P A L M I R A



PODRÁ VISITARSE DE NUEVO ESTE VERANO

En la ruta de las legendarias caravanas de Oriente, más allá de Damasco, cruzando a través de interminables y rocosas llanuras desérticas surge de improviso y como un espejismo el oasis de Palmira, del que emergen con sobria majestuosidad las ruinas de la antigua ciudad de Tadmor como testimonio de su pasado lleno de esplendor. Un lugar excepcional perdido en medio del desolado paisaje pétreo, cuya extraña belleza suscita mil fantasías y extasía al viajero.
El sudeste sirio es una inmensa zona árida que registra muy elevadas temperaturas, no en balde suelen superarse con facilidad los 40-45º en según qué épocas del año, siendo las lluvias más bien escasas. Es precisamente ese carácter de inexpugnable lo que convierte a Palmira en una recóndita maravilla y todo un reto para el avezado visitante.
Los árabes son, lógicamente, el grupo étnico más numeroso, dominando la mayoría de la población, aunque existen pequeños grupos de kurdos, armenios, turcos y circasianos. Como consecuencia, la lengua árabe en la más extendida; el kurdo sólo se habla en algunos sectores del norte y este; el armenio en Alepo y otras ciudades importantes; el turco en las inmediaciones del Éufrates, quedando reducido el arameo, el lenguaje de la Biblia, a unos escasos pueblos dispersos en la geografía siria. El Islam está ampliamente extendido, aunque existen minorías de chiitas, drusos o alauitas y sunitas, con un reducido porcentaje de cristianos (católico-romanos, ortodoxos griegos, maronitas, protestantes) e incluso unos pocos judíos en Damasco.
Las gentes del desierto, los beduinos, pese a haber quedado extinguidos de forma considerable en los últimos tiempos, siguen permaneciendo fieles a sus ritos y costumbres más ancestrales.

