EL PANTANAL



EXÓTICO PARAÍSO DE VIDA SALVAJE



Ubicado al sur de la Amazonia, es una gran extensión pantanosa con alrededor de 200.000 kilómetros cuadrados que se extiende por la cuenca del alto Paraguay, en los límites de Brasil, Paraguay y Bolivia. A pesar de su nombre, en realidad se trata de una llanura aluvial donde el agua de lluvia no circula, sino que inunda el territorio durante la cheia y se retira al llegar la estación seca.
Una selva a veces impenetrable y húmeda donde el cielo, de un azul profundo, se comba sobre la selva como un escudo protector. El sol a duras penas consigue atravesar el espeso follaje, y su luz parece que rebota en el gigantesco tejado de las copas de los majestuosos árboles rodeados de plantas trepadoras, que asemejan las columnas de una gigantesca catedral, esperando escuchar, de un momento a otro, un himno glorioso. El ambiente parece adormecido. En el aire se adensan los vapores y la atmósfera se convierte en casi irrespirable. La colosal flora se agosta en el calor insoportable.

UN PELIGROSO HUMEDAL
Los vaqueros que se ganan la vida en algunas zonas del Pantanal denominan a este lugar como “la tierra empapada de agua”. Resulta habitual que cuando todo se convierte en barro, la cheia, el agua suele llegar hasta las rodillas o incluso la cintura y es entonces cuando todo se convierte en una diabólica ciénaga donde los caballos y el ganado hunden sus pezuñas. Se hace el silencio en el entorno y en la superficie del agua, entre una vegetación verde amarillenta en la cual resulta difícil avanzar, surgen los ubicuos caimanes.
Los ranchos ganaderos forman la industria más importante de esta zona. Otras actividades económicas son la agricultura con cultivos de caña de azúcar, maíz, arroz, mandioca y otros. Sin embargo, cada vez es más complicado que los colonos puedan desarrollar sus funciones y de ahí que el ecoturismo sea cada vez más frecuente para completar los ingresos obtenidos con el ganado.
La densidad de población humana es muy baja, aunque las cifras aumentan en las tierras altas alrededor del Pantanal. En particular, la ciudad de Cuiabá, capital del estado brasileño de Mato Grosso, ha aumentado su población en los últimos años de forma considerable.
El Pantanal está apoyado en una depresión de la corteza terrestre formada por el mismo proceso que dio origen a la cordillera de los Andes; a ella afluyen varios ríos, que conjuntamente componen un enorme delta interno en el que vuelcan sus sedimentos. El principal de éstos es el río Paraguay y debe sumársele una pluviosidad media anual de entre 1200 y 1400 milímetros.
Durante la estación húmeda, entre diciembre y mayo, el nivel del agua sube hasta tres metros y el Pantanal queda anegado en un 80%, dando lugar a un sistema en el que predomina la flora acuática, que alcanza en este lugar una expresión sin igual en ningún otro lugar del mundo.
Esta área ambiental espectacular es mucho más que el hogar de miles de especies de flora y fauna, tiene también funciones esenciales para la salud del sistema acuático. Por ejemplo, una de las funciones es purificar el río Paraguay de los metales pesados que le entran procedentes de la industria minera. Otra función es la de servir de esponja para mitigar el efecto de las inundaciones durante las lluvias estacionales, resultando así un perfecto regulador de los caudales. Sin el Pantanal, existe un alto crecimiento potencial de los ríos Paraguay y Paraná, con serios efectos para comunidades e individuos en Paraguay, Brasil e incluso Argentina.

