O U A R Z A Z A T E



LA INFINITA EMOCIÓN DEL GRAN SUR


Existen nombres que en sí mismos son la promesa de un gran viaje. Ouarzazate es uno de ellos.
En el cruce de los caminos entre los valles del Draa, del Dades y del Ziz, surge Ouarzazate: guardián de los tesoros más buscados por los avezados aventureros, vela celosamente una herencia y una naturaleza excepcional.
En mitad del desierto, en un decorado atípico, donde la arena crea dunas y palacios, donde el agua genera oasis verdeantes y valles llega a comprenderse la palabra espejismo…
Ourazazate marca el inicio de un periplo… la emoción del Gran Sur.
A través del camino y en mitad de la nada emergen pueblos fortificados de otra época, sombras de palmeras que se cuartean en los muros, agua de un río que fluye lentamente: el tiempo se detiene…
La ciudad de Ouarzazate ha sido esencialmente un cruce comercial para las caravanas que, a lo largo de los siglos, se trasladaban de Fez o a Marrakech, procedentes del África negra. Kasbahs y pueblos en adobe, oasis verdeantes y paisaje lunares, decorados de auténtico ensueño que nunca dejan indiferente a quien hasta aquí llega. Pronto se convierte en una etapa ideal y exótica, para disfrutar de un enclave sereno, generoso y hospitalario.
Ourazazate ha desarrollado todas las infraestructuras necesarias y de gran calidad para ofrecer unas estancias cómodas a sus visitantes: aeropuerto internacional, hoteles de lujo, clubs de vacaciones, centros de conferencias, restaurantes… A la sombra de sus palmeras, la ciudad se ha instalado dejando atrás una inmensidad rocosa barrida por los vientos del Sáhara, preparando suavemente para vivir las sensaciones extremas del desierto.
Punto de partida de la ruta de los oasis, Ouarzazate también es un centro de culturas y artesanía. En su zoco, henna, dátiles, rosas, especias y artemisa conviven con cerámica bereber, objetos de piedra tallada, mantas y las alfombras Taznakht, conocidas por sus motivos geométricos. En el edificio moderno del Centro Artesanal se agrupan los talleres de los escultores de piedra, cobre o plata. Aquí se encuentran bordados y alfombras que se caracterizan por la originalidad de sus motivos, sus colores vivos y las lanas sedosas que se utilizan.
También es un lugar ideal para saborear un buen té a la menta, admirando la kasbah de Taourirt.
Ouarzazate seduce a cineastas de todo el mundo, al igual que a los aficionados al cine. Con sus inigualables paisajes, su luz excepcional y sus condiciones climáticas ideales, en 1897 el mismo Louis Lumière ya rodó Caballero marroquí. En 1954 fue el film Ali Babá y los cuarenta ladrones de Jacques Becker y en las décadas siguientes se han realizado películas de tanto éxito como la famosa Lawrence de Arabia de David Lean, Kundun de Martin Scorsese, Los diamantes del Nilo de Lewis Teague, Un té en el Sahara de Bernardo Bertolucci, Gladiator y El reino de los cielos, ambas del director Ridley Scott.

AÏT BEN HADDOU . FORTALEZA DE ARENA
De una belleza impresionante, la kasbah de Aït Ben Haddou domina el valle del Ounila y deja huella por su inigualable belleza. Está considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Este conjunto de kasbahs en adobe es uno de los más antiguos y más grandiosos ksars de Marruecos. La primera construcción, un granero elevado en la cumbre de la colina, data del siglo XI. Más tarde el pueblo se amplió con casas, graneros, un establo, un pozo y una muralla que protege el lugar.
En este pueblo-museo situado a unos treinta kilómetros de Ouarzazate, destaca la arquitectura del lugar. Los muros exteriores únicamente cuentan con algunas persianas y sólo dos puertas permiten controlar las entradas y salidas. En el interior, plaza pública, mezquita, escuela coránica y casas comparten el espacio.
Inmortalizada por el mundo del cine en films como Lawrence de Arabia, Babel o Indiana Jones, esta fortaleza aparece como un diamante en bruto salido de la rocalla circundante.

