MAS ALLÁ DE DARWIN (AUSTRALIA)


LOS ÚLTIMOS ABORÍGENES


De las antiguas culturas que sobreviven hoy en nuestro planeta, los aborígenes australianos forman parte de la más intrigante y misteriosa.
Ellos han ocupado la isla-continente durante miles y miles de años, 50.000 según los últimos estudios de los expertos y, por tanto, no es de extrañar que algunos grupos crean que Australia está poblada desde el principio, desde la llamada “época del sueño”. Viven aislados, fieles a sus costumbres más ancestrales y muy posiblemente en unas décadas acabarán desapareciendo. Son los últimos aborígenes.
Tan grandes son las dimensiones y la variedad geográfica de Australia como las posibilidades y formas de conocerla.
Algunos visitantes, seducidos, sin duda, por las singulares andanzas cinematográficas del popular héroe Cocodrilo Dundee, optan por descubrir esta inmensa tierra bajo un prisma aventurero, quizás poco convencional. Probablemente viajar a través de Australia de esta forma sea “el no va más” para quienes prefieren un estrecho contacto con la flora y la fauna en uno de los lugares donde el medio ambiente y la ecología permanecen salvajes, intactos y aislados del resto del mundo.
Sin embargo, no a todos los viajeros les seduce la idea de compartir eventualmente su picnic con un cocodrilo, abrirse paso a través de la jungla o cruzar el rojizo desierto sobre un vehículo todo-terreno. Quienes buscan las comodidad, el confort o una mayor sofisticación no tienen porqué renunciar a la experiencia de unas vacaciones diferentes en Australia, dado que uno de los grandes atractivos de éste país es, precisamente, la amplia oferta en infraestructura turística, la cual responde a toda la diversidad de necesidades y economías.
La gama de hoteles, albergues y casas de huéspedes que existen a lo largo y ancho de todo su territorio es amplísima y el visitante quedará sorprendido por todo cuanto le aguarda, las instalaciones disponibles, la cuidada gastronomía y la hospitalidad de los australianos.
Este continente, el gran desconocido para una buena mayoría, reserva infinidad de sorpresas y, por sus contrastes, dar la vuelta a su alrededor es tanto como hacerlo alrededor del mundo.
La incomparable Sydney, en Nueva Gales del Sur, levantada sobre una bellísima bahía, es la ciudad populosa en la que se celebraron los últimos Juegos Olímpicos, una urbe moderna y cosmopolita, como lo es también Canberra, la capital y sede del Gobierno.
La bella y elegante Melbourne, al sureste, es una ciudad en la que vale la pena perderse dados sus múltiples atractivos. Queensland, al noreste, la tierra de la caña de azúcar y los más sabrosos frutos, tiene también la costa donde se ubica la gran barrera de arrecifes, la formación de coral más grande del mundo, y en ella se ubica Brisbane, rodeada de un paisaje singular, así como Townsville, la urbe tropical más extensa de toda Australia.
En el sur está Adelaida, con sus iglesias y reminiscencias de un pasado que sigue latente y cautiva al turista de inmediato.
Perth, la única ciudad importante en la costa oeste y “Tassie” o Tasmania, la isla del sur, pueden completar este abanico multicolor de ofertas realmente fascinantes en un viaje hasta el continente australiano.

EL TERRITORIO DEL NORTE  
Hasta no hace demasiados decenios, esta tierra constituía el estado más aislado y remoto de Australia. Mucho después de estar pobladas las costas del sur y del este del continente, surgieron y se desarrollaron las ciudades de Darwin y Alice Springs, ambas separadas por unos 1.700 kilómetros.
La proliferación de vuelos desde las urbes más importantes, los autocares transcontinentales y “The Ghan”, el mítico y confortable ferrocarril que atraviesa el continente y parte de Adelaida, han reducido las distancias y convertido esta zona en un punto muy interesante de visita.
Darwin es la principal puerta de acceso al Territorio del Norte y el lugar de partida para la mayoría de safaris a través de las reservas naturales, algunas de las cuales forman parte del Patrimonio Mundial. Es tanta la variedad y abundancia de parques abiertos a los visitantes que los mismos se convierten en mágico enclave de encuentro para todos los amantes de la naturaleza y aventureros que desean ver realizados sus sueños más inalcanzables.
Ayers Rock, un gigantesco peñón, la mayor roca que existe en la Tierra, es uno de los monumentos naturales más renombrados, sino el que más. Lugar sagrado para los nativos, está ubicado en la -Australia Central-, al igual que Kings Canyon, la mayor quebrada y de más extraña configuración, Finke Gorge, pintoresco barranco de la cordillera MacDonnell, el complejo vacacional de Yulara, Palm Valley o Alice Springs que es un auténtico oasis en todos los sentidos.
En Never Never Land se encuentra el Parque Nacional Catherine Gorge, las famosas cuevas Cutta Cutta, las cascadas de Robin Falls, el evocador Daly River, el barranco Butterfly que se halla junto a las fuentes del Douglas River y la reserva de Waterfall Creek. Una amalgama excepcional de maravillas naturales.
Finalmente, en el extremo septentrional de Australia el Top End, se encuentran los parques nacionales de Kakadu, Gurig, el Yarrawonga Wildlife Park, el South Alligátor River, la Península de Gove y las islas de Bathurst y Melville amén de la ciudad de Darwin. Una tierra que hay que descubrir.