UN PARAÍSO ECOLÓGICO
El Pantanal pertenece a la región biogeográfica Brasileño-Paranense. Más de 3.500 especies vegetales conocidas, entre ellas la mayor diversidad de flora acuática concentrada en lugar alguno del planeta. La diversidad ornitológica es también importante, con unas 650 especies de aves tropicales, muchas de ellas endémicas. Entre los grandes animales que habitan la región se cuentan el llamado yaguareté (Panthera onca), el carpincho y el tapir del llano.
La región ha sido llamada muchas veces “un paraíso ecológico” y un “santuario de vida salvaje de belleza espectacular” con especies de flora y fauna tan densa y diversa como las de la selva Amazónica.
El Gran Pantanal es uno de los sistemas hidroecológicos más densamente poblados del mundo. Se forma un ambiente que es el hábitat de miles de especies de plantas, mariposas, insectos, aves, serpientes de todos los tamaños, reptiles, peces y mamíferos. La anaconda, el yacaré, el jaguar, así como el pecarí, el tapir y la nutria gigante de río, el tucán y el guacamayo, entre muchos otros, tienen su hogar aquí.
Son muchos los coureiros (cazadores) que recorren las grandes extensiones húmedas poco profundas en busca de caimanes, localizables por el característico brillo de sus pupilas. Se asegura que sus capturas pueden llegar perfectamente al millón de pieles de caimán anualmente. Inicialmente su negocio son los caimanes que abundan en el Pantanal, pero en realidad practicaban la caza con todo tipo de animales que les salían al paso, sobre todo por la noche, desde ocelotes o nutrias hasta jaguares o incluso anacondas. A decir verdad el comercio de pieles ha derivado en un comercio de animales vivos para el mercado de mascotas exóticas, siempre muy apreciado.
La caza de animales salvajes fue ilegalizada en Brasil en 1967, pero el comercio fue en aumento y en 1986, se cedió a las presiones, creando una fuerza policial de guardabosques. Finalmente, en 1992 una resolución sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas prohibió la exportación de pieles sin curtir y ello, al parecer, ha puesto fin a buena parte de los coureiros furtivos.
Mientras buena parte de los humedales de todo el mundo se degradaban y terminaban por destruirse, el Pantanal con su abundancia de flora y fauna, ha llegado casi intacto hasta nuestros días. Su riqueza resulta extraordinaria.
Se asegura que en las aguas del Pantanal pueden vivir alrededor de diez millones de caimanes. Su población no peligró ni en la década de 1980, cuando los cazadores furtivos llegaron a matar más de un millón de ejemplares al año. Los ganaderos no dudaron en combatir tenazmente a los furtivos, poniendo en serio peligro sus tierras y su propia vida.

