CAÑON DEL RIO LOBOS

 
         - UN VIAJE A TRAVÉS DE LA NATURALEZA -


Entre los picos de Urbión y la sierra de Cabrejas, más allá de la Laguna Negra, perdido en la meseta castellana y en los límites de las provincias de Soria y Burgos, como celoso de la propia belleza de su paisaje y surcando un desfiladero de escarpadas rocas, el río Lobos discurre lenta y sigilosamente dando origen a un fascinante y recóndito lugar, uno de los mejores parques naturales de nuestro país.
En este mundo "civilizado" en el que nos ha tocado vivir, el de las grandes urbes con su contaminación, ruidos, degradación ambiental a gran escala, etc… hallar un enclave apartado donde la naturaleza se manifiesta en toda su magnitud, se mantenga la flora y la fauna en estado virgen y el silencio tan sólo quede truncado por el graznido de las aves, el rumor del agua escapándose entre las piedras o el viento agitando pinos y sabinas, resulta todo un privilegio que vale la pena vivir y disfrutar.
El cañón del río Lobos, quizá por ser menos conocido que otros parques, afortunadamente goza todavía en todo su entorno de una riqueza incomparable que, sin duda, hay que conservar a toda costa.
Viajar hasta Ucero y penetrar en el cañón, seguir la senda junto al río entre grandes farallones rocosos y abrirse paso entre la abundante vegetación, es tanto como permanecer inmerso en un mundo fantástico y salvaje que sorprende a cada paso. Una aventura ecológica o una experiencia singular que es preciso saborear con intensidad.
Dejando atrás la población de Ucero (interesantes las ruinas de su castillo, hermoso puente y criadero de truchas) y a medida que van desapareciendo los últimos edificios, el visitante se adentra en el parque y llega a la piscifactoría, centro de interpretación en el que se llevan a cabo las funciones de control, desarrollándose en el mismo interesantes actividades, fundamentalmente didácticas, para grupos escolares, también para los estudiosos de estos temas y todas las personas en general, ávidas de informarse con detalle de los alrededores.
Siguiendo la ruta hacia el interior, se llega a la zona de acampada y punto a partir del cual queda prohibida la circulación de vehículos. En lo sucesivo hay que seguir caminando.
Un kilómetro más adelante, aparece hermosa y austera la ermita románico-gótica de San Bartolomé, que llegó a pertenecer a los templarios (se encuentra bien conservada y dispone de un muy interesante rosetón). Algunas leyendas del lugar hablan del  dragón que escapó del santo patrón a través de una roca horadada que se halla en la cima del circo y el pedregal, dejando su caballo extrañas huellas de herradura en las piedras macizas que lima la erosión. Pero San Bartolo -que en tal queda para los paisanos del apóstol y según narran los expertos- es santo para eso y mucho más. Para desafiar dragones, saltar los montes a caballo, traer a los templarios a este inédito rincón y juntar en romería (segunda quincena de Agosto) a toda la comarca para bañarse en el remanso del Lobos, asar chuletas, beber vino y hacer baile a la sombra de los olmos de la orilla del río.
Las crestas de las rocas coronadas de pinos que han venido celando a ambos lados del camino se cierran tras la ermita en arisco escarpe que sólo deja paso a la hoz por donde se desliza el río y a una cueva negra de boca inmensa.
A partir de la ermita y después de rebasar un rústico puente de madera, es cuando comienza en verdad el auténtico recorrido por el parque natural, en una zona donde el río efectúa un meandro, casi al pie mismo de las rocas. Este punto, cuando las aguas bajan crecidas, aparece inundado y resulta de difícil acceso.

