C E R D E Ñ A

PERLA MEDITERRANEA


Aunque cercana geográficamente, Cerdeña es, sin embargo, una gran desconocida.
Situada más allá del archipiélago balear y camino de la península italiana, es tierra de auténtico privilegio donde se asegura que no existe el invierno. Son tantos y tan variados los atractivos que ofrece esta bella isla mediterránea que la convierten en un destino turístico por excelencia.

Hace algunas décadas, el litoral del nordeste, la llamada -Costa Smeralda- acaparó un elevado tanto por ciento de los visitantes que llegaban a la isla, ávidos de disfrutar de unas vacaciones bajo el común denominador del ocio y la diversión. No obstante, el transcurso del tiempo y, por supuesto, el excelente trabajo de promoción llevado a cabo por los responsables del turismo sardo, se han encargado de dar a conocer nuevos e interesantes objetivos, sin por ello dejar al margen la otrora famosa -Costa Smeralda-, que sigue siendo un rincón de inigualable belleza, pero haciendo a su vez hincapié en múltiples y no menos maravillosos lugares que pueden encontrarse en su interior y en los que, sin renunciar a la modernidad, en ellos se vive como si el tiempo se hubiera detenido hace muchísimos años.
No hay que caer en el tópico de reducir Cerdeña a lo que es la citada -Costa Smeralda- ya que, a no dudarlo, es más, muchísimo más, y a lo largo y ancho de su geografía puede el viajero disfrutar de rutas culturales a través de recónditos pueblos que parecen como arrancados de los lienzos del más sensible de los pintores, conocer asimismo abundantes testimonios arqueológicos que datan de infinidad de siglos, así como extasiarse en la contemplación de interesantes enclaves naturales rodeados de un paisaje de ensueño, etc. Todo ello repartido en las cuatro regiones que componen la isla, desde Sassari al norte, donde se encuentra la mítica y legendaria tierra del Alghero, hasta la misma Cagliari, la populosa capital en el sur.
Y si durante el día, para los más exigentes en materia de ocio la costa ofrece la posibilidad de divertirse con la práctica de todos los deportes acuáticos y el embrujo de las playas de blancas arenas y cristalinas aguas alcanza un mayor esplendor.
Después, al atardecer, pasear por los pequeños puertos de pescadores y dejarse llevar por el secreto encanto de sus pintorescas callejuelas, invita, sin lugar a ningún género de dudas, a la relajación, transformando la estancia en la isla en unas vacaciones inolvidables.
Cagliari, la capital, centro económico y a la vez mayor urbe de la isla, se alza en una meseta rocosa sobre la llanura de Campidano, rebosante de viñedos, campos de trigo y hortalizas.
Su casco antiguo asemeja una ciudad fortificada desde la cual pueden observarse interesantes panorámicas y merece una detenida visita, al igual que su activa y alegre zona portuaria. La catedral, inspirada en el Duomo de Pisa, con un bello y recargado estilo barroco churrigueresco que predomina en su interior, es un indudable punto de cita para el viajero junto al antiguo convento de San Doménico (bello claustro restaurado del gótico tardío), San Saturnino, de la que se dice es la iglesia más antigua de toda Cerdeña y finalmente Santa María de Bonaria, santuario objeto de peregrinación con bella fachada barroca, todo ello sin olvidar el Jardín Botánico, la casa de Tigellio y los restos del anfiteatro.
Oristano e Iglesias son dos enclaves del sur de la isla que tampoco deben obviarse dado que los vestigios que se conservan dejan bien patente su relevancia en épocas ya lejanas en la historia.
Alghero sigue conservando un cierto encanto medieval a pesar de tratarse de uno de los puntos más turísticos de la isla desde que a principios de siglo los ingleses decidieron recabar en Cerdeña, según cuentan huyendo de la saturada Capri y lo caro que resultaba veranear en la Riviera.
Durante el siglo XIV fueron conquistadas estas tierras por la corona catalano-aragonesa y fruto de su hegemonía, la cual se prolongó por espacio de tres siglos, todavía perdura la lengua. Como muestra fehaciente de ello muchos de sus pobladores actuales siguen hablando catalán.
Frente al amplísimo golfo de Porto Conte enmarcado por el promontorio de Capo Caccia, la zona más antigua de la ciudad, que curiosamente recibe el nombre de Barcelonetta, así como el puerto donde se respira un encantador ambiente marinero, se hacen acreedores de un tranquilo paseo para contemplar sus murallas y los bellos torreones, amén de contemplar sus iglesias y palacios de solemnes fachadas y llamativos adornos en puertas y ventanas.