ACECHA EL PELIGRO: EL JAGUAR
Al atardecer, cuando van desapareciendo los últimos rayos de sol, una bruma compacta queda suspendida sobre la tierra, precediendo a la oscuridad que lo envuelve todo y llena el aire de un olor a musgo, lianas y plantas en descomposición. De vez en cuando surgen en la profundidad de la selva unos ruidos inciertos e imprecisos. De repente, amparada en el silencio más inquietante, surge una sombra amenazadora. El jaguar, el rey de esta selva, el más temible de los félidos americanos, se despereza e inicia su cauteloso vagar. Los nativos le temen porque conocen sus hábitos y saben que acaba de iniciar la cacería.
Esta zona del Pantanal es un mundo donde el hombre, pese a lo que puede llegar a creerse, apenas si juega un pequeño papel.
El jaguar está protegido, de todas formas aún se siguen haciendo algunas cacerías debido a los furtivos. Los safaris fotográficos que se organizan, apenas si duran un par de semanas, tiempo suficiente para tener chance como para conseguir avistarlo en su hábitat. Hay que tener en cuenta que no es un animal que pueda contemplarse simplemente atravesando la selva, hay que atraerlo y la técnica para conseguirlo es distinta a la que se emplea con otros muchos animales.
Se le encuentra en unas zonas muy determinadas, pero especialmente en la llamada el Chaco, al norte de Paraguay y cerca de la frontera con Bolivia. Cuando se llega al área donde poder encontrarlo, se escoge el lugar y se coloca generalmente un cebo, alguna cabra. A veces se ha dado el caso de que en una senda hay que colocar más de un cebo, puesto que el jaguar tiene muy mal olfato y, según la dirección del viento, se apercibe o no de la presencia de la camada. Se dan casos en que pasa junto a una de ellas y no se ha dado ni cuenta.
Por lo general hay que ausentarse del lugar y dejar que llegue el felino y coja la presa para llevársela a continuación. Es a partir de aquel momento cuando entra la verdadera función, el tener que rastrear la zona siguiendo sus huellas. El animal come la mitad de la presa, las entrañas y la parte del pecho, pero después la deja para alejarse durante el resto del día. No se aleja más de unos doscientos metros, pero allí la selva es tan espesa que hablar de esa distancia significa que el jaguar no se apercibe de la presencia de la expedición que pretende encontrarle. Una vez ubicado el rastro del animal alejándose de la presa en una dirección determinada y teniendo en cuenta algunas indicaciones de los guías, hay que situarse en lo alto de un árbol, limpiar los matorrales y el cebo a medio comer. Se inicia entonces la espera con inquietud. Indefectiblemente, el jaguar tiene que venir por el mismo camino por el que se alejó. Hay que cuidar cualquier tipo de sorpresa que proceda de las espaldas del viajero.
Lógicamente, cuando el sol se pone es cuando puede surgir lo inesperado y hay que prepararse. Guardar un absoluto silencio, evitando cualquier ruido por ligero que sea. Entonces, cuando aparece el jaguar y empieza a digerir la presa, la masticación de los huesos le anula un poco el sentido auditivo y está entretenido, entonces es el momento propicio para poder dispararle con las cámaras fotográficas. Son los minutos más emocionantes que se viven en un safari.
El jaguar es carnívoro y, al igual que otros felinos, es de costumbres nocturnas, por ello tiene una visión adaptada a la oscuridad. Sus ojos son grandes y la visión es binocular y cromática. A la luz del día ven igual que los humanos, sin embargo, por la noche llegan a ver hasta seis veces más. Los ojos del jaguar se adaptan en corto tiempo a la oscuridad debido a la acción rápida de los músculos del iris, que controlan el diámetro de la pupila. Además tienen una placa reflectora llamada repetum lucidum, que refleja la luz no captada por los receptores oculares cuando ésta entra en el ojo y puede así ser captada en una segunda oportunidad. Los gatos domésticos también poseen esta placa, que es la que produce el efecto tan conocido de “ojos brillantes” en la oscuridad.
El hábitat preferido por este animal son los bosques y las intrincadas selvas. En ellos tienen predilección por los lugares húmedos y sombríos como las orillas de los ríos y pantanos. Donde resulta difícil encontrarlos es en lugares abiertos como estepas o praderas, aunque en ellos abunde la caza.
En sus dominios encuentra contadas veces al hombre. El aspecto humano despierta su curiosidad, lo estudia atentamente y en principio se abstiene de atacarle. No obstante, si prueba su carne, se transforma en una fiera que no sólo ataca a los seres humanos, sin que medie provocación, sino que procura tropezarse con ellos con el propósito que es de imaginar.
Este depredador nocturno es el auténtico rey de la jungla amazónica.
La mayor parte de la región disfruta de una alta precipitación y un clima muy cálido, sumamente favorables para el desarrollo de una exuberante vegetación. Por ello, la cobertura vegetal de esta porción del planeta es una densa y tupida selva cuyo solo nombre, la jungla, evoca un misterioso mundo de humedad y calor, árboles gigantes y plantas trepadoras, extraños insectos, peligrosos reptiles de mordedura mortal, algarabía de monos y terribles cazadores de piel manchada, apenas visibles entre la penumbra del follaje.
El Pantanal representa una experiencia que termina enamorando a quien permanece en silencio y observa el mundo natural que se ofrece a su alrededor, dado que a cada paso y en cada rincón, por inhóspito y peligroso que parezca, existe un motivo de auténtica fascinación.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)