FIESTAS DEL PILAR EN ZARAGOZA

A orillas del río Ebro, la Salduba que fuera poblada por los íberos, se convirtió en Cesaraugusta durante la dominación romana. Más tarde se vio sometida a los árabes que la invadieron en el siglo VIII para dar paso a la desaparición de los califatos con la reconquista cristiana (siglo XII)  y también heroína singular de la guerra de la Intendencia frente a las tropas napoleónicas (siglo XIX). La capital aragonesa, una ciudad milenaria protagonista de algunos de los más brillantes capítulos de nuestra historia, es hoy una urbe moderna y cosmopolita que abre sus brazos al viajero ofreciendo toda la sugestiva belleza que atesora en su interior.



Hablar de la comunidad aragonesa en general es tanto como hacerlo de todo un rico compendio de variedades, de climas extremos, de bosques y desiertos, llanuras y barrancos, montañas y ríos que proceden del norte pirenaico o surgen de las sierras turolenses. También es hacerlo de vientos y tormentas, de un paisaje agreste bajo el más nítido de los cielos, de pueblos que aún conservan costumbres ancestrales y grandes núcleos urbanos donde palpita el ambiente más vanguardista.
Referirse a estas incomparables tierras trae de forma ineludible el recuerdo de Ordesa, Graus, Albarracín, Ansó, Tarazona o Veruela. Loarre, Jaca, Alcañiz o San Juan de la Peña, el Monte Perdido, Riglos, Híjar, Calatayud, Cariñena o Calanda y el Monasterio de Piedra… Todo un abanico de sensaciones, cultura, historia, folklore y gentes capaces de calar muy hondo en el ánimo de quien hasta ellas se aproxima para vivir de cerca su realidad actual.
Y en el corazón de toda esta amalgama y brillando con luz propia, majestuosa y plural: Zaragoza.

HISTÓRICA Y MONUMENTAL
La capital aragonesa dispone de múltiples atractivos turísticos y a cual de ellos más interesante, sin embargo, a la hora de efectuar cualquier itinerario a lo largo y ancho de la ciudad, siempre un común denominador, un punto de partida que resulta poco menos que obligado para el visitante: la plaza de las catedrales con la Basílica de Nuestra Señora del Pilar y la Seo.
Como auténtico baluarte, el Pilar siempre acapara la máxima atención y ya no sólo por lo que significa en lo arquitectónico, con una compleja mezcla de estilos, sino por la religiosidad que aglutina en su entorno. La bellísima capilla de la Virgen que data de 1765, decorada al modo barroco italiano, siendo la imagen de fines del siglo XV, reúne, sin lugar a dudas, un ingente número de peregrinos a diario y sea cual sea la época del año, por ello puede asegurarse que este santuario mariano es uno de los más visitados de España y de todo el mundo.
Las pinturas de las cúpulas y otras que existen en la Basílica, debidas a los pinceles de los hermanos Bayeu y Goya, el coro renacentista, el retablo mayor obra de Damián Forment, etc. son también puntos de gran atracción.
La Catedral de la Seo es un templo gótico con decoración plateresca y barroca, construido en el siglo XIV sobre un templo romano. El retablo mayor con magníficos relieves, las capillas laterales, sepulcros, etc. merecen un especial interés a la hora de visitarlo.
Nadie duda de que Zaragoza es un auténtico compendio arquitectónico de épocas y estilos. Del románico se conserva el tímpano del antiguo templo del Pilar y el arranque del ábside de la Seo, importante representación del renacimiento en la Lonja y por lo que hace referencia al mudéjar, tan arraigado en toda la provincia, éste dejó sus huellas en las torres de la Magdalena, San Gil, San Miguel y la octogonal de San Pablo.
De la época árabe se conserva también un importante vestigio: La Aljafería, palacio real donde fijaron su residencia los monarcas musulmanes. En él tienen cabida dos etapas, la árabe y la cristiana. De la primera hay que destacar la mezquita, la cual ha experimentado distintas reformas posteriores, siendo los Reyes Católicos quienes precisamente realizaron los primeros cambios y ampliaciones.
Dar un paseo por el casco antiguo de la ciudad significa poder contemplar la Casa del Dean, la iglesia de San Juan de los Panetes, el torreón de la Zuda, la muralla romana, el mercado, las iglesias de San Felipe y Santiago, el palacio de los condes de Morata o el de los condes de Gabarda, el de la Real Maestranza o el de Azara, el torreón de Fortea… infinidad de monumentos en los que extasiarse.
Y a medida que el visitante se aproxima al centro urbano, a través por lo general de la calle Alfonso, la más transitada sin duda, se llega al popular Coso, la plaza de España y el paseo de la Independencia, donde palpita el corazón de la ciudad y donde comercios, restaurantes, salas de espectáculos, etc. son capaces de satisfacer al más exigente.

