SAN CUGAT DEL VALLÉS

                   JOYA MEDIEVAL DEL ROMÁNICO Y EL GÓTICO



Esta abadía benedictina, una de las más importantes de Cataluña, se halla   situada en la vertiente nor-occidental de la sierra de Collcerola y constituye un gran conjunto monástico cuyos orígenes hay que buscarlos en una antigua fortificación romana, el -Castrum Octavianum-, siendo escenario a lo largo de la historia de múltiples avatares políticos y religiosos, los cuales han dejado en él una indeleble huella.
Bello ejemplo de transición del románico al gótico, este milenario monasterio tiene como punto de referencia la bula que el Papa Silvestre II concedió a este edificio religioso el año 1002, permitiendo la repoblación de un territorio devastado por las hordas del caudillo árabe Almanzor.
No hay datos bastante claros para saber cómo era la edificación original, ahora bien, lo que sí se ha comprobado es que el aprovechamiento de antiguas estructuras, en este caso de épocas visigóticas y anteriores, hacen pensar que ya existía por aquel entonces una comunidad monástica.
Durante unas excavaciones realizadas entre 1931 y 1936 se encontró una pequeña estructura, de planta cuadrada, con unas cavidades interiores que se destinaban a enterrar los mártires y a su lado una aula rectangular del siglo V. En época visigótica se añadió un ábside con planta interior de herradura y exterior poligonal, creyéndose que con posterioridad, durante la primera ocupación islámica se destruyó la edificación monacal, siendo restaurada tras la conquista de Barcelona en el año 801.
Ostofredo fue el primer abad conocido (año 878), iniciándose a partir de estos datos la historia documentada del monasterio.
Al inicio del siglo X, el cenobio aumentó sus posesiones, extendiéndose las mismas desde el Montseny hasta el Penedés.
El abad Donadeu obtuvo tierras e iglesias en el valle del Castell de Cervelló y la comarca de Anoia y sus sucesores crearon o impulsaron pequeños centros de tipo monacal en Santa Creu de Cervelló (914), Santa María de Castelldefels (966) y San Llorenç de Munt (970).
Al filo del año 985, el monasterio no escapó a los destrozos provocados por las incursiones musulmanas de Almanzor, que no fueron las únicas hasta que Ramón Berenguer IV concluyó la conquista cristiana de Cataluña.
Durante el siglo XII y sustituyendo a un claustro ya existente, se erigió otro románico, el actual, prosiguiendo después la construcción de la iglesia y su fachada.
A finales del año 1350 tuvo lugar un hecho interno de mucha resonancia. Berenguer de Saltells asesinó al abad Biure en la noche de Navidad, según se cree, por un problema de posesiones del monasterio. El abad sucesor, de acuerdo con las disposiciones del Rey Pedro III, rehizo la fortificación del recinto monástico con torres de planta hexagonal, construyéndose también un edificio destinado a archivo.
En épocas muy posteriores se levantaron las galerías renacentistas, el pórtico de acceso al claustro y el nuevo palacio abacial.
El Monasterio ha sido objeto de múltiples reconstrucciones y reformas porque muchas fueron las vicisitudes por las que atravesó. En el año 1705 y durante la -Guerra de Sucesión-, las tropas de Felipe V ocuparon el monasterio y el mismo quedó en lamentable estado. Con posterioridad, diversos problemas políticos, asaltos, incendios y la desamortización, trajeron consigo la pérdida de buena parte de los tesoros artísticos y la ruina del cenobio, siendo abandonado hasta 1851, año en que se inició su restauración definitiva.
En 1931 el monasterio fue declarado Monumento Histórico-Artístico.