APUNTE HISTORICO
Se han descubierto escritos cuneiformes que datan de cuatro mil años en los que ya se citaba el enclave caravanero de Palmira, importante en las grandes rutas comerciales, al igual que Jerash, Alepo o la lejana Petra, lo que da a entender que, apenas desarrollarse las primeras civilizaciones de las que se tiene constancia en el delta del Eufrates, Tigris y Nilo, surgieron múltiples expediciones en dirección a Babilonia y Egipto guiadas especialmente por tribus del desierto y nómadas de las montañas iranias que terminaron por convertirse en mercaderes y dueños de productivos negocios. Al mismo tiempo, comenzó la navegación por el mar arábigo con destino a las costas de la India y otros puntos del lejano Oriente, estableciéndose un activo comercio, transportando maderas nobles y piedras para ser utilizadas en la construcción de templos, palacios y todo tipo de edificios, así como cobre para fabricar armas, utensilios agrícolas, oro, marfil, especias, sedas, perfumes, etc.  Muchos de los vestigios encontrados en Palmira dan fe de que los diferentes aspectos de la vida de esta ciudad estuvieron muy estrechamente relacionados con el comercio caravanero, llegando a convertirse en un emporio de muy singular relevancia. A medida que creció su influencia aumentó también el interés y la codicia por parte de los romanos, quienes terminaron por anexionarla a su Imperio, llegando a ser gobernada por Odenato, líder militar que contó con el beneplácito de Roma por haber liberado al emperador Valeriano de los persas.
Los mayores acontecimientos en la historia de Palmira, su auténtica odisea, comenzó tras morir asesinado Odenato en extrañas condiciones (266 d. C) y asumir el poder su segundo esposa, Zenobia, de origen griego-árabe, habida cuenta de que su hijo era aún adolescente.
Zenobia fue acusada veladamente de la muerte de Odenato, aunque nunca pudo ser probado.
Muchas leyendas que aún hoy corren de boca en boca por algunos mercados orientales, refieren a la soberana de Palmira como a una mujer cuya belleza igualaba a la de su antepasada Cleopatra, de tez oscura, grandes ojos negros y dientes como perlas, de atractiva dulzura y adornada por una gran inteligencia, no en balde hablaba muchas lenguas y tenía dotes de mando, amén de una notable ambición y ansias de poder.
El hecho de proclamar la independencia de Palmira y su afán expansionista por el sur hacia Egipto y por el este a través de las rutas del Asia Menor, no gustaron a Roma, provocando el envío de un gran contingente de tropas para sofocar lo que fue interpretado como una rebelión. Aureliano arrasó con su ejército en Antíoco y Emesa (la actual ciudad de Homs), cercando finalmente a Palmira y sin posibilidad alguna para sus habitantes.
Zenobia no quiso aceptar las condiciones para su rendición y, por sorpresa, huyó a lomos de un camello, cruzando las líneas del ejército que asediaba la ciudad en dirección a Persia en busca de ayuda militar. No obstante, después de larga persecución fue capturada por la caballería romana cerca del río Éufrates.
Palmira recibió duro castigo por la insurrección y Zenobia conducida a Roma, atada con cadenas y exhibida por las calles como un trofeo de guerra. En este punto, la historia se oscurece en torno a esta mujer y mientras unos aseguraron que llegó a vivir rodeada de los lujos y placeres que le proporcionó el emperador Aureliano, otros, sin embargo, manifestaron que ayunó hasta la muerte para no permanecer en cautividad.
Con la desaparición de Zenobia llegó el fin de la prosperidad para Palmira, sus habitantes fueron víctimas de una cruel matanza y la ciudad destruida por los romanos en el año 273 de nuestra Era.
A partir de entonces, la mítica Palmira perdió toda su influencia, se convirtió en un enclave fortificado y posteriormente, al dejar de ser un lugar de paso para las caravanas, se hundió en el olvido.
Los musulmanes habitaron en ella al filo del 634 y siglos más tarde, en 1089, un devastador terremoto acabó por convertirla en un recóndito lugar perdido en el desierto. Llegó a decirse que una comunidad judía vivió en Palmira en el siglo XII, sin embargo, no fue hasta 1678 cuando dos mercaderes que procedían de Alepo descubrieron sus ruinas, sorprendiendo al mundo con los hallazgos pues nadie conocía su existencia. En 1924 comenzaron a realizarse las excavaciones que finalmente descubrirían los restos que hoy pueden visitarse.
La historia, no obstante, ha venido a revelar que Palmira no fue una colonia más anexionada al Imperio romano, ni tampoco sometida a sus poderosos vecinos, los persas, conservando siempre una identidad y una cultura propias, así como una lengua autóctona, derivada del arameo.