12 DE OCTUBRE: LA GRAN CITA
Como si se tratara de la traca final del más espectacular castillo de fuegos de artificio, amanera de rúbrica o culminación de las variadas y multicolores celebraciones que a lo largo de toda la época estival han tenido como protagonistas de excepción a los pueblos de la geografía aragonesa, con las primeras fechas otoñales llegan las populares fiestas del Pilar, ocasión en la que Zaragoza vibra de forma exultante.
Toda una explosión de alegría y entusiasmo invade cada rincón de la ciudad, el gran regocijo bien pronto se hace contagioso y propios y foráneos disfrutan de unos festejos inigualables, largamente esperados y que convierten a esta capital aragonesa en punto de cita obligado, lugar de encuentro para todos, en medio de un ambiente atractivo y, sobre todo, entrañable.
Muchos son los actos que siempre programan las comisiones de fiestas, ya sean estos novedosos o habituales, pero siempre tratando de satisfacer a jóvenes, niños, adultos o ancianos.
La concentración de peñas y el petardazo baturro ponen en marcha la vorágine festiva, el pregón, las comparsas de gigantes y cabezudos, vaquillas, dianas floreadas… Todo un amplio catálogo de sugerencias, sin olvidar torneos deportivos, corridas de toros, concursos de índole diversa, amén de actos culturales, folklóricos, exposiciones… Sin embargo, cabe hacer hincapié de forma muy especial en la ofrenda floral que recorre las más céntricas calles zaragozanas en la mañana del día del Pilar y termina en la plaza de la Basílica frente a la imagen de la Virgen. También hay que citar el Rosario de Cristal que se celebra todos los años y también su recorrido se efectúa a través del centro urbano, así como las actuaciones de rondallas en la plaza de las catedrales, donde estallan las jotas con todo su sabor e indiscutible fuerza, las cuales hacen vibrar a quienes las presencian.
Centro de comunicaciones privilegiado, a mitad de camino entre Madrid y Barcelona, o viceversa, Zaragoza es una capital a la que se puede acceder bien por la autovía o por autopista, así como desde Huesca, Logroño o Teruel, amén de toda una serie de carreteras comarcales.
Por lo que hace referencia a su gastronomía, ésta es muy variada e interesante. Son famosos en toda la comunidad aragonesa los jamones de Teruel, las truchas de Villarluengo, el ternasco o el pollo a la chilindrón, sin olvidar las longanizas de Monreal o las borrajas de Aguaviva y, por supuesto, nadie debe marcharse sin probar los buenos vinos de Cariñena u otros de denominación de origen y llevarse a casa productos elaborados y no menos conocidos como las ricas “frutas de Aragón” o los enormes y riquísimos adoquines y guirlaches.
Por tratarse de una gran urbe, resulta muy complejo aconsejar tal o cual alojamiento, máxime considerando que la oferta hotelera es amplísima. No existen, por tanto, problemas al respecto.
Todo a punto pues en la inmortal Zaragoza para vivir sus fiestas del Pilar. Una cita muy interesante para todo viajero que quiera aproximarse a la realidad aragonesa.

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