DEL ROMÁNICO AL GÓTICO

La arquitectura románica, que fue fundamentalmente religiosa y cuyo principal logro fue dar una nueva funcionalidad y correlación a formas y elementos constructivos ya utilizados en anteriores etapas (romana, bizantina, carolingia, otomana, etc…) tuvo su máxima expresión en las construcciones monacales, constituidas normalmente por iglesia y claustro, alrededor del cual existían las estancias propias de la vida monástica.
La búsqueda de nuevas líneas estéticas trajo consigo la aparición de la arquitectura gótica, precediendo a la gran eclosión del Renacimiento y representando una evolución importante de la románica, lo cual vino a suponer una serie de cambios y descubrimientos técnicos que permitieron innovadores desarrollos. Las soluciones técnicas y los deseos de construir edificios cada vez más elevados dieron a la arquitectura gótica, y en especial a sus catedrales, esa personalidad caracterizada por la verticalidad, ligereza y luminosidad. Esta evolución comenzó en los monasterios cistercienses y algunos monumentos, considerados de transición porque aún conservaban elementos románicos, precedieron a las notables realizaciones del siglo XIII, las extraordinarias catedrales de todos conocidas.
La arquitectura gótica catalana, caracterizada por la simplicidad de volúmenes y la parquedad decorativa, derivó del estilo desarrollado en las iglesias del sur de Francia. A este tipo corresponden las catedrales de Barcelona, la iglesia de Santa Maria del Mar, también en la misma ciudad, y la de Girona.
El monasterio de San Cugat del Vallés es, sin duda, un magnífico ejemplo tanto de estilo románico como gótico.
El conjunto monástico consta esencialmente de la iglesia con un claustro, alrededor del cual se ubican la sala capitular y las dependencias anexas, destinadas a usos culturales y a taller de restauración de obras de arte, así como el antiguo palacio abacial, un edificio gótico en principio que fue transformado y adaptado en 1736, sirviendo de casa rectoral. Todo ello en el interior de un recinto fortificado con muros y torres, la mayoría de los cuales aún se conservan en la actualidad. El edificio destinado a archivo fue destruido en 1905.
La iglesia actual comenzó a construirse a mediados del siglo XII y las obras se prolongaron hasta el siglo XIV. Es un edificio de tres naves con cimborio sobre el crucero y tres ábsides de planta semicircular.
Dado que su construcción duró dos siglos, la concepción románica inicial fue sustituida totalmente por la gótica al finalizarse la construcción.
De gran belleza, el cimborio es octogonal, gótico con la decoración aún con aires románicos y arabescos, está soportado por las cuatro columnas más firmes de la nave. Es característico de la arquitectura llamada de transición y las naves están cubiertas con arcos ojivales.
La fachada, solemne y austera, y el rosetón, una de las partes más significativas del monasterio, son plenamente góticos, mientras que el campanario tiene la base totalmente románica. El rosetón, de once metros de diámetro, es una maravilla de bordado en piedra, es el más grande de Cataluña junto con el de la catedral de Tarragona, la Seo de Lérida y la iglesia de Ntra. Sra. de los Reyes en Barcelona (también denominada del Pino).
En el interior de la iglesia destacan las capillas de Santa Escolástica, San Benito (complementada en 1688 con detalles de estilo barroco) y San Bartolomé, todas ellas del siglo XIV, aunque la decoración pertenece al XVIII. En la capilla de Santa Escolástica se ubica la pila bautismal (1572) y un retablo del siglo XVII.
Bajo el órgano y junto a la sacristía, también románica, se halla la capilla de la Piedad, antigua sala mortuoria de los monjes. En los ábsides laterales se ubican el retablo de Todos los Santos del siglo XIV y una bella imagen románica (inicios del siglo XIII) de Nuestra Señora de Bosque del siglo XII.
En el altar mayor destaca la imagen en piedra de San Cugat, a cuyos pies se encuentra la urna con las reliquias del santo. La mesa del altar pertenece al siglo XV.
A resaltar, asimismo, los bellos retablos del Rosario y San Miguel, de estilo renacentista (siglo XVI), así como una serie de sepulcros góticos, sarcófagos y lápidas que corresponden a relevantes personajes en la historia del monasterio, entre ellos los de los abades Odó y Estruch.
De los restos conservados, el claustro, construido por arcos de medio punto sobre columnas pareadas, es el conjunto que más destaca por su estructura y la unidad decorativa de sus capiteles.
Se trata de las obras más bellas del románico catalán y corresponde a los inicios del siglo XII, mientras que la galería superior es del XVI. En realidad conjuga tres etapas de edificación: una primera que fija el perímetro actual, una segunda en la que, a causa de la construcción de la nueva iglesia, ello conlleva la reconstrucción del propio claustro, modificando el ámbito de la galería adosada a la iglesia, y finalmente una tercera etapa más moderna, de la segunda mitad del siglo XVI (1573-1589) en la cual se edifica un segundo piso con galerías sobre esbeltas columnas de estilo toscano que sostienen arcos de media punta.
Este claustro se debe al maestro Arnau Gatell, que consta vivió en el monasterio hasta el 1207. Su mérito principal radica en la perfecta ejecución y en la temática de los capiteles, creando un mundo fantástico en el que se desarrollan temas puramente ornamentales y otros que ilustran textos de las Sagradas Escrituras, amén de aquellos que representan temas de la vida cotidiana. El repertorio iconográfico de estos capiteles ha sido objeto de importantes y variados estudios.
En el lugar donde la tradición señala el martirio de San Cugat y sus compañeros, se levanta una pequeña construcción conmemorativa de carácter funerario, situada dentro de lo que hoy es el patio principal.
En el interior del claustro, a lo largo del año se celebran diferentes actividades que revisten un muy especial interés y, sin duda, sirven para dar a conocer, aún más si cabe, el conjunto monástico y al mismo tiempo aportarle un nuevo impulso como referente cultural a esta indudable joya medieval del románico y el gótico.