UN PARAÍSO NATURAL

La flora, lógicamente se manifiesta con generosidad en torno al río Lobos. La diversidad en la génesis geológica de los diferentes estratos o pisos del entorno del cañón, ha dado lugar a asociaciones florales intrínsecas con cada uno de estos estratos.
En la llanura, las especies arbóreas que se encuentran son el pino y la sabina, junto con otras aromáticas como el tomillo real, el espliego y más corrientes como la aliaga, etc. En los arroyos destacan las grandes hojas flotantes de los conocidos nenúfares que a menudo cubren el cauce del río en su totalidad, así como la enea y la olorosa menta de las aguas. Toda una amalgama de luz y color que surge ante los asombrados ojos del viajero.
Las paredes rocosas, las grutas y cuevas, son también un punto importante dentro del cañón.
El proceso kárstico que se produce en el mismo es consecuencia de muchos factores a la vez, tales como la estructura y naturaleza de la roca caliza, la existencia de un terreno impermeable bajo el macizo, la alternancia en el clima de periodos secos y lluviosos, y la doble acción erosiva del agua: de disolución de la roca caliza y de desgaste mecánico. También juega un papel importante la erosión del viento junto con la acción que el agua ejerce al penetrar por las grietas o fisuras de las rocas produciendo la disgregación de las mismas y dando lugar a los relieves típicos de este paisaje kárstico.
El agua atmosférica, la de la lluvia y aquella que sigue a la fusión de las nieves, cargada de anhídrido carbónico, ataca a la roca caliza, tanto en acción superficial como subterránea. En el interior del macizo se originan cuevas o grutas a distintos niveles, algunas de ellas comunicadas por profundas simas. Estas cuevas se caracterizan por las atractivas estalactitas y estalagmitas que le confieren al lugar un aspecto tan bello como irreal.
Por lo que hace referencia a la fauna y dado que el acantilado es el paisaje característico del parque, resulta lógico que lo más representativo sea el buitre leonado, majestuoso siempre en su vuelo sobre el gran desfiladero del Lobos. Sin embargo, existen otras especies tan importantes como la del buitre, tal es el caso de las águilas (real, perdicera, pescadora y culebrera), el halcón, azor, milano, ratonero, cernícalo y el alimoche, etc. en cuanto a rapaces diurnas; el búho real, la lechuza y el mochuelo por lo que respecta a las nocturnas, todas ellas correspondientes a los distintos estratos del parque, así como un gran número de especies propias de ríos y arroyos, como el ánade real y el martín pescador.
Los mamíferos más corrientes que se encuentran en plena libertad son el corzo, jabalí, conejo, ardilla, liebre, zorro, garduña, comadreja, etc. y la representación en cuanto a anfibios y reptiles, también muy extensa, está encabezada por distintas especies de víbora (la hocicuda principalmente), culebras de agua, lagartos, lagartijas y ranas.
Todo un amplísimo abanico por lo que se refiere al mundo animal.
Un auténtico paraíso natural a nuestro alcance que, sin lugar a ningún género de dudas, merece visitarse.
Después, a la hora de abandonar el lugar y efectuar el regreso, es cuando el visitante se percata de la gran importancia que supone tener que conservar estas reservas ecológicas.
Hablar del cañón del río Lobos es referirse a un mundo natural y virgen por completo, uno de los últimos reductos que nos quedan, un auténtico viaje a través de la naturaleza.

OTRAS OPCIONES TURÍSTICAS DE LA ZONA

El desplazamiento al cañón del río Lobos, a menos de 80 kms. de Soria capital, supone al mismo tiempo la muy interesante oportunidad de poder disfrutar de diversos y múltiples alicientes, tales como visitar El Burgo de Osma, a 20 kms. de Ucero, un enclave de privilegio, o bien las iglesias románicas de Berzosa, San Esteban de Gormaz, Castillejo de Robledo y Caltojar; el magnífico castillo árabe de Gormaz, con un recinto amurallado de mil metros de perímetro; la villa medieval y amurallada de Calatañazor; la ciudad Celtíbero-Aravaca de Tiermes, acrópolis rupestre de gran interés y, por último, aunque cabría citar otros muchos lugares, la ermita de San Baudelio de Berlanga, de estilo mozárabe cordobés, y que fue llamada la "capilla sixtina del medioevo español".
Por lo que respecta a la gastronomía, hay que hacer constar que en la meseta castellana ésta es amplia y en ella destacan los buenos asados, mucha atención al jamón asado con pasas, los cangrejos sorianos, ancas de rana, todos los derivados de la matanza del cerdo y la caza de la temporada. Y para regarlo bien, un buen clarete de la ribera del Duero.