MUCHO MÁS QUE UN VIAJE, UNA EXPERIENCIA
A menudo se ha denominado a los primeros habitantes de Australia “hombres de dos mundos” y constituyen una de las últimas razas sobrevivientes de las primeras épocas de la humanidad, viviendo próxima a la cultura del hombre moderno que se ha desarrollado con mucha posterioridad.
Se asegura que sus orígenes están en el archipiélago indonesio, desde allí -el nivel del mar era hace miles y miles de años casi doscientos metros más bajo y las superficies de agua entre Asia y Australia más estrechas- emigraron a la región que constituye hoy en día el -Northern Territory- australiano. Con el transcurso del tiempo se repartieron por todo el continente, divididos en unas quinientas tribus y familias.
En la actualidad, los grupos que aún sobreviven lo hacen en estas tierras originarias de sus antepasados. El Parque Nacional de Kakadu, la Península de Gove, así como las islas de Bathurst y Melville son sus zonas de asentamiento y, por tanto, donde se les suele encontrar.
Cada una de las tribus tiene un fuerte vínculo con su tierra, en la que, de acuerdo con las creencias animistas de estos aborígenes, las almas de los miembros de la tribu de todas las generaciones, residen en innumerables lugares: en piedras, árboles, cuevas y ríos, en las lagunas, cascadas y rocas.  También las almas de los vivos regresan allí.
La historia de las tribus se transmiten de una a otra generación, empezando con las leyendas de divinidades, mitad animales mitad hombres de la “época del sueño”, cuando la Tierra fue creada y continuando sin fin con las hazañas míticas de los antepasados por quienes manifiestan veneración.
Según la tradición aborigen fue en esta “época del sueño” cuando los espíritus ancestrales vinieron a la Tierra para pasear por ella. Formaron sus rocas, montañas, ríos, lagos, bosques y desiertos, crearon todas sus personas, animales y plantas, aquellos que tenían que vivir en esta Tierra, estableciendo el modelo que estas vidas debían seguir.
Fueron estos espíritus ancestrales los que dieron a los aborígenes sus leyes, costumbres y normas de convivencia, las cuales son el origen de sus canciones, bailes, dibujos y ritos que forman la base de su expresión.
Una vez los espíritus cumplieron su misión, las criaturas regresaron a su estado inicial, transformándose en riachuelos, montañas de piedra o rocas.
Las pinturas rupestres, los tallados en madera y los totems dan fe de ello, siendo de gran importancia para sus creencias religiosas, como también lo son lo lugares sagrados de las almas, cuya profanación puede provocar luchas mortales, pues no están hechas por la mano del hombre sino que se trata de los seres ancestrales mismos.
Para los aborígenes, la rica cosmología estipula los términos y limitaciones de cada individuo, desde mucho antes de su nacimiento y hasta después de su muerte, hasta una identificación íntima y personal con el país y con un lugar específico dentro de él.
La mayoría de los bailes y cantos ceremoniales son “tabú” para los blancos, con excepción de los denominados corroborees, reuniones a la que también pueden asistir los no aborígenes.
La visita a los poblados aborígenes solo es posible previa autorización del Gobierno, pero los visitantes que llegan hasta estas remotas tierras pueden informarse en Ayers Rock, en el Parque Kakadu u otros centros de cultura aborigen, o bien observar el modo de vida de éstos, pero en excursiones bajo la guía de expertos.
En estas reuniones o corroborees el visitante extranjero puede escuchar también el oscuro sonido de los didscheridus, singulares instrumentos de viento de considerable longitud construidos con troncos de árboles huecos.
El lanzamiento de las largas jabalinas de caza y de guerra, tan temidas por los primeros colonos y de los famosos boomerangs de diversas formas, es más que una atracción turística, dado que se siguen utilizando en la actualidad para cazar canguros, emús, papagayos y aves acuáticas.
Los aborígenes constituyen, que duda cabe, otro de los peculiares atractivos para los visitantes llegados del lejano Occidente, pero sobre todo, observarles en su entorno, igual que si fuera hace infinidad de siglos, resulta una apasionante experiencia, algo inolvidable, máxime considerando que sus tribus y familias, quizá más pronto que tarde, acaben por desaparecer de la faz de la Tierra. Ellos son, sin duda, los últimos aborígenes.