TÁNGER



LA PUERTA DE ÁFRICA

A pocos kilómetros de España, entre la montaña y el mar existe un paraíso que se funde con el decorado del azul celeste. En una encrucijada de mares y continentes, donde el Mediterráneo se une con el Atlántico y Europa con África, la ciudad de Tánger vive decididamente de cara al mar y tiene algo único, impalpable e indefinible. Una sensación de libertad que flota en el aire, como el perfume de la flor de azahar.
Henri Matisse llamaba a Tánger “el paraíso del pintor”. Eugène Delacroix, al descubrir la ciudad exclamó: “Vengo de recorrerla. En este momento soy como ese hombre que sueña y ve cosas temiendo que se le escapen” y Paul Bowles la calificaba de dream city. Basta pasear unas horas por sus callejuelas para sucumbir a sus múltiples atractivos.
La ciudad ha seducido a más de un visitante, y no a cualquiera. Las múltiples caras de Tánger hacen soñar desde hace siglos a artistas e intelectuales, conquistadores y hippies, millonarios y excéntricos. Su historia es la de la ciudad que inventó la globalización. Tánger es ante todo una atmósfera y cuando la abandona se pregunta si no la ha soñado.

UNA HISTORIA FUERA DE LO COMÚN
Tras una presencia fenicia revelada por algunos vestigios, entre los que se encuentran dos necrópolis, la ciudad fue fundada en el siglo IV a.C. por los cartagineses, que hicieron de ella un gran centro comercial: Tingi.
En el 146 a.C., a la caída de Cartago, la ciudad se incorporó con el nombre de Tingis al reino de Mauritania, aliado de Roma y gobernado por Juba II. Con el emperador Claudio, Mauritania se convirtió en colonia romana: la Mauritania Tingitana, con Tingis como capital.
En el año 706 d.C. y durante la conquista árabe, el general Omeya Moussa Ibn Noussaïr se apoderó de la ciudad. Fue entonces cuando las tropas de Tarik Ibn Ziad partieron para la conquista de España en el 711.
En los siglos que siguieron, Tánger se convirtió en objetivo de luchas entre Idrisis y Omeyas en España, luego llegaron los almorávides, almohades y merínidos. Un tesoro codiciado también por los portugueses, ya que Tánger comerciaba activamente con Génova, Marsella, Venecia, Barcelona…
Conquistada por Portugal en 1471, la ciudad pasó a manos inglesas en 1661, gracias a un juego de alianza reales entre Portugal e Inglaterra hasta que finalmente la dinastía alauita recuperó Tánger en 1584 bajo el reino de Moulay Ismael.
A partir del siglo XIX, las naciones europeas multiplicaron sus misiones diplomáticas y comerciales en Tánger. En 1906, la conferencia de Algeciras contempló un estatus especial para la ciudad, que en 1925 se convirtió en zona franca internacional bajo la soberanía del Sultán de Marruecos. Aquella época fue el periodo dorado de Tánger, el de su gran desarrollo cultural y económico, el de la reputación novelesca de Tánger en el cine y la literatura.
También en Tánger, en el parque de la Mendoubia, el rey Mohamed V pronunció en 1947 el discurso en el que reclamó la independencia para Marruecos. Tuvo la ciudad un estatus particular hasta 1960 y actualmente la ciudad conserva su legado cosmopolita. Las distintas influencias han configurado su diversidad cultural y su gran personalidad. El nuevo puerto Tánger-Med une las autopistas terrestres con la autopista marítima del estrecho de Gibraltar… Para Tánger se abre una nueva época dorada.

