S I D N E Y

            - LA    REINA    DE    AUSTRALIA -



Australia, continente de infinitos contrastes, es una tierra legendaria de inigualable belleza con más de siete millones y medio de kilómetros cuadrados que albergan monta½as, bosques y paisajes de exuberante vegetación, doradas playas, arrecifes de coral y los más áridos e inhóspitos desiertos. Una auténtica maravilla de la naturaleza.
Al sudeste de esta inmensa isla en un extremo del mundo, la ciudad de Sidney, moderna y cosmopolita, ejerce un indudable poder de seducción para el viajero y fue el incomparable escenario de los primeros Juegos Olímpicos de este milenio.
Dieciocho años después de que el navegante James Cook llegara al norte de Botany Bay, fue el capitán Arthur Phillip quien a principios de 1788 echó el ancla y se aprestó a descargar su cargamento humano, no en balde los navíos de la flota británica estaban repletos de criminales que habían sido expulsados de su país. Nadie sospechó entonces que aquel enclave iba a convertirse en una de las urbes más importantes del Pacífico Sur.
Poco después, la ciudad recién fundada pasó a llamarse Sidney en honor de Lord Sidney, ministro de la corte del rey Georges III. Así comenzaba una nueva historia con la presencia del hombre blanco en un país desconocido aunque antiquísimo, como bien lo demuestra la presencia de etnias y tribus con las más ancestrales costumbres.
Con el transcurso de los a½os, la llegada de colonos, aventureros en su mayoría, hizo posible una lenta y positiva transformación. En las últimas décadas el avance ha resultado vertiginoso y a todos los niveles, de ahí que Sidney, como la mayoría de las urbes australianas, nada tenga que envidiar a las grandes metrópolis de otros continentes.
Sidney puede considerarse como una ciudad modelo, de hecho otras como Melbourne, Adelaida, Perth, Brisbane o la propia Canberra se han erigido a semejanza suya y aún hoy tratan de imitarla. Tiene sus playas, colinas, grandes llanuras, rascacielos, puertos, enormes parques, la industria está ubicada en zonas aisladas, cuenta con amplísimas avenidas y también viejas edificaciones . . . una amalgama extraordinaria en la que se funden el pasado colonial con el futuro más vanguardista.
Sidney es a Australia lo que New York a Estados Unidos, no es el centro oficial pero sí la ciudad más populosa y como tal, aglutina un variopinto mosaico de gentes, por lo general acogedoras con los visitantes, que proceden de cualquier parte de la geografía.
Una vez desaparecido el cierto sectarismo que imperó hasta la década de los setenta, aunque el tema de la inmigración está muy controlado, a lo largo y ancho de la ciudad puede observarse la presencia de chinos, indonesios, tailandeses, indios, filipinos, árabes e incluso europeos, especialmente italianos y griegos. Curiosamente lo que no acostumbra a verse son gentes de raza negra, a excepción de los aborígenes, los cuales, pese a ser realmente los autóctonos del país, suelen concentrarse en algunos suburbios.