La basílica y claustro de San Francesco, un oasis de sosiego en el corazón de la ciudad, suponen un punto y aparte un tanto especial.

RECORRIENDO LA ISLA
Después de la capital, Sassari es la segunda urbe en importancia de la isla y con sus 120.000 habitantes resulta una animada metrópoli. La primera impresión es que se trata de una ciudad moderna, no obstante, ha sabido conservar el casco antiguo, que en las últimas décadas se había despoblado de forma considerable, cobrando una nueva vida.
Muy cerca de la estación y en Porta Santo Antonio comienza el Corso Vittorio Emanuele, la calle de tiendas y curiosidades que termina en la piazza Italia, donde a lo largo del último siglo se han erigido los principales edificios administrativos. La catedral del siglo XV en gótico catalán y fachada remodelada con arabescos de un barroco colonial español, así como la iglesia de Santa María de Betlem, con fachada románica  y en general muy bien conservada, y la fuente de Rosello, que data de principios del siglo XVI y tiene unos bellos relieves representando las cuatro estaciones y de la cual brota una riquísima agua, muy apreciada por las mujeres que a ella van a buscarla transportándola sobre sus cabezas y los aguadores sobre sus asnos, son enclaves singulares de esta ciudad, la más importante del norte.
Bosa es una pequeña población apenas distante unos cuatro kilómetros de la costa que se halla en el valle fluvial del Temo. Merece la pena una visita a esta tranquila villa de alrededor de 8.000 habitantes en la que predomina un marcado ambiente rural en sus calles y plazas empedradas, y donde aún es posible ver a las ancianas sentadas a la puerta de sus casas haciendo ganchillo o a los hombres semiescondidos bajo las bóvedas oscuras donde se elabora el vino de malvasía o bien sentados en los pequeños cafés que rezuman nostalgia por los cuatro costados.
A través del barrio antiguo discurre una calle escalonada que conduce hasta el castillo construido por los genoveses con sus torres y muralla. No hay que perderse el camino desde el puente del Temo hasta San Pietro Extramuros a través de fértiles huertos.
La iglesia fue obra de maestros borgoñeses entre los siglos XI y XIII.
Recorriendo Cerdeña, el viajero debe incluir una sosegada visita a Aritzo, situada en el interior de la isla, una apacible población con apenas 1.800 habitantes.
Auténtico oasis de bosques de castaños y alcornoques al que acude el turismo sardo cuando en verano el calor resulta más irresistible en la costa, es un centro de veraneo lejos del bullicio.
Sus buenos hoteles y restaurantes, aparte de la tradición artesanal de las alfombras, armarios y arcones, son indudables atractivos.
Siguiendo una ruta de ensueño entre mar y montaña, en la costa este, Arbatax y Tortoli, son dos enclaves de singular belleza. Arbatax sólo tiene 400 habitantes y se halla en una pequeña península cuyos acantilados están considerados como una de las maravillas de la isla. Por su parte, Tortoli, cinco kilómetros tierra adentro se ubica en una región interior entre altas montañas y un paisaje realmente evocador.
Dejando a un lado el archipiélago de la Maddalena (muy interesante una visita a la casa de Garibaldi en la isla de Caprera), aproximarse hasta el puerto pesquero de Palau y efectuar un pequeño crucero hasta Santa Teresa di Gallura y Capo Testa, en el extremo norte de la isla, son dos opciones muy atractivas para el visitante, pudiendo observar en días claros hasta Bonifacio, al sur de la isla de Córcega.
Cerdeña, tierra de luz, mágicos y verdes paisajes, de hospitalarias gentes, arraigadas costumbres y rica gastronomía, dispone de una infraestructura hotelera de primer orden capaz de atender a todo tipo de viajeros, desde los lujosos complejos que en la actualidad son también punto de cita de importantes congresos y eventos sociales de diversa índole, hasta bungalows, pequeñas y confortables residencias familiares, apartamentos y hostales al alcance de cualquier economía.
Ubicada en un singular escenario natural, Cerdeña se ha convertido en un destacado objetivo turístico en el corazón del Mediterráneo.