ENCLAVES DE INTERÉS PARA EL VISITANTE
A la entrada de la medina, el gran zoco es el lugar más frecuentado de la ciudad. La plaza está rodeada por la antigua residencia del Mendoub (representante del Sultán) y su parque.
El parque de la Mendoubia resulta esplendoroso, con su higuera de Bengala gigante y sus numerosos dragos centenarios.
Tomando la calle de los siaghines (joyeros) se accede al pequeño zoco, pintoresca plazuela rodeada de hoteles y cafés, otrora frecuentados por las celebridades de Tánger: Paul Bowles, Jean Genet, Paul Morand, Pasolini, Camilla Saint Saëns… Además del pequeño zoco, la calle de la Marina conduce a Bab el Bahr (la puerta del mar) enmarcada por dos borjs (fortines), entre ellos Borj el Mosra y sus cañones gigantes. Abajo, el puerto pesquero contagia su animación, coreada por los graznidos de las gaviotas.
La Kasbah, alma de Tánger, es la antigua fortaleza, con sus murallas que dominan la medina y toda la ciudad. Se accede a ella desde el Gran Zoco por la calle de Italia, subiendo por la calle de la Kasbah. Barrio de antiguos palacios, esconde soberbias residencias. Plaza de la Kasbah, el palacio del Sultán Dar el Mekhzen que alberga un museo dedicado al arte marroquí. El vecino palacio Dar Chorna acoge el museo de la antigüedad y arqueología. El café del Estrecho es un lugar privilegiado y toma su nombre de la fantástica panorámica sobre este encuentro de gigantes.
El bulevar Pasteur, arteria principal de la ciudad nueva, se convierte cada noche en el lugar preferido de paseo. Al final de dicho bulevar, una gran terraza, la plaza del Faro y sus cañones, ofrecen una magnífica vista sobre el puerto, la bahía y la costa española. Los tangerinos pasan aquí largas horas contemplando el mar centelleante bajo el sol, y el interesante baile de los navíos que atraviesan el estrecho, lo que le valió a la plaza el apelativo de Sour Al Magazín, el muro de los perezosos. Desde ahí, basta con bajar por la calle Anoual para descubrir la sorprendente fachada art decó del Gran Teatro Cervantes. Inaugurado en 1913, fue el teatro más importante del norte de África, con su extraordinaria arquitectura, sus 1.400 butacas y su maquinaria entre las mejores de la época. Por su escenario pasaron artistas tan famosos como Lola Flores.

¿ATLÁNTICA O MEDITERRÁNEA?
No hay que dejar de ir a tomar un té al café Hafa. Único por su ubicación, colgado de un acantilado a la sombra de jardines con terrazas, ofrece el panorama del Mediterráneo a la derecha, el Atlántico a la izquierda y Andalucía al frente. Este lugar, creado en 1920, era uno de los favoritos de Paul Bowles, los Rolling Stones y Randy Weston… La leyenda quiere que los Beatles, Bob Marley y Sean Connery hayan saboreado su té de menta y disfrutado de la vista de uno de los más hermosos balcones sobre el mar de Tánger.
El principal puerto marítimo del reino hacia el Mediterráneo, el de Tánger, ocupa una posición estratégica entre el Atlántico y el Mediterráneo. Primer puerto nacional de pasajeros, agrupa las actividades del comercio, pesca y recreo. Las numerosas lanzaderas de pasajeros con Europa, los grandes mercantes, las traineras, barcos pesqueros y los pequeños veleros utilizan el mismo canal de entrada.
Dos cabos marcan la entrada de la ciudad de Tánger, el cabo Espartel en el océano y el Malabata en el Mediterráneo. El cabo Malabata se orienta hacia el sol naciente. Plantado de pinos y árboles bajos, ofrece una vista de 180º sobre el estrecho de Gibraltar, y se visita preferentemente por la mañana, por su mayor luminosidad. No muy lejos, se encuentra el extraño castillo de Malabata que, a pesar de su arquitectura de estilo medieval, data de principios del siglo XX. Por su parte, el cabo Espartel, dotado de un faro construido en 1965, es ideal para los amantes del sol. De camino puede hacerse un alto en el mirador de Perdicaris.
Situadas en el macizo del cabo Espartel, a lo largo de la costa atlántica, las grutas de Hércules con cavernas naturales y calizas. Oscuras y húmedas se iluminan por un pasaje único que da al océano, donde se dibujan los contornos de un mapa de África. Estas grutas representan el primer destino turístico de Tánger. La belleza del lugar, su valor arqueológico y su carga mitológica lo convierten en uno de los lugares más insólitos. Según la mitología griega, en este lugar Hércules encontró el reposo después de cumplir sus doce trabajos. La leyenda dice que este semidiós habría cruzado incluso el estrecho de Gibraltar, separando las montañas y haciendo surgir a un lado el Jbel Tarik (Gibraltar) y al otro, en la parte africana, el Jbel Moussa. Del mito a la realidad sólo hay un paso…

