él: “Durante los cuarenta y seis años de su reinado, conquistó el mundo y sometió a dieciocho monarcas. Estableció el orden y la justicia en sus territorios, llegó victorioso a cada rincón del mundo, embelleció todos los países reducidos por las armas y salió airoso de todas las empresas “
Cinco años después de su muerte, reinando su hijo Selim II los otomanos dominaban el Mediterráneo, lo cual redujo a los cristianos a una posición defensiva. El Papa Pío V hizo un llamamiento a la guerra santa y se puso a la cabeza de la Santa Liga (la España de Felipe II, Nápoles, Génova y Venecia). La flota cristiana se reunió en Mesina bajo el mando de Juan de Austria. Al alba del 7 de octubre de 1571 las dos flotas se encontraron frente a frente en Lepanto. Cuenta la historia que la lucha fue muy cruenta y en sólo unas horas las galeras turcas fueron destruidas, pudiendo sólo una treintena de navíos (de los 260 que componían la flota) regresar a su puerto.
Aunque durante décadas la bandera de la media luna seguiría siendo la enseña dominante en el Mediterráneo, de alguna forma aquella derrota de Lepanto empezó a marcar el declive del dominio turco.
La mezquita de Süleymán hace honor al que gobernó al poderoso Imperio otomano y fue un destacado personaje de la historia, siendo aún hoy uno de los ejemplos más hermosos de la arquitectura islámica.