UNA CIUDAD LLENA DE ATRACTIVOS
La capital de Nueva Gales del Sur vive volcada sobre su bella y excepcional bahía, muy posiblemente el lugar idóneo para iniciar el recorrido a través de sus calles, teniendo de tal forma la misma impresión que quienes hasta ella llegaron hace poco más de dos siglos. Desde cualquier ángulo, esta bahía ofrece ante la vista un espectáculo multicolor e inigualable. Buques de carga, remolcadores, botes de pesca,  ferrys, overcrafts y yates de recreo con todo tipo de esloras y diseños, rivalizan a diario por deslizarse sobre el Pacífico teñido de un nítido azul y cerca del puente no menos espectacular que comunica la ciudad con los arrabales del norte, justo a la salida de esta magnífica bahía.
Enclaves de especial relevancia son el propio puente, el cual domina de forma majestuosa la ensenada y en buena parte ha permitido la expansión de la ciudad, el barrio denominado The Rocks y frente a los muelles el edificio de la Opera, tan singular como inconfundible y cuya silueta, entre modernos edificios pertenecientes a grandes hoteles, centros comerciales, bancos y oficinas de empresas multinacionales, destaca como símbolo inconfundible de esta Sidney rabiosamente joven y casi podría decirse que de toda Australia. Auténticas audacias arquitectónicas que vienen a poner de manifiesto su vocación de futuro.
Muy pocas veces una obra tan moderna y colosal como el edificio de la Opera ha significado un cambio tan importante para la imagen de una ciudad. Realizada por el  danés Jorn Utzon, fue inaugurado por la Reina Isabel II en octubre de 1973, habiendo costado el proyecto final infinitamente más que los 7 millones de dólares previstos en principio (aseguran que más de cien millones).
The Rocks es el barrio histórico, la zona que ha sido objeto de una importante reestructuración y donde se han producido los cambios más radicales en las últimas décadas. Antiguas cárceles, viejos barracones, almacenes y una serie de decrépitos edificios portuarios que llegaron a representar el espíritu de Sidney y donde se produjo el primer asentamiento de los europeos que llegaron a Australia, se han convertido como por arte de encantamiento en uno de los principales puntos de atracción, una pintoresca zona con edificios restaurados y variedad de lujosos restaurantes, centros comerciales, museos y galerías de arte. Un lugar, en suma, que no sólo capta la atención del turista sino que, además, es habitual punto de encuentro para los habitantes de esta ciudad, sin duda, sorprendente. Un compendio perfecto de lo antiguo y lo más moderno.
En The Rocks se encuentra el -Hero of Waterloo-, uno de los pubs más antiguos de todo el continente australiano.
Las enormes y céntricas avenidas con nombres ingleses, Georges, King, Elizabeth o Liverpol Street, incluso el barrio de King Cross -del que se dice que es el Pigalle de Sidney-, rebosan de grandes comercios y tiendas realmente elegantes, lo que les convierte en una zona peatonal por excelencia. Recuerdan mucho a Londres aunque los supermercados tienen un inconfundible aire norteamericano e incluso hay quienes aseguran que Sidney también guarda una cierta semejanza con Buenos Aires. Sea lo que fuere, lo realmente cierto es que se trata de una de las ciudades más cosmopolitas del mundo entero.
Desde Georges Street, la principal arteria que conecta The Rocks con la zona financiera y comercial, y dejando atrás el Argyle Centre (uno de los edificios más representativos en The Rocks), el Museo de Arte Contemporáneo, los archivos de Nueva Gales del Sur y los muelles de Circular Quay (centro neurálgico del transporte), puede llegarse hasta la Catedral de San Andrés, a la altura de la bahía de Cockle, sin obviar durante el recorrido una visita a la Iglesia y Colegio de S.Patricio, el Queen Victoria Building (construido como mercado en 1893 y que una vez restaurado acoge alrededor de doscientas boutiques especializadas que venden moda australiana, libros, souvenirs, etc.) y la famosa torre de comunicaciones, desde la que puede disfrutarse de magníficas panorámicas a más de 300 metros de altura, dado que se trata del edificio público más elevado del hemisferio sur. Una vez en este punto, puede llegarse hasta la catedral de Santa María cruzando Hyde Park, o bien por el lado opuesto accederse al Darling Harbour, un lugar que todo Sidney adora, antiguo puerto y estación ferroviaria, reconvertido a partir de la década de los setenta en un complejo turístico de tiendas y  restaurantes.  
Alrededor de la bahía Cockle se ubican el citado Darling Harbour, el Museo Marítimo, el mercado Harbourside, el Centro de Convenciones y el Acuario.
El mercado de pescado es algo que el foráneo no debe perderse. En él es posible encontrar toda clase de pescado y marisco muy fresco, especialmente el atún y la langosta, amen de las famosas ostras de roca de Sidney y los langostinos del norte de Australia. Toda una delicia culinaria capaz de satisfacer al mas exigente gourmet.
Recorriendo la ciudad llama poderosamente la atención la limpieza de sus calles y lo bien cuidados que están sus parques, que los hay y muchos, empezando por el Jardín Botánico, a espaldas de la Opera y cuyo origen fue una pequeña granja, la primera de Australia, alrededor de 30 hectáreas de césped, jardines y plantas exóticas, para continuar con otros igualmente atractivos como el propio Hyde Park o los jardines de Fitzroy y los parques Cook, Phillip, Dawes Point o Tumbalong. Lo cierto es que Sidney está especialmente bien dotada de espacios verdes al aire libre.
Los alrededores de la ciudad tienen sus peculiares encantos y también sus  playas de ensueño como las de Curl Curl, Avalon y Palm Beach en el norte o las de de Coogee y Cronulla al sur. Aparte de visitar las antiguas casas de estilo colonial de Double Bay, bordeando el litoral del Pacífico puede llegarse hasta Bondi Beach (a escasos veinte minutos en autobús al sudeste de la ciudad), quizá la playa más popular de Sidney y donde siempre son numerosos los practicantes de surf. Con posterioridad resulta recomendable darse un paseo para contemplar los edificios y terrazas victorianos de Padington, el incomparable Centennial Park o bien el Sportspace, la zona deportiva más relevante.
Los múltiples atractivos de Sidney no terminan en su área urbana, pudiendo realizarse interesantes escapadas a Blue Mountains, Port Stephens o Hunter Valley.
Blue Mountains acoge numerosos pueblos y aldeas pintorescas, algunas de ellas famosas por sus tiendas de antigüedades y artesanía. También cabe la posibilidad de disfrutar de la emoción de un descenso en el ferrocarril más empinado del mundo. En Hunter Valley es donde se producen algunos de los mejores vinos del continente.
Si Australia supone una invitación abierta a todo el que quiera explorar, vivir experiencias inolvidables y maravillarse, Sidney, hasta hace bien poco una ciudad que se antojaba como difícil de imaginar, es una realidad, una fantástica y sorprendente realidad.