A TRAVÉS DE LA RUTA DE LAS KASBAHS
Orgullosamente erguidas sobre las colinas, grandes ciudadelas de color rosáceo atraen todas las miradas. Son las famosas kasbahs del Gran Sur, casas construidas en adobe, una mezcla de tierra arcillosa y paja, una asombrosa originalidad y una rara elegancia. En Marruecos, la kasbah conserva toda su poesía acogedora. Serena y poderosa, expresa la victoria y el apogeo de esta pequeña vida montañesa. Asimismo, se ha adaptado perfectamente no sólo al país, sino también a la vida social de los montañeses sedentarios. Eterna, es el patrimonio, la herencia tan querida por la gente del Gran Sur.
TAOURIRT  
La majestuosa kasbah de Taourirt es un monumento histórico clasificado como patrimonio nacional. Construida en el siglo XIX, fue la mayor residencia del pachá de Marrakech.
Fascinante por sus numerosas torres dentadas, su arquitectura, sus líneas geométricas y su interior ricamente decorado con estuco pintado y madera de cedro. La kasbah ha sido objeto de una muy cuidada restauración, con la creación intramuros de galerías de exposición, una biblioteca, un anfiteatro, etc.
TIFOULTOUT
Construida en el siglo XVII para recibir a los invitados del pachá de Marrakech, fue renovada hace treinta años y transformada en hotel-restaurante.
Está situada junto al pueblo de Tifoultout, cerca del río Draa. El entorno ofrece sosiego y tranquilidad. Desde la terraza, se puede admirar la ciudad de Ouarzazate más abajo, y todas las montañas que rodean la kasbah.
TAMDAKHT
Esta impresionante kasbah tiene nada menos que cinco plantas y nueve torres. Construida en el siglo XIX, se beneficia de un programa de restauración. Original, su patio interior está enmarcado por magníficas arcadas que ofrecen una vista inexpugnable sobre el pueblo fortificado.
TAMNOUGALT
Construida en el siglo XVI, es una de las más antiguas de todo Marruecos. En su interior se pueden admirar los techos en madera pintada, escayola cincelada y los motivos geométricos. Es el ejemplo mismo del ksar.
Las murallas del ksar de Amzrou dominan el camino de M’hamid. Este pueblo se divide en dos partes: una musulmana con una mezquita, y otra judía con una sinagoga y un mellah o barrio judío.
Menos conservada, también destaca la kasbah de las Cigüeñas (talmasla). Este conjunto se compone de tres niveles, el más alto especialmente decorado, se ha convertido en la parada preferida de muchas cigüeñas en plena migración.
Situada en el palmeral de Skoura, la gran kasbah de Amridil se distingue por su patio cuadrado, elevado por cuatro niveles y enmarcado por cuatro grandes torres. Su disposición interior es completamente tradicional: la primera planta para la cocina y las demás para vivienda, las torres sirven para almacenar alimentos.
Comenzada en 1860 y enriquecida con edificios a lo largo de las décadas, la kasbah de Telouet es una verdadera obra de arte, fortaleza, castillo y caravanserail al mismo tiempo. Madera pintada, hierro forjado, estuco esculpido, zelliges (azulejos marroquíes) coloridos. Se dice que más de 300 obreros trabajaron durante tres años para esculpir techos y muros.