LA REINA DEL DESIERTO
Aunque el turismo creció durante algunos años, la masacre llevada a cabo por el llamado Estado Islámico fue considerable, ensañándose de forma brutal con las ruinas existentes. Ahora, después de siete años de guerra, con Siria prácticamente asolada, parece existir de nuevo la posibilidad de reconstruir todo lo dañado y abrirlo de nuevo al turismo el próximo verano, por lo tanto, volverá a poderse caminar entre las ruinas de la antigua Tadmor y hacerlo en solitario, disfrutando del inusitado placer de la contemplación ante tan singular belleza y rodeado de un ambiente que rezuma extraño magnetismo.
Grandes hileras de columnas que se erigen con manifiesta solemnidad como indicativo de lo que hace siglos fueron las vías de esta extraordinaria urbe, magníficos templos, un foro, los baños, el anfiteatro… Suponen un viaje casi irreal a un mundo inmerso en la fascinación.
El Templo de Bel, así llamado en honor de esta divinidad de naturaleza cósmica que gobernaba el sol y la luna, es la mayor de cuantas edificaciones  podrán de nuevo contemplarse. Situado en un extremo de la ciudad y originariamente estuvo rodeado por una gran muralla, existiendo en su interior vestigios de un santuario o lugar dedicado a las plegarias, un salón presumiblemente utilizado para banquetes o recepción de invitados, así como un altar, que con toda seguridad se dedicó al sacrificio de animales, amén de una plataforma elevada que debió emplearse para llevar a cabo ceremonias de tipo religioso.
En el exterior destaca la gran columnata con un espectacular arco de entrada,  la cual se prolonga hasta concluir en un monumento funerario.
El templo erigido en nombre del dios Nabo, los baños de Diocleciano, el ágora o foro romano donde tenían lugar los debates entre los personajes más relevantes y otro santuario dedicado a Bel-Shamin, deidad de las tormentas y las lluvias, constituyen algunos de los puntos más relevantes del extraordinario conjunto.
Las manifestaciones culturales y artísticas a las que daba vida la ciudad tuvieron un marcado carácter compuesto. Mientras los intelectuales y artistas tenían una predominante influencia griega, los aristócratas y clases elevadas leían y escribían tanto en arameo como en griego, y los templos y edificios notables estaban inspirados en modelos arquitectónicos griegos, por contra, el vestuario que utilizaban sus habitantes, el mobiliario de las mansiones, las armas y demás enseres, a tenor de lo que se ha podido conocer con posterioridad, especialmente a través de relieves escultóricos, eran de tendencia oriental. Puede pues afirmarse que Palmira se enriqueció con una cultura mixta.
Diseminadas por los alrededores de la ciudad existen diferentes torres funerarias de estructura rectangular, construidas como tumbas y en cuyo interior se ubican nichos situados a diferentes niveles. Por lo general, estas torres a manera de panteones de gran magnitud, pertenecían a familias poderosas y las mismas estaban profusamente decoradas con frisos y cornisas.
.En las afueras de Palmira se encuentra el manantial de Efca, donde podrán visitarse una serie de grutas que se cree datan de la época romana. Será posible darse un baño en sus aguas sulfurosas e incluso por un módico precio recibir un masaje de barro.
Dominando toda la ciudad, en lo alto de una colina cubierta de arena y erosionada por el viento, se levantan las ruinas de la fortaleza árabe de Qala`at Ibn Maan (siglo XII), visible desde la lejanía al recortarse su silueta en el horizonte. Está rodeada por un foso, aunque existe un vetusto puente que lo atraviesa. Al atardecer, la panorámica de Palmira desde este punto es realmente asombrosa y más aún teniendo en cuenta que la luz solar provoca sobre las ruinas unos reflejos multicolores de excepcional atractivo.
Una vez todo el conjunto reconstruido, se espera que resulte posible efectuar una visita al museo ubicado en el centro urbano, a escasa distancia de donde están los restos arqueológicos, el cual recoge un buen número de las esculturas rescatadas, así como una perfecta recopilación de los estudios realizados en torno a este milenario enclave. Al respecto, contar con la ayuda de un experto guía diplomado en arqueología es poco menos que imprescindible, dado que se trata de las personas que mejor conocen la historia de Palmira.
Cuando el viajero abandona el oasis para iniciar el camino de retorno a Damasco, parece como despertar de un fantástico sueño, un sueño perdido en la inmensidad de los siglos, tras haber experimentado un abanico de sensaciones indescriptibles en la mítica y legendaria Palmira, un paraíso perdido en el desierto sirio.


LA GUERRA QUEDA ATRÁS
Según parece, existen noticias que invitan al optimismo al referirse a Palmira. La guerra que durante más de siete años ha azotado este territorio sirio y las dos ocasiones en que las magníficas ruinas fueron brutalmente destrozadas por el llamado Estado Islámico, dejaron un panorama desolador. Pero ahora, las autoridades sirias, conscientes de su importancia y de la repercusión económica que ha supuesto la pérdida del turismo, ha decidido ponerse a trabajar para recuperar este legado histórico, poniendo en marcha un proyecto para reparar los grandes daños sufridos. La restauración ha comenzado y puede anunciarse, aunque con ciertas reservas, que el próximo verano el turismo podrá regresar a Palmira con garantías absolutas de seguridad.
Llegar hasta la inmortal Palmira a través del desierto volverá a suponer indefectiblemente vivir la más apasionante de las experiencias.

NOTA.- Las fotografías que publicamos en la GALERÍA DE FOTOS corresponden a la época anterior al conflicto bélico que ha sufrido Siria.