CIUDAD DE ARTISTAS
Las calles y callejuelas de Tánger están pobladas de recuerdos artísticos  y literarios. Son incontables los pintores, novelistas, dramaturgos, poetas, fotógrafos, actores, cineastas y modistos de todas las nacionalidades que han pasado temporadas o residido aquí, y a los que la ciudad ha inspirado y seducido. Todos esos artistas han dejado su impronta en numerosos lugares míticos de Tánger (el Hotel el Minzah, el Hotel Continental, el café de París o el café Fuentes, por citar solo algunos).
Pero Tánger no sólo vive de su pasado. Desde personajes como Eugène Delacroix, Henri Matisse, Oscar Wilde, William Burroughs hasta Tennesse Williams, han seguido inspirando a muchos creadores.

SOBRE LAS HUELLAS DE LOS GRANDES VIAJEROS
En 1777 Marruecos fue el primer país que reconoció oficialmente la independencia de Estados Unidos de América. Para sellar esta nueva amistad, el Sultán Moulay Slimane regaló esta casa de Tánger a la misión diplomática americana en 1821. Se trata del único monumento perteneciente a Estados Unidos fuera de su territorio nacional. Inmensa residencia del siglo XVIII, restaurada en 1920, legación que fue transformada en museo en 1956. En ella se pueden encontrar diversas colecciones de obras que reflejan la historia de la ciudad de Tánger del siglo XVII al XX.
La visita de la sepultura del personaje más emblemático de la ciudad de Tánger es casi obligatoria. La tumba de Ibn Battouta se ubica en una callejuela del barrio de Fuente Nueva, en las alturas de la medina. El famoso tangerino era un gran viajero, peregrino, explorador, embajador… Un ilustrado curioso y abierto al mundo, nacido en Tánger en 1304. El joven inexperto partió de peregrinación a La Meca a los 22 años y este viaje se convirtió en el principio de los más extraordinarios periplos de todos los tiempos.
La figura de Ibn Battouta se compara a menudo con la más conocida de Marco Polo. Sin embargo, las diferencias entre ambos personajes son notables. Si Marco Polo y sus hermanos exploraron por razones comerciales regiones desconocidas por sus conciudadanos, Ibn Battouta viajó por razones intelectuales (lo que no le impidió recorrer una distancia mayor que la de su ilustre predecesor).

Desde hace décadas, el turismo y las actividades resultantes, la artesanía especialmente (se trata de un auténtico paraíso para los amantes de las compras en los zocos), han hecho revivir la ciudad de Tánger y no solo acoge a turistas españoles, franceses o ingleses, sino que atrae igualmente a un número impresionante de marroquíes que pasan aquí sus vacaciones. En verano es, efectivamente, una de las ciudades marroquíes donde se encuentra un poco de fresco -cuando el chergui, viento seco y cálido del este, no barre las playas- y las temperaturas no pasan generalmente de los 35ºC.
En el cruce de las rutas entre Europa y África, entre el Atlántico y el Mediterráneo, Tánger abre la puerta de Marruecos. Vale la pena que el viajero abra bien los ojos y disfrute de su entorno abigarrado y multicolor. Mercados olorosos, rumores mezclados del mar y de la ciudad… No en balde es aquí donde da comienzo el reino de los sentidos.
Es en Tánger donde predomina todavía esa atmósfera de misterio, heredada de la época en que la ciudad era una zona internacional. Son muchos los que hasta aquí llegaron para una corta estancia, quedaron fascinados y se quedaron para siempre. No sólo hay que deambular por ella y perderse entre sus callejuelas, Tánger hay que vivirla con intensidad y dejarse atrapar por sus encantos.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)