EN EL CORAZÓN DE LOS OASIS
A partir de Ouarzazate, existen innumerables posibilidades de realizar excursiones. Siguiendo el cauce de los ríos, pueden descubrirse los más hermosos valles de Marruecos.
EL VALLE DEL DADES
Es uno de los paisajes más sorprendentes del país. Joyero de las mil kasbahs, encajonado entre el jebel Sarho y el macizo del Alto Atlas, el río Dades serpentea en un paisaje árido y desértico, y mordisquea su franja de vegetación. A través de palmerales y jardines, la ruta conduce hasta las rosas de Kalaat M’Gouna. El valle cierra bruscamente sus vertiginosas paredes, y nacen las gargantas del Dades.
LAS GARGANTAS DEL DADES
Un enorme bloque de caliza cortada a cuchillo. En este universo abrupto y agreste, las kasbahs adquieren los colores malva, rojo y leonado de las rocas. Un río de aguas frías fluye por el fondo de la garganta, los más atrevidos pueden bajar al cauce del río, en kayak o simplemente caminar hasta un par de kilómetros con los pies descalzos. Más lejos, la ruta se transforma en pista, atraviesa el Dades, trepa zigzagueando hasta lo alto de un vertiginoso desfiladero, y penetra en el territorio de aves y muflones.
LAS GARGANTAS DEL TODRA
En esta misma ruta, los jardines dejan lugar a un paisaje rojo y ocre donde la roca predomina para abrirse en impresionantes gargantas. Las más fascinantes son las gargantas del Todra: el denominado “Gran Cañón Marroquí”.
De 300 metros de altura, estos vertiginosos acantilados de caliza rosa caen sobre un estrecho cauce del que fluye el río Todra. Entre estos muros de piedra, las orillas umbrías del río ofrecen pistas a recorrer y escalar a lo largo de más de 600 metros de longitud. En el fondo de las gargantas se encuentra la fuente de los peces sagrados, una fuente de agua caliente donde viven peces cuya pesca está prohibida.

EL VALLE DE LAS ROSAS
Famosas en todo Marruecos, las rosas del valle de Kalaat M’Gouna son apreciadas por su belleza y aroma excepcional. Su recogida en el mes de mayo es la ocasión de una gran fiesta, el “Moussem de las Rosas”.
La rosa que se encuentra en este valle, denominada rosa damascena, resiste al frío y la sequía. Fue introducida por los peregrinos que volvían de La Meca en el siglo X, a los que durante el camino se les caerían las semillas. Desde entonces, los rosales adornan y embalsaman con su perfume todo el valle.
Siendo la especie más perfumada, se cultiva en magníficas rosaledas, y sirve para la fabricación de un agua de rosas delicada y muy apreciada. Desde principios de mayo, al amanecer, las mujeres recogen una a una estas preciosas flores. Finalizada la cosecha, comienzan las festividades que duran tres días. Habitantes de todos los pueblos vecinos se dan cita en Kalaat M’Gouna. La fiesta incluye exposiciones de toda clase de productos artesanales (joyas, alfombras, etc.) y agrícolas, así como eventos musicales y competiciones. Las mujeres artesanas de las cooperativas están encantadas con mostrar al visitante sus métodos de destilación para la obtención del agua de rosas, la fabricación de cremas y perfumes…


GRAN FIESTA DE LOS DÁTILES
Cuando el Gran Sur marroquí se adorna con sus más hermosas luces, el viajero percibe que se está aproximando la gran fiesta de los dátiles.
Esta región cuenta con un millón de palmeras. La producción está muy extendida (Bouzekri, Boufegous, Majhoul, Bouslikhan). La fiesta de los dátiles es una oportunidad para que las tribus del Gran Sur se reúnan en torno a la canción y al baile de la más pura tradición bereber. En las dunas se organiza una carrera tradicional de dromedarios, a la vez que se pueden degustar unos dátiles dulces y fundentes.

Infinitos valles, senderos agrestes, escalofriantes gargantas… y recortándose en un horizonte en el que se adivinan mares de arena y aventura, aparecen misteriosas las siluetas de las legendarias kasbahs, majestuosos refugios donde llegaron a habitar sedentarias gentes, cuyos antepasados constituyeron las auténticas raíces de este fascinante país. Es el Gran Sur marroquí.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)